CAZUELA DE CARNE
INGREDIENTES
1 kilo de carne de guisar, 2 tomates grandes,1 cebolla, miga de pan, ajo, pimienta, nuez moscada, aceite, sal.
PREPARACIÓN
La carne, limpia y cortada en trozos muy pequeños, se adoba con un diente de ajo muy picado y se pasa a una cazuela con un poco de aceite, se rehoga y se le añaden los tomates limpios y troceados y la cebolla, también picada muy fina. Se cubre de agua, o de agua y vino mezclados,y se deja cocer hasta que el líquido quede reducido.
En ese momento, se agrega un majado hecho con ajos, diluido con un poco de caldo de la cocción y mezclado con miga de pan. Se sazona con sal, pimienta y nuez moscada y se deja en el fuego hasta que la carne quede bien cocida con un caldito no muy ralo; en caso contrario, se le puede incorporar una cucharadita de maicena.
Alcanzado su punto, se pasa a una fuente y se sirve con toda su salsa bien caliente.
CARNE EN PEPITORIA AL MODO VIEJO
INGREDIENTES
1 kilo de carne, que puede ser de ternera o de carnero, 1 yema de huevo, 50 gramos de tocino, 1/2 cebolla, azafrán, canela, clavo, jengibre, pimienta, perejil, aceite, sal.
PREPARACIÓN
La carne se corta en trozos muy pequeños, como nueces, y se mezcla con el tocino picado muy menudo; se pasa todo a una cazuela con aceite y se rehoga unos momentos, añadiendo la cebolla picada.
Cuando está todo bien pasado, se le agrega agua caliente hasta cubrir la carne; se deja cocer y, casi cocida la carne, se sazona con azafrán, un polvo de canela, clavo, jengibre, pimienta, perejil picado y un poco de sal, teniendo en cuenta que las hierbas y las especias dan un sabor fuerte a la carne.
Una vez en su punto, se incorpora la yema de huevo mezclada con un poco de agua o de vino blanco. Se retira el preparado del fuego y se deja reposar unos momentos. Se sirve caliente.
BUÑUELOS DE COLIFLOR
INGREDIENTES
1 coliflor mediana, 3 huevos, 1 cucharada de harina, aceite, sal.
PREPARACIÓN
Se corta la coliflor en ramitas, se lava y se pone a cocer en agua hirviendo con sal. Cuando esté tierna, se escurre y se coloca en un cuenco junto con un huevo, dos yemas, la harina y un poco de sal. Se mezcla con la batidora eléctrica hasta obtener una pasta homogénea.
Aparte, se baten las dos claras a punto de nieve con un pellizco de sal y se incorporan a la pasta, uniéndolo todo bien. Se fríe en una sartén con abundante aceite caliente, poniendo cucharadas del preparado para que forme bolitas.
Una vez dorados, se escurren los buñuelos sobre papel absorbente y se sirven muy calientes.
Pueden hacerse fritos de coliflor de forma parecida, pero sin pasarla por la batidora. Una vez cocida la coliflor, se sumergen las ramas, una a una, en la pasta para fritos y se fríen en abundante aceite caliente. Se sirven calientes solos o como guarnición de otro plato.
BACALAO CON LECHE
INGREDIENTES
600 gramos de bacalao, 2 dientes de ajo, 2 claras de huevo, 12 almendras un poco tostadas, harina, leche, laurel, aceite.
PREPARACIÓN
Para esta receta debe utilizarse bacalao de buena calidad, no muy gordo y a ser posible en filetes sin espina.
Se corta el bacalao, desalado, en trozos pequeños, se reboza en harina y clara de huevo batida antes de freírlo en una sartén con aceite caliente.
Cuando esté dorado, se escurre y se pasa a una cazuela de barro con una hojita de laurel; se cubre con leche hervida, se tapa la cazuela y se deja cocer a fuego lento.
Mientras tanto se machacan en el mortero los ajos, las almendras y una cucharadita del aceite de freír el bacalao. Una vez conseguida una pasta homogénea, se diluye con tres cucharadas más de aceite y un poco de la salsa del bacalao antes de verter el majado sobre el pescado.
Se sacude la cazuela para que quede todo bien unido, la salsa espese y no se pegue al fondo, dejándolo cocer por espacio de 20 minutos. Pasado este tiempo, se deja reposar sólo unos minutos, se retira el laurel y se sirve en la misma cazuela.
ARROZ BLANCO CON VERDURAS
INGREDIENTES
1/2 kilo de arroz blanco, 1/4 kilo de zanahorias, 1/4 kilo de coliflor, 1/4 kilo de guisantes, 1/2 kilo de repollo, 6 alcachofas, 3/4 de kilo de tomates, 2 huevos, ajo, limón, aceite, sal.
PREPARACIÓN
Se fríe un diente de ajo en una cazuela con un chorrito de aceite caliente. Cuando esté dorado, se retira la cazuela del fuego y se rehoga el arroz removiendo con ayuda de una cuchara de madera para que no tueste. Ya rehogado, se vuelve al fuego y se añade agua hirviendo en doble cantidad que el arroz.
Se remueve hasta que comience el hervor y entonces se agregan unas gotas de limón, un poco de sal y se cuece despacio durante 15 minutos sin revolver. Pasado este tiempo, se apaga el fuego y se deja reposar tapado cinco minutos.
Se pican todas las verduras muy menudas, una vez limpias, excepto las alcachofas y los tomates. Se cuecen destapadas en agua hirviendo con sal hasta que estén tiernas. Alcanzado su punto, se escurren sobre un colador grande y se pasan por agua fría, reservándolas. Los guisantes se cuecen junto con las demás verduras, si son frescos; si son de lata, se reservan escurridos. Se retiran los tallos y hojas de fuera de las alcachofas, se pasa por los cortes medio limón para que no ennegrezcan, cociéndolas hasta que estén tiernas. En ese punto, se escurren y se rehogan en aceite caliente, reservándolas también. Con los tomates se prepara salsa espesa y se pasa después por el pasapurés.
Se rehogan las verduras en una sartén grande con aceite caliente añadiendo seguidamente los huevos batidos. Se engrasa un molde redondo y se coloca una capa de arroz, se aprieta con la espumadera y se echan encima las verduras. Por último, se añade otra capa de arroz.
Se alisa y se prensa bien. A continuación, se desmolda despegando los bordes del molde con un cuchillo, volcando el preparado sobre una fuente que puede ser redonda. Se disponen las alcachofas adornando encima del arroz y se rodea éste con salsa de tomate.
Se sirve el resto en salsera.
ARROZ A LO POBRE
INGREDIENTES
400 gramos de arroz, 2 dientes de ajo, 1 rama de perejil, 1 cucharada de pimentón, 1/2 hoja de laurel, aceite, sal.
PREPARACIÓN
Se machacan en el mortero un diente de ajo, una ramita de perejil y un poco de sal. Aparte, en una cacerola se pone a hervir algo menos de un litro de agua con media hoja de laurel y el majado del mortero.
Se fríe en una sartén pequeña con un poco de aceite caliente el otro diente de ajo. Cuando esté dorado, se machaca con el tenedor para que suelte su jugo y se retira la sartén del fuego. Se añade entonces el pimentón, se remueve y se vierte sobre el caldo, dejándolo hervir por espacio de cinco minutos.
Transcurrido este tiempo, se agrega el arroz, se sazona con sal, se remueve y se cuece durante 20 minutos. Una vez en su punto, se aparta la cazuela del fuego, se tapa y se deja reposar el arroz cinco minutos más antes de servirlo.
EXTREMADURA. UNA REGION CON HISTORIA
Aunque la primitiva Lusitania se extendía más allá de los actuales límites de Extremadura en unas partes y en otras no, lo mismo que sucedía con la Bética y la actual Andalucía o con Cataluña con la Tarraconense. . La Región Extremeña está íntimamente ligada a ella, ya que uno de sus pueblos indígenas más importantes que la habitaban los “Vettones”, estaba asentado en una parte importante del territorio actual de Extremadura.
Y es en aquella Lusitania, uno de los primeros lugares de la Península Ibérica, donde aparece una conciencia colectiva como pueblo, que rebasa los límites de las tribus, los castros y las razas, para unirse todos frente a los invasores romanos. Los romanos al conquistar Hispania, dividieron la Península en provincias, tomando como referencia varios factores como: La raza de los indígenas, las características del terreno, la vida política de los pueblos, etc.
Ello fue lo que debió inducir al Emperador Augusto en el año 27 antes de Cristo a crear la Provincia de la “Lusitania” que se extendía desde el Duero hasta el Guadiana, fundando Augusta Emérita (Mérida) como capital de la misma. Mérida como capital de la Lusitania, paso a convertirse en la ciudad más brillante de la Hispania Romana, ya que para algunos historiadores, ni siquiera Córdoba, Tarragona y Sevilla pueden compararse con la grandeza cultural que adquirió Mérida en aquella época.
Siglos más tarde el historiador árabe AL-RAZI que vivio en tiempos del califa Abderramán III, escribiría: “Os digo que no hay hombre en el Mundo que cumplidamente pueda contar las maravillas de Mérida. Parece que de todo el mundo se juntaron gentes para hacer esta ciudad; dichoso aquel que de ella fuese señor”.
A partir de la creación de la “Provincia Lusitana” la identificación de Extremadura con la misma será una constante en la obra de diferentes historiadores. Así en la “Suma de Geographia” de Fernández de Enciso, escrita en Sevilla en 1.519, se hace una explicita referencia a dicha identificación, cuando habla de la “Lusitania que ágora se dize Extremadura”.
Igualmente, en la obra anónima escrita durante el reinado de Carlos V que se conserva en la Biblioteca Nacional, recoge de Publio “El Africano” la historia del Rey de España Medón, cuyo uno de sus hijos Agastio “Ovo la Lusitania, que ágora dizece Extremadura”.
Durante la ocupación Visigoda, entre mediados del siglo V y del VIII, los Suevos siguieron manteniendo la “Lusitania” como provincia y Mérida su capital.
E incluso cuando los Vándalos derrotaron a los Suevos y ocuparon gran parte de la Peninsula, incluida la “Lusitania” Mérida junto a Sevilla fue declarada capital del Reino.
Derrotados los Visigodos en la Batalla de Guadalete por las fuerzas del Califato Omeya, que supuso el final del estado Visigodo en la Península Ibérica, el pueblo Lusitano se va a oponer de nuevo como había sucedido con la invasión romana, contra los nuevos invasores.
Mérida fue la única ciudad que con solo las fuerzas de su provincia, plantaron resistencia a los nuevos invasores, lo que supuso un Mito.
Como así lo recordó el Rey de Aquitania de Francia, Ludovico Pio, hijo de Carlomagno, en la Carta que envió a los Emeritenses en el año 826, con motivo de los ataques que sufría la Provincia por parte del Califato Cordobés. En la mencionada carta, les dice: “Según hemos oídos, vosotros habéis rechazado siempre enérgicamente las injurias inferidas por los reyes del Califato Cordobés y habéis resistido virilmente a su avaricia y crueldad, lo cual sabemos por referencia de muchos. Por tanto, nos ha complacido dirigidos esta carta y consolaros, así como exhortaros para que perseveréis en la defensa de vuestra libertad, que habéis empezado: y del mismo modo que hasta aquí lo hicisteis, lo sigáis haciendo, no cediendo ante el furoz y la crueldad”.
Extremadura, como la mayor parte de la Regiones Españolas tiene su origen en la Edad Media una vez terminada la Reconquista. Sin embargo para el Crítico y Ensayista extremeño, Jose López Prudencio la formación de las regiones españolas son del Siglo XI, cuando la Corona del Condado de Castilla se convierte en Corona Real, lo que rompe definitivamente la posibilidad de que Castilla sea absorbida por el Reino de León, al mismo tiempo que Aragón y Cataluña se desprenden del Reino de Navarra, con lo cual en la parte cristiana peninsular quedan constituidos los reinos de: Castilla, León, Navarra, Aragón y Cataluña.
Y casi al mismo tiempo en la parte Musulmana, la unidad del Califato se disuelve en reinos de Taifas, formándose los reinos musulmanes de: Sevilla, Valencia, Toledo, Murcia y el Reino Taifa de Badajoz, constituido por las extremaduras portuguesa y española.
Este hecho, es lo que da fundamento a López Prudencio para decir que aquel fenómeno social, fue el embrión que determinara los territorios que a partir de ese momento constituirán las regiones españolas a lo largo de la historia.
Pero al contrario que otras regiones, el proceso de formación de Extremadura fue lento, siendo necesario que pasaran varios siglos para que pudiera surgir el concepto de Extremadura como “Un Ente con Identidad” y por la tanto como condición indispensable para que pudiera surgir una conciencia regional.
Ese concepto no aparece hasta el final del Siglo XV, más de dos siglos después de que la Reconquista de su territorio se hubiera terminado, y no es hasta 1.653 cuando aparecer como “Unidad Administrativa” con la creación de la Provincia de Extremadura.
En cuanto al nombre de Extremadura, se viene aplicando para definir a nuestra Región al menos desde el Siglo XIII; no faltando quien afirma que ya se aplicaba antes de 1.157.
Aunque la etimología popular dice que se llama así por la dureza de sus temperaturas o por ser el extremo de los viajes que hacia el ganado en busca de los pastos de invierno.
Para la mayoría de los historiadores, el vocablo Extremadura, viene de “Extremudoris”, los extremos del Duero, por designarse así a los extremos de la tierra conquistada al lado del rio Duero, por ello cuando comienza la Reconquista de Extremadura, también comenzó a ser conocida nuestra Región como la “Extremadura, de más allá del Duero”, para quedar al terminar la Reconquista por parte de Fernando II, a principio del siglo XIII, el vocablo Extremadura para designar únicamente a nuestra Región.
Terminada la Reconquista de Extremadura en 1.232 con la toma de Montemolín, los Reyes procedieron a la desmembración de términos y a la repoblación del territorio mediante la promulgación de los Fueros y Cartas-Puebla.
La forma en que se señalaron los términos y se concedió la propiedad de la tierra dio a la Región una fisonomía característica, consistentes en “grandes extensiones de terreno y pequeñas concentraciones de población”.
El poder Real se reservó bajo su jurisdicción, con la denominación de “Realengos”, una serie de municipios estratégicos como: Plasencia, Cáceres, Trujillo y Badajoz, cuyos términos eran muy amplio.
Así por ejemplo el de Badajoz se acercaba a las 300.000 hectáreas antes de las separaciones de: Olivenza, Campo Mayor, Alconche y otros. Y Cáceres, incluso después de varias separaciones, se quedó con una extensión de 176.000 has., el más extenso de España.
Los servicios prestados por los Señores Feudales a los Reyes para su Reconquista, motivo la implantación de los grandes “Señorios en la Región”. Teniendo estos, un incremento de tierras espectacular en los siglos XIV y XV.
Baste señalar que a finales de la época medieval, de los aproximadamente 40.000 km. cuadrados de Extremadura, el 23% de ella eran tierra de Realengo.
La alta nobleza compuesta por grandes y ricos hombres, protagonizo un proceso de acumulación de tierras en extensos dominios, dedicadas generalmente solo a pasto, hecho que influyó negativamente en el desarrollo económico de Extremadura.
Sirva de ejemplo de que el Duque de Alba llego a ser dueño y señor de 46 pueblos, los duques de Béjar y Medinaceli de 31, y en lo referente a sus posesiones, el Señorío de Feria, en poder de los Suarez de Figueroa llego a poseer 100.000 hectáreas donde habitaban 3.000 vecinos y 18.000 vasallos.
Hecho parecido sucedió con las Ordenes Militares, ya que al considerar el Papa la Reconquista como una “Cruzada”, estas desempeñaron una labor muy importante, siendo debido a su organización y disciplina las más eficaces colaboradora reales para la conquista, lo que posteriormente conllevo que fueran premiadas con unas grandes extensiones de terreno.
La Orden de Santiago recibió una extensa franja de terreno que iba desde el partido de Montánchez hasta el límite sur de Extremadura, y que abarcaba el espacio comprendido entre el Concejo Pacense, Medellín y la mitad sur de la Serena.
A finales de la Edad Media los dominios de estas Orden sumaban más de 10.000 km cuadrados; superficie superior a la cuarta parte de Extremadura, territorios en los que además se encontraban las tierras más fértiles de la Región: las Vegas del Guadiana y la Tierra de Barros. Estos dominios se conservaron casi integro hasta el siglo XIX.
La Orden de Alcántara, por su parte recibió una ancha franja junto a Portugal que se extendía desde el norte de la Región, (lo que hoy es la Sierra de Gata), y traspasaba la Sierra de San Pedro, más allá de San Vicente.
Así como la rica comarca de la Serena, que entonces se extendía hasta parte de lo que hoy es la provincia de Córdoba, con la Encomienda de Benalcázar, lo que sumaba la no despreciable cantidad de 9.000 km cuadrados.
Por su parte los Templarios poseían en Extremadura a finales del siglo XIII las Bailías de Alconetar, Capilla, Ventoso y Zahinos, en las cuales a principios del siglo XIV pastaban 40.000 cabezas de ganado.
En cuanto a la repoblación de la Región, fue débil y lenta. A finales de la Edad Media su población era muy escasa, 2 vecinos por kms cuadrados.
En los realengos se hizo donación de la villa y su término a sus pobladores, gobernados por el Concejo. A cada vecino se la adjudicaba una casa y se le asignaba una ración de tierra de labranza, aunque algunos de estos vecinos de renombre, como los Bejaranos, que habían participado en la Reconquista recibieron unas grandes cantidades de terrenos.
Nacía de esta forma la propiedad particular sobre tierras que antes habían sido de Concejo o Comunales, y por lo tanto para el uso de los vecinos.
Por otro lado los propios Concejos comenzaron a adehesar las tierras de los ejidos y alrededores de la población, comenzado de este modo a crearse las “Dehesas de Concejos”, que con el paso de los tiempos serian conocidas como “Dehesas Boyales”.
A finales del siglo XIII, tanto por parte de los Concejos de Cáceres como de Badajoz, se desencadeno una fiebre de adehesamiento tanto por parte de estos, como de los particulares en las tierras que le habían sido asignadas, y que mucho de ellos habían aumentado a través de unir otras de los comunes que lindaban con las suyas.
Tal fue la magnitud del problema que ello suponía para los vecinos, que en 1.279 el mismo Alfonso X se vio obligado a defender el derecho de los vecinos del Concejo de Badajoz por el abuso de apropiación que de sus tierras estaban haciendo grandes familias de oligarcas como los Suarez de Figueroa.
Los factores que desencadenaron la fiebre de adehesamiento, fueron principalmente las condiciones del campo extremeño para la ganaderia, ya que en amplias zonas como las de Coria, Trujillo, Alcántara, Jerez de los Caballeros y la Serena afloraban pastos, que eran clasificados como de los mejores de España para el ganado lanar.
No hay que olvidad, que una vez Reconquistada Extremadura, paso a ser parte de la Corona, llegándose a conocer como “La Dehesa de Castilla” y como tal sus tierras destinadas para el desarrollo de la ganadería trashumante a través de la Mesta, ya que en 1.273, Alfonso X autorizo a esa Asociación de Ganaderos el fomento de la cabaña merina, dada la alta rentabilidad de la lana.
Unos años más tarde, Alfonso XI concedió a la Mesta una serie de privilegios al declarar a los ganaderos asociados en ella, como “Ganaderos del Reino”, pasando a formar parte su ganado de la “Cabaña Real”, tomándolos bajo su guardia y ordenando: “Que pudieran pacer en todas las tierras del reino, con tal de que no hicieran daño a los sembrados de trigos, viñas, huertos, prados de guadaña y dehesas boyales acotadas”. Prohibiciones que los ganaderos en la práctica no tenían en cuenta.
Pero fue la Real Cedula de 1.480 dada por los Reyes Católicos, la que definitivamente ponía la ganadería trashumante por encima de la agricultura local, ya que: “Obligaba a los campesinos a abandonar las tierras comunales cultivadas por ello para dedicarlas al pastoreo de ganado ovino”.
A partir de entonces, los ganados mesteños campearan a sus anchas por las tierras extremeñas en detrimento de la agricultura, llegandose a veces a tener que pagar los agricultores a la Corona para poder sembrar, creándose un conflicto permanente a los largo de la historia de Extremadura, entre los grandes ganaderos de la Mesta y los campesinos extremeños.
Un ejemplo de las dificultades que tenían los labradores extremeños para cultivar las tierra, lo encontramos en Alméndralejo. Dicha localidad cerró con el Rey, el 20 de marzo de 1589, una negociación por la cual se comprometía a entregar a la Corona 32 000 ducados con la condición de que durante 40 años pudiese roturar 400 fanegas de sus pastos para dedicarlas a labor y entregarlas en renta a sus vecinos. Con la condición de que, transcurridos los 40 años, deberían convertirse de nuevo en tierras de pastos.
Por todo ello no es de extrañar, que a finales de la Edad Media, la fisonomía de Extremadura era la de un amplio territorio, de numerosas dehesas de pasto, lugar de pastoreo del ganado trashumante, a cambio de lo cual los dueños de las tierras, recibían grandes rentas y además seguras de cobrar, por poderío de los dueños de los ganados.
Extremadura, que era una región con bastante potenciar económico en la Edad Media, a partir de ese momento paso a verse atenazada por el expolio y el saqueo de sus tierras por parte de los ganados trashumante, pues ni siquiera la materia prima que producía esa ganadería, como era la lana, era elaborada en la Región, sino que era exportada en bruta, por lo que el beneficio de su transformación no revertía en Extremadura. Comenzando así una de las causas del subdesarrollo de la Región a lo largo de su historia.
En cuanto a su configuración como ENTE, al final de la Edad Media, Extremadura reflejaba una realidad concreta: “Un territorio con una estructura social y económica de auto-identificación propia, con una conciencia plena de sí misma por parte de sus ciudadanos, como algo distinta a las demás regiones españolas”. Sin embargo aún no tenía un soporte jurídico y administrativo que la sancionara como tal.
Eso no quiere decir que aunque no existiera como tal “Administrativamente”, Extremadura no participara activamente en los hechos que sucedían en España.
Así paso cuando muere Enrique IV, que aunque casi toda la nobleza apoyo a Isabel como su sucesora, algunas familias muy poderosas de Castilla: Los marqueses de Villena y Cádiz, el duque de Arévalo y el Maestre de Calatrava apostaron por Juana la Beltraneja.
A tal fin pidieron al rey de Portugal, Alfonso V que defendiera el derecho de su sobrina e Infanta al Trono, incluso que se casara con ella, con lo cual el sería nombrado Rey de España, para lo cual lo convocaron en la Ciudad de Plasencia en mayo de 1.475 para contraer el matrimonio.
Frente a dicho movimiento sedicioso, en Extremadura se levantó una gran fuerza de apoyo en favor de la Reina Isabel, que conllevo incluso a la reconciliación de las familias Solís y Monroy de Cáceres, así como la unión de diferentes señoríos y de las órdenes militares de Santiago y Alcántara en un frente común, para con sus respetivas tropas permeabilizar la frontera de Extremadura con Portugal para evitar que el Rey de Portugal las pudiera traspasar.
Mientras duro el azaroso proceso, la Reina Isabel se trasladó a vivir a Guadalupe, para que a la vez de poder seguir de cerca los acontecimientos, estar próxima a la Virgen para poder rezarle y pedir su amparo, ya que era muy devota de ella.
El descubrimiento de América en 1.492 y su posterior conquista y colonización, van a suponer un HITO para la historia de Extremadura.
De pronto la Región se va a convertir en símbolo de la “Epopeya Americana”. En Guadalupe firma Isabel la Católica la carta-orden de entregar a Colon las carabelas para el descubrimiento, Guadalupe se convierte en el centro espiritual donde irán desde Cristóbal Colón, hasta Hernán Cortes a pedirle amparo a la Virgen ante de sus viajes, y en Guadalupe es donde serán bautizados los primeros indios traídos del Nuevo Mundo.
Los Reyes Católicos no se sabe muy bien porque, pero pusieron toda su confianza en el desarrollo de la Conquista y Colonización en manos de extremeños. Así cuando son informados del desgobierno de Colón en el nuevo continente, nombran al broceño, Nicolás de Ovando primer Gobernando de las Indias con plenos poderes para actuar en su nombre en los territorios según se vayan conquistando.
En su carta-orden le manifiestan que su sequito lo deben componer personas representativas de todos los territorios de España, sin embrago Ovando lo cumple parcialmente, ya que la gran mayoría de los hombres y mujeres que le acompañan son de origen extremeño, con especial incidencia de los territorios de la Orden de Alcántara.
Además desde su puesto de Gobernador, influyo para que fueran los extremeños los que fueran conquistando las tierras en detrimento de los ciudadanos de otras regiones, principalmente de los vascos.
¿Fue una mera casualidad el alto grado de participación de extremeños en la conquista de América?. Se preguntaba López Prudencio en su libro “Extremadura y España” escrito a principio del siglo XX.
Y el mismo se contestaba que las casualidades son raras en historia. Así como que no se podía achacar dicha participación a la situación de pobreza que se vivía en Extremadura, pues esa situación era muy similar a la que existía en otras regiones y con más habitantes su participación fue menor.
Para él fue motivado por que Extremadura siempre participo en los hechos históricos sucedidos en España, y al ser el Descubrimiento y la Colonización de América uno de los más importantes, era norma que la participación extremeña también lo fuera.
Sin embargo, según se van conociendo datos nuevos, otros historiadores, no comparte esa teoría, ya que es un hecho menos conocido de la conquista y colonización, pero de gran transcendencia, que: “Extremadura se convirtió en uno de los principales focos de emisión de emigrantes a ultramar”.
El 18% de las personas registrada en el Archivo de Indias eran extremeños, en tanto Extremadura solo acogía en su territorio el 6,4 de la población de España.
Se calcula que durante el Siglo XVI unos 32.000 extremeños marcharon a ultramar, y no solo fueron caballeros-conquistadores; sino también ciudadanos de todo tipo, incluidas más de 2.000 mujeres. Siendo este hecho para estos historiadores el embrión del primer “Movimiento Emigratorio Extremeño”.
Emigración esta, que vino agravar la despoblación de la Región. Según el estudio elaborado en 1.517 por Fernando Colón titulado “Descripción y cosmografía de España, 1517-1523”, en la Región Extremeña solo existían en aquella época 64 núcleos que se pudieran llamar pueblos, incluidos algunos tan pequeños como “Las Barcas de Albalá”.
A fínales del siglo XVI su población era 540.000 ciudadanos, y solo nueve núcleos urbanos superaban los 5.000 habitantes
Badajoz………………………..…………………10.378
Llerena……………………………..……………...7.644
Jerez de los Caballeros…………........…...7.263
Albuquerque…………………….…...…….....6.712
Plasencia…………………………..…….….......6.449
Cáceres……………………..……..……..…......6.171
Brozas……………………..……….……………...6.075
Trujillo…………………………..…..……………..5.846
Garrovillas..........................................5.449
A comienzo de la Edad Moderna, él termino Extremadura ya designaba una realidad concreta. Es la realidad económica y social de un territorio, que va tomando conciencia plena de sí mismo.
Sin embargo aún ningún soporte “político-administrativo” sancionaba esa realidad, pues Extremadura quedo marginada en 1.502 de la primera división de España en provincias fiscales; ya que las mismas fueron articuladas en torno a las 18 grandes ciudades que tenían voto en Cortes.
Extremadura que estaba dividida en dos grandes partidos: Trujillo y la Provincia de la Orden de Santiago, fueron integrados ambos en la provincia fiscal de Salamanca. Hecho, que aunque trascendente, no tiene a nivel de Identidad repercusión alguna, ya que por ejemplo una Región con reconocida personalidad como Galicia, también quedo fuera de aquella división, estando representada por Zamora hasta que en 1.623 consiguió el rango de provincia.
Otras dos características, que también van a tener una importante incidencia en la formación de la Región, y van a ser una constante a lo largo de su historia, son: “La inexistencia de grandes ciudades y de una sede metropolitana”, ya que aunque Mérida lo había sido durante varios siglos, esta fue trasladada a Santiago de Compostela cuando la invasión Musulmana, y una vez reconquistada Mérida no volvió a la ciudad.
Pero los extremeños no cesaban en su empeño de convertir su tierra en Provincia con derecho a voto. Partiendo de una iniciativa de Plasencia, los núcleos urbanos más representativos: Alcántara, Badajoz, Cáceres, Mérida, Trujillo, y la propia Plasencia aunaron sus esfuerzos hasta conseguir formar la “Provincia de Extremadura” con voto en Cortes, lo cual nos costó a los extremeños la no despreciables cantidad de 80.000 ducados.
De ese modo fue como en 1.653 nuestra región se constituía por primera vez como “Unidad Administrativa” con unos límites determinados, y con nombre propio para definir su territorio. El hecho supuso además el principio de la gestación de su entidad, pues fue un sentimiento compacto, y una apuesta por igual tanto de la Alta como de la Baja Extremadura.
Sin embargo la Unidad Administrativa, no conllevaría unidad política y económica, pues dentro de su territorio seguían existiendo una multiplicidad de poderes: Señoríos, Realengos, Encomiendas, e incluso Obispados y Cabildos, cada uno de los cuales defendían sus intereses y tenía su propia organización administrativa.
Debido a su situación geográfica, durante la Edad Media y Moderna, Extremadura desempeñó el papel de territorio de frontera frente al vecino Reino de Portugal. Esa circunstancia marcó la historia de la región prácticamente hasta la Edad Contemporánea.
Especialmente dura fue para Extremadura la “Guerra con Portugal” de 1640 a 1668, librada en gran parte en tierras extremeñas. Los portugueses, hacían continuas incursiones en Extremadura, quemando pueblos, arrasando cosechas y robando ganado.
Talavera la Real, Barcarrota, Burguillos del Cerro, Casar de Cáceres, Montijo, Villar del Rey, Valverde de Leganés, Villanueva del Fresno, Valencia del Mombuey, Alcántara, Badajoz, Alburquerque, la Codosera, Zafra y Feria, entre otras localidades, fueron presas del pillaje.
Muchas de estas poblaciones perdieron hasta la mitad de sus casas y más del 40 % de su población. El Informe Municipal de la Villa de Cáceres lo cuenta así: “La provincia de Extremadura es la que más padece los efectos de una Guerra tan dilatada, siendo la Villa de Cáceres entre todas, la que por su repetidas contribuciones a los ejércitos tanto en personas como en bienes, le ha supuesto la pérdida de un tercio de sus vecinos y un estado de decadencia que conlleva a que la mayoría de su población raye la indigencia”.
Pero como las desgracias no viene sola. Aún no se había recuperado Extremadura de la guerra con Portugal, cuando en 1702 estalló en España la “Guerra de Sucesión” entre Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el archiduque Carlos de Austria.
En realidad, en este conflicto bélico se ponía en juego la supremacía europea de Francia, que los ingleses no estaban dispuestos a consentir. Nuevamente, como en ocasiones anteriores y a pesar de ser tan ajena la causa a los intereses extremeños, buena parte de esta guerra se desarrolló en Extremadura.
En mayo de 1.704 el archiduque Carlos, apoyado por portugueses e ingleses, partió desde Lisboa en dirección a tierras extremeñas, y Felipe de Anjou salió a su encuentro concentrando en Plasencia a unos 40 000 soldados.
Aunque desde 1707 la guerra se inclinó a favor del bando francés, los combates y las devastaciones se prolongaron en territorio extremeño prácticamente hasta 1711. De nuevo muchas localidades extremeñas, como Badajoz, Burguillos del Cerro, Alcántara, Valencia de las Torres o Valverde del Fresno, perdieron más de la mitad de sus casas y, en algunos casos, más del 50 % de su población.
A pesar de lo sucedido, a lo largo del siglo XVIII se produjo un incremento de la población, y algunas mejoras en la agricultura y en el trabajo de los artesanos, pero a finales de siglo, de nuevo las crisis hicieron que el crecimiento demográfico y con ello el económico sufriera un retroceso.
Según el censo de Campoflorido de 1.712, Extremadura tenía 54.393 vecinos, lo que suponía una población aproximadamente de 250.000 personas. Y el de Floridablanca de 1787, elevaba la población 416.922 personas.
Según el mencionado Censo, el número de ciudadanos que ocupaban su territorio, relegaba a Extremadura al penúltimo lugar en el conjunto español, ya que tenía una densidad de 9,5 habitantes por kilómetros cuadrado, frente a una media nacional de 22,9.
A la baja densidad de población hay que unirle la falta de núcleos urbanos con gran población. Solo once villas y ciudades superaban los 4.000 habitantes en aquella época:
Estos datos manifestaban, que en Extremadura se estaba produciendo una despoblación muy preocupante, especialmente en zonas de Cáceres.
Esa era también la opinión del historiador ilustrado, Antonio Pons, que en sus escritos sobre su “Viaje por España de Plasencia a Monfrague” de 1.784 manifestó: “Terrible la de muchos pueblos de Extremadura, que a sus moradores no les haya quedado otro arbitrio para vivir, que abandonar sus hogares, como lo hacen continuamente con gran daño para la población y el Reino.
Todos los días va a más la destrucción de esta bella, y pingüe Provincia de Extremadura; y si no se pone remedio, vendrá a reducirse a un desierto, según el paso que lleva (…) destruida casi totalmente la industria en toda la Provincia, reducida su población a una sombra de lo que fue, y podría ser; convertidos sus dilatados campos en espesos montes encinares, y de alcornoques”.
Y es que la estructura social se mantenía como propia del Antiguo Régimen: La Nobleza suponía el 6,25 % de la población y el Clero el 4%, pero poseían la mayoría de las tierras sobre las que ejercían derechos jurisdiccionales.
E igualmente y sin ejercer directamente el poder, controlaban las ciudades a través de los nombramientos de los corregidores y mantenían sus privilegios en cuanto a la exención fiscal.
Frente a esta minoría privilegiada, la gran mayoría de la población era campesina (75%) donde las situaciones sociales eran muy diversas: pequeños propietarios, arrendatarios, labradores y jornaleros. La situación económica hacía que se simultanearan las diferentes opciones de trabajo a lo largo del año, siendo la vida de los jornaleros o braceros muy precaria, lo que explica el abandono de los pueblos.
En 1.764 el Diputado a Cortes por la Provincia de Extremadura, D. Vicente Paino había presentado un “Informe-Memorial ante el Rey” sobre la situación social y económica de Extremadura, la ruina de su agricultura, y el estado de postración de sus pueblos y sus gentes, debido todo ello a la extensión de los pastos dedicados a los rebaños de la Mesta, y a los abusos y privilegios de esta Hermandad, que impedían poner en cultivos los campos y tierras más fértiles de la Región.
Para mejorar su situación, Paino proponía 17 providencias o conclusiones destinadas a remediar estos los males y a favorecer el desarrollo agrícola de Extremadura, a la que él consideraba una de las provincias más fértiles y ricas de la nación, aunque estuviese postrada y despoblada por las causas antes apuntadas.
El Informe llego al Consejo Real de Castilla del que eran fiscales el Conde de Floridablanca y Campomanes, ligados ambos a la Mesta, los cuales pidieron al Consejo de la Mesta que redactara su propio informe.
Contra-Informe que contradecía punto por punto todo lo manifestado por el Diputado de Extremadura, ya que según sus redactores: “Extremadura era un país estéril, inapropiado para la agricultura y que solo podría sostenerse dedicándolo a la cría de ovejas, como había ocurrido durante toda su historia”
Igualmente se mandó redactar informes al: Comandante General de Extremadura, a los corregidores de Mérida, Cáceres, Badajoz, Llerena y Trujillo, a los alcaldes mayores de Alcántara y Don Benito, y al Gobernador de la Serena.
Con toda la documentación se formó un Expediente General, que dio lugar posteriormente al “Memorial Ajustado de 1784”. El resultado de todo aquel expediente apenas tuvo consecuencia alguna, solo se concretaron algunas medidas, como el mejoramiento ligeramente de la infraestructura viaria, que era ruinosa e inapropiada para el desarrollo de la Región.
Otro problema general que afectaba a Extremadura, era la mala distribución de las tierras. El Corregidor de Badajoz denunció la situación que generaba el reparto de la propiedad en su jurisdicción: “En una agrupación de 1.000 vecinos, entre 40 y 100 vecinos cosechaban toda la tierra, y los 900 vecinos restantes no cosechaban prácticamente nada”. Similar situación era la de Trujillo y Don Benito donde además de la poca tierra libre, sólo el 34 % tenían yuntas para trabajar, el resto no tenían ni yuntas ni posibilidad de tierras
Las reformas administrativas que tuvieron lugar en España en 1.720, afectaron como no podía ser de otra forma a Extremadura, siendo las más importantes: la creación de la Intendencia General y a finales del siglo la creación de la Audiencia.
En el terreno jurisdiccional-administrativo, con el objetivo de superar la caótica y fragmentada organización que había caracterizado a Extremadura en los siglos XVI y XVII, bajo la administración de los Austrias, el territorio se organizó alrededor de ocho partidos: Alcántara, Badajoz, Cáceres, Llerena, Mérida, Plasencia, Trujillo y la Serena
Esta división administrativa no termino con el viejo problema de las jurisdicciones entre las tierras de realengo, señoriales y de las Órdenes. Pues se siguió contemplando los “derechos” de cada una de estas, a la designación de oficios, a cobro de parte de los diezmos, y sobre todo a la monopolización de cargos y de las principales fuentes de riqueza.
Por último, en cuanto a su configuración geográfica, con el paso del tiempo también se va constituyendo como un espacio delimitado, así por la Real Orden de 22 de marzo de 1.785 (División de Floridablanca) dejaban de pertenecer a Extremadura las tierras de Talavera de la Reina. Aunque aún sus límites serán bastante diferentes a los actuales, ya que había pueblos que hoy son extremeños que entonces pertenecían a otras provincias, y otros que en aquella época pertenecían a Extremadura y actualmente no.
Así pertenecían a Ávila, los pueblos pertenecientes al Conde de Miranda: El Gordo, Berrocalejo, Bohonal de Ibor y Talavera la Vieja. A Salamanca pertenecían diferentes enclaves de la Encomienda de Trevejo perteneciente a la Orden Militar de San Juan, como eran: San Martin de Trevejo, Villamiel y el propio Trevejo; y los pertenecientes a los Condados de Oropesa y de Béjar: Descargamaria, Robledillo de Gata, Hervas, Baños y la Garganta.
Igualmente, en Toledo se situaban los pueblos de la Zona de la Jara, de la que era señor el Arzobispo de Toledo: Carrascalejo, Castañar de Ibor, Garvín, Navalvillar de Ibor, Peraleda de San Román, Valdelacasa del Tajo y Villar del Pedroso. Y a la Intendencia de Sevilla pertenecían los hoy pueblos extremeños de: Higuera la Real, Fregenal de la Sierra, y Bohonar de la Sierra.
Por el contrario pertenecían a Extremadura pueblos que hoy día son de otras provincias como eran: Guadarcanal y Mancocinado, que pertenecen a Sevilla; Cañaveral de León y Arroyomolinos a Huelva; Benalcázar, Villanueva del Duque, e Hinojosa del Duque a Córdoba; y a Salamanca: Sotoserrano, La Alberca y Navafrias.
