ALCÁNTARA.
Es un municipio de la provincia de Cáceres, Comunidad de Extremadura, que distancia 63 km a la capital de la provincia. Su término tiene una extensión de 552 km2, y en 2015 tenía una población de tan solo 1571 hab., lo que conllevaba una densidad de 2,85 hab./km2, una de las más bajas de Extremadura.
Está situada en la orilla izquierda del río Tajo, en su confluencia con el río Alagón, cerca de Portugal. En otro tiempo fue la capital de la comarca histórica de la “Tierra de Alcántara”, y actualmente forma parte de la Mancomunidad Tajo-Salor.
Su nombre proviene del término árabe Al Qantarat, que quiere decir "El Puente" debido al majestuoso puente romano situado en sus inmediaciones, pues fue fundada en época del emperador Trajano y los visigodos la llamaron Oliba.
Además de por el Puente, es conocida por la Orden Militar de Alcántara, así como por ser el lugar de nacimiento de SanPedro de Alcántara, patrón de Extremadura.
A la caída del Antiguo Régimen, la localidad se constituye en municipio constitucional de la Provincia de Extremadura, Partido Judicial de Alcántara, y que en el censo de 1842 contaba con 780 hogares y 4272 vecinos. Las desamortizaciones provocaron la definitiva ruina de gran parte del patrimonio del municipio, que pasaron a manos de la oligarquía extremeña y principalmente de Madrid. A finales del siglo XX creció el término municipal a incorpora el antiguo pueblo de Estorninos
El relieve de su extenso terreno, es por lo general, llano, típico de penillanura cacereña, aunque en las proximidades del Tajo, y ocupando una amplia franja, se hace tortuoso a consecuencia de las fuertes pendientes producidas por el encajonamiento del río citado, lo que da lugar a las denominadas riveras del Tajo.
El clima es de tipo mediterráneo. La temperatura media anual es de 14° C. Los inviernos suelen ser suaves y el verano seco y caluroso, con una temperatura media estacional de 22,8° y con máximas absolutas que pueden llegar alcanzar los 40 grados. La formación vegetal es de bosque mediterráneo, representado por la encina y el alcornoque junto a otras especies que componen el matorral, como la jara, el cantueso. Etcétera.
POBLACIÓN.
Como se aprecia en el grafico adjunto, la población de Alcántara mantiene un proceso algo lento de crecimiento desde principios de siglo XIX hasta 1940. Desde esta fecha sufre una continua pérdida de población hasta 1960, momento en que se produce un importante aumento de los efectivos demográficos, como consecuencia de la demanda de mano de obra para la construcción del embalse del mismo nombre, sumando 5.186 habitantes en 1965. A partir de esta última fecha este municipio padece una notable sangría migratoria que le hace perder más de la mitad de la población hasta 1981.
Durante el quinquenio 1981-85 la población desciende escasamente debido a una baja tasa de natalidad (10 por 1.000), que da lugar a un crecimiento vegetativo (1,7 por 1.000) poco significativo y al hecho de que el fenómeno migratorio aún persiste, aunque en menor grado que en años anteriores.
En la siguiente gráfica se muestra la evolución demográfica de Alcántara década a década desde 1900 a 2010, de acuerdo con los datos de los censos del Instituto Nacional de Estadística de España:
ARQUEOLOGIA
En el término de la localidad existen numerosos sepulcros megalíticos de variada tipología y tamaño. A un período más reciente pertenece un poblado fortificado de la Edad del Hierro llamado “Villavieja del Castillejo de la Orden”, situado en un meandro del río Jartín. Consta de un solo recinto cuya muralla de pizarra se conserva perfectamente en algunos tramos. En las proximidades se excavó la necrópolis del mismo, con tumbas de cremación con ajuares cerámicos y armamento fechada hacia el siglo IV a.C. La fecha más reciente de la vida del asentamiento viene dada por una inscripción en bronce del 104 a.C. que se refiere a un tratado entre el consejo del poblado y el pueblo romano.
HISTORIA MEDIAVAL
Durante la dominación musulmana mantuvo una población relativamente estable, que combinaba su dedicación a la ganadería y apicultura con las tareas militares, especialmente de vigilancia
Su emplazamiento reunía buenas condiciones defensivas y permitía controlar el puente romano, uno de los pasos que comunicaba los territorios del Norte y del del Sur del Tajo de la Lusitania, que era utilizado para el desplazamiento de los ejercito y de ganados.
Su carácter defensivo adquirió mayor relevancia cuando los reinos cristianos comenzaron a ocupar la Transierra, los cuales, a partir del siglo XII disputaron a los musulmanes la estratégica fortaleza. En 1143 fue conquistada por el Rey castellano, Alfonso XII, pero poco después se perdió, para volver a ser recuperada por Fernando II en 1166, entregándosela a la Orden Militar de San Julián de Perreo, la cual ante el empuje almohade, no pudo retenerla bajo el dominio cristiano, siendo finalmente conquistada definitivamente en 1213 por Alfonso IX de León.
De nuevo la Villa fue entregada a los caballeros de San Julián en 1218, los cuales trasladaron allí su Convento Mayor y adoptaron el nuevo nombre de la Orden Militar de Alcántara.
Este hecho favoreció el aumento de la población, que ocupaba el recinto fortificado y un arrabal situado al Este protegido por una barbacana. Pero las condiciones de vida de sus habitantes fueron difíciles a lo largo de los siglos XIV y XV, ya que hubieron de sufrir las consecuencias derivadas de la guerra en reiteradas ocasiones. En la villa se desarrollaron muchos de los disturbios y luchas en los que participaron los caballeros de la orden, debido a que allí como se ha dicho se encontraba el convento mayor, y durante las guerras castellano-portuguesas de la baja Edad Media, por su situación fronteriza, fue atacada varias veces por las tropas del reino vecino.
