REACCIONES AL PROYECTO DE CORA ALPHA EN LA SIBERIA
Castilblanco, entre la esperanza y el escepticismo
Desde el consistorio piden paciencia a las personas y empresas que están llamando en busca de empleo. La zona mira con recelo el complejo de ocio: «Aquí ya se anunciaron otros proyectos y al final, nada»
PERIODICO EXTREMADURA Guadalupe Moral
09/12/2018
Son casi las dos de la tarde y llegan los primeros comensales al Restaurante Los Pescadores. «Siempre hay alguien que viene a comer, aquí todo es casero, no tenemos nada precocinado», cuenta Luis Rebollo mientras coloca una tapa de «escarapuche» a tres vecinos sentados al otro lado de la barra: José Antonio, Ismael y José Luis. «Probad, verás lo rico que ha quedado». Es un plato típico de La Siberia extremeña cuyo producto principal es la especialidad de este restaurante: la carne a la brasa. «Es cerdo con una salsa secreta. Es un plato que se empezó a hacer en Peloche», cuenta Inmaculada Horcajo, la mujer de Luis y la cocinera del local situado a escasos metros de la plaza de Castilblanco.
Ambos nacieron en el pueblo pero acabaron emigrando a Barcelona. «Aquí trabajo en el campo había mucho, pero lo que no había era dinero». Y allí, en la tierra prometida también comenzó a escasear en los 80. «Llegó la crisis del metal y las cosas iban peor», así que decidieron regresar a su tierra natal. «Por entonces nos tocaron dos millones de pesetas en la Lotería de Navidad y pensamos que sería una buena idea montar un negocio en el pueblo». Aquí era una época próspera porque la central nuclear de Valdecaballeros estaba en construcción y había esperanza. Aunque duró poco. «Cuando abrimos el bar hace 33 años ya se había ordenado desmantelar». La esperanza se esfumó rápido en este municipio desde el que se otea el esqueleto de la que a punto estuvo de ser la segunda nuclear extremeña.
«Y eso mismo es lo que ha pasado con todos los proyectos que se plantean en esta zona, que se acaban abandonando. Y ya son varios», insiste Luis. De la central fallida en los 80, a un complejo hotelero con campo de golf que se anunció en el 2003 (por parte del empresario Francisco Nuchera) y que se quedó en varios pegotes de cemento que se pueden ver junto a la piscina municipal. «Lo iba a diseñar el golfista Jack Nicklaus, pero nada», exclama, desconfiado, mientras busca el recorte del periódico de aquel día que guarda como oro en paño. Por eso, y por su magnitud, se muestra prudente ante el megacomplejo de ocio y turismo anunciado el pasado lunes: 12.000 millones de inversión, 5.000 puestos de trabajo, varios hoteles, casinos, un estadio de fútbol, dos parques temáticos, una pista de Fórmula 1... «Sería la bomba que se hiciera; fíjate qué bien le vendría a mi hijo que trabaja en un taller mecánico, nosotros ya nos jubilaremos pronto», dice Inmaculada.
«EL FUTURO ES NEGRO»
Habla de la ciudad inteligente con nombre de una película americana de ciencia ficción, Elysium, proyectado por el grupo de California Cora Alpha a orillas del embalse García Sola, apenas a cuatro kilómetros del pueblo por la carretera nacional, la N-502, que une Castilblanco y Herrera del Duque. «Quiero ser optimisma, ojalá se haga, porque esta zona necesita trabajo», insiste. La prueba está en su casa: «además del mecánico, tengo otros cinco hijos se fueron a estudiar y se quedaron en Madrid, aquí no había nada para ellos». El paro en Castilblanco roza el 26% y su población no remonta: son 1.005 vecinos, casi 400 menos que a principios del 2000. Y eran casi 3.500 en los años 60. «Esto es una zona deprimida que se está despoblando y estamos en un pico de Extremadura, olvidados. Si este proyecto se hace será muy positivo, pero no quiero ni pensarlo porque te empiezas a ilusionar y aquí ya se han hecho propuestas que nunca se han llevado a cabo... prefiero seguir pensando en mi negocio», cuenta Honorio López Martín. Lo suyo es una quesería artesanal, Castilcerro, que comenzó a funcionar en el 2002. «Lanzarse a emprender es raro, sí, pero me lancé porque soy de aquí y quiero vivir aquí». Y aprovechó la tradición ganadera de su familia y su ganado para lanzar al mercado un queso autóctono de la zona que en una de las biblias de la cocina, El Prácticón (1984), se conocía como el mejor del mundo y que estaba desapareciendo. «Me formé y di el paso, somos dos trabajadores y vendemos sobre todo en la comarca. Y en eso es en lo que quiero pensar ahora, lo demás está por ver».
«Entre los cuatro negocios que hay, el PER, la aceituna, la ganadería y algo de turismo la gente va tirando, pero como no hagan algo ya de verdad, el futuro es negro», dice José Luis Díaz, carpintero. Está de charla en la barra de Los Pescadores con Ismael Púa y José Antonio Cuesta que, ya jubilados, han vuelto al pueblo. «Está bien que se hagan cosas nuevas que puedan dar trabajo, pero ya nos han dado varios palos y no queremos que nos engañen más ni que nos estropeen nuestro hábitat».