Sin embargo no fue su nueva configuración geográfica, el hecho más importante que ocurrió en la Región en el mencionado siglo, ya que fue la creación de la Real Audiencia de Extremadura, con la cual se daba un paso más en la formación política-administrativa de Extremadura; pues hasta entonces en lo jurisdiccional estaba dividida en dos: La Alta Extremadura dependía de la Chancillería de Valladolid, y la Baja a la de Granada.
En 1.775 los partidos de: Alcántara, Badajoz, Mérida, y Plasencia acudieron al Consejo de Estado exponiéndoles: “Los perjuicios y agravios que padecían sus vecinos, por lo costoso y distante de los tribunales superiores”, por lo que proponían la creación de una Audiencia para Extremadura a imitación de la de Galicia y Asturias. Con ello además la administración de la justicia sería más pronta, sobre todo para juzgar al crecido número de delincuentes y contrabandistas debido a la proximidad de Portugal.
El día 4 de diciembre del mismo año el Consejo informaba al Rey Carlos III en el sentido de “Ser un remedio adecuado para remediar la situación actual”, juzgando el Monarca la conveniencia de la creación de la mencionada Audiencia, encargándoles le propusieran el sitio más adecuado donde establecer la misma, así como el número de ministros necesarios para su funcionamiento.
Reinando ya Carlos IV, el día 3 de mayo de 1.790 dictaba la pragmática sanción por la que se creaba la Real Audiencia de Extremadura que tendría su residencia en la Villa de Cáceres.
Y el 27 de abril de 1.791 tenía lugar el “Solemne Acto de Apertura”, durante el cual el poeta extremeño, Juan Meléndez Valdés pronuncio un discurso en el manifestó: “Todo está por crear en esta tierra y se confía hoy a nosotros: sin población, sin agricultura, sin caminos, sin industrias, ni comercios, todo pide, todo solicita y demanda la más sabia atención, y una mano reparadora y atinada, para nacer de una vez. Su suelo, su población, su agricultura, su industria, todos los objetos de provecho común de ocupar nuestra atención y llamar hacia si todo nuestro cuidado… Hemos de escuchar cada día sus clamores o quejas, hemos de ir a atenderlos de cerca, a conocer su estado y sus necesidades para pódelas remediar más acertadamente”.
Establecida la Real Audiencia, fue presentada en la misma una Denuncia, que resulta ilustrativa para comprender cual triste era la situación por la que atravesaba el campesinado extremeño.
La Denuncia decía así: “ Más sea cual fuese el origen de este privilegio, sea o no legítimo, lo cierto es, que a la sombra de él, se han hecho dueño los trashumantes de más de 80.000 fanegas de tierra de labor en el partido de Badajoz; de 104 dehesas del termino de Alcántara; de 35 de las 43 que fueron destinada al cultivo en él termino de Trujillo; que en Plasencia por privilegio de los Reyes Católicos debían de labrarse la cuarta parte de todas sus dehesas y no se labran; y que en Don Benito tiene asignada cada yunta de bueyes cinco fanegas, cuando debía tener cincuenta”.
Esta aniquilación de la agricultura, seguía el informe ha producido en Extremadura sus efectos naturales: POBREZA Y EMIGRACIÓN.
Ya en 1.790, el Gremio de Labradores de la Villa de Alcántara se había dirigido directamente al Rey pidiéndole: “Se le concediesen 6.000 fanegas de tierra de labor en las dehesas de la villa”.
En el informe, le observaban que Alcántara era uno de los pueblos más pobres y necesitados de Extremadura, porque los naturales se ven privados de las tierras adehesadas más fértiles y solo pueden cultivar las peores y los baldíos; ya que de las 86.000 fanegas que tenía él termino 55.000 (las mejores) estaban ocupadas por el ganado trashumantes.
Ese mismo año también un grupo de labradores de Campanario se dirigió al Rey manifestándole: “Encontrarse en grave situación de indigencia, al carecer de tierras para labrar; ya que los arrendamientos estaban muy altos, por lo que se veían obligados a dejar ociosas sus propias yuntas y a emplearse ellos como jornaleros”.
Y es que como escribió el historiador californiano Julio Klein, uno de los tratadistas que mejor ha estudiado la Mesta: “El conflicto, era algo más de una lucha de intereses agrícolas contra ganaderos. Era una lucha de clase entre los débiles labradores locales y los poderosos ganaderos de la Mesta”.
Antes la situación que vivía el campo extremeño, el Gobierno del pacense Manuel Godoy dicto el Real Decreto de 28 de abril de 1793 sobre “Repartimiento de terrenos incultos y declaración de las dehesas de pasto y labor” por el cual se concedía en propiedad el terreno a quienes lo vinieran roturando durante diez años, y declaraba como dehesas de pasto y labor a “todas las dehesas de Extremadura”, con excepción de aquellas que sus dueños o ganaderos probasen ser de puro pasto, no entrando en suelte las que los dueños disfrutaban por sí mismo o con ganado propio. Hecho este al que se encadenaron los propietarios para evitar que muchas de sus dehesas fueran roturadas por los labradores.
Los principales objetivos que perseguía el Real Decreto, además de marcar las líneas maestras de la política agraria, eran tres:
-La necesidad de reducir las enormes superficies de terrenos incultos en Extremadura.
-Proteger al agricultor frente a los atropellos de los propietarios.
-Garantizar la libertad de cultivos.
Con ellos además, se brindaba a los municipios la oportunidad de obtener recursos importantes con los que poder acudir a las prestaciones de ayuda a la Corona.
Nada más promulgase el decreto, comenzaron las invasiones de fincas por parte de los labradores, manifestándose con mas intensidad en aquellas zonas en que la presión demográfica y la reducción continuada de las dehesas a solo pasto, habían contribuido a la creación de un clima social cuyas manifestaciones eran cada vez más violentas. Solo en la Tierra de Cáceres se roturaron hasta 1.803, con arreglo al decreto, varias dehesas de particulares que sumaban un total de 19.492 fanegas.
En Alcántara, tan sensible sus vecinos al tema del expolio que en sus campos venían realizando los ganados trashumantes como hemos visto anteriormente, la roturación de varias dehesas por parte de los yunteros tuvo consecuencias inmediatas, según cuentan las crónicas.
“La abundancia de granos fue notoria, con la moderación de los precios; vivía el pobre sin zozobra, se empleaba mucho en la labranza, y no se conocía la ociosidad. Pero tan idílica situación duro poco, porque las fuerzas de los trashumantes cortaron el paso a los labradores, haciéndoles volver a la miseria de los Baldios, aniquilando la labor y escaseando los granos, y experimentando los efectos contrarios a los que habían perseguido el rompimiento de unas tierras tan aptas y dispuestas para la producción agrícola”.
Aunque la puesta en marcha de la Reforma de Godoy supuso un alivio para los labradores extremeños, conllevo una agria respuesta por parte de los propietarios de la tierra, quienes al verse condicionado sobre el destino que habitualmente venían dando a sus fincas, elevaron el precio de los contratos de arrendamiento hasta unas cotas que superaban con creces las habidas hasta el momento.
Sintiendo los ganaderos trashumantes, que el desarrollo del Real Decreto podían llevarles en un futuro a tener problemas de arrendamientos, y que la disminución de las tierras para pastos podía aumentar sus precios. Muchos de ellos optaron por comprar sus propias fincas, comenzando de ese modo el binomio terrateniente-absentista que tanto perjuicio ha causado a Extremadura.
A terminar el Siglo XVIII, la sociedad extremeña se dividía claramente en dos: la sociedad del privilegio, y la sociedad de la desigualdad. Una primera forma de desigualdad radicaba en la discriminación del pueblo llano ante la Hacienda Real, ya que todos eran obligados a pagar alcabala exceptos los privilegiados, que no eran otros que: los nobles, caballeros, oligarcas, clérigos, y la iglesia, que constituían además un compacto bloque de poder en todo los sentidos, ya que además de no pagar a la hacienda, monopolizaban todos los cargo políticos y administrativos.
Era por lo tanto una sociedad marcada por unas escandalosas desigualdades entre la minoría privilegiada y poderosa, y la mayoría aplastante del pueblo, obligado a vivir en la penuria o la pobreza.
Distintos autores, como Meléndez Valdés, se refirieron a Extremadura al terminar el mencionado siglo, con una visión pesimista de su situación general: “Desertización, falta de industrias, abundancias de tierra incultas, y miseria”. El siglo terminaba y la postración era uno de los rasgos definitorio de Extremadura, y al mismo tiempo un reto para el nuevo siglo que comenzaba.
El Siglo XIX comenzó con la gran crisis de 1.803-1.804 consecuencia del proceso demográfico y económico vivido por la región sobre todo en la segunda mitad del siglo anterior y por unos años de cosechas escasas que provocaron una brusca subida en los precios de los cereales, cuya secuelas se prologaron prácticamente hasta el inicio de la Guerra de la Independencia.
La solicitud de numerosos pueblos solicitando se tomaran las medidas oportunas para emplear a la ingente masa de jornaleros, obligo a los poderes públicos a tomar una serie de medidas encaminadas a paliar el hambre, y de ese modo evitar que se produjeran asonadas y motines de la población.
Tal era la situación, que en 1.803 hasta el Obispo de Coria se vio en la necesidad de repartir más de 39.700 reales entre los vecinos más pobres de: Hoyos, Coria, Santa Cruz, Ahijar, Alcántara, Brozas, Membrio, San Vicente, y varias alquerías de las Hurdes.
La agitada centuria del siglo XIX con sus sucesivas y no siempre afortunadas modificaciones del mapa de España, conllevo unas veces a unas tendencias unificadoras y otras disgregadoras del territorio extremeño, lo que supuso de nuevo cambios en sus límites territoriales.
El día 1 de enero de 1.800 con motivo del Plan aprobado por Carlos IV en junio de 1.799 entro en vigor una nueva demarcación provincial, en la que se agregaron a la “Provincia de Extremadura” algunos pueblos de Toledo y Salamanca, y en 1.801 como consecuencia de la Guerra de las Naranjas se incorporaban de nuevo a Extremadura por las fuerzas de las armas, las localidades de Olivenza y Táliga, que pertenecían a Portugal desde el siglo XVII, quedando de ese modo definitivamente consolidada la frontera extremeña con Portugal.
Pero no fue la Guerra de las Naranjas, sino la de la Independencia la que tuvo mayor trascendencia y repercusiones para Extremadura. La invasión de España por las tropas de Napoleón en 1.808 dio lugar a levantamientos populares. Nuestra Región además de ser ocupada por los franceses, fue una vez más escenario de la guerra.
El alzamiento del Alcalde de Móstoles, encontró enseguida eco en Extremadura, dos días después en Badajoz, el General de Extremadura “Conde de la Torre del Fresno” convoco a una Junta Militar en la que se acordó redactar una Proclama dirigida a todas los pueblos cabeza de partido poniéndolos en estado de alarma por: “El riesgo inminente en que se encontraba nuestro amado soberano y el gobierno”.
Las noticias llegadas a Badajoz de lo ocurrido en Sevilla a finales de mayo, levantaron los ánimos de los ciudadanos. El día 30, no se celebraron las ceremonias previstas para la jornada en conmemoración del Rey. Este hecho desato un levantamiento popular, y al grito de “Viva Fernando VII y mueran los franceses” los vecinos de Badajoz se amotinaron y acudieron en busca del Capitán General.
Acusado de traidor, su casa fue asaltada y él brutalmente asesinado, después de ser perseguido por las calles.
En junio de 1.808 toda Extremadura se había levantado en bloque contra los franceses, y lo que es más transcendente, había roto toda relación con la estructura político-administrativa del Antiguo Régimen.
Como resultado de la quiebra de las instituciones, y del vació de poder por la ausencia de Fernando VII, se constituyeron en casi todos los pueblos “Juntas de Defensa Populares”, destinadas principalmente asumir el poder y a declarar la guerra a los franceses.
Para coordinar todas las juntas locales se creó la “Junta de Defensa de Extremadura”, que aunque nació como consecuencia de los movimientos populares, tuvo una composición netamente oligarca y que debido a la situación bélica que vivía la Región, estuvo instalada provisionalmente en varios pueblos: San Vicente y Valencia de Alcántara, Brozas, Cáceres, Coria y Garrovillas.
Una de las primeras medidas que tomo la Junta fue la creación del Ejército de Extremadura y las medidas necesarias para su financiación. Ya que debido a la importancia que adquirió Portugal, tanto por parte francesa como inglesa, convirtió a Extremadura objetivo de uno y otro ejército.
La creación del ejército fue posible por las aportaciones eclesiásticas y populares, a través de donaciones y del incremento de la presión fiscal. La financiación conto desde el primer momento con la ayuda de la Iglesia, a través de los obispados de Plasencia, Coria y Badajoz, ya que veían un claro enemigo para sus intereses el laicismo de Francia. Sin embargo a la hora de la recaudación fiscal hubo serios incidentes entre la población, ya que se utilizaba el sistema del Antiguo Régimen, que era tremendamente injusto y agravaba enormemente a los campesinos.
Él ejercito extremeño, aunque llego a contar con 20.000 hombres, y a pesar de que estaba mal organizado y carecía de la preparación militar necesaria, participó activamente en todos los encuentros y batallas habidas en tierras extremeñas contra él ejército de Napoleón.
Además de oponerse al paso del Tajo por las tropas francesas en los puentes de Almaraz, Alconetar, y Alcántara. En 1.809 participo en la sangrienta batalla de Medellín, donde perdieron la vida cerca de 10.000 españoles, y en 1.811 en la de la Albuera, donde las tropas españolas derrotaron a los franceses.
Un año más tarde era recuperada la ciudad de Badajoz, y aunque en su toma perecieron unos 800 franceses y 5.000 entre ingleses y españoles, lo peor llegaría posteriormente con el fusilamiento de los españoles considerados colaboradores de los franceses. Conquistada Badajoz, prácticamente toda Extremadura quedo liberada del yugo francés.
La lucha contra el ejército invasor durante cuatro años en suelo extremeño, como no podía ser de otra forma, tuvo importantes repercusiones socio-económicas para nuestra Región.
La primera fue de tipo demográfico, ya que durante el periodo que duro la guerra, aumento notablemente la mortalidad, debido tanto a las bajas como consecuencias de las sangrientas batallas, como por la muerte de los ciudadanos en defensa de sus pueblos.
Y es que el Ejército de Napoleón durante su estancia en Extremadura hizo del pillaje, robo, saqueo y asesinato una práctica casi generalizada.
Localidades como: Casatejada, Zarza la Mayor, Serradilla, Guijo de Galisteo, o Talavera la Real fueron prácticamente destruidas, y otras muchas situadas cerca de la frontera con Portugal como: Olivenza, Valencia, San Vicente, Brozas, Coria o Alcántara fueron prácticamente arrasadas, sus habitantes vejados, sus cosechas quemadas y sus ganados saqueados, quedando las mismas en la más pura miseria.
Mientras media España estaba en guerra contra los franceses, el 22 de mayo de 1.809 la Junta Suprema Central ordeno mediante Decreto la celebración de Cortes Constituyentes, pero ante el avance de las tropas francesas, debió de pasar más de un año hasta que los diputados elegidos (y no todos) pudieron reunirse en la Isla del León (actual San Fernando), trasladándose posteriormente a Cádiz.
A Extremadura según la Instrucción para la elección de diputados a Cortes, confeccionada al efecto en 1.810 le correspondía una representación muy numerosa en relación con su número de habitantes, ya que la mencionada instrucción le asignaba 12 representantes.
Uno de ellos debía ser elegido por la Junta Suprema de Extremadura, otro por cada una de las ciudades extremeñas que hubiesen tenido ya representantes en las anteriores Cortes y los nueve restantes serian y representarían a la Región en su conjunto. Celebradas las elecciones en julio salieron elegidos 8 diputados de ideología liberal, siendo su máximo representante Diego Muñoz-Torrero y cinco absolutistas capitaneados por Francisco María Risco.
El día 24 de septiembre de 1.810 tuvo lugar la primera reunión de las Cortes, donde desde ese mismo momento los diputados extremeños empezaron a tener un gran protagonismo, tomando la iniciativa de los debates, unos a favor de las ideas liberales y otros en contra, como sucedió en los debates de la abolición de la Inquisición y de la libertad de prensa entre Muñoz-Torrero y Risco, el primero a favor y el segundo en contra.
Diego Muñoz Torrero fue el primer diputado de las Cortes que tomo la palabra para exponer la necesidad de hacer una declaración institucional donde se incluyesen todos los poderes con que habría de contar las Cortes. Según algún historiador la propuesta y la declaración habían sido preparadas con anterioridad por el mismo y los también diputados extremeños Manuel Lujan y Antonio Oliveros.
Y es que Diego Muñoz-Torrero, no solo sobresalió sobre el resto de los diputados extremeños; sino que fue una de las mentes más abiertas y pesantes que tuvieron las Cortes de Cádiz, siendo el presidente de la Comisión Redactora de la Constitución, y llegando incluso a presidir las propias Cortes.
Junto al también diputado extremeño Manuel Lujan presento a las Cortes, un texto con once puntos, que recogía según su pensamiento liberal todo lo relativo a la “Soberanía Nacional”, desde la inviolabilidad de los diputados, hasta el reconocimiento de Fernando VII como Rey de España.
Debido a la incidencia que el tema tenía para Extremadura, otro de los asuntos en cuyas discusiones tuvieron una amplia participación los diputados extremeños fue el relativo a la finalidad que se le debía dar a los bienes concejiles y a los terrenos baldíos.
Mientras los absolutista con Antonio Riesco a la cabeza proponían la venta de los baldíos, convencidos en la utilidad de la enajenación, para que los pueblos pudieran hacer frente a la deuda motivada por los gastos de la guerra.
Calatrava y Muñoz-Torrero, criticaban las ventas y manifestaban los males que a su juicio habrían de tener, ya que solo los ricos podrían acceder a la subasta, incrementando así sus ya grandes patrimonios, reforzándose de ese modo la acumulación de tierras; mientras que a los pobres en cambio se le privaba de los únicos bienes en que hasta el momento habían tenido algún disfrute.
Por lo que defendían no la venta, sino el reparto gratuito entre los labradores y cualquier vecino de los pueblos que los solicitaran y demostrasen su necesidad.
En otro de los temas que tuvo un gran protagonismo Muñoz-Torrero fue en los debates sobre la nueva estructura territorial. Aunque el hecho territorial, era una cuestión, que no figuraba como urgente entre la mayoría de los diputados, el tema lógicamente se debía de debatir en las Cortes y plasmarlo en la nueva Constitución, pues era necesario crear una nueva estructura territorial de España, que desmantelara la compleja y casi caótica organización jurídica-administrativa del Antiguo Régimen, para adaptarla a una adecuada reordenación territorial, de acuerdo con el modelo de “Estado Unitario Descentralizado” propuesto por el grupo mayoritario liberal que controlaba la Cámara.
Retiradas las tropas de ocupación francesas ha mediado de 1.813 y terminada la Guerra, la Secretaria de las Cortes expreso a la Regencia que era el momento de desarrollar el artículo 11 de la Constitución.
El día 12 de junio del mismo año se presentaba a las Cortes una proposición de Ley, que entre otras cosas exponía: “Quieren las Cortes que la Regencia reuniendo todos los datos que estime necesarios, presente el Plan de división política más conveniente del territorio, para proceder a su examen y aprobación”.
El proyecto le fue encargado al Director del Depósito Hidrográfico de Cádiz y geógrafo, Felipe Bauza, quien desde hacía algún tiempo venía trabajando sobre el tema. En dicho proyecto Extremadura junto a otros nueves territorios como: Cataluña, Aragón, Valencia, León o Galicia era considerada región/provincial de primer orden.
Pero dicha división administrativa no llego a entrar en funcionamiento, ya que el 4 de mayo de 1.814, Fernando VII abolió el sistema constitucional emanado de las Cortes de Cádiz. Y hubo que esperar a la llegada de nuevo al poder de los liberales en 1.820 para proceder a poner a punto el mandato constitucional de las Cortes de Cádiz, sobre la reorganización territorial.
La comisión que elaboro el dictamen escindió de la Alta Extremadura parte de la comarca de las Hurdes y la asigno a Salamanca, sin embargo otros pueblos de Salamanca pasaron a formar parte del territorio extremeño, así fueron agregados a Extremadura entre otros: Baños, Hervas, Descargamaria, Robledillo, Villamiel, Trevejo y San Martin de Trevejo.
Igualmente pasaron a forma parte de Extremadura los pueblos de: Berrocalejo, El Gordo, Talavera la Vieja, Peraleda, Galvin, Guadalupe, Bohonal, Castañar de Ibor y Navaentresierra.
Establecida la nueva organización provincial, Plasencia reclamo el derecho a ser la capital de la Alta Extremadura, argumentando su solicitud entre otras por: “Su cercanía a las cortes y lo alejado de Cáceres para los pueblos del Jerte y la Vera, así como mejores comunicación entre los pueblos con la capital, disponer de buenos edificios públicos, contar con un mercado importante y con obispado”.
Su petición no fue atendida, prevaleciendo los criterios políticos y administrativos que daban prioridad a Cáceres, sobre cualquier otro lugar.
Mediante el decreto de 27 de enero de 1.822, España se dividía de manera provisional en 52 provincias. Extremadura debido a su extensión fue definitivamente dividida en dos con capitales en Cáceres y Badajoz y con el mismo nombre que sus capitales, rompiéndose de ese modo la unidad histórica de siglos de una sola Provincia para definir Extremadura.
Aunque la configuración geográfica-administrativa cambio notablemente, no así la estructura socio-económica, ya que las crisis agrarias o crisis de subsistencia fueron una constante durante diversas décadas. La primera crisis comenzó en él último trimestre de 1.833, la cosecha de ese año fue extraordinariamente escasa debido a la sequía que se produjo en la primavera, surgiendo problemas de abastecimiento de cereales y pan en las poblaciones, lo que conllevo la paralización de la sementera y la siembra en otoño y un aumento del paro en el campo.
A comienzo de octubre la Reina Gobernadora procedía a la concesión de 10.000 fanegas de granos, con objeto de socorrer a los pueblos extremeños para el abastecimiento y la siembra. Pero la reducida cosecha de 1.834 vino agudizar aún más el problema, ya que llevo un incremento del precio de pan, lo que supuso que el hambre, la mendicidad y la miseria se ensañaran por los pueblos extremeños.
La Sociedad Económica de Badajoz, preocupada de la espantosa miseria de la que iban a ser víctimas tantos pobres y tantas infelices familias, que habían quedado arruinadas por la falta de cosechas y por no haber quien les ocupara para poder ganar un jornal.
Proponía para solucionar aquellos males: arrendar los baldíos de las ciudades y villas, abrir socorros públicos, establecer una “sopa económica” para niños, pobres y mendigos, la realización de obras públicas para dar empleo a los trabajadores, y la creación de un Monte de Piedad al que contribuirían las autoridades y persona más pudientes de la provincia”.
Pero el hecho más importante ocurrido en la primera mitad del Siglo XIX, y que mayor repercusión va a tener para la Región, no fue la división de la Provincia de Extremadura en dos, ni las crisis de subsistencia, ni las epidemias.
Si no que fueron la desamortización de Mendizábal, y sobre todo la de Madoz de 1.855, por las cuales la gran mayoría de los bienes de propios y comunes de los pueblos y comunidades de vecinos, pasaron a manos privadas, agravándose aún más la situación del campesinado extremeño, que se quedó sin tierras para labrar ni baldíos donde dar de comer al ganado.
El día 5 de febrero, Pascual Madoz presentaba en las Cortes su proyecto de ley de desamortización. Según el mencionado proyecto, serian enajenados los patrimonios rústicos pertenecientes al clero, el estado, los ayuntamientos y los improductivos llamados “manos muertas”, destinándose los beneficios obtenidos por su venta a nivelar los presupuestos del Estado, amortizar la deuda pública, y a financiar un vasto plan de obras públicas.
Apenas se tuvo conocimiento en la Región de dicho proyecto, comenzaron a enviarse desde los municipios e instituciones numerosas representaciones a las Cortes para exponer a los diputados, el tratamiento que según ellos, había de darse a los bienes de propios y comunes de los pueblos.
Para unos, como los representantes de: Hornachos, Medellín, Olivenza, Jaraicejo, y un largo etc., la futura ley debía de considerar exceptuados de la venta todos los bienes pertenecientes a los propios y comunes de los pueblos por ser propiedad de los vecinos y una fuente para su sustento.
Para otros pueblos como: Galisteo, Carcaboso, Riolobos, Horguera, Majadas, Montehermoso o Fregenal pedían la parcelación de las tierras concejiles en tantos trozos como vecinos labradores hubiera en el pueblo, y el reparto entre ellos.
Durante la tramitación de la Ley en las Cortes, los diputados extremeños hicieron una defensa a ultranza de los intereses de Extremadura en general y en particular de sus campesinos.
Así el diputado cacereño Godínez de Paz exponía: “Los campesinos extremeños tendrán que sufrir la ley del propietario y la sufrirán con fuerza, un año venderán una mula y otro un buey, hasta quedar reducidos a la triste condición de jornalero”. Este será el resultado inmediato de la desamortización de los Bienes de Propios.
Y se preguntaba: ¿Quién vendrá a sucederles? Contestándose él mismo: “Vendrán a labrar sus antiguas tierras los absentistas- capitalistas y a pastar en ellas las grandes ganaderías trashumantes”.
Igualmente, el diputado por Badajoz Juan Andrés Bueno, en la sesión de las Cortes celebrada el 27 de marzo decía: “Que alguien debía ser sacrificado por las circunstancias económicas en que se encuentra el Estado y este sacrificio por lo visto le toca a Extremadura”. Y exponía: He recibido representaciones de 120 pueblos, y una de esas representaciones me decía: “Que la venta de dichos bienes, obligaría a todos los vecinos a emigrar en busca de un trozo de pan”.
Estando ya a punto de finalizar los debates parlamentarios, y cuando la aprobación de la ley parecía inminente, intervino por última vez el diputado cacereño Montemar, preguntándose: ¿Pero qué va a suceder en los pueblos, si se venden los bienes de propios? ¿Quién los va a comprar? ¿Los pobres extremeños? Los pobres no, porque no se pueden presentar a las subastas, ya que nada tienen.
Y concluía diciendo: “Los diputados por Extremadura hemos cumplido con nuestro deber apoyando las reclamaciones de los pueblos, que para eso nos han nombrado sus representantes. Pero a pesar de ello, muy mal librada ha salido Extremadura una vez más, en beneficio de otros”.
A pesar de la fuerte oposición de los diputados extremeños y de la gran mayoría de los ciudadanos y entidades de la Región, el día 1 de Mayo de 1.855 se promulgaba la Ley de Desamortización. Ley por la que el Pueblo Extremeño sufría un duro revés y la pérdida de uno de sus más tradicionales medios de vida.
Se calcula, que en Extremadura se pusieron a la venta unas 34.000 fincas con una extensión de 1.300.000 hectáreas (casi el 32% de la superficie total de la Región), lo que supuso unos ingresos para las arcas del Estado de casi 1.000 millones de reales.
En la provincia de Cáceres pasaron a manos privadas algo más de 16.700 fincas rusticas de todo tipo, que suponían más de 650.000 hectáreas.
Las 39.000 hectáreas enajenadas en Cáceres capital, las 32.000 en Trujillo, las 21.700 en Alias, las 14.400 en Brozas, las 11.800 en Logrosan o las 11.000 en Cañamero, son suficientemente expresivas de las grandes extensiones que perdían los ayuntamientos y comunidades de vecinos en la provincia de Cáceres.
Las desamortizaciones que tenían que servir según Mendizábal para: “La división de las grandes propiedades para reducirlas a suertes que estén al alcance de los ciudadanos honrados y laboriosos”. Sirvieron para todo lo contrario; ya que el 36% de las tierras desamortizadas pasaron a manos de la nobleza y de la burguesía absentista y otro 38% a grandes propietarios y labradores acomodados de las ciudades y pueblos extremeños.
La Desamortización es para algunos historiadores, uno de los hecho más importante y negativo que ha sufrido Extremadura en toda su historia, porque la concentración de la propiedad en manos de unos pocos y mayormente absentistas, hipoteco su desarrollo socio-económico, estrangulando la posibilidad de un desarrollo industrial; ya que la expulsión de los labradores de las tierras enajenadas, conllevo un aumento considerable del número de jornaleros, lo que supuso unos costes sociales muy elevados: Pobreza, emigración y despoblación.
Pero como las desgracias no vienen solas, la desamortización trajo con ella, el nacimiento de una nueva figura “EL CACIQUE”. Personaje siniestro que tanto daño ha hecho a Extremadura en general y en particular al desarrollo y a la vida social de los pueblos extremeños.
En palabras del historiador Manuel Muñón de Lara, el Cacique era: “El ricachón del pueblo; él mismo es terrateniente o representante del terrateniente que reside en la Corte; de él depende que los obreros agrícolas de los pueblos trabajen o se mueran de hambre, que los yunteros sean expulsados de las tierras o que las puedan cultivar y que el campesino medio pueda obtener créditos. La Guardia Civil del pueblo está en connivencia con él, el maestro que vive miserablemente debe someterse a él, y el párroco prefiere colaborar con él. En definitiva, es el nuevo feudal, señor de vasallos”.
Tal incidencia socio-económica tuvo la Desamortización, que en la segunda mitad del Siglo XIX tuvieron que emigrar unos 150.000 extremeños, principalmente a Ultramar (Argentina) y en el interior a Madrid.
Y es que como dijo el ingeniero catalán Bayer y Bosch: “Cáceres y Badajoz en el antiguo Reino de Extremadura son las provincias donde existieron las grandes dehesas comunales cuya enajenación dio lugar a escandalosos atropellos, habiendo servido únicamente para enriquecerse unos cuantos de señoritos, que se marcharon a las capitales de provincia o a la Corte, para gastar tranquilamente sus rentas, quedando una gran masa de población en la mayor miseria”.
En esa situación de decadencia, creo que nadie se alarmara, por el alto grado de analfabetismo de la sociedad extremeña. A mitad del siglo XIX, el 78% de los ciudadanos extremeños no sabían leer ni escribir, existiendo una gran diferencia entre los hombres y mujeres, ya que estas últimas solo sabían leer el 17%.
Las causas de alto índice de analfabetismo venia motivado por dos causas principalmente: la deficiente estructura educativa tanto de escuelas como de maestros, lo que conllevaba hacinamiento y mala calidad de la enseñanza, y el alto grado de absentismo escolar debido a la situación socio-económica de la mayoría de la población extremeña.
El tiempo que los niños deberían dedicar a la escuela era derivado a la obtención de recursos económicos para ayudar a la economía familiar. La edad escolar y laboral se confundían, siendo aún más grave en el caso de las niñas, ya que el gran número de ellas que debían atender las faenas de la casa incrementaba su falta a clase, de hay que el analfabetismo se cebara en el sexo femenino.
El sexenio democrático de 1.868-1.874, significo para Extremadura al igual que para otras regiones un momento cargado de esperanza. La irrupción y el posterior arraigo de las ideas republicanas harán que Extremadura viva una aventura ilusionada con brotes de federalismo cantonalista y un replanteamiento del sentir regionalista.
El manifiesto de la Junta Revolucionaria de Badajoz del 30 de septiembre decía así:
“La bandera de la libertad ondea triunfante en nuestra capital, el pueblo y las fuerzas de la guarnición han fraternizado, se han unido en un solo pensamiento. Han sucumbido, pues los desertores de todas las causas políticas, los secuaces de la inmoralidad, y de la depravación monárquica.
Extremeños: Aprovechemos el tiempo para fecundizar, para asentar de manera estable la causa de la revolución, para que al fin se realicen por el voto nacional en Cortes Constituyentes, todos los progresos, todas las grandes reformas que la razón la justicia y los derechos de la humanidad reclamen.
No olvidéis que para cimentar sólidamente el nuevo edificio social, se necesita del concurso, la fuerza, el poder y la enérgica iniciativa de todos los ciudadanos verdaderamente liberales.
Extremeños:¡Viva la libertad¡ ¡Viva la soberanía nacional¡.
El decreto del Gobierno Provisional, de 9 de noviembre sobre el ejercicio del sufragio universal, reconocía el voto directo y secreto a todos los varones mayores de 25 años, y modificaba la circunscripción electoral, quedando Extremadura dividida en cuatro distritos electorales: Badajoz, Castuera, Cáceres y Plasencia.
Convocadas las elecciones, en las que se elegía entre dos formas de gobierno: Monarquía o República, el resultado de la mismas fue un claro triunfo de los monárquicos democráticos, que con 256 escaño ganaron a los 85 escaño obtenidos por los republicanos.
El resultado en Extremadura fue muy significativo, pues en la provincia de Badajoz de los nueves escaños en litigio, tres fueron para los republicanos, mientras que en la de Cáceres todos los escaños fueron para los monárquicos.
La Constitución de 1.869 emanada de aquellas Cortes, no solo era la más liberal de las constituciones europeas; sino que la colocaba en la vanguardia de ellas.
En su título Primero por ejemplo se establecía toda una declaración de los derechos individuales, a los que se debían supeditar todos los poderes públicos. Por primera vez en España se garantizaban y se reconocían: La seguridad personal, la inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, la propiedad privada, el derecho a la libre expresión, de reunión y asociación, y el ejercicio de cualquier culto”.
El republicanismo después del resultado de las elecciones acordó, que para que en el pueblo fueran creciendo las ideas republicanas era conveniente celebrar pactos federales entre las regiones, en los que además de levantar el espíritu regionalistas, vinieran a construir una fuerte organización política, que un día respondiese a la necesidad de una República Federal.
En Extremadura uno de los mayores exponentes de aquel republicanismo fue Evaristo Pinto, hijo de un médico de Cabezuela del Valle, comprometido desde muy joven con la política de ideas democráticas, republicanas y federalistas, que trato de defender y propagar por medio del periodismo.
Para ello fundo el periódico “El Demócrata”, en unión de otros compañeros afines a su ideario, periódico que sería el precursor del combativo “El Cantón Extremeño” fundado en julio de 1.869 y que serviría de plataforma para dar a conocer sus ideas cantonalistas y republicanas, encaminadas a posibilitar la formación de un Cantón Extremeño ligado a la antigua Lusitana.
El día 30 de abril de 1.872. Evaristo Pinto se dirigía a los ciudadanos de la comarca de Plasencia en estos términos:
Extremeños! Cuando a vuestro poder haya llegado esta hoja, la bandera de la santa causa de nuestro pueblo ondeará en todas partes. La Vera de Plasencia habrá dado el grito de libertad e independencia. Aunando nuestros esfuerzos quedará de una vez limpia nuestra patria de miserables y traidores arrojando de su suelo para siempre a sus tiranos y crueles enemigos.
Extremeños! no vaciléis, la hora de vuestra regeneración ha sonado. El grito de insurrección es el sublime acorde que en este momento ha de embriagar el espíritu de los buenos. Acudamos presurosos al sitio del combate donde nuestros hermanos nos esperan y el más sagrado deber nos llama. Y llenos de valor y confianza venid con nosotros a conquistar la libertad e independencia que hombres infames y llenos de ambición arrebataron un día a nuestra adorada y querida Extremadura”.
Durante el reinado de Amadeo I de Saboya de 1870 a 1873, continuaron los problemas de orden público en el mundo rural, ya que el campesinado extremeño no olvidaba el agravio que para ellos supuso la desamortización de los propios y comunes de los pueblos, que habían sido su sostén de vida.
Los campesinos de Jerez de los Caballeros pedían se pusieran de nuevo en vigor los “Giros”, para que de ese modo los labradores del pueblo pudieran tener tierra que labrar. Al igual que los campesinos de Albuquerque que solicitaban que sus famosos “Baldios” volvieran a la situación anterior a la desamortización, para que pudieran labrar sus tierras.
Entre los incidentes del invierno de 1.873, son de destacar los ocurridos en las localidades de la provincia de Badajoz como Burguillos del Cerro, Feria o Medina de las Torre entre otros, en los que se produjeron asaltos e incendios y ocupaciones de fincas. Estos hechos, fue utilizado por la prensa conservadora para desprestigiar al régimen democrático y añadieron apoyos a los políticos alfonsinos que trabajaban por la restauración de los Borbones y del liberalismo no democrático.
Por otro lado, la llegada de la I República, trajo consigo la cuestión federal, que aunque de forma efímera, trato de ofrecer un nuevo marco de relaciones entre los distintos territorios que conformaban el País.
En el proyecto constitucional de 1.873, Extremadura aparecía como uno de los quince estados federados que constituían la República Federal de España.
La experiencia, aunque fracaso enseguida y solo dejo en nuestra Región una huella muy endeble, no impidió que aunque minoritario, un número de extremeños en los años sucesivos siguiera trabajando y luchando por el federalismo, llegando incluso a redactar una Constitución Extremeña, para en el caso de la implantación en España de una futura Republica Federal.
En cuanto al problema de la tierra, la I Republica planteaba la total revisión de los vigentes derechos de propiedad, emanados de las leyes desamortizadoras.
Pi y Margall propuso a las Cortes que para abordar el problema: “No era preciso cambiar en beneficio de las clases jornaleras la forma de venta de los bienes nacionales, sino que era preciso modificar la legislación desamortizadora, y que en adelante las enajenaciones, se harían no por venta, sino por el censo de agricultores, ayudando a los jornaleros para ir pagando en pequeñas partes, afín de que fueran propietarios de sus tierras en pleno dominio”.
El proyecto significaba una dura crítica a la política desamortizadora anterior, y aunque tenían conciencia de la necesidad de una Reforma Agraria, y se intentó abordarla, la corta vida republicana no permitió llevar a cabo más que pequeñas modificaciones, que no consiguieron alterar la realidad de la propiedad agrícola, ni atenuar las fuertes agitaciones en el campo por el problema de la tierra.
Y es que la situación que se vivía en algunas regiones como Extremadura, no se solucionaban con pequeñas modificaciones, ya que requerían una reformas profundas, si de verdad se quería modificar la estructura de la propiedad agraria existente, ya que por ejemplo los mayores propietarios de Extremadura en 1.875 eran:
Todos ellos asentistas y propietarios de varias fincas por toda la geografía extremeña.
En el transito del siglo, la sociedad extremeña seguía siendo dual, formada casi exclusivamente por dos clases: la burguesía formada por la oligarquía y terrateniente, y la clase baja formada por los yunteros y jornaleros.
Los primeros poseían la mayor parte de la tierra y ostentaban los cargos públicos, mientras que los segundos eran una masa desheredada sin tierra que vivían en ínfimas condiciones de vida sometido a los abusos de la clase alta, lo que conllevaba una sociedad injusta, desigual y discriminatoria. Sirva como ejemplo que de los 44.134 propietarios que había en la provincia de Cáceres, 729 es decir el 1,6% poseían el 57,8 % de la tierra.
Ante la creciente conflictividad generada por dichas desigualdades sociales. En 1.890 las Cortes aprobaron la creación de la “Comisión de Reformas Sociales” para conocer el alcance real del problema agrario en Extremadura y Andalucía.