HISTORIA MODERNA
Después de las batallas de Toro (2 de marzo de 1476), sólo quedaba negociar la paz entre los Reyes Católicos y Alfonso V de Portugal. Para este fin se eligió la Villa de Alcántara como lugar de encuentro, en la que se reunieron doña Isabel y la infanta Beatriz de Portugal, tía de la reina de Castilla y cuñada de Alfonso V.
Aquí se diseñaron los preliminares de la paz y se redactó el tratado, firmado posteriormente el 4 de septiembre del mismo año. Por él, y a tenor de su cláusula principal, Alfonso V y Juana la Beltraneja dejaban de titularse reyes de Castilla y, en reciprocidad, Fernando e Isabel renunciaban a todas sus pretensiones sobre el trono de Portugal.
La entrada en la contemporaneidad supuso una paulatina pérdida de importancia de la villa en todos los aspectos, económicos, eclesiásticos, administrativos, demográficos, etcétera. Hasta la extinción de la jurisdicción de las órdenes militares, aceptada sin problemas a diferencia de lo que ocurrió en Llerena, la villa fue cabeza del Priorato de Alcántara (con 42 núcleos de población, 18 de Cáceres, 22 de Badajoz y dos de Salamanca), desde el siglo XIII, lo que dio lugar a constantes pleitos con el Obispo de Caria, en cuya demarcación se localiza Alcántara.
Durante la Guerra de la Independencia, sufrió muchos ataques; en abril de 1809 el general Lapiche entró en la villa, a pesar de la resistencia armada de los propios vecinos de la Villa, incendiándola, debiéndola evacuar enseguida ante la presencia en los alrededores de las fuerzas anglo-españolas.
La reforma administrativa liberal mantuvo a Alcántara como cabeza de partido judicial, preeminencia que alcanzaría bajo la Restauración en el plano político, al considerarla distrito electoral. Su potencial demográfico conoció un importante descenso entre fines del XVIII, 3.176 hab. en 1787, y comienzos del XIX, 2450 hab. en 1818. Fue recuperándose de manera notoria, aunque con altibajos, desde mediados del XIX: 2.730 en 1845 y 3.527 en 1877, 3.814 hab. en 1887 y 3.224 en 1897.
PATRIMONIO.
Puente Romano.
El puente romano de Alcántara, se encuentra situado a unos 400 mts. al norte de la población, en la carretera que actualmente conduce a Portugal, salvando el paso del rio Tajo.
Antiguamente se encontraba en la antigua vía romana que comunicaba a Norba con el noroeste de Portugal, enlazando la Beira Alta con dos importantes vías como eran la Vía de la Plata y la Vía de Lisboa a Braga.
El puente de construyo con el fin de poner en contacto los diversos municipios que habitaban el norte del Tajo con la región del Sur, siendo estos municipios, cuyos nombres constan en una inscripción en el propio puente, los que sufragaron su construcción.
Fue pues el puente de Alcántara una obra comunal y no estuvo adscrito a ningún núcleo de población. No es hasta el siglo XII que los musulmanes fundan en su aledaño los principios de un poblado, cuando recibe la denominación de Al-Qantarat, “El Puente”, sin necesidad de más apelativos.
Efectivamente, el puente de Alcántara, grandioso, y regido equilibradamente por la técnica y la estética, es el puente por definición, destacado en el conjunto de todos los puentes romanos y admirado por todos los cronistas, viajeros y estudiosos que han dejado su elogioso testimonio desde la Edad Media hasta nuestros días.
El puente se elevó en el lugar elegido por sus condiciones, en un trecho en el que el cauce del Tajo presenta un gran estrechamiento, y se comprendía entre dos recodos que aminoraban la fuerza del caudal. En contrapartida, la crecida del agua en este cañón, cuando las avenidas eran grandes, alcanzaba un alto nivel, que debió superarse con la construcción de un puente de elevación poco común. Mide 58, 20 m. de altura, siendo su longitud de 194 m. Existen fotografías en las que consta la altura del nivel del agua hasta la zona media de las bóvedas, aparte de los testimonios populares que recuerdan el desbordamiento del río por encima de los pretiles del puente.
Dadas estas condiciones, el puente adquirió la fisionomía adecuada, dentro del marco de una ingeniería avanzada en recursos, como corresponde a la etapa del siglo II en la que se documenta la obra.
El puente consta de seis arcos sostenidos por cinco pilas, apoyando los arcos extremos directamente sobre la roca. Los soportes se distribuyeron con gran distanciamiento, de manera que solamente dos de ellos penetran en la madre del río, quedando así, durante el estiaje, preservadas del agua las restantes pilas, lo que ha contribuido al buen mantenimiento del puente. Estas dos pilas se cimentaron sin dificultad sobre las formaciones pizarrosas del lecho del río, como se pudo comprobar al desviarse el cauce del mismo para construir la presa del pantano de Alcántara que se encuentra a poca distancia del mismo.
Las pilas son sólidos apoyaderos recubiertos con grandes sillares almohadillados. que siguen una distribución rectangular y se recortan como en el paramento del puente con las mismas dimensiones proporcionales.
En planta, los tres pilares centrales son rectangulares, sobresaliendo notablemente en la vertiente de aguas abajo y con corte triangulares en agua de arriba. Hecho que se repite en los dos restante.
Sobre las pilas cabalgan los arcos que son de medio punto y con distintas proporciones, y en toda la altura de los tímpanos se prolonga la sección de la pila con menores dimensiones, lo que contribuye a marcar un sentido de verticalidad de la fábrica, acentuado por la construcción de un arco honorifico de 14 mts. de altura que se dispuso posteriormente en la mitad del puente sobre el pilar central.