«Es que esta zona es un auténtico paraíso», destaca Jesús Hortal mientras lee un libro en un banco de la plaza del pueblo. Él es de Barcelona pero conoce muy bien la zona porque que se casó con una castilblanqueña emigrante a Cataluña. «Desde que nos jubilamos –él como empleado de banca y ella como modista que ha vestido incluso a la Reina– pasamos seis o siete meses del año aquí. Nos encanta, esto es una maravilla para los jubilados pero reconozco que hay pocas oportunidades para los jóvenes». Por eso, tiene sentimientos encontrados con el proyecto Elysium city. «Por un lado, es una oportunidad de generar empleo y riqueza pero, por otro, son negocios que también pueden atraer cosas negativas; de todas formas, es algo tan grande de lo que se está hablando que parece difícil de asimilar».
Lo que sí va tomando forma ya es la carpa que están levantando varios operarios frente al banco donde está sentado Jesús. «Este fin de semana del puente celebramos una jornadas del níscalo, es la primera vez que se hacen para potenciar este recurso, la micología tiene mucho tirón en esta zona. Aquí hay gente que puede vivir todo el año de la aceituna y los níscalos», explica Lucas Peral, el administrativo del ayuntamiento. La caza y la pesca son otras actividades que atraen turismo. ¿Y qué hay del complejo de ocio? ¿Está despertando ya interés? «Sí, ya estamos recibiendo llamadas de personas e incluso de empresas que quieren trabajar y nos preguntan cómo mandar sus currículos, pero de momento solo puedo decirles que hay que esperar», cuenta.
«A VER SI AHORA SÍ»
¿Y usted qué piensa? «Que a ver si ahora ya sí puede ser». Cuenta que los empresarios de Cora Alpha ya se han pateado los terrenos elegidos para el proyecto, pero hace dos o tres meses eran otros americanos los que habían realizado la misma visita. Se refiere al grupo Triple Five que este verano descartó el enclave de La Siberia para un complejo similar pero con una inversión inferior: 3.000 millones. «Soy optimista y parece que la propuesta es seria, aunque hay gente que piensa de todo y lo entiendo», dice Lucas.
En lo que muchos coinciden es en que hace falta más actividad y empleo en esta zona. «Ojalá se haga porque aquí hay poco trabajo», opinan Delia y Miguel Ángel Vicente a escasos metros del ayuntamiento. A Fermín Algaba, excartero y maratoniano, también le gusta el proyecto, «que se lleve a cabo ya no lo sé». Y para Mª Estrella Bonache sería una bendición «porque aquí estamos un poco aislados».
Para el día a día se apañan con el comercio local, «pero para las cosas más gordas hay que ir a Villanueva de la Serena (90 kilómetros) o Herrera del Duque (a 20)». Y al hospital a Talarrubias, a unos 60 kilómetros. «Esa carretera está bien, pero es la única conexión». No hay línea ferroviaria y el aeropuerto más próximo es el de Ciudad Real a 150 kilómetros. Pero el proyecto prevé incluso que se mejoren las comunicaciones y contempla incluso una estación ferroviaria. «¿Pero cómo va a venir aquí un AVE si ni siquiera nos arreglan la carretera que nos conecta al hospital, que está todo el asfalto levantado?», dice una vecina de Valdecaballeros, el pueblo más próximo, que prefiere no dar su nombre. Les separan de Castilblanco apenas doce kilómetros que discurren por una carretera secundaria con mucho encanto pero con poco espacio en algunos tramos.
Aquí saben mucho de bombazos y de proyectos sin cumplir. Llegaron a ser 4.000 vecinos en plena construcción de la nuclear de los que apenas quedan unos 1.100. «En el pueblo hay desconfianza y hay gente que se lo toma a risa, la verdad», prosigue. «Ojalá se construyera, pero cuesta creerlo sin verlo porque aquí ya estamos escarmentados; esto tiene pinta de ser un macutazo», dice Margarita Alba que transita por la plaza junto a su marido, Gonzalo Pastor. Él fue alcalde del pueblo en los tiempos de la moratoria nuclear. «Ya nos engañaron una vez y nunca nos compensaron», dice. «Pero bien que lo pagamos en el recibo de la luz», añade Margarita junto a la puerta del único bar abierto en la plaza. Allí también está Francisco Herrera, desempleado de 52 años: «Ojalá se haga algo ya».
OLVIDADOS
Un poco más abajo, cruzando la calle que llaman «bonita», engalanada con macetas, está la cafetería Nury, el único sitio donde venden prensa. «A mí me encanta la foto que han enseñado, pero como se ha dicho que se van a hacer tantas cosas... Desde luego cambiaría el pueblo», asegura Candy González detrás de la barra. Allí Victoria González reconoce que en el pueblo «nos sentimos olvidados por todos los gobiernos» y tiene dudas sobre el proyecto: «sería trabajo pero puede que tampoco sea la panacea, algo malo traería también». Más optimista es otra vecina que, mientras paga la Pronto, reconoce que le gusta mucho la idea. Es lo que se palpa en La Siberia: escepticismo pero también esperanza.