En 1.892 dicha comisión realizo un “Informe sobre el Campo Cacereño” en el que entre otras cosas decía: “La mayor parte de la propiedad en esta provincia está en pocas manos. Existen además un número de pequeños propietarios; pero la suma de sus propiedades no supera el 15% del total de la provincia”.
Y criticaba de forma muy dura la Desamortización: “La desamortización no ha dado el resultado que de ella se esperaba, entre ellos la formación de pequeños propietarios, ello debido a la manera en que se han vendido las fincas, ya que no estaban ni siquiera al alcance de aquellos que contaban con medianos recursos”.
En esa Extremadura, nada más comenzar el Siglo XX, va a suceder un HECHO en Extremadura, que iba a dar no solo la vuelta a España; sino que traspasaría incluso las fronteras.
En el verano de 1.902 en Don Benito, que entonces era el pueblo más grande de España con cerca de 17.000 habitantes, tenía lugar un horrendo Crimen.
Una pobre viuda que para sobrevivir se dedicaba a la costura, y su joven hija de 18 años, eran asesinadas después de un intento de violación, por: un Señorito local, un amigo de este y la complicidad del Sereno, que pidió a las mujeres que le abrieran la puerta.
Antes tal deplorable asesinato, el pueblo llano se hecho a la calle pidiendo justicia, ya que al pertenecer el principal sospechoso del asesinato a unas de las familias más poderosa de la comarca, pensaban que no sería declarado culpable.
Durante el prologando tiempo de la instrucción, las manifestaciones de vecinos por las calles de Don Benito fueron constantes, llegando incluso a montar guardias ante la cárcel, el Ayuntamiento y el Jefe Político Local, ya que temían que fuera trasladado a Badajoz y allí tuviera lugar un juicio de guante blanco.
Tal fue la presión del pueblo unido en la calle, que llegado el momento los jueces de Badajoz tuvieron que desplazarse a la localidad, para celebrar en ella el juicio.
Al ser considerado por el Tribunal, el Señorito y su amigo culpables del crimen y ser condenados a muerte, el Pueblo pidió que fueran ejecutados en la plaza, ya que consideraban que había sido la “justicia popular” quien les había condenado a muerte, y por lo tanto debían de morir delante del pueblo.
Al final la ejecución, se celebró en el patio de la cárcel, pero pidieron que fuera pública, para que pudieran confirmar su ejecución, ya que su desconfianza en la Justicia Oficial era tal, que consideraran que al pertenecer el señorito a la Oligarquía Extremeña, su ejecución no se llevaría a fin.
El Crimen de Don Benito, aunque se ha querido encuadrar en la “España Negra”, para algunos sociólogos no pertenece a ese tipo de crímenes. Ya que consideran que fue un “Crimen de Clase”, que representa la realidad de la Sociedad Extremeña de la época: “Un señorito oligarca, que vivía de las rentas y que después de una noche de juerga, cree que tiene todo el derecho a que una hermosa joven de 18 años se le entregue a él, ya que considera que la clase a la que pertenece puede obligar por la fuerza a una joven porque sea pobre a que sacie su apetito sexual, y al no admitirlo, la mata porque no puede consentir ese desaire de una persona de menor rango social”
En 1.910 de nuevo la “Comisión de Reformas Sociales” elaboro un Informe sobre la situación de Extremadura. Según dicho informe, en la provincia de Cáceres había 40.000 jornaleros, el 13% de su población, siendo el salario medio de un jornalero 4 reales, pudiendo llegar a las 2 pesetas en la época de la siega y del esquileo, y puntualizaba: “Jornal insuficiente para poder mantener una familia”; ya que solo en pan gastaba la mitad de su salario.
Como los jornales del padre difícilmente le permitían aún en años normales, atender las necesidades básicas de la familia, se hacía necesario el esfuerzo laboral de todos los miembros de la casa. Por ello, la asistencia a la escuela de los hijos de los jornaleros, era un lujo que no estaba a su alcance. Pues no hay que olvidar, que las labores propias de un bracero durante el año eran: El esquileo en abril; la siega de los cereales y recolección hasta agosto; en octubre la sementera y después la montanera. En el mejor de los caso entre unos 160 y 170 días al año, el resto generalmente estaba parado.
Tal era la situación crítica en la que vivía el campesinado, que la Iglesia Extremeña siguiendo las directrices del Papa León XIII comenzó a intervenir en la cuestión social agraria, creando los Sindicatos Católicos Agrícolas, los cuáles a través de la cooperación y el mutualismo perseguían conseguir arrendamientos colectivos para sus afiliados, autoayuda entre ellos, y prestamos mancomunados al objeto de sacar a los campesinos de las garras de los usureros.
A pesar de los esfuerzos realizados y del éxito de algunas experiencias aisladas, el resultado final no fue satisfactorio, pues la propia Iglesia se encontró con la oposición de la oligarquía agraria extremeña detentadora del poder económico-social en el campo extremeño, que fieles a su tradicional egoísmo no apoyaron dichos sindicatos.
Por otra parte, el Socialismo también comenzó a tomar la situación agraria como una de sus prioridades. En 1.910 su líder, Pablo Iglesias visito Extremadura al objeto de potenciar las Sociedades Agrarias y Obreras, ya que hasta ese momento solo había en la provincia de Cáceres por ejemplo, una sociedad obrera del campo de clara orientación socialista, pero con una gran experiencia, era: “El Progreso Agrícola” de Plasencia que para solucionar la crisis de trabajo en el campo que sufría la Ciudad, había conseguido que el Ayuntamiento le concediese para su explotación la dehesa municipal Valcorchero.
Unido directamente a la degradación del campo, iba el aumento de la Emigración. Ese mismo año, el diputado liberal por Cáceres, Rivas Mateos manifestó que la emigración era ya un problema capital para la Región: “ Extremadura, con 15 habitantes x kilometros cuadrado, zona de colonización de España, muestra hoy una emigración tremenda y brutal, hombres que en la plenitud de su vida abandonan sus hogares y marchan a las republicas sudamericanas, pensando quizás en la riqueza que su pueblo oculta y que la negligencia del gran dueño o señor deja pudrirse en la tierra, sin beneficio para nadie y con perjuicios para todos….la causa principal son los latifundios….pero a esto añado otra no menos evidente, que es el absentismo de los grandes terratenientes extremeños”.
Aunque el movimiento obrero se había iniciado en Extremadura en la segunda mitad del XIX, ante la situación que vivía el campesinado extremeño, la lucha obrera se convirtió en una constante. El 1º de mayo de 1.898 hubo una gran movilización de mujeres en Badajoz para protestar por el alto precio del pan. Al día siguiente el diario “La Región Extremeña” decía: “Un gran número de mujeres se dirigieron al Gobierno Civil para pedir al Gobernador se rebajase el precio del pan. Como no salieron satisfechas de la entrevista, se dirigieron a la Puerta de Palma cerrando la entrada y gritando “El pan a real”, hasta que fueron disueltas por la Guardia Civil”.
Dos años despues surgió en el campo extremeño una asociación llamada la “Germinal Obrera” que desempeño una gran actividad reivindicativa. En aquel verano movilizo a miles de campesinos en defensa de mejores salarios, celebrándose un congreso agrario en Torre de Miguel Sesmero, que fue duramente reprimido, siendo disuelta la Asociación y sus dirigentes encarcelados.
Pero en 1.901, la misma Asociación propuso para el 21 de mayo una Huelga que se vio apoyada por otras asociaciones como las de: Alconchel, La Albuera, Olivenza y Alburquerque. La mediación del Gobernador Civil puso fin al primer conflicto agrícola del siglo XX en Extremadura, que finalizó con el logro de buena parte de los planteamientos de los campesinos y la consolidación del fenómeno asociacionista obrero.
Por otro lado, el declive que sufrió España como Nación motivado por el desastre de 1.898, conllevo el mayor movimiento regionalista habido hasta entonces en la Historia de España, movimiento que supero a los registrados como consecuencia de las anulaciones de los derechos de Autogobierno adquiridos por las regiones durante la Primera República. Fue precisamente aquel año cuando Sabino Arana consiguió ganar el primer escaño nacionalista en la Diputación de Vizcaya, y cuando se elaboró el “Manifiesto Regeneracionista” de Barcelona, por el que se pedía emprender una política descentralizadora y como primer paso de ella una Diputación única para Cataluña.
Extremadura no quedo aislada de aquel efervescente movimiento, y enlazando el mismo con el surgido en el sexenio democrático, a través de algunos intelectuales se fue formando un discurso de una Extremadura abandonada por los poderes públicos centralistas.
Ello fue lo que llevo en 1.907 al diputado a Cortes por Badajoz, Juan Muñoz Chaves a lanzar la idea de constituir la “Unión Extremeña”.
Para concretar su objetivo, en enero de 1.908 se celebró en Badajoz una asamblea de representantes de diferentes organismos públicos y privados: Cámara agrícola, comunidades de labradores, cajas rurales, sindicatos agrícolas, cámaras de comercio, sociedades obreras, etc., aprobándose las bases que debían regir su constitución, cuyo objeto era: “El fomento y defensa de los interese de Extremadura, bajo la enseña de la Patria Española”.
Para tal fin se nombraría un directorio con personas de prestigio social y protagonismo público, libre de todo compromiso político, que sería el encargado de orientar los esfuerzos en pro de Extremadura.
Sin embargo enseguida comenzaron las dificultades dentro de grupo. El propio Muñoz Chaves debió deshacer las suspicacias que levantaba cualquier referencia que pusiese en peligro la Unidad de la Patria.
Al final todo quedo en buenas palabras y mejores intenciones; las rivalidades políticas y las propias contradicciones del grupo, hicieron inviable el proyecto. Pero la realidad era que aquel ambicioso proyecto no tenía base real y lo que es más importante objetivo alguno.
Sin embargo, el mayor impulso del regionalismo extremeño se produciría en los años de la crisis de la monarquía de Alfonso XIII, así el 21 de diciembre de 1917 se reunieron en Badajoz convocados por dos figuras notables de la intelectualidad pacense como eran: Regino de Miguel y Ricardo Carapeto, diversos miembros de la clase media: comerciantes, industriales, profesores y profesionales liberales con el objeto de estudiar ante la inminencia de los cambios anunciados, la mejor manera de defender los intereses de Extremadura, constituyendo a tal fin la “Unión Regional Extremeña”.
Sin embargo, JUAN LUIS CORDERO, unos de los máximos representante del regionalismo extremeño, escribía en su libro: “Regionalismo, problemas de la provincia de Cáceres” editado ese mismo año: “Regionalismo a mi entender, es el punto ideal en que convergen las aspiraciones de una región, en el común sentir y el común obrar. No puedo negar que pudiera existir espíritu regionalista. Lo que si afirmo es que no se ha procurado por nadie capacitado para ello, encauzar la existencia de ese espiritu, recogiendo y aunando voluntades dispersas, en beneficio de la colectividad.
Cuanto hasta ahora hablaron en nuestra tierra de Regionalismo, lo hicieron en víspera de elecciones o pretendiéndolo encauzado por corrientes desaseado a la derecha”.
El impulso que el proceso autonómico tomaba en otros puntos del País, como era en Cataluña donde la Lliga presionaba al Presidente del Consejo de Ministro para la presentación de un proyecto de Estatuto para Cataluña, conllevo a la creación de la “Asamblea Regionalista” al objeto de estudiar y formular el modelo de autonomía para Extremadura.
Las diputaciones provinciales que hasta entonces habían vivido de espalda al movimiento regionalista, se unían a él, reuniéndose en Mérida el 26 de noviembre de 1.918, acordando hacer un llamamiento a las fuerzas vivas de la Región para que recabaran del Gobierno la aprobación de un Estatuto para Extremadura, a tal efecto abrían una gran “Encuesta Regional” para conocer la opinión pública extremeña ante el hecho autonómico.
El número de respuestas que se recibieron fue muy numerosa, procedente de todo tipo de instituciones: Públicas, privadas y de particulares. Del estudio de las mismas se deducía una gran confusión acerca de la opción autonomista, así como el alcance que debía tener la misma.
Al tiempo que esto sucedía, un grupo de jóvenes de la comarca de Alcántara, constituían un grupo en defensa de lo que hoy llamaríamos “Regionalismo Social”, que propugnaba entre otras cosas, una reforma Agraria, que cambiara la estructura de la propiedad, una industrialización tomando como base la producción agrícola y ganadera y una modificación de las elecciones a representantes a Cortes, ya que consideraban que los diputados elegidos no representaban al pueblo extremeño, sino que se representaban a ellos mismos y a sus intereses.
A pesar del ferviente regionalismo que se vivía en aquel momento en Extremadura, solo el médico de Salorino, Antonio Elviro Berdeguer, que por su profesión conocía con gran profundidad la situación de pobreza y miseria en que vivía el pueblo extremeño salto a la arena política.
En las elecciones a Cortes de 1.918 se presentó por el Distrito de Alcántara frente al candidato conservador y amigo personal del Rey Alfonso XIII, Antonio Garay Vitorica, financiero madrileño, industrial vasco, y uno de los mayores terratenientes de Extremadura.
Aunque fue derrotado, consiguió un notable apoyo de los ciudadanos, a pesar de la compra de votos por parte de Garay, así como el adelanto del cierre de los colegios electorales y pucherazo por parte de los caciques locales en algunos pueblos.
La burguesía agraria y la legión de caciques no podían admitir los duros ataques que les dirigía, ya que les consideraba y denunciaba como responsables de la miseria en que vivía el pueblo extremeño, por lo que no dudaron en desprestigiarlo acusándole de connivencia con el político catalán Cambo, llegando a ser rechazado por muchos de aquellos que se auto-denominaban regionalistas.
Pero él inasequible al desaliento siguió luchando por su ideales, y en 1.920 con el objetivo de divulgar sus planteamientos público el Manifiesto “Extremadura para los extremeños” en el cual analizaba las causas que motivaban el atraso que vivía Extremadura y a sus responsables, así como las soluciones que se debían adoptar, entre las cuales proponia: la devolución de los terrenos de propios y comunes que les fueron arrebatados a los Pueblos con la Desamortización; una Reforma Agraria integrar que además del reparto de tierra entre yunteros y jornaleros, debía desarrollar entre otras cosas: escuelas de formación y capacitación agrícola, la construcción de pequeñas presas de regadíos, una red de carreteras para poder sacar los productos agrícolas, y una Caja de Crédito Agrícola, para la concesión de pequeños préstamos a los campesinos y de ese modo eliminar a los usureros.
Tambien, durante aquellos años, se organizaron en Extremadura diferentes actos de afirmación regional, en 1.923 se desarrollaron en Mérida unos Juego Florales que tuvieron una impronta regionalista, y ese mismo año se organizó una Romería Regional a Guadalupe como símbolo de la identidad extremeña. Romería que fue calificada por la prensa del momento como una importante manifestación de afirmación extremeñista, proponiendo crear un Día de Extremadura, conmemorarlo en Guadalupe y celebrarlo el día 8 de septiembre como la fecha más apropiada.
La coronación por el Rey Alfonso XIII de la Virgen de Guadalupe el 12 de octubre de 1928 como Reina de la Hispanidad, por su contribución a la espiritualidad de la conquista y colonización de América, supuso un impulso para el movimiento regionalista, ya que una vez más para ellos Extremadura se convertía en un referente, al ser la Virgen venerada como Patrona de Extremadura y de la Hispanidad, conceptos indisolubles en el pensamiento de los regionalistas extremeños.
Sin embargo los campesinos extremeños no estaban para romerías regionales, ni para coronaciones
En Olivenza, incluso en la época de la recolección 600 jornaleros no tenían trabajo, y en Campanario el problema era aun mayor pues el número de parados llegaba a los 1.000. Un periódico local de la época decía: “Muchos jornaleros que llevan meses que no trabajan tienen que darse unas largas caminatas para traer una carga de leña sobre sus hombros, que se les paga a 1,25 cuando el jornal está a 10 pesetas.
Tan grave era la situación en que vivía el campesinado extremeño, que hasta la conservadora Iglesia Católica tuvo que cambiar sus postulados.
Mientras a principio del siglo, solo proponía crear Sindicatos Agrícolas y Caja Populares para hacer arrendamientos colectivos y para impedir la usura, sin entrar a cuestionar la propiedad de la tierra.
En 1.921, León Leal que era el máximo representante del Catolicismo Social en Extremadura, en una conferencia que pronunció en el Ateneo de Madrid, revelo su desanimo después de llevar veinte años luchando por solucionar los problemas del campo ya que había llegado a la conclusión: “Que la simple creación de sindicatos agrícolas no resolvía el problema; ya que los propietarios no querían ni siquiera arrendar sus tierras a estos sindicatos, a pesar de estar creados por el movimiento católico”.
Y reconocía, que el verdadero motivo de la miseria de Extremadura se debía al latifundio y al absentismo, ya que la mayor parte de las tierras eran cultivadas mediante arrendamientos por subasta, lo que suponía continuas subidas para los labradores. Por lo que consideraba: “Que se imponían unas hondas reformas en el régimen de la propiedad, ya que muchos de los males de Extremadura tenían como causa la concentración de la propiedad en pocas manos; así como la existencia de enormes masas de gente trabajadora sin propiedad alguna”.
En esas condiciones de vida, no puede extrañar que la Emigración fuese la única salida que tenía la mayor parte de la población extremeña, como lo denuncio el escritor y presidente de Caja de Piedad de Plasencia, POLO BENITO en su Libro “El problema social del campo en Extremadura” editado en 1917: “Los yunteros y pequeños labradores se arruinan como nunca en los años de escasas cosechas, y los braceros se mueren de hambre. Unos y otros emigran a América o se someten a la voracidad de los traficantes que reclutan obreros para Francia”.
Asi, si entre 1.901-1.910 emigraron 12.138 personas
Entre 1.911-1.920 lo hicieron 18.894
Y entre 1.921-1930 fueron 31.517 extremeños los que salieron de la Región.
Y todo ello, a pesar de que durante la segunda década, el campo extremeño experimento el mayor desarrollo que jamás había tenido a lo largo de su historia, motivado por la fuerte demanda de cereales y otros productos para alimentos de la población, por parte de los países que habían participado en la I Guerra Mundial desarrollada en Europa entre 1.914 y 1.918.
El alto precio que alcanzaron los mismos, y el rendimiento económico que ello suponía, conllevo la puesta en marcha por parte de los terratenientes extremeños del mayor número posible de tierras de labor, alcanzándose casi los 2 millones de hectáreas de cultivo en Extremadura, cantidad que no se había alcanzado nuncay que no volvería a tener lugar posteriormente.
En aquellos años, los terratenientes con el objeto de poner en explotación el mayor número de superficie en el menor tiempo posible, consideraron a los yunteros como socios privilegiados para poner en producción la mayorcantidad de hojas de labor. Ya que los yunteros eran los mejores conocedores de cómo realizar los desbroces de las dehesas y su preparación para su cultivo, además de poseer los elementos necesarios, como eran la yunta y los aperos de labranza, con lo cual los dueños de la tierra no tenían que hacer inversión alguna, solo tenía que poner la tierra.
Aunque la demanda de tierras para labrar, también conllevo un aumento del precio de los arrendamientos, muchos jornaleros vieron la oportunidad de alcanzar un peldaño en la escala social y se convirtieron en yunteros, para lo cual gran cantidad de estos no tuvieron más remedio que caer en las manos de los usureros sin escrúpulos, que le prestaron el dinero que necesitaban a un alto interés, llegando incluso al 30% anual, con lo cual una vez más los campesinos eran en los que menos revirtió el aumento de la renta agraria, pues los más beneficiado de dicho aumento fueron los dueños de la tierra y los usureros.
Una vez terminada la Guerra y los países intervinientes en el conflicto comenzaron a cultivar sus tierras que habían abandonado durante la contienda, la demanda de cereales disminuyo notablemente y el precio experimento una gran caída, lo que en el caso de Extremadura conllevo la disminución de la agricultura y la vuelta de gran número de hojas de labor a tierras de pastos para la explotación ganadera por parte de los terratenientes, ya que la ganadería necesitaba menos mano de obra y gastos de explotación y consecuentemente les era más rentable que la agricultura.
En 1925 el dirigente socialista, Manuel Cordero visito la Región para conocer la realidad que estaba viviendo el campesinado extremeño después de la disminución de las tierras para labrar, manifestando: “Estamos recorriendo una de las regiones más ricas de España: Extremadura. Y siendo parte de su suelo de una capacidad productiva extraordinaria, el pueblo vive miserablemente. ¿Por qué?. Porque así lo disponen los dueños de la tierra, muchos de ellos ni siquiera conocen donde están sus propiedades. Y es que la propiedad extremeña está concentrada en pocas manos, pudiéndose decir, que aunque legalmente se abolió el feudalismo, aquí subsiste prácticamente”.
Como consecuencia de ese retraimiento de la agricultura, se produjo un excedente de yunteros, y lo que es peor la ruina de un gran número de ellos, ya que mientras la cantidad de tierras para labrar había disminuido notablemente, los precios siguieron en el mismo valor que habían alcanzado en los años de la gran demanda, y como los arrendamientos eran mediante subastas, se produjo una lucha entre los propios yunteros para hacerse con las pocas tierras que salían para labrar.
Muchos de aquellos jornaleros que se habían endeudado a través de los préstamos de los usureros para convertirse en yunteros, no solo se arruinaron y debieron vender la yunta y los aperos, volviendo a su situación primitiva de Jornaleros, e incluso algunos en peor situación, ya que les embargaron los pocos enseres que tenían, incluso sus casas, con lo cual quedaron en la más absoluta indigencia.
La situación lo recoge el periodista, Luis Bello del diario EL SOL cuando visito Brozas en 1.926: “Entramos por la plaza mayor, de tipo castellano, ancha para correr toros. Si llegamos muy de mañana, estarán allí los braceros, en grupo. Es la feria de todos los días. A esa hora vendrá-¡o no vendrá!- el capataz del terrateniente: ¡Tantos hombres necesito hoy! ¡A tanto pago!. Y los demás a holgar a entretener el hambre, pues en estas Villas Históricas abundan las familias de jornaleros sin jornal, que no comen caliente más de treinta días al año”.
Primo de Rivera durante su Dictadura, intento realizar una pequeña Reforma Agraria, pero más por motivos políticos que sociales. Para él las huelgas que se habían producido en España con anterioridad a su llegada al poder, venían motivadas por el clima de inestabilidad que recorría Europa con motivo de la Revolución Rusa de 1.917, solo unos días después de tomar el poder en septiembre de 1.923 declaro: “Mi revolución llega a tiempo para prevenir en España otra revolución de tipo soviético”.
Años más tardes escribiría sobre su fracasado intento de Reforma: “Acometí la redacción de tres Reales decretos... uno creando el Registro de Arrendamientos de Fincas Rústicas; otro contra la ocultación de la riqueza territorial, y el tercero, estableciendo el Libro de Ventas. El primero y el tercero se implantaron totalmente; el segundo no. Yo contaba con una seria oposición, pero no en el grado con que se desató. Algunos de mis colaboradores me lo anunciaron: No se meta usted con los terratenientes, porque está usted perdido. No creía el augurio, pero resultó exacto”.
El año 1.930 fue crítico en Extremadura, a la devaluación de la peseta se unió la falta de compradores para el trigo, lo que motivo una reunión de los alcaldes de la provincia en Cáceres a la búsqueda de una solución global al problema.
Proponiendo que los propietarios cobraran la renta en especie al objeto de evitar la quiebra total de los yunteros y que se negociara la venta del grano excedente extremeño a Portugal.
Por otro lado, el paro comenzó a ser alarmante, y al llegar el invierno reapareció en los pueblos una gran conflictividad política-social, y es que el campo extremeño comenzaba a despertar políticamente, como preludio del 14 de abril del 31.
Como en toda España, el advenimiento de la II República se vivió en Extremadura con emoción y alegría popular, pero también con serenidad y sin ningún tipo de exceso por parte de la población.
Desde el primer momento, en la gran masa social que componía el proletariado agrario, surgieron grandes expectativas y esperanza de cambio, así como un extraordinario deseo de una reforma que modificara en profundidad la estructura agraria y el sistema de producción existente en Extremadura.
Los yunteros y jornaleros esperaban de la Republica, el principio del fin de su angustiosa situación, por ello enseguida pusieron encima de la mesa al nuevo Gobierno la falta de tierras y el elevado precio de los arrendamientos.
En lo referente a la Autonomía Regional suponía solo una preocupación relativa para un pequeño número de extremeños, no siendo demandada por el pueblo, por ello no tuvo en Extremadura la misma intensidad que en otras regiones.
En aquel momento, es la burguesía extremeña y los más conservadores del espectro político extremeño los que se convierten en los mayores defensores del Regionalismo Extremeño, aunque su conversión más que por convicción, era para defender sus intereses y frenar el avance republicano-socialista en Extremadura.
En los medios de comunicación conservadores irán surgiendo voces partidaria del reconocimiento para Extremadura del derecho a tener una Autonomía en igualdad a otras regiones, así como la creación de una Fuerza Política que concurriera a las elecciones bajo la bandera del regionalismo.
Fue así como nació la Plataforma “Solidaridad Extremeña”, que aunque levanto mucho entusiasmo, no llego a cuajar debido a la gran diferencia de ideas y de criterios políticos de sus componentes.
Formadas las Cortes Constituyentes, dos de los primeros temas que tenían que abordar según lo acordado eran: la “Cuestión Regional” y la Reforma Agraria.
La cuestión regional a propuesta de los representantes políticos catalanes y la Reforma Agraria propuesta por el Partido Socialista para solucionar el problema de la tierra en las regiones latifundistas, principalmente en Extremadura y Andalucía.
Aunque el Gobierno era consciente de la necesidad urgente de la Reforma Agraria, quiso que la misma fuera debatida profundamente en las Cortes, pues desde el primer momento la burguesía agraria y sus partidos, desataron una campaña contra la reforma, sosteniendo que era un problema ficticio que habían creado los partidos de izquierda para atraerse a las masas campesinas.
Pero como la situación del campo era tan crítica, no había transcurrido un mes desde su toma de posesión y el Gobierno tuvo que empezar a tomar medidas para lograr mejorar las condiciones laborales de los campesinos, tales como:
Aumentar los salarios, fijando un mínimo diario.
Establecimiento de la jornada de ocho horas en el campo.
Bajar los precios de los arrendamientos, y revisar los contratos de aparcería.
El decreto de términos municipales que obligaba a los propietarios a la contratación de mano de obra del pueblo.
El decreto de Laboreo Forzoso que obligaba a los terratenientes a realizar labores de escardado, desbroce y arado de las dehesas.
La creación de los Jurados Mixtos.
Y por último, el decreto de reconocimiento de los accidentes de trabajo en el campo.
Todas estas normas legislativas tenían una gran carga social auspiciada por Largo Caballero y Fernando de los Ríos, ministros socialistas de Trabajo y Justicia.
Los jurados mixtos ponían por ejemplo en el mismo nivel a los jornaleros y yunteros que a los grandes propietarios para la resolución de los conflictos del campo, y el seguro de accidente igualaba a los obreros del campo, con los de la industria.
Normas que aunque supusieron una revolución sin precedente en el agro español, no afectaban para nada al gran problema de la propiedad de la tierra, ni constituían en si una reforma agraria.
A pesar de lo cual, la Asociación de Propietarios de Fincas Rusticas de Extremadura salía en defensa de la dehesa, como modelo de explotación, argumentando la escasa fertilidad y profundidad del suelo en Extremadura, por lo que para ser rentable era necesario el modelo tradicional agro ganadero y de grandes extensiones.
Y aunque manifestaban su deseo de colabora con el Gobierno y contribuir a que disminuyeran los conflictos entre los arrendatarios y los dueños de las fincas, exigían libertad para el empleo de máquinas agrícolas, el respeto a la propiedad individuar, libertar en el modo de explotar sus tierras, y en la forma de contratar a los trabajadores.
Presentado el proyecto de Ley de la Reforma, para su posterior debate y aprobación en las Cortes. Los propietarios extremeños por medio de diversas instancias, comenzaron a demostrar su desacuerdo con alguno de los puntos que se recogían.
Así la Cámara Agraria Provincial de Cáceres, manifestaba que se había realizado urgentemente y con poca información, y decía que era gravemente perjudicial para la producción agrícola y ganadera, ya que las grandes fincas eran las únicas que podían ser rentables en Extremadura, y que el laboreo y siembra de las hojas era posible, si se compatibilizaba con la ganadería.
Con estas apreciaciones empezaban su campaña de boicot a la Reforma Agraria, proponiendo eliminar del proyecto todas las fincas cualquiera que fuera su extensión de encinares, alcornocales y pastos, haciendo solo los asentamiento en aquellas que los dueños voluntariamente quisieran ofrecer y pagándolas al precio del mercado. Eso sí, admitían que se dedicaran a los asentamientos las pertenecientes al Estado, diputaciones y municipios, pero no los antiguos bienes de propios y comunes.
Mientras que los diputados discutían lentamente proyecto tras proyecto, los campesinos extremeños se debatían con los problemas derivados del paro forzoso y los bajos salarios.
Terminada la recolección y el ciclo agrícola, algunos yunteros fueron expulsados por los dueños bajo el pretexto de dedicar las tierras a pastos.
El Gobierno reacciono, obligando a los propietarios a roturar y sembrar las tierras cuando en el término municipal hubiera obreros en paro.
Pese a las adopción de dicha medida, el final del año 31 y el comienzo del 32 fue de gran conflictividad en el campo extremeño, la eclosión tan fuerte de los yunteros se debió a que querían que el Gobierno les diera una respuesta a su situación, ya que ellos decían: “no aspiraban a poseer la tierra, pero si al menos poderla trabajar”.
EXTREMADURA en ese momento se convierte en el epicentro de la Reforma Agraria de España, y los medios de comunicación tanto de carácter nacional, como internacional, empiezan hacerse eco de todo lo que allí sucede respecto a la misma.
El día primero de enero en el pueblo de Feria hubo un gran disturbio, resultando muerto un campesino y heridos varios Guardias Civiles, y a los pocos días en Plasencia sucedía lo mismo al invadir algunas dehesas afiliados a la Federación de Trabajadores de la Tierra y ser desalojados a tiros por la Guardia Civil.
Pero fueron los sucesos de Castiblanco los más graves de todos, el día 30 de enero una manifestación de más de 300 vecinos recorrió el pueblo apoyando la huelga general del día siguiente, ese día el pueblo amaneció tomado por las fuerza del orden, no se sabe cómo comenzó todo, pero el resultado fue: dos campesinos muertos y varios heridos, así como cuatro números de la guardia civil brutalmente linchados hasta su fallecimiento.
El levantamiento militar fracasado del General Sanjurjo el 10 de agosto produjo un cambio en el ritmo de elaboración y contenido de la Reforma Agraria, pues los partidos republicano de izquierda y el socialista se radicalizaron, al comprobar por el Golpe como la oligarquía agraria no admitía reforma alguna en el campo español, aunque esta fuera moderada.
Por fin, el 9 de septiembre del 32 veía la luz la Ley de Base de la Reforma Agraria, que se empezaría por aplicarse en Extremadura, Andalucía, Toledo, Albacete y Salamanca, creándose a tal fin el Instituto para la Reforma Agraria (IRA) que sería el órgano ejecutor y al que se le dotaba inicialmente con 50 millones de pts. Cantidad a todas luces insuficientes según los expertos.
Según el Registro del IRA, la cantidad de fincas y superficie afectada en Extremadura, eran algo más de 5.000 propietarios, de los cuales la mitad eran terratenientes.
Igualmente afectaba a30.500 fincas de las que 2.287 eran grandes fincas, y otras 2.104 tenían más de 250 has.
En total en la provincia de Badajoz la Reforma afectaba en un principio al 36,7% de toda la tierra útil provincial.
Aprobada la Ley, ahora solo quedaba ver si la misma era aplicada con energía por el Gobierno, ya que su puesta en marcha era lo único que podía calmar, en alguna medida los exaltados ánimos del campesinado extremeño.
Durante el otoño, la crisis en el campesinado se fue agudizando, los jornaleros pasada la recolección no encontraban trabajo, y las tiendas de comestibles al carecer de capital no les podían fiar.
Por otro lado los yunteros y pequeños labradores no podían sembrar, unos al carecer de simientes y otros porque a partir de septiembre habían sido expulsados de las dehesas que venían cultivando por los propietarios.
En estas circunstancias, unidos los yunteros y jornaleros, iban a dar al Movimiento Campesino una fuerza y un carácter semi-revolucionario que no había tenido hasta entonces, con invasiones masivas de fincas y su posterior roturación.
La radicalización de los campesinos fue auspiciada y asumida por la Federación Provincial de la UGT de Cáceres, que en aquel momento contaba con 48.000 afiliados a la Federación de Trabajadores de la Tierra.
Aunque algunos de sus miembros seguían confiando en la reforma para acabar con el problema del hambre en Extremadura, comenzaron a surgir en su seno voces que desconfiaban en la capacidad de la “Republica Burguesa” para realizar el ideal de justicia social propugnado por los socialistas.
La más autorizada de estas voces, era la de Felipe Granado, Presidente de la Federación Provincial Obrera. Para este dirigente socialista el grito de los “esclavizados labriegos de la gleba” pidiendo tierras, no tenía la contestación adecuada en la pretendida Reforma Agraria.
Ante la primera oleada de ocupaciones de tierra en septiembre del 32, cuando los propietarios se negaron a renovar los contratos a los yunteros, el Gobierno reacciono con el Decreto de Intensificación de Cultivos, que aunque reconocía a los propietarios el derecho a decidir el destino que daban a sus fincas, deberían posibilitar a los yunteros tierra hasta la cosecha del 34, momento en que estos deberían abandonarlas y pagar la renta correspondiente.
La lentitud con la que se iba acometiendo la Reforma estaba siendo fuente de grandes problemas para la Republica. A la propia complejidad de la Ley, se unía la lentitud burocrática en su aplicación, los altos coste de las expropiaciones, los bajos presupuestos para su desarrollo, la resistencia de los propietarios y los conflictos sociales.
A comienzo del año 33, un gran número de dehesas fueron invadidas y roturadas por los yunteros, en su opinión se trataba de roturar las fincas sin destruir los pastos para la ganadería.
Ante las ocupaciones de fincas, de nuevo el dirigente, Felipe Granado justificaba el hecho: “No como una violación de la legalidad republicana, si no como una forma de simplificar las dilaciones burocráticas, diciendo que gracias a las roturaciones de tierra (cuya fecha debería ser conmemorada en un monumento) habrá pan en España”.
Tal fue el número de fincas invadidas y roturadas que el Gobierno, aunque había comenzado ya la selección para los asentamientos, se vio obligado a reconocer muchas de estas ocupaciones, considerándolas efectuadas al amparo del Decreto de Intensificación de Cultivos.
Para hacer efectiva la reforma en Extremadura, se creó un nuevo cargo inexistente hasta el momento en el Estado Español: Gobernador General de Extremadura al que se le autorizaba realizar asentamientos por iniciativa propia, de acuerdo con las necesidades y medios existentes.
Para dicho cargo fue designado el ingeniero agrónomo, Luis Peña Novo, gran conocedor de la situación del campo extremeño, ya que en el 32 fue el encargado de realizar el Informe para el Gobierno sobre la situación en el Campo Extremeño, el cual terminaba con una frase que lo decía todo. “El estado revolucionario del campo extremeño no admite las esperas del rigorismo legal”.
En las elecciones generales celebradas el 19 de noviembre de 1.933, en Extremadura triunfaron los radicales de centro derecha con 8 diputados, seguido de la CEDA con 7, y a distancia se situaban los socialista con 5.
Aunque el triunfo de los Radicales y la CEDA en un principio no supuso ninguna parálisis en el desarrollo de la Reforma, ya que se aprobaron algunas normas que afectaban muy directamente a los yunteros extremeños, como fue que el IRA expropiara y ocupara las tierras incluidas en el registro o las cedidas por los Propietarios.
Pasados unos meses, y ante la presión de los terratenientes exigiendo a los tribunales la devolución de las tierras ocupadas y la anulación de los asentamientos realizados por el Gobernador General
El Gobierno estableció que los yunteros estarían obligados a abandonar irrevocablemente en el próximo otoño las tierras que venían cultivando al amparo del decreto de intensificación de cultivos.
En el mes de febrero del 34, se produjeron en toda Extremadura invasiones masivas de fincas, con la participación de un gran número de yunteros, sirva de ejemplo: que en Brozas participaron 785, en Arroyo 577, en Zarza 525, o en Navas 402.
El Gobierno Conservador, pensó en mandar al Ejército para sacar a los campesinos, pero el responsable de la Guardia Civil en Extremadura le aconsejo que no lo hiciera, manifestando: “que a los campesinos solo se les podía sacar de las fincas muertos”.
El día 6 de febrero, el diputado socialista por Cáceres, Luis Romero Solano intervenía en las Cortes exponiendo la grave situación en que vivían en Extremadura las familias obreras: “En algunos pueblos como en el mío, Alcántara, las familias obreras, se han visto obligadas a entregar a sus hijos a las autoridades.
El día 22 de enero entregaron cerca de 200 niños en el Cuartel de la Guardia Civil. Y yo he de decir una cosa: que no sé cómo las Juntas de Protección a la Infancia no han elevado su protesta al Poder Público, sobre todo teniendo en cuenta que, recientemente un niño, ante la presencia del hambre, se ha suicidado.
En la actualidad son millares de niños que si no se suicidan con armas, se están quitando la vida por su situación de miseria en que viven; suicidio este mucho más cruel, mucho más trágico y mucho más vergonzoso para la sociedad en que esos muchachos desenvuelven su vida.
Se da el caso de que siendo los niños quienes más derechos tienen a disfrutar y gozar de la vida, son los que más privados están, y los que se encuentran imposibilitados de desarrollarse físicamente en las condiciones debidas para el día de mañana poder ser ciudadanos útiles a su País”.
Aunque 1.935 resultara el año más tranquilo en el campo extremeño desde el comienzo de la II República, los graves problemas económicos que asediaban a País, unido al escándalo de estraperlo, y a las diversas crisis ministeriales, conllevo la disolución de las cortes y la convocatoria de elecciones generales para febrero del 36.
En Extremadura, el triunfo del Frente Popular en dichas elecciones fue rotundo, ya que obtuvo 18 diputados, frente a los 5 de la Coalición de Derecha.
El éxito de la izquierda supuso un posicionamiento más radical sobre la necesidad de efectuar la Reforma Agraria, para que no sucediera lo que había pasado en la primera etapa del Gobierno Republicano.
A partir del mes de marzo, con el ánimo de los campesinos rayando la desesperación, como consecuencia de la crisis que habían padecido todo el invierno, y pese que el Ministerio de Agricultura publico un decreto concediendo a los yunteros sin bienes de Extremadura recuperar el uso y el disfrute de las tierras que hubieran labrado, y de que el propio Ministro viajo a Extremadura y aseguro que en unas semanas serian asentados 40.000 yunteros.
La Federación de Trabajadores de la Tierra cansada de tantas promesas, convoco a los campesinos a ocupar las fincas.