Marca esta línea el eje de su composición. Los dos arcos mayores miden 28,80 mts. y 27,40 mts. de luz respectivamente, los colaterales miden 21,40 mts y los de los extremos 13,80 mts. Medidas no simétricas, pero necesarias para adaptarse al terreno.
La apertura de los vanos centrales alcanza la máxima de luz conocida en los puentes romanos, a excepción del el de Narni, que tiene 32 mts, pero actualmente se encuentra desplomado. Aunque los arcos del puente de Alcántara han sufrido daños intencionados provocados por el hombre con motivos de las diferentes guerras, nunca lo han sufrido con motivo de su construcción y el paso del tiempo.
El puente debió pervivir intacto hasta el siglo XIII, cuando el avance de la reconquista en esta región, sufriera las primeras destrucciones que, sucesivamente, irían incidiendo sobre él hasta el siglo pasado. Cuando Alfonso IX tomó definitivamente Alcántara, el puente al parecer quedó roto, no se sabe si por acción de los cristianos o de los musulmanes. Posteriormente, en las luchas sucesivas entre Castilla y Portugal, Alcántara fue un importante punto de fricción. Se documenta, como dato significativo la consideración del puente, que estando cercada la villa por los portugueses en tiempos de los Reyes Católicos, el rey Alfonso V, sabiendo que Alcántara iba a cortar el puente, levantó el cerco porque "no quería el reino de Castilla con aquel edificio menos".
La primera reconstrucción se hizo bajo el gobierno de Carlos V y las obras están bien documentadas. Fueron reparados los destrozos de la fábrica, y el puente, que había constituido una auténtica fortaleza en la Edad Media, se limpió de construcciones militares restituyéndosele su función. Las obras se llevaron a cabo por el maestro Martín López entre 1532 y 1543, siendo supervisadas por los grandes arquitectos Pedro de Ibarra y Esteban de Lezcano; aún en el siglo XVI se efectúa una segunda reforma, adjudicada a Diego de Castañeda, que finalizaron Pedro de Villegas y Sebastián de Aguirre en 1577. Como conmemoración de la restauración de Carlos V, se dispusieron en el arco honorífico del puente tres inscripciones, situadas en las jambas, y un escudo imperial en el frente sur del arco bajo las almenas de coronamientos, que son obra también de este momento.
De nuevo en el siglo XVIII, cuando estalló la Guerra de Sucesión, Alcántara fue punto afectado en las luchas entre España y Portugal. Cuando los portugueses se retiraron de Alcántara, trataron de volar sin éxito el segundo arco de la orilla derecha, afectando la explosión a los paramento del arco que en parte se cayeron.En la guerra de la Independencia para impedir al paso de las tropas francesas por Alcántara, los aliados destruyeron el segundo arco de la orilla derecha en 1809. Y así se mantuvo el puente, con un enlace de madera hasta que a mediados del siglo XIX, que se llevó acabo la definitiva restauración.
Partió la propuesta de su restauración de la Real Academia de la Historia que encargo el trabajo al Cuerpo de Ingeniero de Caminos, actuando como director de la obra D. Alejandro Millán. Fue construido el arco que había sido volado, se consolido la fábrica, se volvió a montar el arco honorifico en su lugar, se pavimento la calzada y se construyeron las explanadas que hoy existen en los laterales del puente.
Con el motivo de la citada restauración se puso una nueva lapida, que recogía la primitiva donde aparecían los pueblos que participaron en la construcción primitiva del puente.
Igualmente el arco volvió a completar su significación recogiendo los documentos memorables de la historia del puente. Ya que el mismo desde su construcción era un arco honorifico que entre otras cosas recogía la dedicación del puente al Emperador Trajano y el nombre de los municipios que los construyeron.
La inscripción dedicatoria que se repite en cada frontispicio del arco dice: “Al Emperador Cesar, hijo de Nerva, Trajano, Augusto, Germanico, Dacico pontífice máximo, con la VIII potestad tribunicia, emperador por V vez, cónsul por V vez, padre de la patria", la inscripción tiene el valor de fijar la fecha de construcción del puente entre los años 103 y 104 d. C. Sin embargo, en el último estudio de Liz Guiral se adelantan las fechas del inicio de la construcción hasta el año 75.
De las inscripciones de los municipios constructores sólo queda la que, ilegible, se sitúa en el interior del arco. Su contenido lo conocemos por manuscritos que la copiaron en épocas pasadas. En origen se encontraba en el frente de una de las jambas y es posible que se complementara con otras tres inscripciones cuyo contenido, aunque se ignora, tal vez prolongara la lista de los municipios o repitiera el contenido de la que se conoce.
Aparte del arco, a la entrada del puente desde Alcántara existe un edificio que tiene también un gran valor documental. Se trata de un templete de planta rectangular, que está hecho totalmente en piedra, incluida la cubierta a dos vertientes. Tiene dos columnas toscanas en la fachada y al interior presenta restos que parecen indicar una división interna de espacios, como una pronaos y una naos.
Sobre la puerta del mismo existe una inscripción elaborada en los siglos XVII y XIX, sobre el contenido de la inscripción original, que tiene el gran interés de transmitirnos el nombre del arquitecto del puente, que dedicó también el templete.
Se abre esta inscripción con una dedicatoria a Trajano, y a continuación se desarrolla un epigrama, en el que de nuevo se alude a la dedicación del templo al Emperador y también a los dioses Romuleos, que se inicia con las siguientes consideraciones: "... quizá la curiosidad de los viajeros, cuyo cuidado es saber cosas nuevas, se pregunten quién lo hizo (el puente) y con qué intención. “El puente, destinado a durar por siempre en los siglos del mundo, lo hizo Lacer, famoso por su divino arte...".
La frase puede resultar pretenciosa, pero el puente ahí está, realmente magnífico por su concepción de técnica y arte, y vigente hasta la actualidad, a pesar de las reformas que no han alterado la esencia de su primera estructura. De Lacer, sin embargo, nada más se sabe. Al final del epigrama, en una línea independiente, se encuentra su nombre completo (G)aius I(ulius) Lacer, que no ha vuelto a aparecer en ningún otro documento.
Convento de San Benito.
Con motivo, del traslado de la Orden de Caballería San Julián de Perero a la Villa de Alcántara, tomado como nombre el de la “Orden de Alcántara”, fue erigido en la villa el Convento o centro administrativo y religioso de la Orden, utilizando entonces la fortaleza musulmana, la cual fue ampliada y reformada con otras instalaciones militares, ya de factura cristiana, contando asimismo con la adición de diversas dependencias residenciales y religiosas.
Este emplazamiento persistió durante toda la Edad Media, si bien a finales del siglo XV se acusaba su deficiente estado de conservación y la incapacidad para albergar las complejas dependencias que necesitaba la Orden. Por ello, bajo la administración de la Orden por parte de los Reyes Católicos, se acometió la construcción de un nuevo convento en las afueras de la villa, tarea en la que intervino el maestro de cantería broceño, Bartolomé Pelayos desde 1495 hasta 1502 ó 1503, ayudado, entre otros, por Pedro de Larrea, Juan Vázquez de Benavente, Alonso de Jaén, Luis Moreno y Juan de Talavera. Avanzada la obra, pronto se vio, sin embargo, que la ubicación de los nuevos edificios originaría más dificultades que beneficios, de modo que se ordenó la paralización de los trabajos y se instó a las autoridades alcantarinas para que buscara una nueva localización y se realizaran los proyectos adecuados.
En el Capítulo de la Orden celebrado en Medina del Campo en 1504, se acordó construir un nuevo convento dentro de la villa. Se encargó para ello a Pedro de Larrea que realizara los proyectos; que fueron presentados en diciembre de 1505 y, recibido el beneplácito real en la primavera de 1506, comenzaron las obras bajo la dirección de dicho artífice con el cargo de Maestro Mayor, que ostentaría hasta 1518. Debió levantar Larrea la mayor parte del edificio conventual. Un período escasamente documentado sigue a la época de Larrea, probablemente sin obras de especial relevancia en el conjunto, hasta la incorporación de Pedro de Ybarra –en 1544 ó 1545- como Maestro Mayor, cargo que ocupará hasta su fallecimiento en 1570. La tarea de Ybarra es inmensa , presentando trazas y condiciones para numerosos edificios religiosos, civiles y militares en la jurisdicción de la Orden aunque, evidentemente, su principal ocupación giraría en torno a la construcción del complejo arquitectónico que ahora nos ocupa; de ahí la frecuencia de citarse como Maestro Mayor del Convento de San Benito, alternando con el título de Maestro Mayor de la Orden de Alcántara. Con Ybarra trabajaron en San Benito los más notables artífices de la región, siendo de destacar las colaboraciones de Pedro Marquina, Guillén Ferrant, Hernando Moreno, Sebastián de Aguine, etc.
La labor de Ybarra fue la erección del templo -inconcluso- y de las dependencias palaciegas de la hospedería. Sebastián de Aguirre, su ayudante y sucesor en el cargo de Maestro Mayor, siguió los proyectos hasta su fallecimiento en 1575, cuando el complejo arquitectónico se dio por concluido o definitivamente paralizado. A partir de esa fecha, y aunque se constata la presencia ocasional de canteros notables como Juan Bravo y Gaspar López (hijo), la actividad constructiva es mínima, centrándose tan sólo en urgentes obras de cerramiento en lugar de los importantes trabajos pendientes de realización en la fachada occidental de la iglesia y en el desarrollo longitudinal de sus naves.
El conjunto arquitectónico de San Benito se compone del convento, con distintas dependencias en torno al claustro central, la hospedería, con rasgos arquitectónicos palaciegos, y una monumental iglesia que no llegó a concluirse. El convento debió acometerse en la fase inicial, desde los primeros años del siglo XVI, en respuesta a la necesidad de trasladar las instalaciones y freyres a un nuevo emplazamiento, en sustitución del insuficiente y deteriorado convento viejo.
Es en esta parte donde es donde mejor pueden contemplarse los elementos de tradición gótica cuya aplicación persiste durante los primeros años del siglo XVI.
Las dependencias conventuales se organizan alrededor del claustro central. Este es de planta cuadrada, con dos pisos. La galería inferior se abre al patio con arcos rebajados, descansando sobre podio corrido; se cubre con atractiva bóveda de crucería sencilla y en claves los emblemas de los Reyes Católicos, todo fabricado íntegramente de sillería. En la galería alta los vanos son de medio punto, también graníticos, de menores proporciones y en doble número respecto a lo inferiores.
En el piso de la galería inferior del claustro aún se conservan numerosas inscripciones funerarias que testifican la función sepulcral de la misma, donde reposan distintos freyres y caballeros de la Orden.
Una espaciosa escalera de tramos rectos, cuya caja se cubre con atractiva y ágil bóveda de crucería, se sitúa en el flanco oriental del claustro, permitiendo la comunicación de sus distintos pisos.
También en este lado se emplaza la capilla del Comendador Villasayas, acabada en 1537, adosada y en la misma línea que la sacristía y, como aquélla, cubierta con bóveda de crucería.
El lavatorio se emplaza en el ángulo oriental; es de pequeñas proporciones, y frente a él, en el ala septentrional, el refectorio, muy castigado por el tiempo, restaurado recientemente, y que según Torres y Tapia se cubría con una bóveda extraordinariamente rebajada, casi plana.
En su conjunto, el resto de las dependencias conventuales han sufrido importantes deterioros y transformaciones, además del general abandono en que se vio sumido el complejo arquitectónico durante la mayor parte del siglo XIX. Todo ello ha sido no hace mucho tiempo restaurado, ocupando su interior, actualmente, modernas instalaciones de tipo residencial.