El 25 de marzo, unos 80.000 campesinos extremeños invadían con sus yuntas y aperos de labranza un gran número de fincas para señalarlas y luego rotúlalas, la llegada de la Guardia Civil les hicieron retroceder en algunos casos, pero una vez se habían marchado volvieron a ocuparlas.
Entre marzo y julio fueron asentados en Extremadura 81.297 campesinos en una extensión de 238.797 has., siendo la Región más beneficiada por el reparto de tierras y los asentamientos, a mucha distancia del resto de las regiones.
Dice el historiador y escritor, Víctor Chamorro, que la identidad extremeña nació con la ocupación de las fincas por los yunteros en marzo del 36: “De repente se produjo una cosa extrañísima, el discurso extremeño sosegado, con paciencia, y manso que había impartido la iglesia, se transformó y el pueblo extremeño protagonizo una epopeya: el pueblo unido va a dar por primera vez identidad a Extremadura”. Toda la prensa de la época y los tratadistas de las revoluciones del campo dieron cuenta del hecho, que no fue otro que ocupar las tierras que la Republica les había prometido, y no le había dado.
Aquel acontecimiento fue para Chamorro, el origen de la identidad extremeña, ya que hasta ese momento el pueblo extremeño no había actuado solidariamente y unido.
La Guerra Civil supuso para Extremadura, como para toda España: muerte, dolor, desolación y hambre, pero además en la Región sucedería uno de los episodios más trágico de la Contienda: La matanza de Badajoz del 14 de agosto del 36.
Antes la noticias llegadas de los sucesos del 17 de julio en Marruecos, y del 18 en Sevilla, la intranquilidad se apodero de los dirigentes provinciales del Frente Popular, sin embargo en las dos capitales se viviría de forma distinta.
En Cáceres dirigentes de diferentes partidos políticos trataron de convencer al Gobernador Civil, Miguel Canales, hombre moderado, de la necesidad de tomar medidas a fin de asegurar la situación en favor de la legalidad republicana, pero este se negó en todo momento a entregar las armas.
En una reunión que mantuvo con el Coronel del Regimiento Argel de Cáceres, al objeto de conocer el estado de ánimo del ejército.
El Coronel o no sabía la conspiración que se tramaba en el Regimiento, o bien porque quería engáñales, le dijo que todo estaba tranquilo, lo que le hizo no tomar ninguna medida excepcional.
Pero a las 11,30 de la mañana del domingo día 19, el Comándate Lino al frente de un Batallón, proclamaba en la Plaza Mayor frente al Ayuntamiento el Estado de Guerra, al mismo tiempo que se sublevaban las fuerzas de la Comandancia de la Guardia Civil.
Ocupado sin resistencia el Ayuntamiento, y detenido el Alcalde, las fuerzas sublevadas se dirigieron al Gobierno Civil y la Diputación, siendo también detenidos el Gobernador y el Presidente de la Diputación.
En Badajoz sin embargo el diputado socialista Nicolás de Pablo, y el alcalde Sinforiano Modroñero, junto con el Gobernador Civil constituyeron un Comité,para controlar cualquier movimiento contra la Republica.
Allí, al contrario que en Cáceres, el Ejército permaneció fiel a la Republica, ya que el General Castello logro imponerse a un conato de sublevación.
Y la Guardia Civil y la de Asalto, al no sublevarse el Ejercito tambien permanecieron fieles a la Republica.
La elección del territorio extremeño para que las tropas sublevadas se desplazaran a Madrid desde Sevilla, va a suponer que nuestra Región sea el primer campo de batallas de las fuerzas africanas.
El día 2 de agosto salía de Sevilla la Columna de Asensio mandada por el Tte. Coronel del mismo nombre que avanzaría siguiendo la Ruta de la Plata, y al día siguiente la del Comandante Castejón, encargada de cubrir el ala derecha por Llerena.
Mientras tanto a Badajoz capital van llegando sin cesar cientos de obreros y campesinos milicianos que escapaban a la durísima represión desatada por el ejército nacional en los pueblos que iban cayendo en su poder. Los mandos del ejército sublevado, consciente de la importancia de la ocupación de Mérida por ser un nudo muy importante de comunicaciones entre Madrid y la capital pacense, y al considerar que la ocupación no sería fácil al estar la ciudad bien defendida por fuerzas militares y sobre todo por unas importantes milicias populares, ordenaron proceder a la unificación de las columnas de Asensio y Castejón, y enviar desde Sevilla para que se uniera a ella, una nueva columna de fuerzas de africanos, legionarios y regulares.
Después de ser bombardeada los días 9 y 10 por la aviación sublevada, con el objeto de debilitar la moral de los defensores, el día 11 Mérida era ocupada.
Ese mismo día el Tte. Coronel Yagüe era nombrado “Jefe Supremo de la Columna de Madrid”, que sería como se llamaría a partir de ese momento, siendo su primera orden consolidad los territorios ocupados y la conquista de la capital.
Al día siguiente las tropas mandadas ya por Yagüe salieron de Mérida camino de Badajoz, llegando a la capital el día 14.
Desde primera hora de la mañana la artillería comenzó a bombardear la muralla en los principales puntos de resistencia, iniciándose a medio día el ataque de la infantería.
Durante todas la tarde hubo duros combates por las calles del centro, pero al anochecer ya habían sido anulados todos los focos de resistencia, comenzando la brutal represión que sufriría la población civil por las tropas nacionales.
El periodista portugués Mario Neves, junto a dos periodistas franceses fueron los primeros en entra en la ciudad la misma tarde del día 14.
De madrugada envío la primera crónica a su periódico “El Diario de Lisboa”, que la comienza: “Acabo de presenciar tal espectáculo de desolación y pavor que tardara de borrarse de mis ojos. Las calles de Badajoz se encuentran llenas de cadáveres”.
Por la mañana, fueron recibidos por Yagüe, quien les dice que la “Acción” ha sido la más importante desde que comenzó la cruzada. Ellos le preguntan que confirme la cifra de 2.000 fusilados hasta la fecha, contestándole “no deben ser tantos”.
En su crónica de ese día escribe con minucia el incendio del teatro López de Ayala, la destrucción parcial del hospital, y la gran cantidad de cadáveres esparcidos por la Plaza de Toros. Así mismo cuenta un detalle de una enorme crueldad “los detenidos que presentan la señal de la culata del fusil en su hombro son fusilados inmediatamente”.
El día 17 sus crónicas fueron censuradas por el Gobierno Portugués de Salazar, pero para entonces el Mundo entero sabia de la matanza realizada por el ejército sublevado, llenándose Badajoz de corresponsales de los periódicos más importantes del Planeta.
Uno de ellos fue el periodista estadounidense Jay Allen del “Chicago Tribune”, que conocía Extremadura porque se había interesado por la Reforma Agraria de la Republica.
El día 25 de agosto escribía: “Esta es la historia más horrorosa sobre la que he tenido que escribir, nada más llegar a la pensión, subí a la azotea, vi fuego, están quemando los cuerpos, 4.000 hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que los morros y legionarios rebeldes del General Franco tomaron la ciudad. Dicen que la primera noche la sangre alcanzo un palmo de profundidad, no lo dudo, se asesinó a 1.800 hombres y mujeres en un plazo de 12 horas, y en 1.800 cuerpos hay más sangre de lo que uno se puede imaginar”.
Dos días después, la Columna de Madrid abandonaba Badajoz, pero a partir de entonces ya no se la conocerá con ese nombre, sino como “La Columna de la Muerte”.
Durante la marcha el enviado especial del New York Heralde Tribuna le pregunto a Yagüe que confirmara la cifra de 4.000 fusilamientos. Contestandole: “Por supuesto que los hemos matados” ¿Qué esperaba? ¿Iba yo a cargar 4.000 rojos conmigo mientras mi columna tiene que avanzar a marcha forzadas? ¿Iba yo a dejarlos libres en mi retaguardia para que Badajoz volviera a ser rojo?
Terminada la Guerra Civil, los adictos y voceros extremeños del Régimen de Franco ya no veían a Extremadura como una región con identidad propia. Para ellos Extremadura era. “La Cuna de la Hispanidad y Universalidad de España”.
En 1947 el escritor extremeño, Becerro de Bengoa decía: “Extremadura es el auténtico solar de la Hispania, y añadía Extremadura debía enorgullecerse de haber sido la región más adelantada en la creación y el destino de España”.
Igualmente trataron de identificar los símbolos extremeños con los principios ideológicos que más gustaban al Régimen: Unidad, españolismo, religiosidad, etc.
Así Alcántara representaba la “españolidad combatiente y católica”; Mérida el carácter fundamental para la creación de un imperio; Guadalupe era el auténtico símbolo de la “epopeya americana”; Cáceres y Trujillo fuente de nobleza e hidalguía; y Yuste y el Palancar “esencias del catolicismo hispano”.
Y manifestaban, que: “El referente para todos los extremeños debían ser los Conquistadores, ya que eran ejemplos de una extensa gama de valores como: dureza, capacidad de sufrimiento, fiereza, fuerza, valor, heroicidad, honradez, casta, arrogancia, virilidad y orgullo. Valores todos ellos que siempre habían distinguido a los extremeños de los pobladores de otras regiones”.
Liquidada la Reforma Agraria de la Republica por el Franquismo, Extremadura entro en una depresión y en un atraso igual al que se encontraba en los años veinte.
En diciembre de 1.945 Franco visito la provincia de Badajoz, y en la capital afirmo: “Vengo a esta provincia porque es la que tiene más hondos problemas entre todas las provincias españolas, y vengo anunciar a estos magníficos campesinos, a estos sufridos labradores de estas pardas tierras extremeñas, que vamos a empezar la obra de su redención”, pidiendo luego al día siguiente en Castuera un margen de confianza y de fe para lograrla.
El día 7 de abril de 1.952 era aprobado el Plan de Obras, Colonización, y Electrificación de la provincia de Badajoz, más conocido como el “Plan Badajoz”.
Ese año en la provincia de Badajoz había registrados 40.229 yunteros sin tierras, y 66.567 braceros, que la mayoría de los días no podían echar un jornal con el que poder dar de comer a sus hijos.
El Plan Badajoz estaba basado en el diseñado por el ministro socialista, Indalecio Prieto en la Republica, y tenía como objetivo principal mejorar la producción y la renta agraria de la provincia, poniendo en regadío 105.000 hectáreas, para lo cual dotaba a la agricultura pacense de una red de electrificación y riego, a la vez que pretendía poner en marcha una industria de fabricación, transformación, y comercialización agraria, teniendo como eje principal el rio Guadiana. Así como la implantación de un tejido industrial de 89 fábricas y siete plantas industriales a través del Instituto Nacional de Industria.
El plazo para la realización del mismo era de 14 años, de 1.952 a 1.965, pero en 1.963 se amplió, e igualmente en 1.971 extendiendo hasta 1.975 con el Plan Zujar.
Las acciones principales a desarrollar eran:
*La construcción de seis presas: Cijara, Puerto Peña, Orellana, Zujar, Montijo y Alange, con una capacidad de 3.245.000 metros cúbicos.
*La producción de 70.000 KW de electricidad a través de los pantanos del Zújar y Matachel.
*La puesta en regadío de 105.000 hectáreas:
- 36.000 en las Vegas Bajas.
- 64.000 en las Vegas Altas
- Y 5.000 en Alange.
Estas 105.000 hectáreas serian redistribuida entre los antiguos propietarios, que darían trabajo a unos 30.000 obreros fijos, asentando además 9.000 familias de colonos que labrarían sus propias parcelas que le serían entregadas por el Ministerio de Agricultura.
*Igualmente el Plan conllevaba la repoblación forestar de 50.000 hectáreas en la llamada Siberia Extremeña, y la construcción del ferrocarril de Talavera a Villanueva y de Zafra a Huelva.
De todas las acciones que comprendía el Plan las que tuvieron un menor desarrollo fueron las referentes al desarrollo industrial, así como la construcción de los ferrocarriles, lo que estrangulo la creación del empleo necesario para absorber la mano de obra campesina de las comarcas afectadas, lo que conllevo un fracaso del Plan, que según Franco tenía que redimir al campesinado extremeño.
En 1.959, con la aprobación del Plan de Estabilización de la Economía, la devaluación de la peseta y liberalización de las inversiones extranjeras, así como la potenciación desde el Régimen de la Industrialización de Cataluña, Madrid y el País Vasco: La Emigración Extremeña rompió todas las variables, convirtiéndose en uno de los éxodos naturales más importante que se han dado en Europa en ese siglo, de un pueblo en busca de trabajo.
Y es que mientras esas zonas de España se potenciaban, Extremadura seguía siendo una Región eminentemente agrícola. En esa década el 73% de la población activa extremeña “trabajaba” en el sector agrario, llegando al 85% la población que directa o indirectamente dependía del campo.
Pero el campo debido a la forma de la propiedad, y a la débil mecanización (el número de tractores en Extremadura no llegaba a la mitad de la media nacional), así como a la falta de recursos económicos no podía mantener tanta población, lo que unido a la falta de industrias que pudieran absolver los excedentes de mano de obra del campo, genero una oferta de trabajadores cuya única salida fue la Emigración.
Así, entre 1.950-1.980 salieron de Extremadura 727.783 extremeños, más del 50% de su población, siendo el periodo comprendido entre 1.961 y 1.975 el que arrojo un mayor número de emigrantes, ya que el mismo dio un saldo emigratorio de 397.145 personas.
De ellos, 317.114 extremeños lo hicieron al interior, principalmente
116.761………………………a Cataluña
97.803……………………….a Madrid
59.498……………………….al País Vasco
Mientras que 80.031 lo hicieron al extranjero, principalmente a
Alemania………………………30.203
Francia………………………...21.630
Suiza…………………………..24.998
Como decía la letra de un cantautor extremeño de la época de la transición: “Se nace en Extremadura, y se muere en cualquier parte, porque el que nace extremeño, lleva sello de emigrante”.
Pero no solo emigraban los extremeños, por abandonar Extremadura, lo hacía hasta el rio Tajo.
En enero de 1.967 el entonces Ministro de Obras Públicas, Silva Muñoz anuncio el proyecto del Trasvase Tajo-Segura. En noviembre del mismo año comenzaron los trámites legales, y en febrero de 1.968 se abrió el plazo para presentar alegaciones al mismo, presentándose unas 50.000 que fueron estudiadas en solo dos semanas, siendo casi todas ellas rechazadas.
Siendo la Administración Española generalmente lenta, cabe preguntarse. ¿Qué interés había detrás del trasvase, para que el proyecto fuera aprobado en solo diez meses?.
Se comento que se debía a un capricho político de Silva Muñoz y a intereses urbanísticos del Levante.
Casi cincuenta años después lo del capricho político de Silva ni lo sabemos, ni lo sabremos nunca. Lo que sí sabemos es que el agua del trasvase además de regar la huerta murciana, riega muchos campos de golf en la zona del Levante.
Una vez conocido el Proyecto del Trasvase, comenzó a crearse en la Provincia un pequeño movimiento en contra del mismo capitaneado por los alcaldes: Julián Burgos, de Plasencia; Antonio Cisneros, de Alcántara, y Emilio García, de Navalmoral, con el silencio complice del Gobernador Civil, Alfonso Izarra.
Enterado el Ministro de la Gobernación, es sustituido el Gobernador Civil por un hombre no ligado sentimentalmente a la provincia de Cáceres, y por el contrario si muy ligado a la de Murcia, pues además de ser oriundo de ella había sido seis años alcalde de Cartagena y Presidente de la Comunidad de Regantes de Murcia. Se trataba de D. Federico Trillo-Figueroa y Vázquez, el cual tomaba posesión como Gobernador Civil de Cáceres el 1 de julio de 1967.
Apenas veinte días después de su toma de posesión, era convocada por el Delegado Provincial de Sindicatos una reunión de cargos orgánicos provinciales al objeto de aprobar una “Moción de gran interés para la provincia”, según constaba en la convocatoria.
Reunión a la que también asistió el nuevo Gobernador como máxima autoridad de la provincia.
El Delegado de Sindicatos tras defender la necesidad del trasvase, hizo una breve exposición sobre los males que aquejaban a la provincia y propuso a los asistentes la aprobación de una Moción que incluyera los siguientes puntos:
-Un plan de abastecimiento de aguas a los principales núcleos urbanos.
.La puesta en regadío de todas las tierras susceptible de tal.
-Declarar Zona de preferente localización industrial a la provincia.
-El abono de un canon por parte de los usuarios del trasvase para financiar dichas obras.
-Y la creación de una Comisión presidida por el Sr. Gobernador para gestionar con diligencia los puntos expuestos anteriormente.
Solo dos de los asistentes manifestaron no estar de acuerdo. Uno dijo que lo estaría, siempre que se indicara más claramente en la Propuesta los regadíos a realizar y que estos se realizasen antes del trasvase.
Y el alcalde de Alcántara que le manifestó al Gobernador, que no le parecía normal: “Que siendo Presidente de la Comunidad de Regantes de Murcia no se inhibiera en la cuestión”
Nada más acabar el acto, el Gobernador ordeno a los tres alcalde a una reunión, entre otras cosas para echarle una bronca al Alcalde de Alcántara, por lo expresado en la reunión: “Me has violentado delante de todos le dijo muy alterado el Gobernador” y al insistir Cisneros, el Sr. Trillo-Figueroa elevo el torno y el grueso de sus palabras hacia el Alcalde Alcántara, hasta que el de Plasencia, Julián Burgos no pudo contenerse más y le soto al Gobernador: “Eres un hijo de puta”.
Aquella reunión ni que decir tiene, supuso el fin de la más o menos organizada oposición en la provincia de Cáceres al trasvase; ya que tanto estos tres alcaldes como otros cargos que se significaron, o tuvieron que dimitir o fueron cesados fulminantemente. Siendo sustituidos por otros más dóciles.
Al año siguiente Julián Burgos sonreía amargamente al enterarse que su sucesor en la alcaldía de Plasencia, Serrano Pino hacia entrega a Trillo-Figueroa de una placa conmemorativa por su brillante gestión como Gobernador Civil de la Provincia. ASI ERA EXTREMADURA.
Por su parte la Diputación Provincial celebro el 2 de mayo de 1968 una Sesión Extraordinaria para tratar el tema del trasvase y aprobar una Moción.
La Moción presentada tenía dos partes: la primera hacia un análisis de la situación de la provincia “El proceso de empeoramiento de la provincia de Cáceres, acelerado por la transferencia de capital y población a otras provincias......lo consideramos no solo injusto desde el punto de vista social, sino falto de lógica económica a corto y largo plazo. Podemos afirmar que jamás ha estado nuestra provincia tan preocupada y unida por un problema común, quizás porque jamás ha tenido que enfrentarse a una situación tan grave como la que se deduce del estudio del anteproyecto. Cuando por interés nacional, cuando para beneficiar a la Comunidad se causa un perjuicio a terceros, se debe indemnizar a este justamente”.
Y terminaba diciendo: “La Diputación Provincial de Cáceres muestra una vez más su adhesión al Caudillo, no oponiéndose al anteproyecto del trasvase Tajo-Segura como obra técnica, siempre que en el proyecto definitivo se hagan constar claramente las obras de realizar en la provincia”.
Ante tanta adhesión de las instituciones y cargos políticos al Trasvase, solo un número pequeño de personas a título particular levantaron su Voz contra el mismo.
Uno de esos quijotes fue el exalcalde de Alcántara, Antonio Cisneros quien en junio de 1968 hizo un manifiesto contra el mismo.
Manifiesto que no pudo conocer la opinión pública, porque el Sr. Trillo-Figueroa prohibió publicarlo en la prensa.
El Manifiesto decía entre otras cosas:
-Seamos sensatos y tengamos cordura ante la información pública del anteproyecto del trasvase de nuestras aguas a tierras del Levante.
-Pero que esa sensatez y esa cordura no sea de servilismo o un conformismo para que otros se aprovechen a nuestra costa.
-Seamos sensatos para defender aunque sea con los dientes, lo que está en juego, que es nada más y nada menos que el porvenir de las tierras cacereñas.
-Nos dicen que el trasvase convertirá en un delicioso vergel a las tierras murcianas a causa de la denigrante sangría de nuestra tierra.
-Nos dicen que el trasvase será sufragado por la renta nacional, lo que es lo mismo, que todos los españoles le haremos un regalo a Murcia.
-Nos llena de pena esa impasibilidad provincial, porque con el presupuesto que se comenta que costara, nuestro Cáceres se convertiría en la provincia de mayor rendimiento de España
Hablan de compensaciones y por lo visto es para incluir en ellas lo mucho que Cáceres necesita, y que están obligados a darnos, no como compensaciones, sino como igualdad y equidad con otras provincias.
Es por ello, por lo que debemos mantener nuestro “NO” rotundo y masivo, nuestro “NO” categórico al proyecto y pedir que se mejore nuestra agricultura y ganadería, que con el 50 por 100 del presupuesto del trasvase se puede poner en regadío la mitad de nuestra provincia, que se saque a Cáceres de su miseria para que abandone el deprimente último lugar que ocupa en la renta nacional, en una palabra ¡JUSTICIA PARA CACERES!.
El día 19 de junio de 1.971 en el Palacio del Pardo, Franco firmaba la Ley 21/71 por la que se regulaba el trasvase y las obras a realizar en la cuenca del Tajo.
El artículo tercero recogía las obras a realizar por los ministerios de Obras Publicas y Agricultura, que en lo referente a la provincia de Cáceres eran:
-La terminación de la transformación en regadío de la zona del Alagón.
-La construcción de la estación depuradora de aguas de Cáceres.
-Los regadíos del Ambroz, del Jerte, del Bronco, de Torrejoncillo y Portaje, del Almonte, del Salor, y de Valdecañas.
-Estudio de las obras a realizar en la primera fase por el Consorcio Provincial de Abastecimiento y Saneamiento de Cáceres capital.
Como tres años después, las obras de compensación no habían comenzado, el entonces Procurador por la provincia, Sr. Martín Palomino pregunto en las Cortes. ¿Cuándo cumplirá la administración la Ley del trasvase Tajo-Segura?, Contestándole el Presidente del Gobierno, Arias Navarro, que la mayoría de las obras no eran rentables, calificándolas de antieconómicas.
Ante tan irrespetuosa y cínica respuesta, el entonces Presidente de la Diputación de Cáceres, Camisón Asensio convoco un Pleno Extraordinario en el mes de agosto, en el que se aprobó la siguiente Moción: La contestación manifestada por el Presidente durante la sesión nos ha sorprendido a todos y en muchos aspectos lamentamos disentir de dicha contestación porque no cuadra dentro del espíritu del “12 de febrero” proclamado por el Presidente del Gobierno en el que se decía que había llegado el momento de corregir los desequilibrios provinciales. Creemos que se olvida en esa respuesta del aspecto social de nuestra provincia, en la que hay un total de 300.000 cacereños en la emigración, que no hubieran marchado de haberse realizado aquellas obras prometidas en la Ley del Trasvase, y que regresarían caso que se realizaran dichas obras.
El 16 de junio de 1.979 según informaban las agencias de prensa, había comenzado a funcionar de manera definitiva el trasvase Tajo-Segura.
A partir de ese día las aguas del Tajo empezaban a regar las huertas levantinas, mientras que en nuestra provincia no se había puesto en regadío una sola hectárea de las prometidas.
De nuevo la ya democrática Diputación Provincial gobernada por la UCD, volvía a convocar un Pleno cuatro días después para aprobar una Moción que terminaba diciendo: “Nuestra oposición rotunda a que se trasvase un solo litro de agua en tanto no se lleven a cabo en la provincia, todas las acciones compensatorias prevista en la Ley del Trasvase de 1971”.
Tanto la Diputación Provincial de Badajoz como la entonces Junta Preautonómica de Extremadura, apoyaron la mencionada moción, pero dicho apoyo tampoco sirvió para mucho, ya que en 1.980 según el Diputado de la UCD por Cáceres, Manuel Bermejo manifestaba que: “La mayoría de las obra y proyectos estaban sin ejecutar. De un presupuesto final de 17.581 millones de pesetas, solo se habían planificado obras por valor de 3.213 millones y solo se habían invertido 895, por lo que tan solo se había realizado el 5% de las obras comprometidas”.
Como la mayoría de las obras, proyectos y regadíos seguían sin ejecutarse, en 1.984, el Gobierno Socialista elaboro un Plan Trienal (1985-1987) por un monto de 10.500 millones, principalmente dirigido al Plan de Regadíos.
Dicho Plan fue presentado en la Diputación por el entonces Ministro de Obras Públicas, Julián Campos. En el mismo, el Presidente, Manuel Veiga pidió el apoyo de todos para que: “pueda comenzar la marcha atrás del cumplimiento del trasvase. Yo creo que el día histórico será aquel en el que realmente el listado de las compensaciones se vea realizado”.
Día histórico que está aún por venir, porque casi cincuenta años después de la aprobación de la Ley del Trasvase Tajo-Segura, hay muchas obras y regadíos incluidos en las compensaciones, que aún no se han realizado.
Llegada la Democracia, y desde el mismo inicio de la transición, el Pueblo Extremeño influenciado mucho por sus emigrantes, empezó a expresar sus inquietudes autonomistas.
Así el 30 de julio de 1.977 se constituyó la Junta de Parlamentarios con el objetivo de promover y constituir la Junta Regional de Extremadura, lo que tendría lugar el 13 de junio de 1978.
También ese año va a suceder algo muy simbólico que va a tener una gran trascendencia en la historia de Extremadura.
Por primera vez en el cielo extremeño ondeaba la bandera Verde, Blanca y Negra que años más tardes se convertiría en bandera oficial.
Un año antes un grupo de militantes y simpatizantes del Partido Socialista Popular de Badajoz, entre los que se encontraba el abogado Rodríguez Contreras diseñaban la misma en base a la historia de Extremadura.
El día 10 de marzo de 1.977, con motivo de la visita de los Reyes a Cáceres, portada por militantes del PSP ondeaba por primera vez entre la multitud concentrada en la Plaza Mayor.
A partir de ese momento su presencia en concentraciones y manifestaciones será una constante y no solo en Extremadura, sino en las zonas de España con gran número de emigrantes, ya que como dice otro de sus creadores, Manuel Perdiguero: En el proceso de su expansión tuvieron un papel muy importante los emigrantes. “ya que la adoptaron rápidamente, se la llevaron a sus lugares de residencia, la reprodujeron, y se sintieron orgullosos de ella”.
Aprobada la Constitución en 1.978, esta preveía dos formar de acceder las regiones al Autogobierno: Plena Autonomía o Reducida.
El hecho de acordar el Gobierno de la UCD que solo accederían a la Plena Autonomía las regiones históricas: Cataluña, el País Vasco y Galicia, supuso uno de los primeros y más duros enfrentamiento entre los partidos políticos en Extremadura; ya que mientras la UCD exponía que nuestra Región debería ir por la Vía Reducida, el PSOE y el PCE defendía que debía de tener Plena Autonomía, ya que esta daba mayores garantías para asegurar la capacidad de autogobierno.
Sin embargo el impulso de identidad que experimento Extremadura en 1.979 no salió de los despachos oficiales, sino de la calle motivado por la autorización del Gobierno de UCD de la construcción de una Central Nuclear en Valdecaballeros.
Conocido por los extremeños el visto bueno para la construcción de la Central en la misma cabecera del Plan Badajoz, empezó a gestionarse un movimiento en las comarcas de la Serena y la Siberia a través de las Comunidades de Regantes, la comisión de afectados, las Asociaciones de Amigos de la Tierra, ADENEX y los ayuntamientos de la comarcas,.
El lunes 26 de agosto fueron convocados en el Ayuntamiento de Villanueva a una Asamblea los alcaldes de la zona, los cuales acordaron realizar un encierro y la convocatoria para el domingo siguiente de una manifestación en Villanueva, para aprovechar el empuje de los emigrantes que están de vacaciones.
Esa misma noche ya se quedaron encerrados 18 alcaldes, numero de iria aumentando a lo largo de la semana hasta llegar a los 130, la mayoría del PSOE, pero también algunos de la UCD.
El domingo 1 de septiembre, Villanueva y sus alrededores aparecieron tomada por las fuerzas de seguridad, con el objeto de impedir que los extremeños participaran en la manifestación “Contra la Central” ya que había sido prohibida por el Gobernador Civil.
La Guardia Civil estableció controles en las carreteras de acceso al municipio, pero cuando los agentes daban el alto a los coches y autobuses, la gente de bajaba y andando por los caminos (muchos con la bandera Verde, Blanca y Negra) llegaban al pueblo siendo recibidos con aplausos.
Tal fue el caos que se organizó en los accesos, que la manifestación se hubo de posponer para las 8 de la tarde. A esa hora 40.000 extremeños, según el diario HOY venidos de todos los rincones de la Región, de España e incluso de Europa y después de recorrer varias calles, llegaban a la plaza del Ayuntamiento donde estaban encerrados los alcaldes.
Aquellas 40.000 almas en una Manifestación no autorizada, convirtieron a la misma en la más importante de la historia de Extremadura.
La Central Nuclear nunca llego a funcionar, muchos dicen que aquel día de verano, Extremadura despertó su conciencia regional. Para el sociólogo y Catedrático de la Universidad de Extremadura, Artemio Baigorri: “La lucha del pueblo extremeño contra la construcción de Valdecaballeros, fue un punto de inflexión en la Historia de Extremadura”
Un año después el 8 de noviembre, la “Asamblea Extremeña” formada por los miembros de las diputaciones, senadores y diputados de la región acordaron crear una Comisión que se encargara de redactar el Anteproyecto de Estatuto para Extremadura, quedando el mismo aprobado como Proyecto de Estatuto el 12 de diciembre de 1981.
Presentado el mismo para su ratificación en la Cortes, su tramitación parlamentaria se vio paralizada por la disolución de las mismas, y la convocatoria de las Elecciones Generales del 82, siendo aprobado finalmente por el Pleno de Congreso de los Diputados el 1 de marzo de 1983, terminando así el camino iniciado tres años antes y abriéndose una nueva etapa en la que según el artículo primero de su Estatuto: “Extremadura como expresión de su identidad histórica………..se constituía en Comunidad Autónoma”.
El domingo 8 de mayo de 1.983 se celebraban las primeras Elecciones Autonómicas en la Historia de Extremadura para cubrir los 65 escaños de su Asamblea
Elecciones, en las cuales el PSOE con 292.696 votos y 35 escaños obtuvo la mayoría absoluta, seguido de lejos por Alianza Popular con 20 diputados, Extremadura Unida con 6 y el PCE que consiguió 4. También por primera vez en la historia de nuestra Región un partido regionalista “Extremadura Unida”, conseguía representación institucional, y un amplio respaldo social, ya que 47.170 extremeños le dieron su apoyo en las urnas.
Un mes más tarde el socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra era elegido Presidente de la Junta, convirtiéndose así en el primer Presidente de Extremadura.
Veinte años después, el 26 de octubre de 2003, el Diario Extremadura informaba, que según el “Boletín de Datos de Centro de Investigaciones Sociológicas”. “Los extremeños éramos los ciudadanos más regionalista de toda España, ya que teníamos una conciencia regional de siete puntos sobre diez”.
Esta es a grandes rasgos la Historia de la Región Extremeña, desde aquellos Vettones que poblaban la Lusitania, hasta nuestros días.
Historia en la que los emigrantes tenemos un sitio muy importante, ya que somos a la vez efecto de su historia y parte activa de ella.
ANTONIO ELVIRO ARROYO
EL PROBLEMA DE LA TIERRA EN EXTREMADURA
El Problema de la Tierra en Extremadura, comienza desde el mismo momento en que la Región empieza a conformase como un espacio físico distinto a los demás territorios que conformaban la Península Ibérica. Terminada la Reconquista de Extremadura en 1.232 con la toma de Montemolín, los Reyes procedieron a la demarcación de términos y a la repoblación del territorio mediante la promulgación de los Fueros y Cartas-Puebla.
La forma en que se señalaron los términos y se concedió la propiedad de la tierra dio a la Región una fisonomía y característica, consistentes en “grandes extensiones de terreno y pequeñas concentraciones de población”. El poder Real se reservó bajo su jurisdicción, con la denominación de “Realengos”, una serie de municipios estratégicos como: Plasencia, Cáceres, Trujillo y Badajoz, cuyos términos eran muy amplio.
Así por ejemplo el de Badajoz se acercaba a las 300.000 hectáreas antes de las separaciones de: Olivenza, Campo Mayor, Alconche y otros. Y Cáceres, incluso después de varias separaciones, se quedó con una extensión de 176.000 has., el más extenso de España.
Los servicios prestados por los Señores Feudales a los Reyes para su Reconquista, motivo la implantación en la Región de los grandes “Señoríos”. Teniendo estos, un incremento de tierras espectacular en los siglos XIV y XV.
Baste señalar que a finales de la época medieval, de los aproximadamente 40.000 km. cuadrados de Extremadura, el 23% de ella eran tierra de Realengo.
La alta nobleza compuesta por grandes y ricos hombres, protagonizo un proceso de acumulación de tierras en extensos dominios, dedicadas generalmente solo a pasto, hecho que influyó negativamente en el desarrollo económico de Extremadura.
Sirva de ejemplo de que el Duque de Alba llego a ser dueño y señor de 46 pueblos, los duques de Béjar y Medinaceli de 31, y en lo referente a sus posesiones, el Señorío de Feria, en poder de los Suarez de Figueroa llego a poseer 100.000 hectáreas donde habitaban 3.000 vecinos y 18.000 vasallos.
Hecho parecido sucedió con las Ordenes Militares, ya que al considerar el Papa la Reconquista como una “Cruzada”, estas desempeñaron una labor muy importante, siendo por su organización y disciplina las más eficaces colaboradora reales para la conquista, lo que posteriormente conllevo que fueran premiadas con unas grandes extensiones de terreno.
La Orden de Santiago recibió una extensa franja de terreno que iba desde el partido de Montánchez hasta el límite sur de Extremadura, y que abarcaba el espacio comprendido entre el Concejo Pacense, Medellín y la mitad sur de la Serena.
A finales de la Edad Media los dominios de esta Orden sumaban más de 10.000 km cuadrados; superficie superior a la cuarta parte de Extremadura. En sus territorios además se encontraban las tierras más fértiles de la Región: las Vegas del Guadiana y la Tierra de Barros. Estos dominios se conservaron casi integro hasta el siglo XIX.
La Orden de Alcántara, por su parte recibió un ancho espacio junto a Portugal que se extendía desde el norte de la Región, (lo que hoy es la Sierra de Gata), y traspasaba la Sierra de San Pedro, más allá de San Vicente.
Así como la rica comarca de la Serena, que entonces se extendía hasta parte de lo que hoy es la provincia de Córdoba, con la Encomienda de Benalcázar, lo que sumaba la no despreciable cantidad de 9.000 km cuadrados.
Por su parte los Templarios poseían en Extremadura a finales del siglo XIII las Bailías de Alconetar, Capilla, Ventoso y Zahinos, en las cuales a principios del siglo XIV pastaban 40.000 cabezas de ganado.
En los realengos se hizo donación de la villa y su término a sus pobladores. A cada vecino se la adjudicaba una casa y se le asignaba una ración de tierra de labranza, aunque algunos de estos vecinos de renombre, como los Bejaranos, que habían participado en la Reconquista recibieron unas grandes cantidades de terrenos.
Nacía de esta forma la propiedad particular sobre tierras que antes habían sido de Concejo o Comunales, y por lo tanto para el uso de los vecinos.
Por otro lado, los propios Concejos comenzaron a dehesar las tierras de los ejidos y alrededores de la población, comenzado de este modo a crearse las “Dehesas de Concejos”, que con el paso de los tiempos serian conocidas como “Dehesas Boyales”.
A finales del siglo XIII, tanto por parte de los Concejos de Cáceres como de Badajoz, se desencadeno una fiebre de adehesamiento tanto por parte de estos, como de los particulares en las tierras que le habían sido asignadas, y que mucho de ellos habían aumentado a través de unir otras de los comunes que lindaban con las suyas.
Tal fue la magnitud del problema que ello suponía para los vecinos, que en 1.279 el mismo Rey Alfonso X se vio obligado a defender el derecho de los vecinos del Concejo de Badajoz por el abuso de apropiación que de sus tierras estaban haciendo grandes familias de oligarcas como los Suarez de Figueroa.
Los factores que desencadenaron la fiebre de adehesamiento, fueron principalmente las condiciones ideales del campo extremeño para la ganadería, ya que en amplias zonas como las de Coria, Trujillo, Alcántara, Jerez de los Caballeros y la Serena afloraban pastos, que eran clasificados como de los mejores de España para el ganado lanar.
No hay que olvidar, que una vez Reconquistada Extremadura, paso a ser parte de la Corona de Castilla, llegándose a conocer como “La Dehesa de Castilla” y como tal sus tierras destinadas para el desarrollo de la ganadería trashumante a través de la Mesta, ya que en 1.273, Alfonso X autorizo a esa Asociación de Ganaderos el fomento de la cabaña merina, dada la alta rentabilidad de la lana.
Unos años más tarde, Alfonso XI concedió a la Mesta una serie de privilegios al declarar a los ganaderos asociados en ella, como “Ganaderos del Reino”, pasando a formar parte su ganado de la “Cabaña Real”, tomándolos bajo su guardia y ordenando: “Que pudieran pacer en todas las tierras del reino, con tal de que no hicieran daño a los sembrados de trigos, viñas, huertos, prados de guadaña y dehesas boyales acotadas”. Prohibiciones que los ganaderos no tenían en cuenta.
Pero fue la Real Cedula de 1.480 dada por los Reyes Católicos, la que definitivamente ponía la ganadería trashumante por encima de la agricultura local extremeña, ya que: “Obligaba a los campesinos a abandonar las tierras comunales cultivadas por ello para dedicarlas al pastoreo de ganado ovino”.
A partir de entonces, los ganados mesteños campearan a sus anchas por las tierras extremeñas en detrimento de la agricultura, llegándose a veces a tener que pagar los agricultores locales a la Corona para poder sembrar, creándose un conflicto permanente a los largo de la historia de Extremadura, entre los grandes ganaderos de la Mesta y los campesinos extremeños.
Un ejemplo de las dificultades que tenían los labradores extremeños para cultivar las tierras, lo encontramos en Alméndralejo.
Dicha localidad cerró con el Rey, el 20 de marzo de 1.589, una negociación por la cual se comprometía a entregar a la Corona 32.000 ducados con la condición de que durante 40 años pudiese roturar 400 fanegas de sus pastos para dedicarlas a labor y entregarlas en renta a sus vecinos. Con la condición de que, transcurridos los 40 años, deberían convertirse de nuevo en tierras de pastos.
Mientras tanto, la estructura social se mantenía como propia del Antiguo Régimen: La Nobleza suponía el 6,25 % de la población y el Clero el 4%, pero poseían la mayoría de las tierras sobre las que ejercían derechos jurisdiccionales.
Frente a esta minoría privilegiada, la gran mayoría de la población era campesina (75%) donde las situaciones sociales eran muy diversas: pequeños propietarios, arrendatarios, labradores y jornaleros. La situación económica hacía que se simultanearan las diferentes opciones de trabajo a lo largo del año, siendo la vida de los jornaleros o braceros muy precaria.
En 1.764 el Diputado a Cortes por la Provincia de Extremadura, D. Vicente Paino presento un “Informe-Memorial ante el Rey” sobre la situación social y económica de Extremadura, la ruina de su agricultura, y el estado de postración de sus pueblos y sus gentes, debido todo ello a la extensión de los pastos dedicados a los rebaños de la Mesta, y a los abusos y privilegios de esta Hermandad, que impedían poner en cultivos los campos y tierras más fértiles de la Región.
Para mejorar su situación, Paino proponía 17 providencias o conclusiones destinadas a remediar estos los males y a favorecer el desarrollo agrícola de Extremadura, a la que él consideraba una de las provincias más fértiles y ricas de la nación, aunque estuviese postrada y despoblada por las causas antes apuntadas.
El Informe llego al Consejo Real de Castilla del que eran fiscales el Conde de Floridablanca y Campomanes, ligados ambos a la Mesta, los cuales pidieron al Consejo de la Mesta que redactara su propio contra-informe.
Contra-Informe que contradecía punto por punto todo lo manifestado por el Diputado de Extremadura, ya que según sus redactores: “Extremadura era un país estéril, inapropiado para la agricultura y que solo podría sostenerse dedicándolo a la cría de ovejas, como había ocurrido durante toda su historia”
Igualmente se mandó redactar informes al: Comandante General de Extremadura, a los corregidores de Mérida, Cáceres, Badajoz, Llerena y Trujillo, a los alcaldes mayores de Alcántara y Don Benito, y al Gobernador de la Serena.
Con toda la documentación se formó un Expediente General, que dio lugar posteriormente al “Memorial Ajustado de 1784”. El resultado de todo aquel expediente no tuvo consecuencia alguna sobre la estructura social de la tierra, concretándose solo algunas medidas, como el mejoramiento de la infraestructura viaria, que era ruinosa e inapropiada para el desarrollo de la Región.
Al no modificar la estructura de la propiedad de la tierra, el problema de la mala distribución que afectaba a Extremadura, siguió igual.
El Corregidor de Badajoz en su Informe, denunció la situación que generaba el mal reparto de la propiedad en su jurisdicción: “En una agrupación de 1.000 vecinos, entre 40 y 100 vecinos cosechaban toda la tierra, y los 900 vecinos restantes no cosechaban prácticamente nada”.
Similar situación era la de Trujillo y Don Benito donde además de la poca tierra libre, sólo el 34 % tenían yuntas para trabajar, el resto no tenían ni yuntas ni posibilidad de tierras
En 1.775 los partidos de: Alcántara, Badajoz, Mérida, y Plasencia acudieron al Consejo de Estado exponiéndoles: “Los perjuicios y agravios que padecían sus vecinos, por lo costoso y distante de los tribunales superiores”, por lo que proponían la creación de una Audiencia para Extremadura a imitación de la de Galicia y Asturias.
El día 4 de diciembre del mismo año el Consejo informaba al Rey Carlos III en el sentido de “Ser un remedio adecuado para remediar la situación actual”, juzgando el Monarca la conveniencia de la creación de la mencionada Audiencia, encargándoles le propusieran el sitio más adecuado donde establecer la misma, así como el número de ministros necesarios para su funcionamiento.
Reinando ya Carlos IV, el día 3 de mayo de 1.790 dictaba la pragmática sanción por la que se creaba la “Real Audiencia de Extremadura” que tendría su residencia en la Villa de Cáceres.
Y el 27 de abril de 1.791 tenía lugar el “Solemne Acto de Apertura”, durante el cual el extremeño, Juan Meléndez Valdés pronuncio un discurso en el manifestó: “Todo está por crear en esta tierra y se confía hoy a nosotros: sin población, sin agricultura, sin caminos, sin industrias, ni comercios, todo pide, todo solicita y demanda. Su suelo, su población, su agricultura, su industria, todos los objetos de provecho deben de ocupar nuestra atención. Hemos de escuchar cada día sus clamores o quejas, hemos de ir a atenderlos de cerca, a conocer su estado y sus necesidades para pódelas remediar más acertadamente”.
Establecida ya la Real Audiencia, fue presentada en la misma una Denuncia, que resulta ilustrativa para comprender cual triste era la situación por la que atravesaba el campesinado extremeño.
La Denuncia decía así: “ Más sea cual fuese el origen de este privilegio, sea o no legítimo, lo cierto es, que a la sombra de él, se han hecho dueño los trashumantes de más de 80.000 fanegas de tierra de labor en el partido de Badajoz; de 104 dehesas del termino de Alcántara; de 35 de las 43 que fueron destinada al cultivo en él termino de Trujillo; que en Plasencia por privilegio de los Reyes Católicos debían de labrarse la cuarta parte de todas sus dehesas y no se labran; y que en Don Benito tiene asignada cada yunta de bueyes cinco fanegas, cuando debía tener cincuenta”.
Esta aniquilación de la agricultura, seguía el informe ha producido en Extremadura sus efectos naturales: POBREZA Y EMIGRACIÓN.
Ya diez años antes, en 1.790, el Gremio de Labradores de la Villa de Alcántara se había dirigido directamente al Rey pidiéndole: “Se le concediesen 6.000 fanegas de tierra de labor en las dehesas de la villa”.
En el informe, le observaban que Alcántara era uno de los pueblos más pobres y necesitados de Extremadura, porque los naturales se ven privados de las tierras adehesadas más fértiles y solo pueden cultivar las peores y los baldíos; ya que de las 86.000 fanegas que tenía él termino 55.000 (las mejores) estaban ocupadas por el ganado trashumantes.
Ese mismo año también un grupo de labradores de Campanario se dirigió al Rey manifestándole: “Encontrarse en grave situación de indigencia, al carecer de tierras para labrar; ya que los arrendamientos estaban muy altos, por lo que se veían obligados a dejar ociosas sus propias yuntas y a emplearse ellos como jornaleros”.
Y es que como escribió el historiador californiano Julio Klein, uno de los tratadistas que mejor ha estudiado la Mesta: “El conflicto, era algo más de una lucha de intereses agrícolas contra ganaderos. Era una lucha de clase entre los débiles labradores locales y los poderosos ganaderos de la Mesta”.
Antes la situación que vivía el campo extremeño, el Gobierno del pacense Manuel Godoy dicto el Real Decreto de 28 de abril de 1793 sobre “Repartimiento de terrenos incultos y declaración de las dehesas de pasto y labor” por el cual se concedía en propiedad el terreno a quienes lo vinieran roturando durante diez años, y declaraba como dehesas de pasto y labor a “todas las dehesas de Extremadura”, con excepción de aquellas que sus dueños o ganaderos probasen ser de puro pasto, no entrando en suelte las que los dueños disfrutaban por sí mismo o con ganado propio. Hecho este al que se encadenaron los propietarios para evitar que muchas de sus dehesas fueran roturadas por los labradores.
Los principales objetivos que perseguía el Real Decreto, además de marcar las líneas maestras de la política agraria, eran tres:
-La necesidad de reducir las enormes superficies de terrenos incultos en Extremadura.
-Proteger al agricultor frente a los atropellos de los propietarios.
-Garantizar la libertad de cultivos.
Con ellos además, se brindaba a los municipios la oportunidad de obtener recursos importantes con los que poder acudir a las prestaciones de ayuda a la Corona.
Nada más promulgase el mencionado Decreto, comenzaron las invasiones de fincas por parte de los labradores, manifestándose con más intensidad en aquellas zonas en que la reducción continuada de las dehesas a solo pasto, habían contribuido a la creación de un clima social cuyas manifestaciones eran cada vez más violentas. Solo en la Tierra de Cáceres se roturaron hasta 1.803, en base al Decreto, varias dehesas de particulares que sumaban un total de 19.492 fanegas.
En Alcántara, tan sensible sus vecinos al tema del expolio que en sus campos venían realizando los ganados trashumantes como hemos visto anteriormente, la roturación de varias dehesas por parte de los yunteros tuvo consecuencias inmediatas, según cuentan las crónicas.
“La abundancia de granos fue notoria, con la moderación de los precios; vivía el pobre sin zozobra, se empleaba mucho en la labranza, y no se conocía la ociosidad. Pero tan idílica situación duro poco, porque las fuerzas de los trashumantes cortaron el paso a los labradores, haciéndoles volver a la miseria de los Baldios, aniquilando la labor y escaseando los granos, y experimentando los efectos contrarios a los que habían perseguido el rompimiento de unas tierras tan aptas y dispuestas para la producción agrícola”.
Aunque la puesta en marcha de la Reforma de Godoy supuso un alivio para los labradores extremeños, conllevo una agria respuesta por parte de los propietarios de la tierra, quienes al verse condicionado sobre el destino que habitualmente venían dando a sus fincas, elevaron el precio de los contratos de arrendamiento hasta unas cotas que superaban con creces las habidas hasta el momento.
Sintiendo los ganaderos trashumantes, que el desarrollo del Real Decreto podía llevarles en un futuro a tener problemas de arrendamientos, y que la disminución de las tierras para pastos podía aumentar aún más sus precios. Muchos de ellos optaron por comprar sus propias fincas, comenzando de ese modo el binomio terrateniente-absentista que tanto perjuicio ha causado a Extremadura.
A terminar el Siglo XVIII, distintos autores, como Meléndez Valdés, se refirieron a Extremadura con una visión pesimista de su situación general: “Desertización, falta de industrias, abundancias de tierra incultas, y miseria”.
El siglo terminaba y la postración era uno de los rasgos definitorio de Extremadura, y al mismo tiempo un reto para el nuevo siglo que comenzaba.
El Siglo XIX comenzó con la gran crisis de 1.803-1.804 consecuencias de unos años de escasas cosechas que provocaron una brusca subida en los precios de los cereales, cuyas secuelas se prologaron prácticamente hasta el inicio de la Guerra de la Independencia.
La solicitud de numerosos pueblos solicitando se tomaran las medidas oportunas para emplear a la ingente masa de jornaleros, obligo a los poderes públicos a tomar una serie de medidas encaminadas a paliar el hambre, y de ese modo evitar que se produjeran asonadas y motines de la población.
Tal era la situación, que en 1.803 hasta el Obispo de Coria se vio en la necesidad de repartir más de 39.700 reales entre los vecinos más pobres de: Hoyos, Coria, Santa Cruz, Ahijar, Alcántara, Brozas, Membrio, San Vicente, y varias alquerías de las Hurdes.
En plena Guerra de la Independencia, el día 24 de septiembre de 1.810 tuvo lugar la primera reunión de las Cortes de Cádiz, donde desde ese mismo momento los diputados extremeños empezaron a tener un gran protagonismo, tomando la iniciativa de los debates, unos a favor de las ideas liberales capitaneados por Muñoz-Torrero, y otros en contra dirigidos por el absolutista Antonio Riesco.
Diego Muñoz Torrero fue el primer diputado de las Cortes que tomo la palabra para exponer la necesidad de hacer una declaración institucional donde se incluyesen todos los poderes con que habría de contar las Cortes.
Pero Muñoz-Torrero, no solo sobresalió sobre el resto de los diputados; sino que fue una de las mentes más abiertas y pesantes que tuvieron las Cortes de Cádiz, siendo el presidente de la Comisión Redactora de la Constitución, y llegando incluso a presidir las propias Cortes.
Debido a la incidencia que el tema tenía para Extremadura, otro de los asuntos en cuyas discusiones tuvieron una amplia participación los diputados extremeños fue el relativo a la finalidad que se le debía dar a los bienes concejiles y a los terrenos baldíos.
Mientras los absolutistas proponían la venta de los baldíos, convencidos en la utilidad de la enajenación, para que los pueblos pudieran hacer frente a la deuda motivada por los gastos de la guerra.
Calatrava y Muñoz-Torrero, criticaban las ventas y manifestaban los males que a su juicio habría de tener para el pueblo extremeño, ya que solo los ricos podrían acceder a la subasta, incrementando así sus ya grandes patrimonios, reforzándose de ese modo la acumulación de tierras; mientras que a los pobres en cambio se le privaba de los únicos bienes en que hasta el momento habían tenido algún disfrute.
Por lo que defendían no la venta, sino el reparto gratuito entre los labradores y cualquier vecino de los pueblos que los solicitaran y demostrasen su necesidad.
Pero el hecho más importante ocurrido en la primera mitad del Siglo XIX, y que mayor repercusión va a tener para la Región, fueron la desamortizaciones, sobre todo la de Madoz de 1.855, por las cuales la gran mayoría de los bienes de propios y comunes de los pueblos y comunidades de vecinos, pasaron a manos privadas, agravándose aún más la situación del campesinado extremeño, que se quedó sin tierras para labrar ni baldíos donde dar de comer al ganado.
El día 5 de febrero, Pascual Madoz presentaba en las Cortes su “Proyecto de Ley de Desamortización”.
Según el mencionado proyecto, serían enajenados los patrimonios rústicos pertenecientes al clero, el estado, los ayuntamientos y los improductivos llamados “manos muertas”, destinándose los beneficios obtenidos por su venta a nivelar los presupuestos del Estado, amortizar la deuda pública, y a financiar un vasto plan de obras públicas.
Apenas se tuvo conocimiento en la Región de dicho proyecto, comenzaron a enviarse desde los municipios e instituciones numerosas representaciones a las Cortes para exponer a los diputados el tratamiento que según ellos, había de darse a los bienes de propios y comunes de los pueblos.
Para unos, como los representantes de: Hornachos, Medellín, Olivenza, Jaraicejo, y un largo etc., la futura ley debía de considerar exceptuados de la venta todos los bienes pertenecientes a los propios y comunes de los pueblos por ser propiedad de los vecinos y una fuente para su sustento.
Para otros pueblos como: Galisteo, Carcaboso, Riolobos, Horguera, Majadas, Montehermoso o Fregenal pedían la parcelación de las tierras concejiles en tantos trozos como vecinos labradores hubiera en el pueblo, y el reparto entre ellos.
Durante la tramitación de la Ley en las Cortes, los diputados extremeños hicieron una defensa a ultranza de los intereses de Extremadura en general y en particular de sus campesinos.
Así el diputado cacereño Godínez de Paz exponía: “Los campesinos extremeños tendrán que sufrir la ley del propietario y la sufrirán con fuerza. Un año venderán una mula y otro un buey, hasta quedar reducidos a la triste condición de jornalero”. Este será el resultado inmediato de la desamortización de los Bienes de Propios.
Y se preguntaba: ¿Quién vendrá a sucederles? Contestándose él mismo: “Vendrán a labrar sus antiguas tierras los absentistas- capitalistas y a pastar en ellas las grandes ganaderías trashumantes”.
Igualmente, el diputado por Badajoz, Juan Andrés Bueno, en la sesión de las Cortes celebrada el 27 de marzo decía: “Que alguien debía ser sacrificado por las circunstancias económicas en que se encuentra el Estado y este sacrificio por lo visto le toca a Extremadura”.
Y exponía: He recibido representaciones de 120 pueblos, y una de esas representaciones me decía: “Que la venta de dichos bienes, obligaría a todos los vecinos a emigrar en busca de un trozo de pan”.
Estando ya a punto de finalizar los debates parlamentarios, y cuando la aprobación de la ley parecía inminente, intervino por última vez el diputado cacereño Montemar, preguntándose: ¿Pero qué va a suceder en los pueblos, si se venden los bienes de propios? ¿Quién los va a comprar? ¿Los pobres extremeños? Los pobres no, porque no se pueden presentar a las subastas, ya que nada tienen.
Y concluía diciendo: “Los diputados por Extremadura hemos cumplido con nuestro deber apoyando las reclamaciones de los pueblos, que para eso nos han nombrado sus representantes. Pero a pesar de ello, muy mal librada ha salido Extremadura una vez más, en beneficio de otros”.
A pesar de la fuerte oposición de los diputados extremeños y de la gran mayoría de los ciudadanos y entidades de la Región, el día 1 de Mayo de 1.855 se promulgaba la Ley de Desamortización. Ley por la que el Pueblo Extremeño sufría un duro revés y la pérdida de uno de sus más tradicionales medios de vida.
Se calcula, que en Extremadura se pusieron a la venta unas 34.000 fincas con una extensión de 1.300.000 hectáreas (casi el 32% de la superficie total de la Región), lo que supuso unos ingresos para las arcas del Estado de casi 1.000 millones de reales.
En la provincia de Cáceres pasaron a manos privadas algo más de 16.700 fincas rusticas de todo tipo, que suponían más de 650.000 hectáreas. De las cuales, 395.000 pertenecían totalmente a los propios y comunes de los vecinos y 170.000 a dominio parciales de los municipios.
Las desamortizaciones que tenían que servir según Mendizábal para: “La división de las grandes propiedades para reducirlas a suertes que estén al alcance de los ciudadanos honrados y laboriosos”. Sirvieron para todo lo contrario; ya que el 36% de las tierras desamortizadas pasaron a manos de la nobleza y de la burguesía absentista y otro 38% a grandes propietarios y labradores acomodados de las ciudades y pueblos extremeños.
La Desamortización es para algunos historiadores, uno de los hecho más importante y negativo que ha sufrido Extremadura en toda su historia, porque la concentración de la propiedad en manos de unos pocos y mayormente absentistas, hipoteco su desarrollo socio-económico, estrangulando la posibilidad de un desarrollo industrial; ya que la expulsión de los labradores de las tierras enajenadas, conllevo un aumento considerable del número de jornaleros, lo que supuso unos costes sociales muy elevados: Pobreza, emigración y despoblación.
Y es que como dijo el ingeniero catalán Bayer y Bosch: “Cáceres y Badajoz en el antiguo Reino de Extremadura son las provincias donde existieron las grandes dehesas comunales cuya enajenación dio lugar a escandalosos atropellos, habiendo servido únicamente para enriquecerse unos cuantos de señoritos, que se marcharon a las capitales de provincia o a la Corte, para gastar tranquilamente sus rentas, quedando una gran masa de población en la mayor miseria”.
Ni que decir tiene que la aristocracia y la burguesía no habían comprados las fincas para su explotación, sino para agrandar su patrimonio o para especular, ya que a ellos para lo único que les interesaba la tierra era como objeto de rentas.
Así por ejemplo en Brozas compraron dos fincas, que suponían unas 2.000 hectáreas, los hermanos Torres Adalid que eran banqueros de la Coruña y con residencia en Madrid.
O la familia Arias Rodríguez, aunque oriunda de Ceclavin habían hecho un gran capital con fábricas de paño en Bejar, que compró otras 2.000 hectáreas.
La mayoría de estos propietarios, pusieron al frente de sus posesiones a un Administrador que era quien se encargaba de arrendar las fincas, generalmente los pastos a los trashumantes y las hojas de labor a los agricultores hacendados de los pueblos o directamente a los labradores.
La Desamortización además, trajo a Extremadura dos figuras contrapuestas, que tuvieron posteriormente una gran influencia en el desarrollo económico e historia de la Región.
Uno de ellos fue la figura del Cacique, personaje siniestro que tanto daño ha hecho a Extremadura en general y en particular al desarrollo y a la vida social de los pueblos extremeños.
En palabras del historiador Manuel Muñón de Lara, el Cacique era: “El ricachón del pueblo; él mismo es terrateniente o representante del terrateniente que reside en la Corte; de él depende que los obreros agrícolas de los pueblos trabajen o se mueran de hambre, que los yunteros sean expulsados de las tierras o que las puedan cultivar y que el campesino medio pueda obtener créditos. En definitiva, es el nuevo feudal, señor de vasallos”.
Y el otro personaje, fue la aparición de la figura del “Yuntero”. Los yunteros eran labradores que poseían como instrumentos de producción una yunta (generalmente de mulas), y aunque algunos de ellos tenían una pequeña porción de tierra, la gran mayoría carecían de ella, actuando como arrendatario.
Su trabajo era esencial en el sistema productivo extremeño; ya que a través de las hojas de labor, labraban los pastos de las fincas en el modelo de explotación mixto ganadería-agricultura característico de nuestra Región.
Con anterioridad, los “Yunteros” eran pequeños labradores que sembraban o bien sus pequeñas propiedades o los bienes concejiles, de propios y comunes de los pueblos.
Pero debido a la venta de estos bienes cuando la Desamortización y su adquisición por parte de los grandes propietarios absentistas, habían quedado estrangulado y abocados a la ruina, no quedándole más remedio que vender sus pequeñas parcelas a los grandes arrendatarios que vivían su momento de apogeo.
Ahora bien, su experiencia como verdaderos conocedores del terreno que trabajaban les convertía en imprescindibles para adehesar las fincas. Grandes arrendatarios y administradores recurrieron a ellos para convertir millares de hectáreas de arbolados y matorrales, en dehesas donde lo agrícola, lo ganadero y lo forestal se complementaban de manera más o menos armoniosa.
Con el gran ejército de ellos que existía en Extremadura, la mecanización no fue necesaria: el buen yuntero, verdadero conocedor del “uso y costumbre del buen labrador” era el profesional llamado a desbrozar e inaugurar la rotación en las dehesas. Los propietarios reticentes a invertir gran cantidad de dinero en la puesta en explotación, de esas fincas, se apoyaron en ellos inicialmente y le dieron toda clase de facilidades, aunque luego como veremos, una vez los habían utilizados, como veremos le volvieron la espalda.
En el último tercio del Siglo XIX, debido a la situación socio-económica en que vivía el mundo rural, los problemas de orden público eran una constante en el tiempo. Durante el reinado de Amadeo I de Saboya de 1870 a 1873, continuaron dichos problemas, ya que el campesinado extremeño no olvidaba el agravio que para ellos supuso la desamortización de los propios y comunes de los pueblos, que habían sido su sostén de vida hasta entonces.
Así, los campesinos de Jerez de los Caballeros pedían se pusieran de nuevo en vigor los “Giros”, para que de ese modo los labradores del pueblo pudieran tener tierra que labrar.
Y los campesinos de Albuquerque solicitaban que sus famosos “Baldios” volvieran a la situación anterior a la desamortización, para que pudieran labrar sus tierras.
Entre los incidentes del invierno de 1.873, son de destacar los ocurridos en localidades de la provincia de Badajoz como: Burguillos del Cerro, Feria o Medina de las Torre entre otras, en los que se produjeron asaltos e incendios y ocupaciones de fincas. Estos hechos, fue utilizado por la prensa conservadora para desprestigiar a la masa campesina.
Proclamada la I República Española, también sus Gobernantes intentaron solucionar el problema de la tierra, planteando la total revisión de los vigentes derechos de propiedad, emanados de las leyes desamortizadoras.
Pi y Margall propuso a las Cortes que para abordar el problema: “No era preciso cambiar en beneficio de las clases jornaleras la forma de venta de los bienes nacionales, sino que era preciso modificar la legislación desamortizadora, y que en adelante las enajenaciones, se harían no por venta, sino por el censo de agricultores, ayudando a los jornaleros para ir pagando en pequeñas partes, afín de que fueran propietarios de sus tierras en pleno dominio”.
El proyecto significaba una dura crítica a la política desamortizadora anterior, y aunque tenían conciencia de la necesidad de una Reforma Agraria, y se intentó abordarla, la corta vida republicana no permitió llevar a cabo más que pequeñas modificaciones, que no consiguieron alterar la realidad de la propiedad agrícola, ni atenuar las fuertes agitaciones en el campo por el problema de la tierra.
Y es que la situación que se vivía en algunas regiones como Extremadura, no se solucionaban con pequeñas modificaciones, ya que requerían unas reformas profundas, si de verdad se quería modificar la estructura de la propiedad agraria existente, ya que por ejemplo los mayores propietarios de Extremadura en 1.875 eran:
Todos ellos asentistas y terratenientes propietarios de varias fincas por toda la geografía extremeña.
En el transito del siglo XIX al XX, la sociedad extremeña seguía siendo dual, formada casi exclusivamente por dos clases: la burguesía formada por la oligarquía y terratenientes, y la clase baja formada por los yunteros y jornaleros.
Mientras los primeros poseían la mayor parte de la tierra y ostentaban los cargos públicos.
Los segundos eran una masa sin tierra que vivían en ínfimas condiciones de vida sometido a los abusos de la clase alta, lo que conllevaba una sociedad injusta, desigual y discriminatoria. Sirva como ejemplo que de los 44.134 propietarios que había en la provincia de Cáceres, 729 es decir el 1,6% poseían el 57,8 % del total de la tierra.
Antes la creciente conflictividad generada por dichas desigualdades sociales. En 1.890 las Cortes aprobaron la creación de la “Comisión de Reformas Sociales” para conocer el alcance real del problema agrario en Extremadura y Andalucía.
En 1.892 dicha comisión realizo un “Informe sobre el Campo Cacereño” en el que entre otras cosas decía: “La mayor parte de la propiedad en esta provincia está en pocas manos. Existen además un número de pequeños propietarios; pero la suma de sus propiedades no supera el 15% del total de la provincia”.
Y criticaba de forma muy dura la Desamortización: “La desamortización no ha dado el resultado que de ella se esperaba, entre ellos la formación de pequeños propietarios, debido a la manera en que se han vendido las fincas, ya que no estaban ni siquiera al alcance de aquellos que contaban con medianos recursos”.
Por otro lado, aunque el movimiento obrero se había iniciado en Extremadura en la segunda mitad del XIX, ante la situación que vivía el campesinado extremeño, al final del siglo, la lucha obrera se convirtió en una constante.
El 1º de mayo de 1.898 hubo una gran movilización de mujeres en Badajoz para protestar por el alto precio del pan.
Al día siguiente el periodico “La Región Extremeña” informaba en sus páginas: “Un gran número de mujeres se dirigieron al Gobierno Civil para pedir al Gobernador se rebajase el precio del pan. Como no salieron satisfechas de la entrevista, se dirigieron a la Puerta de Palma cerrando la entrada y gritando “El pan a real”, hasta que fueron disueltas por la Guardia Civil”.
Dos años después surgió en el campo extremeño una asociación llamada la “Germinal Obrera” que desempeño una gran actividad reivindicativa. En aquel verano movilizo a miles de campesinos en defensa de mejores salarios, celebrándose un congreso agrario en Torre de Miguel Sesmero, que fue duramente reprimido, siendo disuelta la Asociación y sus dirigentes encarcelados.
Pero en 1.901, a pesar de estar disuelta, dicha Asociación propuso para el 21 de mayo una Huelga que se vio apoyada por otras asociaciones locales como las de: Alconchel, La Albuera, Olivenza y Alburquerque.
La mediación del Gobernador Civil puso fin al primer conflicto agrícola del siglo XX en Extremadura, que finalizó con el logro de buena parte de los planteamientos de los campesinos y la consolidación del asociacionismo obrero.
A la situación estructural de la propiedad de la tierra, hay que añadir la climatología y las invasiones de las langostas, que tuvieron lugar a principio del Siglo, y que afectaron duramente a los pequeños propietarios y a los yunteros.
Los grandes propietarios aunque vieron reducido su nivel de rentas, sus medios económicos le ayudaban a salir sin problema de estas situaciones e incluso algunos acrecentaban su poder económico al aprovecharse como prestamistas de las dificultades de los modestos agricultores.
Muchos de los cuales cayeron en mano de los usureros al no poder hacer frente a las deudas, lo que conllevo que muchos perdieran su pequeño patrimonio, pasando a convertirse en jornaleros, aumentando el número de esa capa social, lo que supuso un agravamiento de su ya crítica situación, pues conllevo para todos ellos un número menor días de trabajo durante del año y salarios más bajos.
En diciembre de 1905 Jose González de Castro escribía en la Revista Alcántara: “El año que va a finalizar ha sido horroroso en Extremadura. La falta de cosechas, la baja de ganados, la carestía de los artículos de primera necesidad (a 20 ptas. esta actualmente el aceite y en ese proporción todos los demás artículos), unido a otros hechos de menor importancia han asumido al proletariado agrario en situación, por demás precaria”.
Sin embargo a pesar de esta situación, Extremadura no recibiría ayuda del Gobierno, según Castro porque: “Extremadura no se hacía oír, sufría en silencio el hambre con resignación musulmana, sin protestas ni griterío, ya que los extremeños nunca daban quebradero de cabeza a los gobiernos, pues son mansos y pacíficos, y como nadie se queja, la inexpresión del dolor enmascara el mal”.
En 1.910 de nuevo la “Comisión de Reformas Sociales” elaboro un Informe sobre la situación de Extremadura. Según dicho informe, en la provincia de Cáceres había 40.000 jornaleros, el 13% de su población, siendo el salario medio de un jornalero 4 reales, pudiendo llegar a las 2 pesetas en la época de la siega y del esquileo, y puntualizaba: “Jornal insuficiente para poder mantener una familia”; ya que solo en pan gastaba la mitad de su salario.
Como los jornales del padre difícilmente le permitían aún en años normales, atender las necesidades básicas de la familia, se hacía necesario el esfuerzo laboral de todos los miembros de la casa. Por ello, la asistencia a la escuela de los hijos de los jornaleros, era un lujo que no estaba a su alcance.
Pues no hay que olvidar, que las labores propias de un bracero durante el año eran: El esquileo en abril; la siega de los cereales y recolección hasta agosto; en octubre la sementera y después la montanera. En el mejor de los caso entre unos 160 y 170 días al año, el resto generalmente estaba parado.
Tal era la situación crítica en la que vivía el campesinado, que la Iglesia Extremeña siguiendo las directrices del Papa León XIII comenzó a intervenir en la cuestión social agraria, creando los Sindicatos Católicos Agrícolas, los cuáles a través de la cooperación y el mutualismo perseguían conseguir arrendamientos colectivos para sus afiliados, y prestamos mancomunados al objeto de sacar a los campesinos de las garras de los usureros.
A pesar de los esfuerzos realizados y del éxito de algunas experiencias aisladas, el resultado final no fue satisfactorio, pues la propia Iglesia se encontró con la oposición de la oligarquía agraria extremeña detentadora del poder económico-social en el campo extremeño, que fieles a su tradicional egoísmo no apoyaron dichos sindicatos.
Por otra parte, el Socialismo también comenzó a tomar conciencia de la difícil situación del campo extremeño. En 1.910 su líder, Pablo Iglesias visito Extremadura al objeto de potenciar las Sociedades Agrarias y Obreras, ya que hasta ese momento solo había en la provincia de Cáceres por ejemplo, una sociedad obrera del campo de clara orientación socialista, pero con una gran experiencia, era: “El Progreso Agrícola” de Plasencia que para solucionar la crisis de trabajo en el campo que sufría la Ciudad, había conseguido que el Ayuntamiento le concediese para su explotación la dehesa municipal Valcorchero.
Por otro lado, el declive que sufrió España como Nación motivado por el desastre de 1.898, conllevo el mayor movimiento regionalista habido hasta entonces en la Historia de España, movimiento que supero a los registrados como consecuencia de las anulaciones de los derechos de Autogobierno adquiridos por las regiones durante la Primera República.
Extremadura no quedo aislada de aquel efervescente movimiento, y enlazando el mismo con el surgido en el sexenio democrático, a través de algunos intelectuales se fue formando un discurso de una Extremadura abandonada por los poderes públicos centralistas.
Sin embargo, el mayor impulso del regionalismo extremeño se produciría en los años de la crisis de la monarquía de Alfonso XIII, así el 21 de diciembre de 1917 se reunieron en Badajoz convocados por dos figuras notables de la intelectualidad pacense como eran: Regino de Miguel y Ricardo Carapeto, diversos miembros de la clase media: comerciantes, industriales, profesores y profesionales liberales con el objeto de estudiar ante la inminencia de los cambios anunciados, la mejor manera de defender los intereses de Extremadura, constituyendo a tal fin la “Unión Regional Extremeña”.
Pero en el programa de actuación de la mencionada Unión no figuraba propuesta alguna para solucionar la situación de la propiedad de la tierra, que era para la mayoría de los expertos económicos y sociales el mayor problema que tenía Extremadura para salid del subdesarrollo y de la miseria.
Frente al inmovilismo de la Clase Media e Intelectual Extremeña, un grupo de jóvenes de la comarca de Alcántara, constituían un grupo en defensa de lo que hoy llamaríamos “Regionalismo Social”, que propugnaba entre otras cosas, una reforma Agraria, que cambiara la estructura de la propiedad, una industrialización tomando como base la producción agrícola y ganadera y una modificación de las elecciones a representantes a Cortes, ya que consideraban que muchos de los males que padecían Extremadura se debía a que su representantes, ni eran extremeños, ni Vivian en Extremadura, ya que la mayoría de ellos su único lazo de unión con la Región eran las grandes propiedades que tenían en Extremadura.
A pesar del ferviente regionalismo que se vivía en aquel momento en Extremadura, solo el médico de Salorino, Antonio Elviro Berdeguer, que por su profesión conocía con gran profundidad la situación de pobreza y miseria en que vivía el pueblo extremeño salto a la arena política.
En las elecciones a Cortes de 1.918 se presentó por el Distrito de Alcántara frente al candidato conservador y amigo personal del Rey Alfonso XIII, Antonio Garay Vitorica, financiero madrileño, industrial vasco, y uno de los mayores terratenientes de Extremadura.
Aunque fue derrotado, consiguió un notable apoyo de los ciudadanos, a pesar de la compra de votos por parte de Garay, así como el adelanto del cierre de los colegios electorales y pucherazo por parte de los caciques locales en algunos pueblos.
A pesar de la derrota electoral, él inasequible al desaliento siguió luchando por sus ideales. En 1919 en una conferencia que dio en Valencia de Alcántara atribuyo a los contratos de arrendamientos ser los causante de la crisis agraria, y realizo un duro ataque al latifundio, proponiendo la creación de una cedula especial al absentismo. Y para solucionar el problema definitivamente pidió la expropiación de los grandes latifundios por utilidad pública y por patriotismo.
En 1.920 con el objetivo de divulgar sus planteamientos, público el Manifiesto “Extremadura para los extremeños” en el cual analizaba las causas que motivaban el atraso que vivía Extremadura y a sus responsables, así como las soluciones que se debían adoptar, entre las cuales proponía: la devolución de los terrenos de propios y comunes que les fueron arrebatados a los Pueblos con la Desamortización; una Reforma Agraria integrar que además del reparto de tierra entre yunteros y jornaleros, debía desarrollar entre otras cosas: escuelas de formación y capacitación agrícola, la construcción de pequeñas presas de regadíos, una red de carreteras para poder sacar los productos agrícolas, y una Caja de Crédito Agrícola, para la concesión de pequeños préstamos a los campesinos y de ese modo eliminar a los usureros.
Tambien el Movimiento Sindical reinvidicaba una política social en el campo extremeño. En 1.919 se celebró en Cáceres un Congreso de las Sociedades Obreras de la provincia, al objeto de constituir la Federación Provincial.
En el programa de Acción Sindical, ocupo un lugar preferente el problema del campo. El programa de Acción Agraria aprobado comprendía una serie de puntos que resumían las aspiraciones del proletariado del campo, siendo entre otros los siguientes:
*Fijación de un salario mínimo en metálico y semanal.
*Establecimiento de una jornada máxima.
*Prohibición del trabajo a las mujeres y niños en la siega.
*Igualdad de salarios entre ambos sexos.
*Los arrendamientos no cesaran por cambio de dueño y no serán de menos de 6 años.
*Participación del dueño de la finca en los daños fortuitos sufridos por el arrendatario.
*Declaración de inembargables para los útiles del trabajo agrícola.
*Expropiación de la tierra no cultivada.
*Distribución de los terrenos abandonados a organizaciones obreras agrícolas.
*Abolición de los impuestos indirectos y establecimiento de uno sobre la renta de la tierra.
Tan crítica era la situación en que vivía el campesinado extremeño, que hasta la conservadora Iglesia Católica tuvo que cambiar sus postulados.
Mientras a principio del siglo, solo proponía crear Sindicatos Agrícolas y Caja Populares para hacer arrendamientos colectivos y para impedir la usura, sin entrar a cuestionar la propiedad de la tierra.
En 1.921, León Leal que era el máximo representante del Catolicismo Social en Extremadura, en una conferencia que pronunció en el Ateneo de Madrid, revelo su desanimo después de llevar veinte años luchando por solucionar los problemas del campo ya que había llegado a la conclusión: “Que la simple creación de sindicatos agrícolas no resolvía el problema; ya que los propietarios no querían ni siquiera arrendar sus tierras a estos sindicatos, a pesar de estar creados por el movimiento católico”.
Y reconocía, que el verdadero motivo de la miseria de Extremadura se debía al latifundio y al absentismo, ya que la mayor parte de las tierras eran cultivadas mediante arrendamientos por subasta, lo que suponía continuas subidas para los labradores. Por lo que consideraba: “Que se imponían unas hondas reformas en el régimen de la propiedad, ya que muchos de los males de Extremadura tenían como causa la concentración de la propiedad en pocas manos; así como la existencia de enormes masas de gente trabajadora sin propiedad alguna”.
A pesar de tantos inconvenientes, la agricultura extremeña conoció durante las primeras décadas del siglo XX una expansión de las tierras cultivadas, llegándose casi a los dos millones de hectáreas, en la que el yuntero fue el gran protagonista, llegando a tener el propietario una gran estima hacia él, ya que eran los mejores para el desbroce de las dehesas, a la vez que lo consideraba un buen labrador que dominaba las técnicas de producción; y es que los yunteros además se esmeraban en sus labores, con el objetivo de no perder el patronazgo de los propietarios.
El cenit de dicha expansión llego con la Gran Guerra, a la España neutral se le demandaba trigo, cebada, aceite y carnes, y todo a elevados precios, lo que conllevo un alza en el valor de las fincas y de las rentas de estas. En Brozas por ejemplo la finca El Galaperal que en 1900 valía su arrendamiento 17,5 pts. la fanega, paso a valer 45 pts. en 1920.
A pesar de los altos precios que alcanzo la tierra y de las condiciones de los arrendamientos, con la célebre cláusula de “a riego y ventura”. Muchos jornaleros vieron la oportunidad de alcanzar un peldaño en la escala social y se convirtieron en yunteros, para lo cual gran cantidad de estos no tuvieron más remedio que caer en las manos de los usureros sin escrúpulos, que le prestaron el dinero que necesitaban a un alto interés, llegando incluso al 30% anual, con lo cual una vez más los campesinos eran en los que menos revirtió el aumento de la renta agraria, pues los más beneficiado de dicho aumento fueron los dueños de la tierra y los usureros.
Una vez terminada la Guerra y los países intervinientes en el conflicto comenzaron a cultivar sus tierras que habían abandonado durante la contienda, la demanda de cereales disminuyo notablemente y el precio experimento una gran caída, lo que en el caso de Extremadura conllevo la disminución de la agricultura y la vuelta de gran número de hojas de labor a tierras de pastos para la explotación ganadera por parte de los terratenientes, ya que la ganadería necesitaba menos mano de obra y gastos de explotación y consecuentemente les era más rentable que la agricultura.
Como consecuencia de esa disminución de la agricultura, se produjo un excedente de yunteros, y lo que es peor la ruina de un gran número de ellos, ya que mientras la cantidad de tierras para labrar había disminuido notablemente, los precios siguieron en el mismo valor que habían alcanzado en los años de la gran demanda, y como los arrendamientos eran mediante subastas, se produjo una lucha entre los propios yunteros para hacerse con las pocas tierras que salían para labrar.