La hospedería se alza en el ángulo nororiental, dando frente a levante en su mayor parte. En la misma se emplazaban los pabellones utilizados como albergue de las dignidades y demás caballeros de La Orden que por distintas razones acudían al convento y sede central alcantarina. Sus dependencias fueron parcialmente destruidas a causa de los distintos conflictos bélicos, habiéndose concluido recientemente la restauración de sus múltiples desperfectos.
Sin duda alguna, lo más atractivo es la bella galería abierta al exterior, exponente de la más refinada arquitectura renacentista palaciega del siglo XVI. Esta se configura en tres pisos de altura decreciente, el inferior con arcos rebajados, de medio punto en el segundo y adintelado el último. En los extremos flanquean la galería de levante sendos cubos o torrecillas cilíndricas, con remate cónico y pináculo la septentrional y casquete semiesférico con flamero la otra. En sus paramentos se destacan los escudos de Carlos V, Felipe II, Orden de Alcántara, y de dignidades alcantarinas que impulsaron la obra.
La iglesia ocupa en el conjunto los flancos de levante y mediodía. Toda ella se construyó íntegramente de sillería bien escuadrada, lo que, junto a sus grandes proporciones, espaciosos volúmenes y variado repertorio ornamental, permiten su catalogación como obra de apreciable notoriedad, pese a no haber sido concluida, quedando sin desarrollo el lado occidental.
Es una iglesia con tres naves de igual altura, muy elevadas, de la que tan sólo se realizaron dos de sus tramos. En la cabecera se disponen tres ábsides, coincidentes con cada una ele las naves. Además, se completa el edificio con la sacristía y la capilla de Bravo de Jerez, añadidas en los flancos del primer tramo, a modo de crucero.
El templo es recorrido en su interior por una cornisa dispuesta en lo alto de sus paramentos, encima de la cual, y a lo largo del todo el edificio, se abre una sucesión de ventanas que posibilitan su intensa iluminación. La citada cornisa señala el arranque de la cubierta.
Todas las bóvedas del templo conventual son de crucería estrellada, de complejo y variado trazado, descansando sus nervios sobre ménsulas y voluminosos pilares, siendo la plementería también de sillería, como todo el edificio.
Es característica la voluminosa cabecera formada por los tres ábsides ya citados, ochavado el central y semicilíndricos los laterales. El primero se constituye como capilla mayor, ocupando un lugar preferente el escudo imperial de Carlos V, tanto en el interior como en sus muros exteriores.
Los ábsides flanqueantes se corresponden con dos capillas gemelas fundadas por los comendadores D. Diego de Santillán, y D. Nicolás de Ovando, en el de la epístola. Ambas se decoran interiormente con un friso corrido dispuesto a media altura, donde se representa una atractiva labra plateresca con motivos mitológicos en altorrelieve; cobijan los sepulcros y enterramientos de sus respectivos fundadores, con las correspondientes laudas e inscripciones funerarias; asimismo, son especialmente notorios los escudos y blasones heráldicos de sus nobles promotores. En el fondo de cada una de éstas se alzan sus respectivos retablos de cantería, constituidos con un arco ciego flanqueado por columnas y medallones en las enjutas, con los bustos de San Pedro y San Pablo, en la capilla de Santillán, y Santa Bárbara y Santa Catalina, en la de Ovando; se completan ambos retablos con sendas hornacinas ricamente decoradas conforme al gusto renacentista.
Datan estas capillas de mediados del siglo XVI. Según documentación del Archivo Histórico Nacional ya estudiada por Mélida, la capilla de Ovando fue tasada en 1551 por el entonces Maestro Mayor de la Orden de Alcántara, Pedro de Ybarra, acompañado por los maestros canteros Hernando Moreno y Gaspar López, quienes señalan que la obra duró cinco años.
Apreciable interés posee la capilla cuadrangular que se adosa en el brazo del crucero, en el lado de la epístola. Fue dotada por D. Antonio Bravo de Jerez, Comendador de Piedrabuena y Gobernador del Partido de Alcántara durante la primera mitad del siglo XVI. En la misma, además de las armas del Comendador, se presenta la inscripción alusiva a la autoría de la obra a cargo de Pedro de Ybarra así como su datación a mediados del siglo XVI. En el extremo opuesto se emplaza la sacristía y saliendo de ella, una espaciosa escalera de caracol que permite el acceso al coro alto. En este lado se abre una puerta que da acceso al claustro y más dependencias del convento.
De las distintas obras de arte que se encontraban en su interior y que fueron dispersadas tras la desamortización, aún pueden contemplarse en la Iglesia de Santa María de Almocóvar, de la localidad, el sepulcro y estatua yacente del Comendador Bravo de Jerez, así como unas tablas del Divino Morales pertenecientes a los últimos retablos de la iglesia conventual.
Declarado el conjunto, Monumento Nacional el 16 de marzo de 1914, el convento fue adquirido y restaurado en 1961 por Hidroeléctrica Española con ocasión de las obras del Salto y de la Central Hidroeléctrica situados en las proximidades de Alcántara, cerca del puente romano. Posteriormente fue aportada como sede de la Fundación San Benito de Alcántara, constituida en mayo del 1985. En 1982 se construyó, al exterior de la fachada oriental el claustro, un moderno anfiteatro en el que se viene desarrollando anualmente un festival de teatro clásico español.
Iglesia parroquial de Santa María de Almocóvar.