Muchos de aquellos jornaleros que se habían endeudado a través de los préstamos de los usureros para convertirse en yunteros, no solo se arruinaron y debieron vender la yunta y los aperos, volviendo a su situación primitiva de Jornaleros, e incluso algunos en peor situación, ya que les embargaron los pocos enseres que tenían, incluso sus casas, con lo cual quedaron en la más absoluta indigencia.
En 1925 el dirigente socialista, Manuel Cordero visito la Región para conocer la realidad que estaba viviendo el campesinado extremeño después de la disminución de las tierras para labrar, manifestando: “Estamos recorriendo una de las regiones más ricas de España: Extremadura. Y siendo parte de su suelo de una capacidad productiva extraordinaria, el pueblo vive miserablemente. ¿Por qué?. Porque así lo disponen los dueños de la tierra, muchos de ellos ni siquiera conocen donde están sus propiedades. Y es que la propiedad extremeña está concentrada en pocas manos, pudiéndose decir, que aunque legalmente se abolió el feudalismo, aquí subsiste prácticamente”.
También el periodista de EL SOL, Luis Bello expreso su testimonio de cuál era la situación con motivo de la visita que hizo a Brozas en 1.926: “Entramos por la plaza mayor, de tipo castellano, ancha para correr toros. Si llegamos muy de mañana, estarán allí los braceros, en grupo. Es la feria de todos los días. A esa hora vendrá-¡o no vendrá!- el capataz del terrateniente: ¡Tantos hombres necesito hoy! ¡A tanto pago!. Y los demás a holgar a entretener el hambre, pues en estas Villas Históricas abundan las familias de jornaleros sin jornal, que no comen caliente más de treinta días al año”.
Como consecuencia de la situación en que vivía el campesinado extremeño, esos años tuvo lugar un incremento del asociacionismo y sindicalismo agrario, motivado por los altos niveles de conflictividad social.
Las huelgas por parte de los campesinos, los escasos salarios, las altas rentas, y la carestía de los bienes de primera necesidad eran muy frecuentes.
La intervención de la Guardia Civil e incluso del Ejército para acallar las revueltas se saldaban frecuentemente con resultados de violencia y sangre. Los motines de subsistencia y las manifestaciones y alborotos populares por las calles de las poblaciones por la escasez y el alto precio de los alimentos, y la especulación fueron especialmente importantes en esa década.
Y todo ello a pesar de que Primo de Rivera durante su Dictadura también intento realizar una pequeña Reforma Agraria, aunque más por motivos políticos que sociales, ya que para él las huelgas que se habían producido en España con anterioridad a su llegada al poder, venían motivadas por el clima de inestabilidad que recorría Europa con motivo de la Revolución Rusa de 1917.
Solo unos días después de tomar el poder declaro: “Mi revolución llega a tiempo para prevenir en España otra revolución de tipo soviético”.
Su idea era crear por medio de pequeñas reformas, pequeños y medianos propietarios agrarios que actuaran de dique contra el socialismo. Pero choco con los intereses de los Grandes Propietarios, que se opusieron a cualquier intento que mejorara las condiciones de vida de los campesinos, a pesar de que estos eran los más perjudicados por la inflación y los impuestos que gravaban los bienes de consumo.
En 1926, el Ministro de Trabajo y Comercio, Eduardo Aunós presento al Consejo de Ministros un proyecto sobre el Régimen de la Propiedad y la Inscripción en un Registro de los Contratos de Arrendamiento.
En la exposición de motivos se decía: “La solución fundamental del problema agrario estriba en lograr que el trabajador agrícola no pueda contra su voluntad ser separado del predio en que trabaja, y tal fin puede lograrse facilitando la adquisición de la tierra por sus cultivadores y regulando el régimen de arrendamientos”.
Pero a través de la Asociación de Propietarios Agrarios recurrieron el decreto bajo el argumento, de que lo que se debía de tratar era de crear muchos agricultores, “no muchos propietarios” y manifestaban que las amenazas a la propiedad con procedimientos de expropiación, corría el peligro de la fuga de capitales hacia valores públicos o industriales, lo que conllevaría la depreciación de las fincas; pero es más se oponían a cualquier intento de reforma: “Una restricción, por pequeña que sea, en los derechos que hoy tiene el arrendador, puede motivar una alarma en los propietarios.
La resistencia de los propietarios a inscribir los contratos de arrendamiento, motivo un Decreto de Hacienda por el que se imponía un recargo del 20% en la Contribución Territorial, pero lo único que conllevo es que los propietarios hiciesen menos contratos.
Años más tardes Primo de Rivera escribiría sobre su fracasado intento de Reforma: “Acometí la redacción de tres Reales decretos... uno creando el Registro de Arrendamientos de Fincas Rústicas; otro contra la ocultación de la riqueza territorial, y el tercero, estableciendo el Libro de Ventas. El primero y el tercero se implantaron totalmente; el segundo no. Yo contaba con una seria oposición, pero no en el grado con que se desató.
Algunos de mis colaboradores me lo anunciaron: “No se meta usted con los terratenientes, porque está usted perdido. No creía el augurio, pero resultó exacto”.
El año 1.930 fue crítico en Extremadura, a la devaluación de la peseta se unió la falta de compradores para el trigo, lo que motivo una reunión de los alcaldes de la provincia en Cáceres a la búsqueda de una solución global al problema.
Proponiendo que los propietarios cobraran la renta en especie al objeto de evitar la quiebra total de los yunteros y que se negociara la venta del grano excedente extremeño a Portugal.
En Olivenza, incluso en la época de la recolección 600 jornaleros no tenían trabajo, y en Campanario el problema era aun mayor pues el número de parados llegaba a los 1.000. Un periódico local de la época decía: “Muchos jornaleros que llevan meses que no trabajan tienen que darse unas largas caminatas para traer una carga de leña sobre sus hombros, que se les paga a 1,25 cuando el jornal está a 10 pesetas.
Pero el paro no era exclusivo de Olivenza y Campanario, ya que se extendía por toda la Región, comenzando a ser alarmante al llegar el invierno, lo que motivo en muchos pueblos una gran conflictividad política-social. Y es que el campo extremeño comenzaba a despertar políticamente, como preludio del 14 de abril del 31.
Como en toda España, el advenimiento de la II República se vivió en Extremadura con emoción y alegría popular, pero también con serenidad y sin ningún tipo de exceso por parte de la población.
Desde el primer momento, en la gran masa social que componía el proletariado agrario, surgieron grandes expectativas y esperanza de cambio, y un extraordinario deseo de una reforma radical que modificara en profundidad la estructura agraria y el sistema de producción existente en Extremadura.
Los yunteros esperaban de la Republica, el principio del fin de su angustiosa situación, por ello enseguida pusieron encima de la mesa al nuevo Gobierno la falta de tierras y la cuestión de los arrendamientos: su elevado precio, su duración, su inseguridad jurídica, etc...
Aunque el Gobierno Provisional era conocedor de la necesidad de una Reforma Agraria en profundidad, y nació con el compromiso prioritario de resolver el problema agrario, quiso que la misma fuera debatida profundamente en las Cortes, pues desde el primer momento la burguesía agraria y sus partidos, desataron una campaña contra la reforma, sosteniendo que era un problema ficticio que habían creado los partidos de izquierda para atraerse a las masas campesinas.
Pero como la situación en el campo era tan crítica, no había trascurrido un mes de su constitución y empezó a adoptar medidas que lograron mejorar las condiciones laborales, tales como aumentar los salarios fijando uno mínimo diario, establecer la jornada laboral de ocho horas, bajar los precios de los arrendamientos y revisar los contratos de aparcería.
Las primeras disposiciones de la República fueron la promulgación de decretos que modificaron sustancialmente la vida rural. El Decreto de Términos Municipales de abril de 1931, que obligaba a los propietarios a la contratación de personal del pueblo antes que a los foráneos y que tuvo especial incidencia en Extremadura por la cercana presencia de portugueses; el Decreto de Laboreo Forzoso de mayo de 1931 -con obligación de realizar labores de escardado, desbroce, arado anual, abonado de tierras y tareas que ofrecían jornadas de trabajo para los campesinos-, el Decreto referido a los Accidentes de Trabajo en la Agricultura, y el Decreto-ley de creación y funcionamiento de las Cooperativas, ya que la Republica daba una gran importancia a las mismas.
Todas estas normas tenían una gran carga social auspiciada por Largo Caballero y Fernando de los Ríos, ministros socialistas de Trabajo y Justicia.
Los jurados mixtos ponían en el mismo nivel a los jornaleros y yunteros que a los grandes propietarios, y el seguro de accidente los igualaba a los obreros de la industria. Normas que aunque supusieron una revolución sin precedente en el agro español, no afectaban para nada al gran problema de la propiedad de la tierra, ni constituían en si una reforma agraria.
Por otro lado, el Mº de la Gobernación solicitaba a los alcaldes que enviaran a la Comisión Técnica creada para elaborar el Proyecto de Ley de la Reforma Agraria, datos, informes y reclamaciones que tuvieran sobre los bienes comunales, de propio y realengo, con el objetivo de conocer que tierras habían pertenecido a los vecinos y cantidad que eran susceptible de ser expropiadas.
Aunque hasta el momento las medidas tomadas por el Gobierno no afectaba a la propiedad de la tierra.
La Asociación de Propietarios de Fincas Rusticas de Extremadura salía en defensa de la dehesa, como modelo de explotación, argumentando la escasa fertilidad y profundidad del suelo en Extremadura, por lo que para ser rentable era necesario el modelo tradicional agro ganadero y de grandes extensiones, y aunque manifestaban su deseo de colabora con el Gobierno y contribuir a que disminuyeran los conflictos entre los yunteros y los dueños de las fincas, exigían libertad para el empleo de máquinas agrícolas, el respeto a la propiedad individuar, libertar en el modo de explotar sus tierras, y en la forma de contratar a los trabajadores.
Mientras todo esto sucedía, la Comisión Técnica estudiaba el proyecto de reforma, cuyos puntos esenciales eran: ¿qué tierra se tomaban? ¿a quién se daban? y ¿cómo se daban?.
Para hacer el censo se creó un Inventario de Fincas Expropiables, y se abrió un plazo para que sus titulares pudieran “defenderse” presentando las reclamaciones que creyesen oportunas. Dicho inventario se convirtió posteriormente en el Registro de Fincas Expropiables.
En cuanto a quien se adjudicaban las tierras, por principios economicistas y de aprovechamiento, la tierra seria dada a los pequeños labradores y a los yunteros, ya que tanto unos como otros conocían perfectamente la técnica del laboreo y ya tenían los medios y útiles necesarios para ponerlas a producir.
Y en lo que se refiere a como se daban, no había consenso en el Gobierno, ya que mientras los centristas querían crear una pequeña burguesía con una pequeña propiedad, los socialistas propugnaban la colectivización a través de las sociedades campesinas y del cooperativismo.
Presentado el proyecto de Ley elaborado por la Comisión Técnica al Gobierno, para su posterior debate y aprobación en las Cortes. De nuevo los propietarios extremeños por medio de diversas instancias, comenzaron a demostrar su desacuerdo con alguno de los puntos que se recogían; así la Cámara Agraria Provincial de Cáceres, manifestaba que se había realizado urgentemente y con poca información, y decía que era gravemente perjudicial para la producción agrícola y ganadera, ya que las grandes fincas eran las únicas que podían ser rentables en Extremadura, y que el laboreo y siembra de las hojas era posible, si se compatibilizaba con la ganadería. Con estas apreciaciones empezaban su campaña de boicot a la pretendida reforma agraria, la defensa de sus patrimonios, modos de explotación y su posición económica, pues proponían eliminar del proyecto todas las fincas cualquiera que fuera su extensión de encinares, alcornocales y pastos, haciendo solo los asentamiento en aquellas que los dueños voluntariamente quisieran ofrecer y pagándolas al precio del mercado, admitiendo que se dedicaran a los asentamientos las pertenecientes al Estado, diputaciones y municipios, pero no los antiguos bienes de propios y comunes.
Atacado el proyecto de reforma, no solo por los propietarios de las fincas, sino también desde diversos grupos políticos, este fue abandonado, encargándose el Presidente, Alcalá Zamora de la elaboración de un nuevo proyecto que presento a las Cortes el 25 de agosto del 31, proyecto que fue modificado sensiblemente por la comisión parlamentaria, lo que dio lugar, junto con otros motivos a su dimisión irrevocable en el mes de octubre.
Mientras que los diputados discutían lentamente proyecto tras proyecto, los campesinos extremeños se debatían con los problemas derivados del paro forzoso y los bajos salarios. Terminada la recolección y el ciclo agrícola, algunos yunteros fueron expulsados por los dueños bajo el pretexto de dedicar las tierras a pastos.
El Gobierno reacciono, obligando a los propietarios a roturar y sembrar las tierras cuando en el término municipal hubiera obreros en paro. Pese a las adopción de dicha medida, el final del 31 y comienzo del 32 fue de gran conflictividad en el campo extremeño, la eclosión tan fuerte de los yunteros se debió a que querían que el Gobierno les diera una respuesta a su situación; ya que ellos decían no aspiraban a poseer la tierra, pero si al menos poderla trabajar.
El día primero de enero en el pueblo de Feria hubo un gran disturbio, resultando muerto un campesino y heridos varios Guardias Civiles, y a los pocos días en Plasencia sucedía la mismo al invadir algunas dehesas afiliados a la Federación de Trabajadores de la Tierra y ser desalojados a tiros.
EXTREMADURA en ese momento se convierte en el epicentro de la Reforma Agraria de España, y los medios de comunicación tanto de carácter nacional, como extranjeros, empiezan hacerse eco de todo lo que allí sucede respecto a la misma.
Pero fueron los sucesos de Castiblanco los más graves de todos los sucedidos en la Región. El día 30 de enero una manifestación de más de 300 vecinos recorrió el pueblo apoyando la huelga general del día siguiente, ese día el pueblo amaneció tomado por las fuerza del orden, no se sabe cómo comenzó todo, pero el resultado fue dos campesinos muertos y varios heridos, y cuatro números de la guardia civil brutalmente linchados hasta su fallecimiento.
El suceso recorrió y conmociono a toda España, para el diputado radical por Badajoz, Diego Hidalgo se trató de unos “hechos bárbaros, sangrientos y de verdadero asesinato”, ocasionados por los miembros cerriles de las organizaciones obreras.
El diputado, Hidalgo hablo de cerrilismo de las organizaciones obreras, pero no menos cerriles era la actitud de los grandes propietarios, ya que desde el primer momento se opusieron frontalmente a las medidas que tomaba el Gobierno manifestada en: su negativa en dar trabajo a los jornaleros y a la subida de los jornales, su rechazo a efectuar la siembra y el barbecho, la expulsión de un gran número de yunteros de sus tierras, la bajada de los arrendamiento, etc.
En marzo, el Ministro de Agricultura, Marcelino Domingo presento un nuevo Proyecto de Reforma Agraria, más moderado que los anteriores, pero el levantamiento militar fracasado del General Sanjurjo el 10 de agosto produjo un cambio en el ritmo de elaboración y contenido de la Ley, pues los partidos republicano y el socialista se radicalizaron, al comprobar por el golpe como la oligarquía agraria no admitía reforma alguna en el campo español, aunque esta fuera moderada.
Por fin el 9 de septiembre del 32 veía la luz la Ley de Base de la Reforma Agraria, que para el caso de los señoríos alcanzaba a todo el territorio nacional, y se empezaría a aplicar en Andalucía, Extremadura, Toledo, Albacete y Salamanca, creándose el Instituto para la Reforma Agraria (IRA) que sería el órgano ejecutor y al que se le dotaba inicialmente con 50 millones de pts. Cantidad ridícula para alcanzar los objetivos que pretendía.
En cuanto a las tierras afectadas eran principalmente: la de la grandeza y los señoríos, las del Estado y corporaciones públicas, las compradas para especular, las mal cultivadas, las sistemáticamente arrendadas, no pudiendo tener nadie en un solo municipio más de 350 has. de barbecho, y 400 en tierra de pasto y labor.
Las tierras de la grandeza y señorío eran expropiadas sin indemnización, pagándoles solo las mejoras que hubieran introducido en ellas, y el resto se le indemnizaban una parte en metálico, y el resto en deuda pública.
En cuanto a los asentamientos, serían para: los obreros y yunteros sin tierra, sociedades de campesinos y cooperativas, pequeños agricultores y arrendatarios con menos de 10 has.
En lo que se refiere a la cantidad de fincas y superficie afectada en Extremadura, según el Registro fueron algo más de 5.000 propietarios, de los cuales la mitad eran terratenientes.
Y en cuanto al número de fincas expropiadas alcanzaba las 30.500, de las que 2.287 eran grandes fincas, y otras 2.104 tenían más de 250 has.
Específicamente en la provincia de Badajoz afectaba en un principio a 789.868 has, el 36,7% de toda la tierra útil provincial.
Aprobada la Ley, ahora solo quedaba ver si la misma era aplicada con energía por el Gobierno, ya que su puesta en marcha era lo único que podía calmar, en alguna medida los ánimos semirevolucionario del campesinado extremeño.
Durante el otoño, la crisis en el proletariado campesino se fue agudizando, los jornaleros pasada la recolección no encontraban trabajo, y las tiendas de comestibles al carecer de capital no les podían fiar.
Por otro lado los yunteros y pequeños labradores no podían sembrar al carecer de simientes unos, y otros porque a partir de septiembre habían sido expulsados de las dehesas que venían cultivando, por unos propietarios que para boicotear la reforma dejaban las hojas de labor para pastos.
En estas circunstancias, unidos los yunteros y jornaleros, iban a dar al movimiento campesino una fuerza y un carácter revolucionario que no había tenido hasta entonces, con invasiones masivas de fincas y su posterior roturación.
Esa radicalización de los campesinos fue asumida por la Federación Provincial de la UGT de Cáceres, que en aquel momento contaba con 48.000 afiliados a la Federación de Trabajadores de la Tierra.
Aunque algunos de sus miembros seguían confiando en la reforma para acabar con el problema del hambre, comenzaron a surgir voces que: desconfiaban en la capacidad de la “Republica Burguesa” para realizar el ideal de justicia social propugnado por los socialistas. La más autorizada de ella, era la de Felipe Granado, presidente de la Federación Provincial Obrera.
Para el dirigente socialista el grito de los “esclavizados labriegos de la gleba” pidiendo tierras, no tenía contestación adecuada en la pretendida reforma agraria de los burgueses constituyentes.
De continuar las dilaciones en aplicación de la reforma, era de esperar que los campesinos perdiera la fe en el procedimiento republicano, haciendo de un solo golpe lo que, por sucesivas etapas paulatinas, hubieran hecho esos que no supieron plasmar el movimiento revolucionario que vive el campo español”. Revista “Unión y Trabajo” de 31 de diciembre del 32.
Ante la primera oleada de ocupaciones de tierra en septiembre del 32, cuando los propietarios se negaron a renovar los contratos a los yunteros, el Gobierno reacciono con el decreto de Intensificación de Cultivos, que aunque reconocía a los propietarios el derecho a decidir el destino que daba a sus fincas, incluida la ganadería, deberían posibilitar a los yunteros tierra hasta la cosecha del 34, momento en que deberían abandonarlas y pagar la renta correspondiente, pero ello no evito que el movimiento resurgiese en enero/33, lo que obligó al Gobierno a reconocer el hecho de las ocupaciones revistiéndola con fuerza jurídica.
La lentitud con la que se iba acometiendo la reforma estaba siendo fuente de grandes problemas para la Republica. A la propia complejidad de la Ley, se unía la lentitud burocrática en su aplicación, los altos coste de las expropiaciones, los bajos presupuestos, la resistencia de los propietarios y los conflictos sociales.
A comienzo del 33, un gran número de dehesas fueron invadidas y roturadas por los yunteros, en su opinión se trataba de roturar las fincas sin destruir los pastos para la ganadería, según lo estipulado en el decreto de “Laboreo Forzoso”.
Ante las ocupaciones de fincas, de nuevo Felipe Granado el 24/1/33 en la Revista “Unión y Trabajo” justificaba el hecho, no como una violación de la legalidad republicana, si no como una forma de simplificar las dilaciones burocráticas, diciendo que gracias a las roturaciones de tierra (cuya fecha debería ser conmemorada en un movimiento) habrá pan en España.
Tal fue el número de fincas invadidas y roturadas que el Gobierno, aunque había comenzado ya la selección para los asentamientos, se vio obligado a reconocer muchas de estas ocupaciones, considerándolas efectuadas al amparo del decreto de intensificación de cultivos.
Para hacer efectiva la Reforma en Extremadura, se creó un nuevo cargo inexistente hasta el momento: Gobernador General de Extremadura, al que se le autorizaba realizar asentamientos por iniciativa propia, de acuerdo con las necesidades y medios existentes.
Para dicho cargo fue designado el ingeniero agrónomo, Luis Peña Novo, gran conocedor de la situación del campo extremeño, ya que en el 32 fue el encargado de realizar el informe para el Gobierno sobre la situación en Extremadura, el cual terminaba con una frase que lo decía todo. “El estado revolucionario del campo extremeño no admite las esperas del rigorismo legal”.
Su decida actuación produjo casi la paralización de las roturaciones, pero a cambio ordeno ocupar más fincas que las inicialmente previstas. Tres meses después de su nombramiento se habían ocupado 744 fincas que suponían 63.284 has, en las cuales fueron asentados 20.944 yunteros, y había otorgados créditos por 2.577.262 ptas.
Llegado el mes de octubre, el número de fincas ocupadas por orden del Gobernador eran 1.412 con una extensión de 109.300 has. Donde habían sido asentados 35.000 yunteros. Otra de su a actuaciones fue que el Gobierno confirmara las rentas que pagaban los yunteros asentados.
En las elecciones celebradas el 19 de noviembre del 33, en Extremadura triunfaron los Radicales de Centro Derecha con 8 diputados, seguido de la CEDA con 7, y a distancia se situaban los socialista con 5.
Aunque el triunfo de los Radicales y la CEDA en un principio no supuso ninguna parálisis en el desarrollo de la Reforma, sino todo lo contrario, ya que se aprobaron algunas normas que afectaban muy directamente a los yunteros extremeños, como fue que el IRA expropiara y ocupara las tierras incluidas en el registro o las cedidas por los Propietarios.
Pasados unos meses, y ante la presión de los propietarios exigiendo a los tribunales la devolución de las tierras ocupadas y la anulación de las asentamiento realizados por el Gobernador General, el Gobierno estableció que los yunteros estarían obligados a abandonar irrevocablemente en el próximo otoño las tierras que venían cultivando al amparo del decreto de intensificación de cultivos.
El problema de la falta de tierras por parte de los yunteros fue patente, provocando en las organizaciones obreras un aumento del radicalismo, y la adopción de posiciones política-ideológica de cariz semirevolucionario. En el mes de febrero del 34, se produjeron en toda Extremadura invasiones masivas de fincas, con la participación de un gran número de yunteros. Sirva de ejemplo que en Brozas participaron 785, en Arroyo 577, en Zarza 525, o en Navas 402.
Los propietarios a través de sus asociaciones mostraron su protesta y pidieron al Gobierno el restablecimiento del orden y el principio de autoridad. Al considerar el Gobierno que existían tierras para dar a los yunteros, autorizo al IRA la realización de arrendamiento de las tierras ofrecidas por los propietarios y el aumento del ritmo de las expropiaciones a la grandeza.
A cambio para contentar a los propietarios en el mes de mayo el Gobierno anulo el decreto de términos municipales, con lo cual volvían a tener libertad para contratar jornaleros de otros pueblos e incluso de Portugal, lo que conllevaba una bajada de los jornales agrarios.
En cuanto se refiere a la grandeza, en Extremadura el Gobierno conservador expropio 32.340 has, el 31% de los bienes que poseían en la Región, donde fueron asentados 2.535 labradores y yunteros, y en cuanto a asentamientos temporales fueron ocupadas 22 fincas con una extensión de 9.433 has, donde fueron asentados 1.074 yunteros.
El número de yunteros asentados fue tan pequeño, que estos siguieron ocupando fincas. Sirva de ejemplo, que en el mes de mayo el Comandante del Puesto de la Guardia Civil de Brozas, denuncio ante el Gobernador a 140 yunteros por la ocupación de fincas y roturaciones arbitrarias.
El Gobierno Conservador, pensó en mandar al Ejército para sacar a los campesinos, pero el Coronel responsable de la Guardia Civil en Extremadura le aconsejo que no lo hiciera, manifestando: “que a los campesinos solo se les podía sacar de las fincas muertos”.
Por otro lado las condiciones de los jornaleros siguieron empeorando, debido a la negativa de los propietarios a pagar los salarios que se habían alcanzado en la etapa anterior para la próxima siega, ello impulso a la FNTT a convocar en el campo una Huelga General, en demanda del mantenimiento de los salarios y la prohibición del uso de maquinarias.
El Gobierno la califico de “Movimiento Revolucionario” y “Motín Sedicioso”. La huelga resulto un fracaso lo que supuso un descrédito para la FNTT y un mayor poder de la oligarquía rural, lo que conllevo, que una gran cantidad de yunteros fueran expulsados de la tierra que venían labrando al término de la cosecha
Los yunteros, encontraron un gran aliado en el Ministro de Agricultura, el democristiano Jiménez Fernández partidario de modificar el sistema de la propiedad, crear pequeñas explotaciones agrícolas y apoyar el asentamiento, incluso las realizadas por Peña Novo.
Pero la defensa de esas medidas, le supuso la enajenación de su partido, la CEDA y de los agrarios, siendo cesado como Ministro. A partir de su sustitución, comenzó una parálisis en la Reforma, promulgándose poco más tarde la Ley de Reforma de la Reforma Agraria, que dejaba sin efecto todas las disposiciones de la Ley de Base.
Envalentonados los propietarios, decidieron expulsar de sus tierras a los pocos yunteros que aun la trabajaban, así como reducir los salarios y volver a traer mano de obra portuguesa que era más barata. A partir de ese momento, la frustración seria el sentimiento más arraigado en el campesino extremeño.
El día 6 de febrero de 1.935, el diputado socialista por Cáceres, Luis Romero Solano intervenía en las Cortes exponiendo la grave situación en que vivían en Extremadura las familias obreras en general y las del campo en particular “En algunos pueblos como en el mío, Alcántara, las familias obreras, se han visto obligadas a entregar a sus hijos a las autoridades.
El día 22 de enero entregaron cerca de 200 niños en el Cuartel de la Guardia Civil. Y yo he de decir una cosa: que no sé cómo las Juntas de Protección a la Infancia no han elevado su protesta al Poder Público, sobre todo teniendo en cuenta que, recientemente un niño, ante la presencia del hambre, se ha suicidado.
Se da el caso de que siendo los niños quienes más derechos tienen a disfrutar y gozar de la vida, son los que más privados están, y los que se encuentran imposibilitados de desarrollarse físicamente en las condiciones debidas para el día de mañana poder ser ciudadanos útiles a su País”.
Aunque 1.935 resultara uno de los años más tranquilo en el campo extremeño desde el comienzo de la II República, los graves problemas económicos que asediaban a País, unido al escándalo de estraperlo, y a las diversas crisis ministeriales, conllevo la disolución de las cortes y la convocatoria de elecciones generales para febrero del 36.
En Extremadura, el triunfo de “Las Izquierdas” en las elecciones de febrero del 36 fue rotundo. El Frente Popular obtuvo 18 diputados, mientras que la derecha obtenía solo 5. El éxito de la izquierda supuso una amplia presencia de socialistas en el nuevo Gobierno, y un posicionamiento más radical sobre la necesidad de efectuar la Reforma Agraria.
A partir del mes de marzo, con el ánimo de los campesinos rayando la desesperación, como consecuencia de la crisis que habían padecido todo el invierno, y pese que el Ministerio de Agricultura publico un decreto concediendo a los yunteros sin bienes de Extremadura recuperar el uso y el disfrute de las tierras que hubieran labrado, y de que el propio Ministro viajo a Extremadura y aseguro que en unas semanas serian asentados 40.000 yunteros.
La Federación de Trabajadores de la Tierra, alta de tantas promesas incumplidas, convoco a sus afiliados a ocupar las fincas.
El día 20 de marzo el Secretariado Provincial de la mencionada Federación, aprobó:
-Si el que se opone es autoridad o agente de ella, se lo dirá con respeto, se le contestará con igual respeto y con la mayor brevedad, y se le obedecerá solamente si lo que ordena no es contrario a los intereses de la República y de los trabajadores, que en el momento presente son los mismos.
-Si el que se opone no es autoridad ni agente de ella, se le desoirá en lo posible y no se le obedecerá en nada.
Y efectivamente, el 25 de marzo, unos 80.000 campesinos extremeños invadían al grito de “Viva la Republica”, con sus yuntas y aperos de labranza un gran número de fincas para señalarlas y luego rotúlalas, la llegada de la Guardia Civil y en algunos sitios del Ejército les hizo retroceder, pero una vez se habían marchado volvieron a ocuparlas.
Entre marzo y julio fueron asentados en Extremadura 81.297 campesinos en una extensión de 238.797 has., siendo la Región con más diferencia sobre el resto, y la más beneficiada por el reparto de tierras y los asentamientos.
Dice el historiador y escritor, Víctor Chamorro, que la identidad extremeña nació con la ocupación de las fincas por los yunteros en marzo del 36: “De repente se produjo una cosa extrañísima, el discurso extremeño sosegado, con paciencia, y manso que había impartido la iglesia, se transformó y el pueblo extremeño protagonizo una epopeya: el pueblo unido va a dar por primera vez identidad a Extremadura”.
Toda la prensa de la época y los tratadistas de las revoluciones del campo dieron cuenta del hecho, que no fue otro que ocupar las tierras que la Republica les había prometido, y no le había dado.
Aquel acontecimiento fue para Chamorro, el origen de la identidad extremeña, ya que hasta ese momento el pueblo extremeño no había actuado solidariamente y unido.
La Guerra Civil supuso para Extremadura, como para toda España: muerte, dolor, desolación y hambre, pero además en la Región conllevaría la Liquidación de la Reforma Agraria, lo que supuso un retroceso en el campo extremeño, y la vuelta a la situación en que se encontraba en la primera década del Siglo.
A partir de ese momento el término “Yuntero”, debido a su connotación política de izquierda revolucionaria, dejara de tener cabida en el vocabulario oficial, no así en el popular. En todos los decretos y leyes que dictara el Régimen Franquista se referirá a los yunteros con la nueva designación de colono, aparcero o labrador
El triunfo del “Movimiento Nacional” supuso, que en las grandes propiedades adehesadas los propietarios o arrendatarios dieran continuidad a las formas tradicionales de explotación, aprovechando las ventajas que les proporcionaba la política proteccionista del Nuevo Estado y la creación de las Hermandades de Labradores.
Estas formas, basadas en el empleo masivo de mano de obra y en la consecución de mayores rentas, perduraron durante la primera fase del franquismo como consecuencia del mantenimiento de un bajo nivel de salarios y la legitimación de formas de contratación de las labores al “uso y costumbre”, que en el caso de las aparcerías, se encontraban avaladas por la Ley de arrendamientos rústicos de 1940.
La vuelta al “uso y costumbre” en los contratos de aparcería supuso un elemento importante en la dependencia del labrador. Una manera de conocer el grado de su dependencia, se encontraba en las formas de participación en la renta generada o en las aportaciones (semilla, abono, aperos y trabajo) y en las condiciones impuestas en la ejecución del propio proceso productivo por parte de quien controlaba la tierra y de las características agro ganaderas de las fincas donde se labraba.
Dentro del modelo tradicional de explotación adehesada, el aporte de semillas, aperos y trabajo solía correr a cargo del aparcero. El abono, el poco que se empleaba, era frecuente aportarlo “a medias” o “a tercias” (dos partes el propietario y una parte el aparcero), mientras que el reparto de las cosechas solía ser al “60 por 40”, o “al tercio”, siempre a favor del cultivador directo. Otros aspectos sociológicos, demostraban el grado de sumisión del aparcero ante los patronos agrarios. Así, en los contratos de estas labores había algunas cláusulas que merece la pena resaltar:
Como se puede comprobar, todos estos aspectos sometían al labrador a un sistema en el que las condiciones del contrato no eran pactadas en términos de igualdad, sino impuestas por los patronos, aprovechando la situación de debilidad del campesinado que, poseyendo medios de producción, tenía necesidad de tierras para labrar.
A lo anterior se unían otros condicionantes al contrato de las labores:
- En primer lugar la adscripción del aparcero a un grupo de pertenencia que condicionaba sus comportamientos. Las cuadrillas solían ser originarias del mismo pueblo y estaban estructuradas en torno a un grupo de parentesco, de tal forma que a la hora de los relevos (por fallecimiento o retiro de la actividad laboral) eran sustituidos por hijos, parientes o paisanos. El mantenimiento del grupo dependía, en última instancia, de las relaciones de clientela con los propietarios o arrendatarios de las dehesas.
-En segundo lugar, es en el ámbito de la profesionalidad donde también se gestan las relaciones de dependencia del aparcero, pues la estabilidad y permanencia de éstos en las dehesas estaba condicionada por la calidad de las labores realizadas.
Las demostraciones y alardes de buenos labradores, con motivo de la competencia establecida entre los propios yunteros o cuadrillas de estos, era el instrumento para obtener el patronazgo por parte de los grandes propietarios y mantener la futura clientela.
Otro de los elementos que contribuyeron al sometimiento del aparcero, era la acción de la ideología agraria promocionada por el “Nuevo Régimen” en relación a la sublimación de la figura del labrador como instrumento de redención del campesinado.
Con todos estos condicionantes se comprueba que el “Estado Franquista” no estaba por la emancipación del yuntero, sino al contrario.
Y aunque es cierto que la base social del nuevo régimen trataba de construirse a partir del pequeño campesinado, el aparcero extremeño sabía que entre él y el Estado se cruzaban los intereses de los grandes propietarios y arrendatarios que, aprovechando la coyuntura, trataron de buscar las máximas rentabilidades de sus fincas, para lo que era necesario acelerar el proceso de desalojo o lanzamiento de los antiguos yunteros.
Aunque de dicho proceso fuera en contra del compromiso adquirido por el Estado con el pequeño campesinado extremeño, contradiciendo el Fuero del Trabajo, que decía:
“el Estado asume la tarea de multiplicar y hacer asequibles a todos los españoles las formas de propiedad ligadas vitalmente a la persona humana: el hogar familiar, la heredad de la tierra y los instrumentos o bienes de trabajo para uso cotidiano (…)”.
Su escaso resultado, se plasmo en Extremadura, en las quejas oficiales que se reflejaban en el Plan de Ordenación de la provincia de Badajoz:
“Las razones fundamentales de que se haya llegado a este estado de cosas son, de una parte, que la tierra haya pasado a ser considerada exclusivamente como único elemento de renta, sin otra función próxima que contribuir de manera más o menos holgada al sostenimiento de las familias, y de otra, la desvalorización del hombre, hasta el extremo de considerar como mercancía su derecho de trabajo, concepciones que crean una pugna de intereses totalmente contraria al ambiente ideal en que, a nuestro juicio, debería desarrollarse las actividades campesinas”.
Los lanzamientos o desahucios de los antiguos yunteros y las coartadas de los terratenientes en los años 40, sin plantearse en los términos conflictivos del tiempo de la República, fue motivo de preocupación para las nuevas autoridades, por el alarmante aumento de yuntas en paro en Extremadura.
Se puede afirmar que en Extremadura se pasó de una “conflictividad abierta antes y durante la Republica”, a un periodo de “conflictividad soterrada”, que se manifestó a través de los desalojos de colonos de las grandes fincas.
En el caso extremeño, esta dinámica se vio frenada por la ambigüedad la política agraria del Estado, por el doble compromiso adquirido con los terratenientes y el pequeño campesinado.
Así, el Estado pretendía que los grandes propietarios, como consecuencia de la devolución de las tierras ocupadas por la Reforma Agraria Republicana y la reposición de sus privilegios, soportaran de forma suavizada la resolución del problema yuntero, por medio entre otros de: “La instalación provisional de labradores en paro en las fincas que no cumplieron los “planes de barbecheras”, como así se especificaba en la ley de “Laboreo forzoso” de 1940 y en los decretos de intensificación del cultivo de marzo y septiembre de 1946”.
Los resultados de estas medidas demostraron que, la clase burguesa no estaba dispuesta a que el problema social que planteaban los yunteros se resolviese a su costa.
A pesar de la puesta en vigor de tales normas, la respuesta por parte de los grandes propietarios fue la expulsión de los antiguos yunteros y el incumplimiento sistemático de la ley del laboreo forzoso, como consecuencia del interés por la extensión de pastos y el incremento de cereales-pienso. La tendencia fue labrar menos tierras y reducir las superficies de trigo en las dehesas y su dedicación a pastos y otros cereales para la alimentación del ganado.
Y todo ello, cuando en diciembre de 1.945 Franco visito la provincia de Badajoz, y en la capital afirmo: “Vengo a esta provincia porque es la que tiene más hondos problemas entre todas las provincias españolas, y vengo anunciar a estos magníficos campesinos, a estos sufridos labradores de estas pardas tierras extremeñas, que vamos a empezar la obra de su redención”, pidiendo luego al día siguiente en Castuera un margen de confianza y de fe para lograrla.
Pero la redección no solo no llego, sino lo que llego fue la expulsión de la tierra que trabajaban.
Solo en la provincia de Badajoz en 1.956 habia 54 pueblos afectados por las expulsiones y fueron desahuciados 1.712, dándose el caso como pueblos como Alconchel o Benquerencia donde lo fueron más del 50% del censo.
Ante el proceso imparable de los desalojos, las medidas que adoptó la Administración parecían ser totalmente ineficaces, ya que los asentamientos provisionales en las grandes fincas, como se estipulaba en las normas del “laboreo forzoso” de 1.940 fueron insignificantes.
El pretender asentar una masa de campesinos con medios de producción (aperos y mulas) en las grandes fincas, más que depender de la legislación vigente, quedaba sometida a la voluntad y los intereses de la clase terrateniente, pues, al mismo tiempo que la Administración trataba de ejecutar aquellos asentamientos, se estaba desarrollando un lanzamiento masivo de las dehesas.
Y no hay que olvidar que en 1.956 los campesinos pobres en Extremadura eran según las estadísticas:
Yunteros con algo de tierras.
Badajoz = 23.733
Cáceres = 12.516
Total en Extremadura: 36.249
Yunteros sin tierras.
Badajoz = 8.470
Cáceres = 6.580
Total en Extremadura: 15.050
Jornaleros o braceros
Badajoz = 83.613
Cáceres = 17633
Total en Extremadura: 131.246
Aunque estos números eran a nivel provincial y regional, a nivel comarcal las situaciones cambiaban. De las 21 comarcas extremeñas, en 18 de ellas más del 50% de los yunteros tenían alguna tierra y en 11 más del 25% la poseían de forma suficiente.