Está situada la parroquia de Nuestra Señora de Almocóvar, en la antigua plaza mayor de la localidad. Al parecer, tras la reconquista de la población, la adaptación de una mezquita fue suficiente para el culto cristiano; sin embargo, poco después, cuando se establece la Orden en Alcántara, se inició la construcción de un nuevo templo, siendo maestre de la Orden D. García Fernández (1254-1284), quien finalizó la construcción, según nos dice Torres Tapia basándose en una inscripción que había en la capilla mayor, en 1281. Sin embargo este templo, que en otra época fue lugar de enterramiento de numerosos miembros de la Orden, sufrirá notables transformaciones en el siglo XVI y sobre todo, en el XVII.
El templo original era románico, construido de sillería. Constaba de tres naves separadas por cuatro arcos sobre pilares cruciformes; la central era más ancha y elevada que las laterales y estaban cubiertas por techos de madera. Las naves laterales remataban en muros rectos, mientras que la central lo hacía en presbiterio formado por dos tramos rectos y remate semicircular, estos últimos separados por arcos fajones y cubiertos por bóveda. Se conserva de la fábrica original la caja de los muros de las naves, así como las portadas; a través de ella podemos observar que se trataba de una magnífica obra, de amplias proporciones y con buen tratamiento en su ejecución.
A lo largo del siglo XVI se plantean algunas obras en el templo que luego no llegaron a efectuarse, o al menos no quedan restos; así en 1542 se remata la construcción de una sacristía y hacia la mitad del siglo, se encarga al maestro de la Orden, Pedro de Ybarra, la edificación de una nueva capilla mayor, pero la obra no llegó a concluirse.
Nuevas empresas constructivas tuvieron lugar en los últimos años del siglo XVI y primer tercio del XVII, período al que responden la actual capilla mayor, la sacristía y la transformación de la nave del templo, convirtiéndose en una sola con tres tramos cubiertos por medio cañón con lunetos; a estas fechas responden también el coro y la parte superior de la torre.
Gran parte de los muros exteriores del edificio aparecen realizados con sillares, bien escuadrados y de gran tamaño en la cabecera y sacristía, más pequeños en la torre, fachada occidental y portadas de los lados Norte y Sur, mientras que los muros de estos lados están hechos en mampostería.
La fachada de los pies es un buen ejemplo del protagónico alto-extremeño, que cuenta con interesantes obras en Región. El muro del hastía está formado sillares graníticos y remata a dos lados. Por la disposición de algunos elementos en la fachada se adivina cómo sería el anterior, como son los dos estribos que indican la situación de las arquerías que forman tres naves. Las laterales estaban unidas por unas ventanitas que hoy se conservan tapiadas; son abocinadas, con arco de medio punto que apoya en impostas acanaladas bajo las que se encuentran columnillas con capiteles decorados por elementos vegetales. La nave principal está marcada por su portada; es saliente y acodillada con arco de medio punto. Entre las jambas baquetonadas se encuentran columnas decoradas con elementos vegetales; las arquivoltas llevan decoración de puntas de diamante, baquetones y arquillos ciegos túmidos; sobre la portada se encuentra un gran óculo algo abocinado ornamentado con baquetones.
Las portadas que se abren en los muros laterales del templo son algo más sencillas, pero siguen las líneas generales de la de los pies. La situada en el muro sur está también algo adelantada del muro; es acodillada, con baquetones en los ángulos de las jambas, que rematan en sencilla imposta moldurada y acanalada, sobre las que apoyan las arquivoltas que están decoradas, a excepción de la exterior que lleva puntas de diamante, por la combinación de molduras cóncavas y convexas.
La puerta del lado del evangelio es bastante más sencilla; compuesta por un arco apuntado, en cuyos lados aparece una decoración de puntas de diamante; apoya el arco en imposta moldurada que va sobre jamba lisa. En el remate de ambos muros se conservan canecillos y gárgolas con elementos vegetales, animales y cabezas humanas.
La cabecera es cuadrada, realizada en sillares regulares; contiene pilastras angulares y en el frente oeste se encuentra un templete con la imagen de la Virgen. La torre aparece en la actualidad con cuatro cuerpos, más estrecho y alto el inferior probablemente es el único que resta de la primitiva obra y tiene en el frente sur una ventana saetera que ilumina la escalera. Los tres cuerpos superiores, también con sillares pero de distinta proporción que los del cuerpo bajo, están separados por una moldura saliente. Tienen planta rectangular y en los cuerpos superiores llevaba dos vanos de medio punto en los lados mayores y uno en el frente menor; hoy tan sólo permanecen abiertos los del último cuerpo.
La capilla mayor es cuadrada; tiene arco toral de medio punto y se cubre con falsa bóveda de crucería. En el lado del evangelio se encuentra una capilla por la que se accede a la sacristía; se trata de un espacio rectangular cubierto por medio cajón con lunetos.
En el lado de la epístola, bajo la torre. está la capilla bautismal; en ella destaca la inscripción: "AÑO DE 1499/ E N DICHO A ÑO SE CRISTIANO / NUESTRO SA NTO PATRO N/ PEDRO DE ALCANTARA/ 1851".
En su interior se conservan algunas piezas de interés procedentes del Convento de San Benito; sin duda, lo más notable es el sepulcro del comendador Antonio Bravo de Jerez, que se encuentra a los pies del templo. Es una magnífica pieza en alabastro; aunque se desconoce su autor, no así su fecha, ya que en la obra aparece el año "1564".
Es un sepulcro destinado a la capilla del comendador de Piedrabuena, construido expresamente para ello en la conventual de San Benito.
El sepulcro está guardado por inquietos leones, seis en total, esperando el día de la resurrección. Los frentes de la urna están decorados por medallones, dos en los lados mayores con las figuras de los cuatro evangelistas, mientras que en los frentes menores se representa a San Agustín y San Gregorio. La parte superior está recorrida por una banda con elementos renacentistas a base de tallos, cartelas, etc. En los ángulos del arca se han colocado animales fantásticos; son águilas, cuyas cabezas se han sustituido por volutas. Sobre la urna aparece el comendador yacente con traje militar; a sus pies se encuentra el yelmo y los guantes en uno de sus lados y, en el otro, un paje. Es una obra de fina ejecución, con los detalles magníficamente realizados.