Los yunteros sin tierra, solían coincidir con las comarcas donde había mayor grado de concentración de tierra. Así en la provincia de Badajoz: en Herrera del Duque había un 49,8%, en Puebla de Alcocer un 31,3%, en Jerez de los Caballeros y Llerena un 29%, en Azuaga un 23,5% y en Alburquerque un 19,5%. Mientras que los yunteros con escasa tierra predominaban en las comarcas de Castuera, Don Benito, Jerez de los Caballeros (66%, respectivamente) y Olivenza (58%).
A pesar de esto en la provincia de Cáceres, la comarca de Trujillo era la que poseía un mayor número de yunteros sin tierra (39,5%), seguida de Hervás (33,2%) y Logrosán (20%), mientras que los yunteros con tierra insuficiente abundaban en la de Logrosán (60%), Plasencia (55%) y Hervás (51%).
Por otro lado, el día 7 de abril de 1.952 era aprobado el Plan de Obras, Colonización, y Electrificación de la provincia de Badajoz, más conocido como el “Plan Badajoz”.
El Plan Badajoz estaba basado en el diseñado por el ministro socialista, Indalecio Prieto en la Republica, y tenía como objetivo principal mejorar la producción y la renta agraria de la provincia, poniendo en regadío 105.000 hectáreas, para lo cual dotaba a la agricultura pacense de una red de electrificación y riego, a la vez que pretendía poner en marcha una industria de fabricación, transformación, y comercialización agraria, teniendo como eje principal el rio Guadiana. Así como la implantación de un tejido industrial de 89 fábricas y siete plantas industriales a través del Instituto Nacional de Industria.
Su aprobación venia motivado por la crítica situación que vivía la población de Extremadura en general y en particular la provincia de Badajoz.
Según un estudio sobre la situación socioeconómica previa a la puesta en marcha realizado por Ramiro Campos, esta era la siguiente:
-La existencia de una población excesiva de trabajadores desocupados, más de 31%.
-Una distribución de la población agraria, dependiente de la voluntad del terrateniente o del administrador de turno:
- 40.000 yunteros sin tierra suficiente.
- 60.000 braceros eventuales
- 20.000 yunteros con tierra suficiente u ocupación permanente
- 30.000 braceros con ocupación permanente
- Existencia de más de un 45% de la población en situación económicamente incierta e inestable al no conocer su futuro inmediato. Al ser inexistente el desarrollo industrial que permitiera absorber los desplazamientos de la mano de obra dependientes y sobrantes de la agricultura.
Además, la tierra no estaba explotada al máximo de sus posibilidades, pudiendo cifrarse la producción obtenida en el 60% de la potencialmente alcanzable con un uso racional de los recursos disponibles.
Este hecho estaba motivado por el alto grado de absentismo de los propietarios, por los medios rudimentarios utilizados en el cultivo de la tierra (el 43% de los arados existentes eran arados romanos), y porque los latifundistas no buscaban la intensificación y un alto rendimiento unitario, sino el mantenimiento del tamaño de las explotaciones y una escasa variación de los cultivos existentes, de los que conocían su técnicas de producción, sin introducir otros alternativos más exigentes en factores de producción, entre ellos mano de obra.
- Casi un 80% de su población agrícola percibía ingresos anuales inferiores a la media nacional. De entre ellos, 260.000 personas tenían unos ingresos muy bajos, por no decir nulos, lo que motivaba un claro subconsumo.
-La tierra se encontraba distribuida con un gran predominio de la gran propiedad, cultivándose ésta, además, con bajos rendimientos.
- El grado de mecanización era bajo.
- El ahorro de los trabajadores agrícolas no existía, al no tener capacidad económica para poder hacerlo.
- Como consecuencia del absentismo de los terratenientes, gran parte de las rentas obtenidas no se gastaban ni invertían en la provincia, siendo transferidas a los lugares de residencia o procedencia de los grandes propietarios.
- La capitalización de las rentas generadas en Badajoz era muy reducida y muy inferior a la que le debería corresponder aplicando la media nacional.
A partir de este diagnóstico, el mismo autor propuso las siguientes directrices de actuación que podrían solucionar los problemas expuestos:
El plazo para la realización del PLAN BADAJOZ era de 14 años, de 1.952 a 1.965, pero en 1.963 se amplió, e igualmente en 1.971 extendiendo hasta 1.975 con el Plan Zujar.
Las acciones principales a desarrollar eran:
*La construcción de seis presas: Cijara, Puerto Peña, Orellana, Zujar, Montijo y Alange, con una capacidad de 3.245.000 metros cúbicos.
*La producción de 70.000 KW de electricidad a través de los pantanos del Zújar y Matachel.
*La puesta en regadío de 105.000 hectáreas:
- 36.000 en las Vegas Bajas.
- 64.000 en las Vegas Altas
- Y 5.000 en Alange.
Estas 105.000 hectáreas serian redistribuida entre los antiguos propietarios, que darían trabajo a unos 30.000 obreros fijos, asentando además 9.000 familias de colonos que labrarían sus propias parcelas que le serían entregadas por el Ministerio de Agricultura.
De todas las acciones que comprendía el Plan las que tuvieron un menor desarrollo fueron las referentes al desarrollo industrial, así como la construcción de los ferrocarriles, lo que estrangulo la creación del empleo necesario para absorber la mano de obra campesina de las comarcas afectadas, lo que conllevo un fracaso del Plan, que según Franco tenía que redimir al campesinado extremeño.
En 1.959, con la aprobación del Plan de Estabilización de la Economía, la devaluación de la peseta y liberalización de las inversiones extranjeras, así como la potenciación desde el Régimen de la Industrialización de Cataluña, Madrid y el País Vasco: La Emigración Extremeña rompió todas las variables, convirtiéndose en uno de los éxodos naturales más importante que se han dado en Europa en ese siglo, de un pueblo en busca de trabajo.
Y es que mientras esas zonas de España se potenciaban, Extremadura seguía siendo una Región eminentemente agrícola. En esa década el 73% de la población activa extremeña “trabajaba” en el sector agrario, llegando al 85% la población que directa o indirectamente dependía del campo.
Pero el campo debido a la forma de la propiedad, y a la débil mecanización, así como a la falta de recursos económicos no podía mantener tanta población, lo que unido a la falta de industrias que pudieran absolver los excedentes de mano de obra del campo, genero una oferta de trabajadores cuya única salida fue la Emigración.
Una vez más Extremadura y los extremeños volvíamos a ser la cenicienta de las regiones españolas y los pagadores de una situación social y económica que nosotros no habíamos creado.
La obra de redención de los campesinos de la que hablo Franco en su visita a Badajoz en 1945, como luego se pudo ver, no era la realización de una Reforma Agraria, se trataba de estrangular aun más la situación socio-económica de Extremadura y por el contrario detraer grandes cantidades de dinero al tejido industrial de Madrid, Cataluña y el País Vasco, así como traspasar toda la mano excedente del campo extremeño a estas regiones para cubrir la demanda de puestos de trabajo que la industria necesitaba.
Los yunteros extremeños no tuvieron más remedio que cambiar el arado y la azada, por una llave inglesa en la cadena de producción de una gran fábrica o una paleta en la construcción de las ciudades dormitorios que se construían alrededor de las grandes capitales como: Madrid, Barcelona o Bilbao.
ANTONIO ELVIRO ARROYO
HISTORIA DE LA EMIGRACIÓN EXTREMEÑA
La Emigración Extremeña constituye sin duda alguna uno de los hechos más importante y a la vez más triste de la Historia de Extremadura. Y aunque es en el Siglo XX cuando se produce el gran éxodo emigratorio extremeño. Ya en el Siglo XVI, Extremadura se convirtió en uno de los principales focos de emisión de emigrante a Ultramar. El 18% de los emigrantes registrados en el Archivo de Indias de Sevilla eran de origen extremeño, en tanto que Extremadura solo acogía en su territorio al 6,4% de la población de España.
Si los historiadores calculan que hasta el año 1.600 fueron unos 200.000 españoles los que emigraron a las Indias. Podemos decir, que durante el Siglo XVI, unos 32.000 extremeños salieron de la Región hacia el Nuevo Continente, de los cuales más de 2.000 eran mujeres.
Y aquí viene la pregunta: ¿Esos 32.000 extremeños y extremeñas, emigraron a América buscando fortunas y honor como se nos ha venido diciendo?, o ¿Emigraron porque la tierra donde habían nacido no les daba de comer?.
Porque a Ultramar no solo viajaron los Conquistadores que luego llegarían a ser famosos, como: Cortes, Pizarro, Orellana, etc. Ya que según estudios realizados, la gran mayoría de los extremeños que emigraron eran sencillos vecinos de los pueblos, de todo tipo de profesiones, incluyendo a familias enteras con mujeres y niños.
Para poder comprender porque ese gran número de extremeños emigraron América en la época de la Conquista y Colonización, es necesario conocer la realidad Socio-Económica de Extremadura en aquel tiempo. Terminada la Reconquista de Extremadura en 1.232, los Reyes procedieron a la demarcación de términos y a la repoblación del territorio mediante la promulgación de los Fueros y Cartas-Puebla.
Los servicios prestados por los “Señores Feudales” a los Reyes para su Reconquista, motivo la implantación en la Región de los grandes “Señoríos”. Teniendo estos, un incremento espectacular de tierras por adhesión de las comunes en los siglos XIV y XV. Baste señalar que en la época del Descubrimiento de América, de los aproximadamente 40.000 km. cuadrados de Extremadura, el 23% de ella eran tierra de Realengo.
La alta nobleza compuesta por grandes y ricos hombres, protagonizo un proceso de acumulación de tierras en extensos dominios, dedicadas generalmente solo a pasto, hecho que influyó negativamente en el posterior desarrollo económico de Extremadura.
Sirva de ejemplo de que el Duque de Alba llego a ser dueño y señor de 46 pueblos, y que el Señorío de Feria, en poder de los Suarez de Figueroa llego a poseer 100.000 hectáreas donde habitaban 3.000 vecinos y 18.000 vasallos.
Hecho parecido sucedió con las Ordenes Militares de origen extremeño, de Santiago y Alcántara, ya que al considerar el Papa la Reconquista como una “Cruzada” contra los infieles, estas desempeñaron una labor muy importante, lo que posteriormente conllevo que fueran premiadas con unas grandes extensiones de terreno.
La Orden de Santiago recibió una extensa franja de terreno que iba desde el partido de Montánchez hasta el límite sur de Extremadura, y que abarcaba el espacio comprendido entre el Concejo Pacense, Medellín y la mitad sur de la Serena.
A finales de la Edad Media los dominios de esta Orden sumaban más de 10.000 km cuadrados; superficie superior a la cuarta parte de Extremadura. En sus territorios además se encontraban las tierras más fértiles de la Región: las Vegas del Guadiana y la Tierra de Barros.
La Orden de Alcántara, por su parte recibió un ancho espacio junto a Portugal que se extendía desde el norte de la Región, (lo que hoy es la Sierra de Gata), y traspasaba la Sierra de San Pedro, más allá de San Vicente.
Así como la rica comarca de la Serena, que entonces se extendía hasta parte de lo que hoy es la provincia de Córdoba, con la Encomienda de Benalcázar, lo que sumaba la no despreciable cantidad de 9.000 km cuadrados.
Este reparto del terreno, unido a que una vez Reconquistada Extremadura, su territorio paso a ser parte de la Corona de Castilla, llegándose a conocer como “La Dehesa de Castilla” y sus tierras destinadas para el desarrollo de la ganadería trashumante.
Supuso la creación en su seno de una estructura agraria compuesta por grandes fincas destinadas generalmente para pasto del ganado ovino, y por una débil agricultura local constituida por pequeños labradores, que solo contaban con los propios, comunes y baldíos para sembrar y dar de comer a su ganado.
A lo que hay que añadir, que diez años antes del Descubrimiento en 1.480, los Reyes Católicos dictaron la Real Cedula que definitivamente ponía la ganadería trashumante por encima de la agricultura local extremeña, ya que: “Obligaba a los campesinos a abandonar las tierras comunales cultivadas por ello para dedicarlas al pastoreo de ganado ovino”.
A partir de entonces, los ganados mesteños campearan a sus anchas por las tierras extremeñas en detrimento de la agricultura, llegándose a veces a tener que pagar los agricultores extremeños a la Corona para poder sembrar en el términos de sus pueblos, creándose un conflicto permanente a los largo de la historia de Extremadura, entre los grandes ganaderos de la Mesta y los pequeños campesinos extremeños.
Un ejemplo de las dificultades que tenían los labradores extremeños para cultivar su tierra, lo encontramos en Alméndralejo.
Dicha localidad cerró con el Rey, una negociación por la cual su Concejo se comprometía a entregar a la Corona 32.000 ducados con la condición de que durante 40 años pudiese roturar 400 fanegas de sus pastos para dedicarlas a labor y entregarlas en renta a sus vecinos para que las pudieran labrar.
Por todo lo anterior, no es de extrañar que a finales de la Edad Media, la fisonomía de Extremadura era la de un amplio territorio, de numerosas dehesas de pasto, lugar de pastoreo del ganado trashumante, a cambio de lo cual los dueños de las tierras, recibían grandes rentas y además seguras de cobrar, por el poderío de los dueños de los ganados.
Con esa coyuntura, no es de extrañar que en el año 1.557 en la Ciudad de Trujillo, el 50% de su población fueran pobres. Ese año los encargados de asignar los tributos dividieron a la población en cuatro grupos:
Los que tenían buena hacienda eran el 5%.
Los que tenían para comer eran el 5,6%.
Los que tenían algo eran el 38,6%.
Y los pobres eran el 50,5%.
Así pues, la sociedad extremeña presentaba en la época de la Conquista y Colonización una Pirámide con una estrecha vertiente formada por el grupo nobiliario y una gran base compuesta por el campesinado, y entre ambas pero muy cerca de la base se situaban aquellos individuos ocupados en actividades administrativas, comerciantes, artesanos, docentes, etc.
Por todo ello, podemos decir, que la gran mayoría de los extremeños y extremeñas que emigraron América en el Siglo XVI no lo hicieron como se nos ha venido diciendo durante mucho tiempo en busca de “Fama y Honor”.
Sino que lo hicieron porque la vida en Extremadura era muy difícil y la emigración era una de las salidas que tenían para remediar su situación.
Análisis este que no compartía el escritor extremeño, Jose Lopez Prudencio en su libro “Extremadura y España” escrito al principio del siglo XX.
En el libro, el escritor se pregunta: ¿Fue una mera casualidad el alto grado de participación de extremeños en la conquista de América?.
Y el mismo se contestaba, que las casualidades son raras en historia. “Así como que no se podía achacar dicha participación a la situación de pobreza que se vivía en Extremadura como defendían algunos historiadores. Pues esa situación era muy similar a la que existía en otras regiones y con más habitantes que Extremadura, su participación fue menor”.
Para él la gran aportación, fue motivada por que Extremadura siempre participo en los hechos históricos sucedidos en España, y al ser el Descubrimiento y la Colonización de América uno de los más importantes, era normal que la participación extremeña también lo fuera.
Sea de una forma o de otra, lo que sí es una realidad que esa emigración vino agravar aún más la despoblación de la Región.
Según el estudio elaborado en 1.517 por Fernando Colón titulado “Descripción y cosmografía de España, 1517-1523”, en la Región Extremeña solo existían en aquella época 64 núcleos urbanos, que se pudieran llamar pueblos y solo nueve superaban los 5.000 habitantes.
Badajoz………………………..…………………10.378
Llerena……………………………..……………...7.644
Jerez de los Caballeros………........…........…...7.263
Albuquerque……………………......…...…….....6.712
Plasencia…………………………...…….….......6.449
Cáceres……………………...……..……..…......6.171
Brozas……………………..……….……………...6.075
Trujillo…………………………..…..……………..5.846
Garrovillas.........................................................5.449
Por otro lado, debido a su situación geográfica, Extremadura siempre desempeñó el papel de territorio de frontera frente al vecino Reino de Portugal. Esa circunstancia marcó la historia de la región prácticamente hasta la Edad Contemporánea.
Durante los siglos XVII y XVIII, la emigración extremeña fue casi inexistente; pero no porque hubiera cambiado la situación socio-económica de Extremadura; sino por la decadencia y el retroceso que sufrió toda la Región como consecuencia de las sucesivas: guerras con Portugal, epidemias, plagas de langostas y sequía que azoto varios años a la Región.
Estos hechos aunque agravaron aún más la situación económica de Extremadura, llevaron aparejados unas pérdidas importantes de población, que supuso una adaptación natural de la población a los recursos.
Así debido a la gran epidemia que hubo entre 1596 a 1602, la población en Extremadura disminuyo considerablemente, como lo demuestra que en las primeras décadas del Siglo XVII:
Badajoz perdiera el 55,7% de su población
Jerez el 41%
Trujillo el 37,6
Alcántara el 36,8
Y Almendralejo el 27,3%
En cuanto a las Guerras se refiere, especialmente dura fue la “Guerra con Portugal” de 1640 a 1668, librada en gran parte en tierras extremeñas. Los portugueses, hacían continuas incursiones en Extremadura, quemando pueblos, arrasando cosechas y robando ganado.
Talavera la Real, Barcarrota, Burguillos del Cerro, Casar de Cáceres, Montijo, Villar del Rey, Valverde de Leganés, Villanueva del Fresno, Valencia del Mombuey, Alcántara, Badajoz, Alburquerque, la Codosera, Zafra y Feria, entre otras localidades, fueron presas del pillaje.
Muchas de estas poblaciones perdieron hasta la mitad de sus casas y más del 40 % de su población.
El Informe Municipal de la Villa de Cáceres lo cuenta así: “La provincia de Extremadura es la que más padece los efectos de una Guerra tan dilatada, siendo la Villa de Cáceres entre todas, la que por su repetidas contribuciones a los ejércitos tanto en personas como en bienes, le ha supuesto la pérdida de un tercio de sus vecinos y un estado de decadencia que conlleva a que la mayoría de su población raye la indigencia”.
Pero como las desgracias no viene sola. Aún no se había recuperado Extremadura de la guerra con Portugal, cuando en 1702 estalló en España la “Guerra de Sucesión” entre Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el archiduque Carlos de Austria.
En mayo de 1.704 el archiduque Carlos, apoyado por portugueses e ingleses, partió desde Lisboa en dirección a tierras extremeñas, y Felipe de Anjou salió a su encuentro concentrando en Plasencia a unos 40.000 soldados.
Aunque desde 1707 la guerra se inclinó a favor del bando francés, los combates y las devastaciones se prolongaron en territorio extremeño prácticamente hasta 1711. De nuevo muchas localidades extremeñas, como Badajoz, Burguillos del Cerro, Alcántara, Valencia de las Torres o Valverde del Fresno, perdieron más de la mitad de sus casas y, en algunos casos, más del 50 % de su población.
A pesar de lo sucedido, a lo largo del siglo XVIII se produjo un incremento de la población, y algunas mejoras en la agricultura y en el trabajo de los artesanos, pero a finales de siglo, de nuevo las crisis hicieron que el crecimiento demográfico y con ello el económico sufriera un retroceso.
Según el censo de Campoflorido de 1.712, Extremadura tenía 54.393 vecinos, lo que suponía una población aproximadamente de 250.000 personas. Y el de Floridablanca de 1787, elevaba la población 416.922 personas.
Según este último Censo, el número de ciudadanos que ocupaban su territorio, relegaba a Extremadura al penúltimo lugar en el conjunto español, ya que tenía una densidad de 9,5 habitantes por kilómetros cuadrado, frente a una media nacional de 22,9.
A la baja densidad de población hay que unirle la falta de núcleos urbanos con gran población. Solo once villas y ciudades superaban los 4.000 habitantes en aquella época.
Estos datos manifestaban, que en Extremadura se estaba produciendo una despoblación muy preocupante, especialmente en algunas zonas de Cáceres.
Esa era también la opinión del historiador, Antonio Pons, que en sus escritos sobre “Viaje por España de Plasencia a Monfrague” de 1.784 manifestó:
“Terrible la de muchos pueblos de Extremadura, que a sus moradores no les haya quedado otro remedios para vivir, que abandonar sus hogares, como lo hacen continuamente con gran daño para la población y el Reino.
Todos los días va a más la destrucción de esta bella, y pingüe Provincia de Extremadura; y si no se pone remedio, vendrá a reducirse a un desierto, según el paso que lleva”.
Por otro lado, la situación de la gran mayoría de la población extremeña en ese tiempo, era de pura indigencia.
Un ejemplo de ello, lo tenemos en el pueblo de Brozas. Según el “Catrasto del Márquez de la Ensenada”, recogía, que de las 42.633 fanegas que tenía su término; 28.833 (el 67,8%) estaban dedicadas solo a pastos para el ganado trashumante.
Ello daba lugar, a que los 336 jornaleros que había en el pueblo solo pudieran trabajar una media de 120 días al año. Siendo el jornal 3 reales, lo que a duras pena le daba para comprar los días que trabajaban, poco más que un cuartillo de aceite o dos libras de pan para dar de comer a su familia.
Lo que conllevaba que la mayor parte del año no tuvieran garantizada su subsistencia, por lo que era corriente verles mendigar por las calles o el tener que robar productos del campo para poder dar de comer a sus hijos.
En cuanto a la pérdida de población, durante esos dos siglos Extremadura perdió 112.507 habitantes; pasando de tener 540.000 en 1591 a tener 428.439 en 1.799; empezando igualmente a perder población respecto a España.
A la pérdida de población, hay que añadir el agravamiento del conflicto que mantenían los agricultores locales y los poderosos ganaderos organizados en torno a la Mesta sobre las tierras comunales y los baldíos. Tal era el potencial económico que tenían los ganaderos; que consiguieron que la Corona apoyase otra vez su petición de:
En 1.764, el Diputado a Cortes por la Provincia de Extremadura, D. Vicente Paino presento un “Memorial ante el Rey”, al objeto de fomentar en la Región la agricultura y corregir los abusos de los ganados trashumantes.
En el mencionado Memorial, el diputado le manifiesta al Rey, la situación en la que vive el campesinado extremeño; ya que las mejores tierras son ocupadas por los ganaderos trashumantes, dejándoles a estos para sembrar las peores y los baldíos.
Ante dichas acusaciones, los ganaderos a través de La Mesta le expusieron al Rey: “Que eran los propios labradores ricos de la Región los que provocaban el hambre entre sus naturales, por los altos precios que ponían al arrendamiento de sus tierras”.
Así como que: “Extremadura era un país estéril, inapropiado para la agricultura y que solo podría sostenerse dedicándolo a la cría de ovejas, como había ocurrido durante toda su historia”
También los agricultores locales denunciaban su situación ante la Corona.
Así en 1.790, el Gremio de Labradores de la Villa de Alcántara le pedía al Rey: “Se le concediesen 6.000 fanegas de tierra de labor en las dehesas de la villa”.
En el informe, le observaban que Alcántara era uno de los pueblos más pobres y necesitados de Extremadura, porque los naturales se ven privados de las tierras adehesadas más fértiles y solo pueden cultivar las peores y los baldíos; ya que de las 86.000 fanegas que tenía el término 55.000 (las mejores) estaban ocupadas por ganaderos trashumantes.
Otro gran problema general que afectaba a Extremadura, era la mala distribución de las tierras.
El Corregidor de Badajoz denunció por las mimas fechas, la situación que generaba el reparto de la propiedad en su jurisdicción: “En una agrupación de 1.000 vecinos, entre 40 y 100 vecinos cosechaban toda la tierra, y los 900 vecinos restantes no cosechaban prácticamente nada”.
Similar situación se daba en Trujillo y Don Benito donde además de la poca tierra libre, sólo el 34 % tenían yuntas para trabajar, el resto no tenían ni yuntas ni posibilidad de tierras
Por otro lado, en 1.775 los partidos de: Alcántara, Badajoz, Mérida, y Plasencia acudieron al Consejo de Estado exponiéndoles: “Los perjuicios y agravios que padecían sus vecinos, por lo costoso y distante de los tribunales superiores”, por lo que proponían la creación de una Audiencia para Extremadura.
Reinando ya Carlos IV, el día 3 de mayo de 1.790 dictaba la pragmática sanción por la que se creaba la Real Audiencia de Extremadura que tendría su residencia en la Villa de Cáceres.
Y el 27 de abril de 1.791 tenía lugar el “Solemne Acto de Apertura”, durante el cual el extremeño, Juan Meléndez Valdés pronuncio un discurso en el manifestó: “Todo está por crear en esta tierra y se confía hoy a nosotros: sin población, sin agricultura, sin caminos, sin industrias, ni comercios, todo pide, todo solicita y todo demanda.
Hemos de escuchar cada día sus clamores o quejas, hemos de ir a atenderlos de cerca, a conocer su estado y sus necesidades para pódelas remediar más acertadamente”.
Establecida la Real Audiencia, fue presentada en la misma una Denuncia, que resulta ilustrativa para comprender cual triste era la situación por la que atravesaba el campesinado extremeño.
La Denuncia decía así: “Los trashumantes se han hecho dueño de más de 80.000 fanegas de tierra de labor en el partido de Badajoz; de 104 dehesas del termino de Alcántara; de 35 de las 43 que fueron destinada al cultivo en él termino de Trujillo; que en Plasencia por privilegio de los Reyes Católicos debían de labrarse la cuarta parte de todas sus dehesas y no se labran; y que en Don Benito tiene asignada cada yunta de bueyes cinco fanegas, cuando debía tener cincuenta”.
Esta aniquilación de la agricultura, seguía el informe ha producido en Extremadura sus efectos naturales: POBREZA Y EMIGRACIÓN.
Y es que como escribió el historiador californiano Julio Klein, uno de los tratadistas que mejor ha estudiado la Mesta: “El conflicto, era algo más de una lucha de intereses agrícolas contra ganaderos. Era una lucha de clase entre los débiles labradores locales y los poderosos ganaderos de la Mesta”.
A terminar el Siglo XVIII, distintos autores, como Meléndez Valdés, se refirieron a Extremadura, con una visión pesimista de su situación general: “Desertización, falta de industrias, abundancias de tierra incultas, y miseria”.
El siglo terminaba y la postración era uno de los rasgos definitorio de Extremadura, y al mismo tiempo un reto para el nuevo siglo que comenzaba.
Un ejemplo ilustrativo de cuál era la situación en los pueblos extremeños al final del XVIII lo tenemos en la Carta que el Presbítero de la Iglesia Santa Maria la Mayor de Brozas escribió al Obispo de Coria.
En ella, le dice: “A mediados del siglo que acaba de finalizar, se inició en esta Villa un periodo de decadencia que ha ido acentuándose más y más con el trascurso de los años.
No es mi ánimo investigar las causas de este triste fenómeno; pues son en mi sentir bastantes complejas, si bien creo que figura entre las principales la pésima constitución de la propiedad agraria y la desamortización que privo a los labradores y ganaderos locales que forman el núcleo principal de la población de los baldíos y aprovechamientos comunales, pasando a pertenecer casi todo el vasto termino municipal a forasteros que consumen fuera de aquí sus rentas.
Lo cierto es, que el antiguo bienestar material se ha desvanecido como el humo; que una pobreza rayana en la miseria oprime su descarnada mano a la mayor parte del vecindario; que la clase proletaria excesivamente numerosa, experimenta durante el invierno los horrores del hambre y que la falta de medios de subsistencia ocasiona una emigración muy considerable, perdiendo la localidad mucha de la población e importancia que antiguamente la distinguiera”.
El Siglo XIX comenzó con la gran crisis de 1.803-1.804 consecuencia del proceso demográfico y económico vivido por la región sobre todo en la segunda mitad del siglo anterior y por unos años de cosechas escasas que provocaron una brusca subida en los precios de los cereales, cuya secuelas se prologaron prácticamente hasta el inicio de la Guerra de la Independencia.
La solicitud de numerosos pueblos solicitando se tomaran las medidas oportunas para emplear a la ingente masa de jornaleros, obligo a los poderes públicos a tomar una serie de medidas encaminadas a paliar el hambre, y de ese modo evitar que se produjeran asonadas y motines de la población.
Tal era la situación, que en 1.803 hasta el Obispo de Coria se vio en la necesidad de repartir más de 39.700 reales entre los vecinos más pobres de: Hoyos, Coria, Santa Cruz, Ahijar, Alcántara, Brozas, Membrio, San Vicente, y varias alquerías de las Hurdes.
En el Siglo que acababa de comenzar, van a suceder dos hechos muy importante que van a influir notablemente para que se abra de nuevo la puerta de la emigración:
El primero fue la promulgación en 1.812 de la Constitución de Cádiz, por la cual quedaba abolida la pena de confiscación de bienes que existía hasta la fecha para los que emigraban a Ultramar.
Abierta la posibilidad de emigrar América; los extremeños emprendieron la segunda “conquista”, pues de 1.850 a 1.900, un gran número de extremeños emigraron a las distintas naciones de América del Sur y Central en especial a Argentina, ya que su Constitución de 1.853 reflejaba el espíritu poblacionista de “Gobernar es Poblar”.
Todo ello a pesar de la Orden de 27 de mayo de 1856, que prevenía del peligro de la emigración América, a la vez que informaba de la necesidad de mano de obra en España con motivo de la puesta en marcha del Plan de los Ferrocarriles Españoles.
Y el segundo hecho, fueron la desamortización de Mendizábal de 1836 y sobre todo la de Madoz de 1.855, por las cuales la gran mayoría de bienes de propios y comunes de los pueblos y comunidades de vecinos, pasaron a manos privadas, agravándose aún más la situación del campesinado extremeño, que se quedó sin tierras para labrar ni baldíos donde dar de comer al ganado.
Se calcula, que en Extremadura se pusieron a la venta unas 34.000 fincas lo que supuso un 1.300.000 hectáreas (casi el 32% de la superficie total de la Región).
Las desamortizaciones que tenían que servir según Mendizábal para: “La división de las grandes propiedades para reducirlas a suertes que estén al alcance de los ciudadanos honrados y laboriosos”. Sirvieron para todo lo contrario; ya que el 36% de las tierras desamortizadas pasaron a manos de la burguesía absentista y otro 38% a grandes propietarios y labradores acomodados de las ciudades y pueblos extremeños.
Y es que en el fondo, el objetivo final de las desamortizaciones no era el reparto de tierras a los campesinos; sino la obtención de recursos económicos para el Estado, como expuso el Ministro de Hacienda Madoz en la presentación de la Ley de 1.855.
Por ello, desde el principio Extremadura entera se opuso a la Desamortización, pero no porque los extremeños fueran insolidarios; sino por la repercusión tan negativa que la venta iba a tener en el campesinado extremeño, ya que estas tierras eran esenciales para poder seguir sembrando y para poder dar de comer a su ganado.
Durante la tramitación de la Ley en las Cortes, los diputados extremeños hicieron una defensa a ultranza de Extremadura en general y en particular de sus campesinos.
Así el diputado cacereño Gordinez de Paz expuso: “Los campesinos extremeños tendrán que sufrir la Ley del propietario y la sufrirán con fuerza, un año venderán una mula y otro un buey, hasta quedar reducidos a la triste condición de jornalero”.
Este será el resultado inmediato de la desamortización de los Bienes de Propios.
Y se preguntaba: ¿Quien vendrá a sucederles?. Contestándose él mismo: “Vendrán a labrar sus antiguas tierras los absentistas- capitalistas y a pastar en ellas las grandes ganaderías trashumante”.
Igualmente, el diputado por Badajoz, Juan Andrés Bueno en la Sesión de las Cortes celebrada el 27 de marzo decía: Que alguien debía ser sacrificado por las circunstancias en que se encuentra el Estado y este sacrificio por lo visto le toca a Extremadura.
Y exponía: He recibido representaciones de 120 pueblos que se oponen a la venta de los Bienes de Propios y una de esas representaciones me decía: “Que la venta de dichos bienes, obligaría a todos los vecinos a emigrar a otros países en busca de un trozo de pan”.
A pesar de la oposición de los diputados extremeños y de la gran mayoría de los pueblos de la Región, el proyecto fue aprobado, y el día 1 de Mayo de 1.855 se promulgaba la Ley. Ley por la que el campesinado extremeño sufría un duro revés y la pérdida de uno de sus más tradicionales medios de vida.
Las 39.000 hectáreas enajenadas en el término de Cáceres; las 32.800 en Trujillo; las 21.700 en Alía; las 14.400 en Brozas o las 11.000 vendidas en Logrosan y Cañamero, dan una idea de la repercusión que las desamortizaciones tuvieron en Extremadura.
La Desamortización es para muchos historiadores, el hecho más negativo que ha sufrido Extremadura en toda su historia.
Porque la concentración de la propiedad en manos de unos pocos y mayormente absentistas, hipoteco su desarrollo socio-económico, estrangulando la posibilidad de un desarrollo industrial; ya que la expulsión de los campesinos de las tierras enajenadas, conllevo un aumento considerable del número de jornaleros, lo que supuso unos costes sociales muy elevados como son: Pobreza, emigración y despoblación.
A la vez que la gran oferta de mano de obra en el campo, dispuesta a trabajar por salarios de hambre, freno la modernización de la agricultura.
Y es que no hay que olvidar, que con la desamortización los Terratenientes-Absentistas se habían hechos dueños del:
68% del término del Partido de Puebla de Alcocer.
60% del término del Partido de Albuquerque
56% del término del Partido de Fregenal de la Sierra
49% del término del Partido de Fuente de Canto.
Ante la creciente conflictividad que se vivía en la sociedad por las desigualdades sociales en el mundo rural.
En 1.890 las Cortes aprobaron la creación de la “Comisión de Reformas Sociales” para conocer el alcance real del problema agrario en Extremadura y Andalucía.
En 1.892 dicha comisión realizo un “Informe sobre el Campo Cacereño” en el que entre otras cosas decía:
“La mayor parte de la propiedad en esta provincia está en pocas manos. Existen además un número de pequeños propietarios; pero la suma de sus propiedades no supera el 15% del total de la provincia”.
Diez años más tarde elaboro un nuevo Informe sobre “La gravedad en que se encontraba asumido el campesinado extremeño”. Según dicho informe, en la provincia de Cáceres había 40.000 jornaleros, el 13% de su población, siendo el salario medio de un jornalero 4 reales, pudiendo llegar a las 2 pesetas en la época de la siega y del esquileo, y puntualizaba: “Jornal insuficiente para poder mantener una familia”; ya que solo en pan gastaba la mitad de su salario.
Como los jornales del padre difícilmente le permitían aún en años normales, atender las necesidades básicas de la familia, se hacía necesario el esfuerzo laboral de todos los miembros de la casa.
Por ello, la asistencia a la escuela de los hijos de los jornaleros, era un lujo que no estaba a su alcance. Pues no hay que olvidar, que las labores propias de un bracero durante el año eran: El esquileo en abril; la siega de los cereales y recolección hasta agosto; en octubre la sementera y después la montanera. En el mejor de los caso entre unos 160 y 170 días al año, el resto generalmente estaba parado.
Por aquella época, D. Miguel de Unamuno decía sobre nuestra Región: “La ganadería extensiva y los latifundios, son los culpables del despoblamiento de Extremadura; las vacas, las ovejas y los cerdos se extienden por la Región expulsando a los hombres”.
Por todo ello no es de extrañar, que en la segunda mitad del Siglo XIX abandonasen la Región 150.000 extremeños.
Es a partir de ese momento, cuando la emigración comienza a ser una constante en Extremadura, pues mientras la población seguía aumentado, las circunstancias socio-económicas, no solo no mejoraban; sino que se agravaban.
De los 44.134 propietarios que había en la provincia de Cáceres a comienzo del Siglo XX, unos 729, es decir el 1,6% poseían el 57,8% de las tierras. El Marqués de Riscal era dueño de 34.500 hectáreas, el de Castro-Serna de más de 27.000 y también superaban las 20.000 hectáreas otros muchos Aristócratas, todos ellos además de terratenientes no vivían en Extremadura con lo cual no pagaban sus impuestos en la Región.
En 1.910, el diputado por la provincia de Cáceres, Rivas Mateo, concebía la emigración como el problema más importante que tenía Extremadura:
“...Extremadura, con 15 h./km2, zona de colonización de España, que a gritos está pidiendo capital y obreros, muestra hoy una emigración tremenda y brutal, hombres en la plenitud de su vida abandonan sus hogares y marchan a las repúblicas sudamericanas, pensando quizás en la riqueza que la tierra de su pueblo oculta y que la negligencia o el exclusivismo del gran dueño o señor deja pudrirse en la tierra, sin beneficio de nadie y con perjuicio de todos...la causa más capital...son los latifundios...pero a esto añado otra no menos evidente, no menos notoria que es el absentismo de los grandes terratenientes extremeños”.
La pareja latifundismo-absentismo hacía acto de presencia en cualquier Informe o Estudio sobre la Emigración y sus causas.
Del conocimiento que las autoridades tenían de esta cuestión, da fe el siguiente Informe Regional que el Consejo Superior de Emigración daba en 1.916 sobre la situación de Extremadura:
“...Tampoco las estadísticas oficiales reflejan exactamente, ni con aproximación cercana a la verdad, lo horrible del éxodo mísero y doliente de las tierras extremeñas.
Al reseñar la emigración por puertos portugueses se insinuó algo referente a la suerte adversa de los extremeños que, hipotecando su libertad y su vida, despoblaban villas y aldeas seducidas por una ciencia de la emigración gratuita a tierras de miseria y muerte.
De los millares y millares que con idéntico negro horizonte y también en emigración clandestina han partido por Gibraltar, corresponde una proporción aterradora a las provincias de Badajoz y Cáceres.
Una y otra fueron clientes de mayor cuantía en las levas levantadas para Panamá, Brasil, las Hawai...¡Pobre Extremadura! ¿Causas de este éxodo tan anormal que, como todos los gratuitos se nutrió de gentes verdaderamente pobres?
Lo primero que debe ser tenido en cuenta son las limitaciones de las cifras oficiales, incapaces de controlar la emigración clandestina y la salida por puertos extranjeros. La condición rayana de Cáceres hace pensar en una representatividad nada desdeñable de la salida por Lisboa u Oporto de emigrantes cacereños. El conjunto de las cifras oficiales se refieren a unos 15000 emigrantes extremeños de los cuales más del 80% provendrían de la provincia de Cáceres. A pesar de no disponerse de datos desagregados por provincias hasta 1911, todo parece apuntar que el proceso venía in crescendo desde los primeros momentos del siglo hasta alcanzar su punto álgido antes de comenzar la Gran Guerra.
Según diferentes estudios, la emigración cacereña del primer tercio del siglo XX apuntaría en dos direcciones:
- Una de carácter transcontinental que tuvo en Argentina (con 9.559 extremeños) y Cuba (con 1.580) sus referentes tal y como ocurriera con la gran mayoría de las provincias españolas.
- Un tercio de los cacereños que pudieron emigrar en esa época dentro de España tuvieron como destino preferente Madrid, como foco industrial y sobre todo de servicios que comenzaba a hacer competencia a los otros dos destinos tradicionales de Cataluña y el País Vasco.
Tan grave era el alcance que estaba tomando la Emigración, que hasta la misma Iglesia Católica tuvo que cambiar sus postulados sobre la propiedad y las vidas de los campesinos extremeños.