Procedentes también del Convento de San Benito son cinco tablas del Divino Morales que se encuentran en la sacristía; representan a Jesús Resucitado, San Juan, y San Pablo. Sin embargo, la de mejor calidad es una pequeña tabla de la Virgen con el Niño, similar a la que se encuentra en el Museo del Prado.
Igualmente conserva el templo algunas imágenes barrocas, varios crucificados, un Cristo yacente de los siglos XVII y XVIII. El retablo Mayor es también barroco, de hacia 1720; tiene un cuerpo con tres calles separadas por columnas salomónicas con racimos y hojas de vid; en el remate se encuentra un óleo que representa a San Pedro de Alcántara, obra moderna realizada en 1942 por Indalecio Fernández Vallejo.
En la Plaza de San Pedro, entre la fachada de la iglesia y la cabecera de la iglesia de San Pedro, se encuentra el moderno monumento dedicado a San Pedro de Alcántara. Erigido por suscripción popular, es una estatua en bronce de grandes dimensiones realizada en 1976 por el escultor conquense José Navarro Gabaldón, y fundida en Madrid por Godina Hermanos.
ARQUITECTURA RELIGIOSAS. Además de las dos anteriormente expuestas, tenemos:
Iglesia de San Pedro de Alcántara, del siglo XVII, se levanta en el lugar donde en otro tiempo estuvo la casa natal del santo.
Iglesia de la Encarnación, también llamada la 'Encarnación Antigua', del siglo XV, aunque de esa época sólo se conservan la portada, el ventanal y las bóvedas de crucería. Fue construida dentro del antiguo alcazár, y era la parroquial de la villa amurallada.
Convento del Sancti Spíritu. Junto a la antigua parroquia de la Encarnación, fue el convento habitado por las Monjas Comendadoras de la Orden de Alcántara; está en ruinas.
Capilla de Nuestra Señora de los Remedios, del siglo XVIII, perteneció al convento de las franciscanas terciarias.
Capilla de la Soledad, en el barrio judío, se construyó en el siglo XIV y se reformó en el siglo XVIII. Se piensa que hasta 1492 se usó como sinagoga.
Capilla de San Antón, del siglo XIII. Formó parte de una antigua enfermería franciscana.
Capilla de la Piedad, parte del Hospital de la Piedad, construida en el siglo XVI; esta ahora integrada en la Biblioteca Municipal.
Ermita de Nuestra Señora de las Angustias, en el casco histórico. Es de propiedad privada.
Ermita de la Encarnación, a veces conocida como la 'Encarnación Nueva', queda junto a la Plaza de la Corredera; es de finales del siglo XVI, y fue muy remodelada en el siglo XVII.
Convento de San Bartolomé, construido en 1478 al noreste de la villa, fueras de las murallas. Entre 1493 y 1835 fue convento franciscano, y en 1496 se instaló ahí una fábrica harinera. Actualmente se está rehabilitando para usarlo como hospedería de turismo.
Ermita de Nuestra Señora de los Hitos, 3 km al sureste, más allá del cementerio. Existía ya en el siglo XIV. Tras destruirse en la Guerra de Sucesión Española, se reedificó en 1768.
ARQUITECTURA CIVIL.
Desde mediados del siglo XIII comienzan a ocupar la zona una serie de familias nobles procedentes del norte de la Península, de Salamanca, León y Galicia, principalmente. Estarán la mayoría vinculadas a la Orden Militar y además obtendrán importantes territorios destinados sobre todo a la ganadería. Estas familias construirán sus casas solariegas. El solar significa a la vez el linaje y el lugar concreto donde se han establecido, donde tienen sus actividades y donde poseen su patrimonio. Las realizarán con los mismos materiales empleados en la arquitectura popular, mampostería de pizarra , ladrillos y grandes piedras de granito . Pero serán mucho más espaciosas, con patios y galerías adinteladas sobre columnas, como corresponde a la expansión arquitectónica de lo salmantino hacia el sur. Siempre tienen fascinantes chimeneas de ladrillo y blasones con escudos planos en granito, que la mayoría de las veces están colocados encima de la entrada principal. Posteriormente, en el siglo XVI, el sillar, las grandes puertas y los balcones reemplazarán a materiales y formas antiguas.
Casas solariegas como la de los Pacheco, los Barrante Maldonado o los Perero se reconocen como las más antiguas de la población, aunque sufran remodelaciones en los siglos XVI y XVII.
En la plaza de La Corredera se localizan tres de los palacios más llamativos: La Casa de los Topete es construida, o al menos muy remodelada, durante el Renacimiento, por uno de los linajes más antiguos. Los Topete se instalaron en Alcántara en el momento de su reconquista , en la cual participa Fernán Sánchez, conquistador de la villa. Esta familia está vinculada al Condado de Canilleros, al Condado de la Torre de Mayoralgo y al Ducado de Noblejas, entre otros. A fines del siglo XIX, el palacio pasó a pertenecer a D. Antonio Villarroel Villegas, quien lo donó al obispado de Coria para la fundación de un colegio de religiosas dominicas.
Con estructura de casa-fortaleza, destaca en su exterior una torre rematada en flaineros renacentista. Su fachada, de sillería granítica, ofrece una puerta adovelada y de medio punto enmarcada, a modo de alfiz, por unas columnillas adosadas de tradición gótica que atraviesan todo el primer piso (las formas se parecen a la casa de los Becerra de Cáceres). En las enjutas aparecen los escudos, ligeramente cóncavos y con la parte superior delimitada por dos curvas que se unen en el centro. Sobre la clave de la puerta se abre una ventana adintelada recorrida por casetones ornados con rosetas.
El palacio de los Marqueses de Torreorgaz se abre a la plaza con aplomo y austeridad. Escasos vanos asimétricos ocupan la planta baja, contrastando con la apertura inaccesible de seis repetidos balcones de cantería levemente moldurada.
La fábrica del edificio es de mampostería de pizarra, a excepción de las esquinas (en una de ellas encontramos una ventana lobulada en ángulo, siguiendo el modo de hacer característico de la región) y la portada, que eleva verticalmente los sillares para soportar sobre la adintelada puerta, dos escudos emblemáticos con las armas de los Aponte, Aldana, Zúñiga, Rocha y Ovando, que fueron los nobles moradores de esta casa. Hemos de resaltar, por último, la buena traza de su escalera principal, los frescos de alguna habitación, que han sido encalados, y las monumentales chimeneas.
El palacio de los Roco-Campofrío fue realizado para una de las familias mejor documentadas de Alcántara. Participaron en la conquista de la villa y estaban vinculados al Condado de Urgel .Presenta una fachada recia, magnífica, equilibrada y orgullosa, que nos habla del sueño de una noble familia dedicada a la cría de ganado y el comercio de la lana, que no pudo finalizar su proyecto.
La portada divide simétricamente la composición, dispuesta en tres pisos, con tres vanos a cada lado. La estructura central se abre en el piso bajo de forma grandilocuente , siendo enmarcada con dos soberbias columnas de orden toscano que sostienen un friso clásico de triglifos y metopas, con un entablamento para balcón con dos nuevas columnas del mismo estilo que las inferiores, como prolongación de éstas y con una ligera convergencia hacia el capitel. El remate, en el tercer piso, es de un frontón curvilíneo partido para colocar un escudo con las armas de los Roco. Los vanos del primer y segundo piso van adornados con frontones triangulares. Las esquinas de esta granítica fachada van recorridas por pilastras cajeadas.
En la calle llamada la “Llanada” hemos de señalar a la Casa Solar de los Barco. Se trata de un palacio del siglo XVII construido por una familia ligada a
la Orden Militar. De él sobresale su fachada principal de sillería granítica dividida en dos cuerpos con cuatro vanos cada uno y con decoración diferente. En todos ellos el ornato no es más que algunas molduras, algún fino liste o un suave abocinamiento. No obstante, sobresale un balcón dispuesto a modo de portada con pilastras laterales cajeadas con capiteles, que sostienen un entablamento en el que se ha colocado el busto en alto relieve de un guerrero, sobre el que vuela un frontón triangular. En los extremos dos muchachos equilibran la composición. A cada lado del piso alto de la fachada aparecen escudos repletos de elementos heráldicos como yelmos, lambrequines, cartelas y tenantes.
En el interior destaca un peristilo adintelado, de planta cuadrada y dos pisos con columnas de fustes lisos y capiteles-zapatas de influencia salmantina. La decoración del arquitrabe la constituye una talla sobre el granito de rectángulos y círculos.
El patio, de planta casi cuadrada, está compuesto por tres columnas en cada lado, que sostienen capiteles-zapatas y éstos, a su vez, soportan el dintel. En la planta superior rodea el patio una balaustrada.
La azulejería de los zócalos es de la segunda mitad del siglo XIX. La falta de documentación sobre el edificio impide que se pueda fechar exactamente, aunque por sus características puede ser del último tercio del siglo XVI.
EVENTOS CULTURALES
En la población, al lado del Conventual de San Benito, se celebra todos los años el Festival de Teatro Clásico de Alcántara, un evento cultural que se inició en el verano de 1984 y que se ha convertido con el paso de los años, en todo un clásico, junto al de Almagro de los festivales de verano en España.
Alcántara junto al mencionado Festival, cuenta con un mercado medieval, evento durante el cual se presentan al público diversos artículos alimenticios (panes, quesos, vinos, embutidos) y de uso doméstico (jabones, perfumes, cosméticos) elaborados de manera artesanal; sus participantes van vestidos al modo medieval.
FESTIVIDADES.
Romería de la Virgen de los Hitos. La Virgen de los Hitos es la Patrona de Alcántara, Mata de Alcántara y Villa del Rey. Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció a unos pastores en una encina qué está al lado de la actual ermita y se conserva todavía con un hueco en el medio, que es donde sucedió. Se celebra la romería de la virgen el fin de semana más próximo al 25 de marzo a la que acuden muchos vecinos de los pueblos de la comarca.
San Pedro de Alcántara.
Patrón de Alcántara y de Extremadura y nacido en la localidad. Fue confesor de Santa Teresa de Jesús. Fundador de cantidad de conventos, entre ellos los de San Pedro de los Majarretes, El Palancar y Arenas de San Pedro, donde falleció y descansan sus restos Su festividad se celebra el 19 de octubre. Aunque la fiesta como tal comienza la víspera, con el encendido de hogueras, explosión de petardos y hay costumbre de tiznar las caras con una corcha quemada previamente, y comida de uno de los platos típicos de la localidad:"Migas Extremeñas".
GASTRONOMIA.
Entre los platos típicos de Alcántara se encuentran las migas, la caldereta de cordero, la chanfaina, la Perdiz a la moda de Alcántara, las sopas de trapo y de tomate, las patatas a lo pobre, los repápalos con leche, el cochifrito de patatas, el arroz con patatas y bacalao, las puchas y las mormenteras, hechas con almendras y miel.
Cuentan las crónicas, que los Caballeros de la Orden de Alcántara tenían uno de los recetarios más extenso y exquisito de la cocina de su época, el cual hicieron suyo los franceses cuando invadieron la localidad durante la Guerra de la Independencia, por ello la Perdiz al Modo de Alcántara se ha convertido en un plato típico francés.
A.E.A.