Mientras a principio del siglo XX proponía crear Sindicatos Agrícolas y Cajas Populares para hacer arrendamientos colectivos y para impedir la usura, sin entrar a cuestionar la propiedad de la tierra y el absentismo.
En 1.921, León Leal que era el máximo representante del Catolicismo Social en Extremadura, en una conferencia que pronunció en el Ateneo de Madrid, revelo su desanimo después de llevar veinte años luchando por solucionar los problemas del campo ya que había llegado a la conclusión: “Que la simple creación de sindicatos agrícolas no resolvía el problema; ya que los propietarios no querían ni siquiera arrendar sus tierras a estos sindicatos, a pesar de estar creados por el movimiento católico”.
Y reconocía, que el verdadero motivo de la miseria de Extremadura se debía al latifundio y al absentismo, ya que la mayor parte de las tierras eran cultivadas mediante arrendamientos por subasta, lo que suponía continuas subidas para los labradores. Por lo que consideraba: “Que se imponían unas hondas reformas en el régimen de la propiedad, ya que muchos de los males de Extremadura tenían como causa la concentración de la propiedad en pocas manos; así como la existencia de enormes masas de gente trabajadora sin propiedad alguna”.
Quien también definió muy bien cuál era la situación de los campesinos extremeños, fue el periodista del Sol, Luis Bello en 1.926 en uno de sus artículos “Viaje por las escuelas de España” en el que escribe: “Si llegamos a la plaza mayor de Brozas muy de mañana, ante de las ocho, estarán allí los braceros en grupos, esperando.
Es la feria de todos los días. A esa hora vendrá- ¡o no vendrá! El capataz del terrateniente: “ ¡Tantos hombres necesito hoy¡ ¡A tanto pago¡”.
Y los demás a holgar, a entretener el hambre, pues en estas villas históricas abundan las familias de jornaleros sin jornal, que no comen en caliente más de treinta días al año.
Con esas condiciones de vida, no puede extrañar a nadie, que la Emigración fuese la única salida que tenía la mayor parte de la población extremeña, y que la misma aumentase de año en año:
Si entre 1.901-1.910 emigraron 12.138 personas
Entre 1.911-1.920 lo hicieron 18.894
Y entre 1.921-1930 fueron 31.517 extremeños los que salieron de la Región.
La proclamación de la II República y las expectativas de la Reforma Agraria, llevo un anhelo de esperanza al campesinado extremeño.
Bajo el Decreto de Intensificación de Cultivos y hasta las Elecciones de Noviembre de 1.933 a pesar de la resistencia de los grandes propietarios y del rigor legar para poder expropiar las fincas, fueron asentados en tierras expropiadas 34.887 campesinos, cantidad que bajo ostensiblemente durante el Bienio Conservador, ya que solo se asentó a 2.535 campesinos.
Pero el triunfo del Frente Popular en Febrero del 36, nuevamente impulso los asentamientos, ya que como decía Luis Peña, Gobernador General de Extremadura: “El Estado revolucionario del campo no admite espera” realizándose durante su mandato del Frente Popular un total de 81.197 asentamiento de yunteros, de ellos 49.809 en la provincia de Badajoz y 31.388 en la provincia de Cáceres.
La Guerra Civil, y el aislamiento internacional a que estuvo sometida España; hicieron que durante los años treinta y cuarenta disminuyeran el hecho emigratorio, lo que unido al aumento de la natalidad, conllevo un aumento considerable de la población, que supuso que en 1.959, Extremadura alcanzase su máximo de población con 1.376.000 habitantes.
A pesar de ello, en los años treinta abandonaron la Región por falta de trabajo 25.766 extremeños, invirtiéndose por primera vez la tendencia de las décadas anteriores en las que emigraban más gente de la provincia de Cáceres que de Badajoz, pues de 1.931 a 1940 emigraron 17.126 pacense frente a 8.650 cacereños.
Liquidada la Reforma Agraria de la Republica por el Franquismo, Extremadura entro en una depresión y en un atraso igual al que se encontraba en los años veinte.
En diciembre de 1.945, Franco visito la provincia de Badajoz, y en la capital afirmo: “Vengo a esta provincia porque es la que tiene más hondos problemas entre todas las provincias españolas, y vengo anunciar a estos magníficos campesinos, a estos sufridos labradores de estas pardas tierras extremeñas, que vamos a empezar la obra de su redención”, pidiendo al día siguiente en Castuera un margen de confianza y de fe para lograrla.
El día 7 de abril de 1.952 era aprobado el Plan de Obras, Colonización y Electrificación de la provincia de Badajoz, más conocido como el “Plan Badajoz”. Ese año en la provincia de Badajoz había registrados 40.229 yunteros sin tierras donde labrar y 66.567 braceros, que la mayoría de los días no podían echar un jornal con el que poder dar de comer a sus hijos.
El “Plan Badajoz” estaba basado en el diseñado por la Republica y tenía como objetivo principal mejorar la producción y la renta agraria de la provincia, poniendo en regadío 105.000 hectáreas, para lo cual dotaba a la agricultura pacense de una red de electrificación y riego, a la vez que pretendía poner en marcha una industria de fabricación, transformación, y comercialización agraria, teniendo como eje principal el rio Guadiana. Así como la implantación de un tejido industrial de 89 fábricas y siete plantas industriales a través del Instituto Nacional de Industria.
El plazo para la realización del mismo era de 14 años, de 1.952 a 1.965, pero en 1.963 se amplió hasta 1.971 y posteriormente hasta 1.975 con el Plan Zújar. Mucho tiempo para poder parar la sangría emigratoria que vivía la provincia de Badajoz.
Con la aprobación por el Franquismo del Plan de Estabilización de la Economía, que conllevo: la devaluación de la peseta, la liberalización de las inversiones extranjeras y que siguió el guion marcado para España por el Informe del Banco Mundial de 1962, que aconsejaba: Limitar al máximo las obras de colonización agraria, ya que se consideraban antieconómicas y realizar las inversiones del capital allí donde fueran más productivas.
El Régimen de Franco aposto por la potenciación de la Industrialización de Cataluña, Madrid y el País Vasco, y abandonar las regiones agrarias del interior como era el caso de Extremadura.
Ese hecho, unido a la apertura de las fronteras de Europa conllevo: Que la Emigración Extremeña rompiera todas las variables, convirtiéndose en uno de los éxodos naturales por motivos laborales más importante que se han dado en Europa en ese siglo.
Y es que mientras esas zonas de España se potenciaban por parte de los tecnócratas del Régimen.
Extremadura seguía siendo una Región eminentemente agrícola. En 1.960 el 73% de la población activa extremeña “trabajaba” en el sector agrario, llegando al 85% la población que directa o indirectamente dependía del campo.
Pero el campo extremeño debido a la forma de la propiedad, pues no hay que olvidar que Franco liquido la Reforma Agraria de la Republica, y a la débil mecanización, así como a la falta de recursos económicos.
No podía mantener tanta población, lo que unido a la falta de industrias que pudieran absolver los excedentes de mano de obra del mismo, genero una oferta de trabajadores cuya única salida fue la Emigración.
Así, entre 1.950-1.980 salieron de Extremadura 727.783 extremeños, siendo el periodo comprendido entre 1.961 y 1.975 el que arrojo un mayor número de emigrantes, ya que el mismo dio un saldo emigratorio de 397.145 personas.
De ellos, 317.114 lo hicieron al interior, principalmente a:
Cataluña………………..……116.760
Madrid…….………..…………97.800
País Vasco…….………………59.498
Mientras que 80.031 lo hicieron a Europa, principalmente a:
Alemania…….……………...…30.203
Francia………….……………...21.630
Suiza……………………………..24.998
Pero la disminución de la inversión en el campo de la que hablaba el Banco Mundial en 1962 no afecto por igual a todas las regiones.
En enero de 1.967 el entonces Ministro de Obras Públicas, Silva Muñoz anuncio el proyecto del trasvase Tajo-Segura, por el cual una parte importante del caudal del Tajo, pasaría a regar las tierras murcianas.
Con esa medida, el Régimen Franquista volvía una vez más a castigar a Extremadura, ya que en vez de realizar un Plan de Regadíos para la provincia de Cáceres encaminado a disminuir la sangría emigratoria, hacia todo lo contrario, obligando incluso a emigrar hasta el rio Tajo.
Se dijo que era un capricho político del Ministro y de intereses urbanísticos de la Burguesía Franquista en el Levante.
Cuarenta años después lo del capricho político de Ministro no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el agua del trasvase más que regar la huerta murciana, riega muchos campos de golf de la zona del Levante.
Aprobado el anteproyecto del trasvase, la Diputación Provincial de Cáceres, celebro el 2 de mayo de 1.968 una Sesión Extraordinaria para tratar el tema y aprobar una Moción.
La Moción presentada tenía dos partes: la primera hacia un análisis de la situación de la provincia “El proceso de empeoramiento de la provincia de Cáceres, acelerado por la transferencia de capital y población a otras provincias......lo consideramos no solo injusto desde el punto de vista social, sino falto de lógica económica a corto y largo plazo.
Podemos afirmar que jamás ha estado nuestra provincia tan preocupada y unida por un problema común, quizás porque jamás ha tenido que enfrentarse a una situación tan grave como la que se deduce del estudio del anteproyecto. Cuando por interés nacional, cuando para beneficiar a una Comunidad se causa un perjuicio a terceros, se debe indemnizar a este justamente”.
Y la segunda parte era una exposición de los proyectos y obras que reclamaban que se realizasen en la provincia como compensación al trasvase.
El grupo más importante de las mismas era las referidas a las infraestructuras viaria, entre ellas la mejora de la carretera N-521 desde Trujillo a Valencia de Alcántara.
En cuanto al ferrocarril, se pedía la variante del Casar y dos nuevas estaciones, Plasencia, y Navalmoral.
En regadíos se reclamaba la urgente terminación de las obras de la zona del Gabriel y Galán, Borbollón y Rosarito, así como el desarrollo de las obras de Valdecañas.
En lo referente a servicios, se solicitaba dotar de agua y saneamientos a todos los pueblos que no tuvieran dichos servicios y mejorar los que los tuvieran deficiente.
Se pedía igualmente, se declarase a la provincia Zona de Preferente Localización Industrial-Ganadera y de Industrias, con la creación de polígonos industriales en Cáceres, Coria, Navalmoral, y Plasencia.
Por ultimo en educación, se solicitaba: Facultades Universitarias, Escuelas de Ingeniería, Escuelas-Hogares, 200 escuelas de párvulos, 50 de estudios primarios, así como varios Institutos.
Aunque la moción a simple vista parecía defensora de los derechos de los cacereños.
Si se analiza con sosiego, tenía más de tapar las vergüenzas de los diputados que una clara oposición al trasvase, ya que la terminaba diciendo: “La Diputación Provincial de Cáceres muestra una vez más su adhesión al Caudillo, no oponiéndose al anteproyecto del Trasvase.
El día 19 de junio de 1971, Franco firmaba la Ley 21/71 por la que se regulaba el trasvase y las obras a realizar en la cuenca del Tajo.
El artículo tercero recogía las mencionadas obras a desarrollar por los ministerios de Obras Publicas y Agricultura, que en lo referente a la provincia de Cáceres eran:
La terminación de la transformación en regadío de la zona del Alagón.
La construcción de la estación depuradora de aguas de Cáceres.
Los regadíos del Ambroz, del Jerte, del Bronco, de Torrejoncillo y Portaje, del Almonte, del Salor, y de Valdecañas, así como del potencial de posibles regadíos locales en la provincia (pero sin definir estos).
Estudio de las obras a realizar en la primera fase por el Consorcio Provincial de Abastecimiento y Saneamiento de Cáceres.
Pero el artículo quinto especificaba, que los gastos que ocasionasen la ejecución de las obras, se imputarían a los créditos presupuestarios correspondientes a los programas de inversiones públicas de los Planes de Desarrollo Económico y Social para la provincia de Cáceres.
Por lo tanto, el Estado no aportaba ninguna partida extra presupuestaria a tal fin; ya que el coste de la obras seria detraído del coste de otras obras.
Como pasados tres años, las obras de compensación no habían comenzado, el entonces procurador a Cortes por la provincia, Sr. Martín Palomino pregunto al Gobierno en las Cortes. ¿Cuándo cumplirá la administración la Ley del trasvase Tajo-Segura?, Contestándole el Gobierno que la mayoría de las obras no eran rentables, calificándolas de antieconómicas, y por lo tanto no se efectuarían.
El 16 de junio de 1.979 según informaban las agencias de prensa, había comenzado a funcionar de manera definitiva el trasvase Tajo-Segura, a partir de ese día las aguas del Tajo empezaban a regar las huertas y los campos del gol en el Levante.
En 1.980, el diputado de UCD por Cáceres, Manuel Bermejo manifestaba a la prensa: “La mayoría de las obra y proyectos estaba sin ejecutar, de un presupuesto final de 17.581 millones de pesetas, solo se habían planificado obras por valor de 3.213 millones y solo se habían invertido 895, por lo que tan solo se había realizado el 5% de las obras comprometidas.
En cuanto a los regadíos, de las 120.385 hectáreas que se tenían que transformar, decía que si se cumplía la programación en 1.982 tendríamos apenas 20.000, lo que suponía que a los 11 años de la Ley del Trasvase, la provincia de Cáceres tendría el 18% de los regadíos prometidos”.
Casi 30 años después, el 14 de octubre de 2008, el Sindicato de Regante del Trasvase Tajo-Segura presentaba en el Congreso de los Diputados, 120.000 firmas contra la propuesta de caducidad del trasvase incluida en el proyecto de modificación del Estatuto de Castilla- La Mancha.
Uno de los regantes asistente a la concentración en las Puertas del Congreso, declaraba a los medios de comunicación: “Sin el trasvase Tajo-Segura tendríamos que marchar a otras partes de España o Europa, como tuvieron que hacer muchos murcianos, que gracias al agua del trasvase han podido volver a su tierra”.
Como se ve, una vez más Extremadura volvía a ser la Cenicienta de España y los extremeños los que sufrirían en sus propias carnes el sin sentido de una política que para desarrollar y proyectar la imagen turística de la Zona del Levante, no le importaba dejar a nuestra Región hundida y despoblada.
La crisis económica de finales de los setenta, unido a la esperanza que se habría en el Pueblo Extremeño con la aprobación de su Estatuto de Autonomía, y el desarrollo que el mismo podía suponer para la Región, supuso un pequeño parálisis de la emigración, y como consecuencia una disminución del número de extremeños que abandonaban la Región.
En definitiva, durante todo el Siglo XX, un total de 1.019.434 extremeños salieron de la Región para comenzar una nueva vida por todos los puntos de España y diferentes países de Europa principalmente.
Lo que conllevo, que al terminar el siglo casi la mitad de los extremeños vivían fuera de la tierra que les vio nacer: EXTREMADURA.
La emigración ha tenido para Extremadura unas repercusiones socio-económicas de una gravedad incalculable según los estudios realizados por sociólogos y economistas
Pues los emigrantes extremeños eran generalmente personas en edad de trabajar, con lo cual la Región perdió uno de sus bienes más apreciado y productivo que un Pueblo puede tener “su capital humano”.
Hecho este, que conllevo a un estrangulamiento de su desarrollo productivo, y a la vez a una sociedad con una Pirámide de Edad invertida.
Otro de los hechos más negativo y no menos importantes, que ha supuesto la emigración, es que “Extremadura esta despoblada”.
Mientras la densidad de España era en 2010 de 93,5 habitantes x kilómetro cuadrado. En Extremadura era de 26,6, casi la cuarta parte menos.
Habiendo comarcas, como la de Brozas-Alcántara en la provincia de Cáceres, que no es que estén despobladas, sino que según la definición de la UNESCO, están desiertas. Ya que solo cuenta con una densidad de 6,8 habitantes x kilómetro cuadrado.
Como decíamos anteriormente, otro de los hechos más negativo que ha supuesto la emigración, es que la formación de su Pirámide de Edad se encuentra invertida, ya que su extremos están formados por un gran grupo de menores (14,3%), y personas mayores de 65 años (25,8%), lo que conlleva, una población activa muy reducida, a pesar de lo cual el número de parados en Extremadura era en el 2010 el 27,8%, lo que suponía 7,5 puntos por encima de la media nacional.
Y el Producto Interior Bruto per-cápita era en 2010 con 16.828 euros, el más bajo de España, y casi la mitad de el del País Vasco que era el más alto.
Por todo ello, de producirse una nueva recuperación económica en España podía provocar una nueva corriente emigratoria, que acabaría por hundir definitivamente a muchos pueblos extremeños.
Según el estudio “Proyección Demográfica 2013-2023” realizado por la Universidad de Extremadura, las únicas ciudades que aumentaran su población en dicho periodo serán: Badajoz, Mérida, Cáceres, D. Benito y Plasencia.
Mientras que el resto de las comarcas perderán habitantes, algunas con unos altos porcentajes como:
Las Villeras y Los Ibores el 15,8%
La Sierra de San Pedro el 12,2%.
La Siberia el 11%.
O la Comarca Tajo-Salor que perderá el 10,4%.
Y es que, mientras en la última década del Siglo XX y primera del Siglo XXI, Extremadura alcanzo en el ámbito socio-económico un amplio desarrollo. En el campo productivo, sigue estancada y casi manteniendo la misma estructura productiva de hace cincuenta años.
No habiendo sido capaz de crear un tejido industrial y productivo, por ejemplo agro-ganadero capaz de dar trabajo a su población activa, y por lo tanto de frenar una nueva emigración.
El caso especial de la Comunidad de Madrid.
Madrid, al ser la capital del Estado y por su cercanía relativa a Extremadura, de siempre constituyo un lugar preferente para le Emigración Extremeña. Si bien es a partir de 1.866 con la puesta en servicio de la línea ferroviaria Madrid-Badajoz por Castuera, y en 1.881 con la inauguración de la línea Madrid-Lisboa por Cáceres, cuando Madrid se constituye en el destino preferido de los extremeños que se ven empujados a emigrar.
Así, en 1.930, el 2,3% de la población de Madrid capital procedía de Extremadura o lo que es lo mismo, como Madrid tenía en esas fechas unos 893.223 habitantes, significa que ya por entonces unos 20.000 extremeños vivían en Madrid.
Pero la gran riada de extremeños hacia Madrid coincide como no podía ser de otra forma, con el gran éxodo emigratorio que sufre Extremadura entre los años 1.955 y 1.975.
De los 317.114 extremeños que emigraron en ese periodo al interior de España, unos 100.000 lo hicieron a Madrid, principalmente motivado por el gran auge industrial que experimento la Región en aquellos años.
Los barrios obreros periféricos que surgieron en torno al Centro de Madrid: El Pilar, Moratalaz, Aluche, etc., así como otros más antiguos: Villaverde, Puente de Vallecas, Carabanchel, etc., se llenaran de emigrantes extremeños.
Sin embargo, otra gran mayoría de emigrantes no se establecerán en la capital, sino que lo harán en los municipios del cinturón industrial, por estar en estos la vivienda más barata, formándose así las llamadas ciudades dormitorios.
Madrid que en 1.960 tenía solo dos municipios que sobrepasaban los 25.000 habitantes:
Aranjuez…………………………….27.751
Alcalá de Henares………….…..25.123
Pasará en 1.975 a tener cinco municipios con más de 100.000 habitantes:
Leganés…………………………....136.990
Getafe……………………………...116.523
Alcorcón…………………………..112.493
Móstoles…………………………..106.420
Alcalá de Henares………………101.416
En 1.981 y según un estudio realizado por el Ayuntamiento de Alcorcón, en la Comunidad de Madrid vivía un colectivo de 272.633 extremeños, el 34% del total de la emigración extremeña del momento.
Los tres distritos de Madrid capital con mayor número de extremeños eran:
Villaverde…………………….……16.271
Carabanchel……………………..15.977
Latina…………..………………….15.598
Y en cuantos a los cuatro municipios, que contaban con más extremeños entre su población, eran:
Leganés……………………………..19.037
Móstoles……………………………15.063
Alcorcón……………………………11.528
Getafe…………………………….…10.985
Quince años más tarde, en 1.996 en la Comunidad de Madrid vivían 252.601 extremeños, lo que suponía el 5% de su población.
En Madrid capital con un censo de 2.866.850 habitantes, los extremeños empadronados eran 120.697, siendo los distritos con mayor número:
Latina…………………………..………….12.989
Puente de Vallecas……………..…..12.955
Carabanchel………………..…….…….12.173
Villaverde…………………………..………9.825
El Pardo-Fuencarral……...……………8.120
Y en cuanto a las ciudades que superaban los 5.000 extremeños entre sus vecinos eran:
Leganés………………..….……….16.779
Móstoles…………….…..…………..16.073
Fuenlabrada………………………..13.966
Getafe………………………………….12.755
Alcorcón……………..…..…………..10.730
Alcalá de Henares……….…..……10.590
Torrejón…………….…..………………5.674
Parla………………….....………..……..5.520
Y al comenzar el Siglo XXI, la emigración extremeña alcanzaba en la Comunidad de Madrid 239.792 personas, lo que suponía el 4,4% de sus habitantes
De ellas 109.047 vivían en la capital y el resto 130.745 por toda la geografía regional, según recoge en el anexo.
Una vez más los distritos de la capital con mayor número de extremeños eran:
Puente de Vallecas…….……………11.650
Latina………………………..…….………11.613
Carabanchel…………………...……….10.558
Villaverde…………………………………..8.864
El Pardo-Fuencarral………………...…7.331
E igualmente las ciudades con mayor número de emigración extremeña seguían siendo:
Leganés……………..……………….15.406
Móstoles………………………….…15.300
Fuenlabrada…………………..…….13.945
Getafe………………………………….11.963
Alcorcón…………………….…………10.483
Alcalá de Henares…………..……….9.981
Parla………………….………………..…..5.516
Torrejón…………………………………..5.457
Si tomamos como referencia el Estudio realizado por el Ayuntamiento de Alcorcón antes mencionado, podemos tener una radiografía sobre la emigración extremeña asentada en la Comunidad de Madrid.
Alcorcón que fue el municipio español con mayor incremento demográfico entre los años 1.960 y 1.975, es un fiel reflejo de lo que la emigración extremeña representa en la Comunidad de Madrid. Como hemos expuesto anteriormente en ese tiempo había entre su población 11.528 habitantes que habían nacido en Extremadura, lo que suponía un 8,5% de su población, si bien los que tenían alguna relación con Extremadura (parejas, padres, etc.) alcanzaban la cifra de 22.650, el 17,4% del total del censo.
Los motivos por lo que eligieron Alcorcón para vivir fueron:
Las edades de los extremeños que vivían en Alcorcón eran:
En cuanto a los motivos por los que habían emigrado fueron:
El trabajo que estaban desempeñando en Madrid era:
Mujeres:
Hombres:
Y en lo referente al nivel de estudio, también había una diferencia según fuese hombre o mujer.
La tasa de analfabetismo era:
Solo sabían leer y escribir:
Tenían estudios de E.G.B., Bachillerato o FP:
Y poseían estudios de Grado Medio o Superior:
Analizando los datos anteriores, vemos que el gran grueso de la emigración extremeña estaba en plena vida laboral cuando emigraron, lo que quiere decir, que de Extremadura salieron principalmente aquellos que estando en edad de trabajar no encontraban un puesto de trabajo en la Región, de ahí que el 70% de los encuestados manifestaran que el motivo de haber emigrado era debido a la falta de trabajo.
Igualmente, la emigración era un reflejo de la sociedad extremeña de la época, ya que el 91% de las mujeres eran amas de casas, así como el bajo nivel de conocimiento de los extremeños, solo el 17% de los hombres y el 11% de las mujeres tenían estudios primarios, bachiller o Formación Profesional, hecho este que va a tener una gran incidencia en los puestos de trabajo que ocuparan en Madrid.
Ello unido a que la gran mayoría procedía del campo, va a dar lugar a que el grueso de los emigrantes extremeños ocupen generalmente puestos bajos de la escala laboral. La demanda de viviendas existente en aquellos momentos, conllevara que un gran número de extremeños encuentre su puesto de trabajo directamente en la construcción o en empresas auxiliares de esta, como Uralita.
Otros sin embargo, encontraran trabajo en la industria que por aquellos años florecía en Madrid: Pegaso, Barreiros, Kelvinator, etc., contaran en todas sus secciones y sus cadenas de producción con trabajadores extremeños. Siendo estos generalmente muy bien valorados tanto como personas por sus compañeros, como trabajadores por sus jefes.
Dice el escritor extremeño, Victor Chamorro en el Tomo VI de su “Historia de Extremadura”, que hay cuatro grandes grupos de emigrantes extremeños.
Aquellos que el nombre de Extremadura les produce un sentimiento de olvido cuando no de activo rechazo.
Son aquellos que consideran que Extremadura les expulso sin conmover el gesto. Sin embargo no han racionalizado que fuerzas le obligaron a marchar ni quieren discernir las causas últimas de la Emigración.
Experimentan una sutil vergüenza en proclamar que son extremeños, paro a la vez tienen a Extremadura en el subcociente, pues la necesitan para mantener vivo una especie de rencor por lo que para ello representa.
Este grupo no volvería a la tierra aunque le surgiera la posibilidad, ya que supondría el reencuentro con un pasado a enterrar, y si lo hacen van por su pueblo exhibiendo el nuevo statu social que ha conseguido.
Otro grupo, es aquel que proclama siempre su origen con cierto orgullo agresivo y una susceptibilidad a flor de piel, siempre en guardia ante algún comentario peyorativo.
Estos extremeños probablemente no han tenido la oportunidad de profundizar y aprender las contribuciones de Extremadura al enriquecimiento de la cultura común de los pueblos de España. Y aunque es verdad que mucho se ha discriminado a Extremadura con tópicos y frases despectivas, no se pueden combatir las descalificaciones con descalificaciones.
Pero hay que dejar claro que la historia de Extremadura no comienza ni termina con Cortes y Pizarro. Ni que la historia del pensamiento del arte y del desarrollo económico español no serían lo que son, sin la aportación extremeña.
El tercer grupo, es el formado por aquellos que emigraron voluntariamente, generalmente integrado por una clase social rentista o profesional, que viviendo aceptablemente en Extremadura marcho de ella para escalar socialmente.
No aceptan el calificativo de emigrantes, y visitan Extremadura con mentalidad de elite a la que les rebala la problemática de su tierra por considéralas localista. No guardan respecto a Extremadura, ni recelo, ni ánimo reivindicativo alguno.
Para ellos Extremadura es la parcela de su pueblo, el chalet, la casona paterna sin más connotaciones. Aman la tierra, pero haciendo abstracción de los hombres que la habitan y de sus problemas. Dirán si se les aprieta, que Extremadura no tiene remedios, que la problemática extremeña es normal al subdesarrollo de cualquier territorio. Y parece como si no sintieran que ese territorio es el suyo.
Por ultimo dice Victor que: “Existe, y cada dia en mayor número, el emigrante que ya ha absuelto a su tierra, a la que considera víctima de comunes verdugos”.
Es consciente de que no hay una Extremadura sino tres, y que la Extremadura de los que aún mantiene la tierra se encuentra en situación de desarraigo y carencias por el cinismo de la tercera Extremadura: Minoritaria, tridentina, imperial y reaccionaria, integrada por los avarientos de la Tierra, del ahorro, y de las materias primas.
Este emigrante sabe ya que la tercera Extremadura, en connivencia con la oligarquía vendió la región, sus recursos y sus hombres, aun capitalismo que en Extremadura nunca se manifestó mínimamente razonable.
Emigrante que conoce muy bien donde se encuentra el enemigo, revindica soluciones, se reúne en congresos, intente coordinase y cuando visita su pueblo de origen siembre en él una rebeldía saludable.
Emigrante curtido en la lucha y en la solidaridad trabajadora que puede aportar su experiencia al Proyecto de una “Extremadura Única”, más justa y más libre de la que nadie tenga que volver a marcharse, si no es por voluntad propia.
ANTONIO ELVIRO ARROYO
LA GUERRA CIVIL Y LA REPRESION FRANQUISTA EN EXTREMADURA CONTADA POR SUS PROTAGONISTAS
La creación de la Universidad de Extremadura, además de lo que ha supuesto para que miles de jóvenes extremeños pudieran obtener una titulación universitaria de diferentes especialidades y grados sin tener que abandonar la Región. Ha conllevado también, lo que para algunos podrá ser secundario, pero que por los menos para mí no lo es.
Me refiero a los estudios y al conocimiento de la Historia de Extremadura, desde diferentes ángulos de visión, lo que ha supuesto un gran enriquecimiento cultural como pueblo. Pues un pueblo, nunca llegara a ser un pueblo con mayúscula; sino conoce su cultura. Porque como dijo Seneca: “No conocer lo que ha sucedido antes, es ser eternamente como un niño”.
Quizás por el desconocimiento que existía sobre el asunto, debido a la parcialidad que se nos contó lo sucedido desde la versión de los vencedores durante los cuarenta años del franquismo.
La Guerra Civil y la Represión que posteriormente conllevo, tanto a nivel regional, como provincial y local, seguramente sea uno de los temas más estudiados en la Universidad de Extremadura, a través de seminarios, tesis doctorales, etc., tanto por los catedráticos y profesores, como por los alumnos.
A través de esos diferentes estudios, sabemos la incidencia que tuvo sobre el desarrollo de la Guerra, la Reforma Agraria de la II República en Extremadura, con la actitud semi-revolucionaria desarrollada por los jornaleros y yunteros con la ocupación y la roturación de las tierras y la oposición frontal militarista de la Burguesía Agraria Extremeña.
Igualmente, también a través de los mencionados estudios, conocemos por ejemplo, que el desarrollo de la Guerra y su repercusión en Extremadura, no hubiera sido igual, si los estrategas militares de la Sublevación, no hubieran considerado un gran peligro para las tropas el avance hacia Madrid siguiendo la carretera de Andalucía al tener que atravesar Despeñaperros.
Lo que conllevo, que se optara por Extremadura para el avance de las tropas sublevadas camino de Madrid, y por consiguiente fuera en la Región donde verdaderamente comenzara la Guerra como tal con el enfrentamiento de los militares profesionales del bando sublevado y las milicias populares, así como que la represión fuera intensa por parte de ambos lados, pero sobre todo muy intensa desde el lado de los Sublevados, ya que querían dejar claro desde el primer momento que no iban a permitir dejar en la retaguardia, republicanos que una vez que ellos hubieran marchado volvieran a formar grupos guerrilleros más o menos organizados que comenzaran una contra conquista, abriéndose un nuevo frente.
También por los estudios realizados, igualmente conocemos que Cáceres capital y gran parte de la provincia se unieron inmediatamente al Movimiento y que Badajoz tanto la capital como la mayoría de la provincia siguieron fiel a la Republica, lo que conllevo un movimiento de ciudadanos de una Zona a otra, unos para defender a la Republica y otros para apoyar la Sublevación.
Aunque la verdad es que la gran mayoría sobre todo los republicanos, se quedaron en sus pueblos bajo el pensamiento equivocado de: “Yo no he hecho nada malo, y no tengo nada que temer”.
Pensamiento muy humano, y sobre todo muy natural de ciudadanos de clase humilde, que a pesar de sus estrecheces y de lo difícil que era para ellos la vida en aquella Extremadura de los años 30, vivían en sociedad llevando cada uno de ellos su cruz, pero teniendo y haciendo muchos de ellos de…………. Cuando el peso de la Cruz del vecino o del familiar pesaba más de lo que él podía soportar.
Como decía anteriormente, debido a la gran cantidad de estudios, tesis y seminarios sobre la Guerra Civil en Extremadura, conocemos casi todo, sin embargo hay una parte quizás de las más importantes y a la vez de las más desconocida que es: “Como vivió el pueblo llano aquellos hechos, y sobre todo cual fue la imagen que quedo en la retina de aquellos extremeños, todo lo sucedido”.
Para conocer aquellas vivencias, y sobre todo la imagen en blanco y negro, sobre todo en negro, que quedó grabada en la retina de aquellos paisanos nuestro, he reunido a través de diferentes fuentes, la historia de quince extremeños, de todos los aspectos políticos y sociales, que vivieron en primera persona la Guerra Civil y la Represión Política que siguió a la misma en nuestra Región.
Estas son las quinces grandes historias personales, contadas por sus protagonistas:
Jose Maria Calzado Piñas.
Nació en Garciaz en 1.911. Desde niño se dedicó a las labores del campo, pudiendo haber sido muy bien quien iluminara a Miguel Hernández, para escribir su Poema el “Niño Yuntero”.
Como el mismo manifiesta, toda su vida ha sido jornalero, y por lo tanto se ha dedicado a labrar la tierra o a la caza furtiva cuando no había jornales, que eran muchos días al año.
Durante la República perteneció a las Juventudes Socialistas, y como casi todos los jornaleros y yunteros de su pueblo, fue de los que ocuparon y roturaron las fincas a la sombra de la “Reforma Agrarias” o como él dice: “La Agraria”.
Su testimonio es representativo de uno de los hechos que mayor repercusión tuvo con la llegada de la Republica a Extremadura, la “Reforma Agraria”.
Y Jose Maria, como muchos extremeños que habían luchado por ella, la hicieron suya y se sumaron a la defensa del Gobierno de la Republica, además de por su ideología, porque eran consciente de que si el Levantamiento Militar triunfaba, la Reforma Agraria seria anulada como luego así sucedió.
Entonces comenta Jose Maria, no teníamos ni donde caernos muertos, ya que dependíamos totalmente del campo, y para que nos dieran un poco de labor el cacique había que ir con el sombrero o la gorra quitada, llamándole “mi amo” y entonces quizás te daba un sobrao.
Como no nos daban tierra alguna, cuando llego “La Agraria” en marzo del 36 fuimos a la finca de Valdepuercas con 10 o 12 yuntas para roturarla y sembrarla. Aquello eran unos majadales posíos que no se habían labrado nunca.
Se decía por el pueblo, que cuando el “Amo” vio la finca roturada y los yunteros en ella, le entro tal disgusto que se fue para casa, se metió en la cama y se murió de no comer, ya que con la pena se le había quitado el apetito.
Nosotros íbamos a pedirles a los terratenientes tierras para labrar al tercio o al cuarto, aunque muchas veces nos obligaban a que fuera al quinto, lo que quiere decir que el dueño de la finca se llevaba la quinta parte de la cosecha y nosotros solamente una.
Como toda la organización de las roturaciones y ocupaciones de las fincas, la llevaba la “Casa del Pueblo”, hubo muchos medianeros que no siéndolo, de la noche a la mañana se hicieron socialistas para que le dieran tierra, y así no tener que pagar a los dueños de las fincas que llevaban hacia años en medianía.
Para las ocupaciones de las fincas, casi siempre quedábamos por la noche en la “Casa del Pueblo” o en la plaza y allí decidíamos entre todos a qué finca íbamos al día siguiente.
Aunque oficialmente era el Alcalde quien nos mandaba y quien nos defendía en caso de problemas con la Guardia Civil.
También era el Alcalde, quien acordaba generalmente con los dueños los jornales a cobrar según las leyes aprobadas.
Ante de “La Agraria”, como he dicho era el dueño de la finca quien imponía cuanto pagaba, mientras que luego era el Alcalde quien decía el jornal, según el trabajo a realizar.
En base a lo estipulado en “La Agraria”, en Garciaz se araron buenas tierras estercoladas que no se habían labrado nunca, ya que sus dueños las tenían para cotos de caza.
Con motivo del aumento de las tierras labradas, se cogió en aquella campaña mucho grano, tanto que muchas familias tuvieron que meterlo debajo de la cama y pudieron vivir dignamente con su venta o consumo. Ya que en estos pueblos, el que tenía harina para hacer pan se encontraba satisfecho, porque no le faltaba para comer y aquí con “La Agraria” a nadie le falto la harina.
Los dueños de las fincas del termino de Garciaz, no eran del pueblo, eran generalmente de: Logrosan, Berzocana y Trujillo.
Cuando llego al pueblo la noticia del Alzamiento el 19 de julio, las fincas estaban totalmente sembradas, pero no pudimos recoger la cosecha, ya que aquel mismo día casi todos los que las habían sembrado tuvieron que huir y algunos que se quedaron los mataron.
Yo me tire al monte hasta llegar a la Zona de Pela que estaba en la Zona Roja y allí estuve defendiendo la Republica hasta que nos mandaron para Don Benito.
Angel Tejada Lopez,
Nació en 1.914 en Peñalsordo, en el seno de una familia obrera del campo de nueve hermanos.
Su padre era jornalero y él fue miembro de la Juventudes Socialista de su pueblo y participo en la ocupación de tierras de la época.
Después del Golpe de Estado del General Franco, se hizo miliciano y combatió para defender el Gobierno Legítimo de la Republica, siendo posteriormente represaliado y encarcelado.
Nos cuenta Angel, que en los años 30 se pasaba hambre en todas las casas de los pobres. Era una necesidad motivada por la falta de los jornales necesarios para llevar a casa un trozo de pan que comer.
En los años 31 y 32 comenzó la “Reforma Agraria” que no tuvo el resultado que esperábamos y que se agravo con la llegada de la derecha al Gobierno de la Republica.
En mí pueblo y ante la falta de jornales, tuvimos que ocupar algunas fincas en la que entramos los jornaleros y los yunteros.
Yo participe en las ocupaciones. En 1.934 fueron tres fincas las que roturamos, que eran de una Condesa que vivía en Madrid, pero que tenía once finas en mi pueblo con más de 5.000 fanegas.
Yo ocupe con otros compañeros, la finca “El Águila”. A mí me tocó un trocito para sembrar de una hectárea. Tocaba muy poco, porque era todo el pueblo entero el que participo en las ocupaciones, y por lo tanto era para todo el pueblo para el que había que repartir.
Llegábamos a ocupar las fincas con las yuntas y los aperos y nos poníamos a labrarla. Luego llegaba la Guardia Civil y nos desalojaba, pero una vez que se habían ido volvíamos a ocuparlas, así hasta la victoria del “Frente Popular”, que entonces ya nos cedieron definitivamente a cada uno las tierras que habíamos ocupados.
En las ocupaciones debimos participar unas cien familias de mi pueblo y qué duda cabe que ello mejoro nuestra situación, porque entonces tuvimos para comer.
Y aunque no es que fuera mucho, pero para el que no tiene nada, aunque sea poco, siempre es algo. Y no hay duda que durante las ocupaciones el Pueblo mejoro.
La verdad es que a la Condesa que era la propietaria de las tierras, no llegamos a verla nunca por las fincas, en su lugar para defender su propiedad, la que aparecía era la Guardia Civil.
La gente que ocupamos las fincas nos ayudábamos unos a otros y había una gran solidaridad entre la clase trabajadora, porque éramos consciente que era la única forma de defender lo poco que teníamos.
Cuando estallo el Movimiento, yo me fui a la Guerra e ingrese en Madrid en la Casa de Campo. En febrero del 37 vine a Extremadura con la “62 Brigada Mixta” que estaba formada casi en su totalidad por milicianos extremeños y estuvimos combatiendo además de por Córdoba, por Extremadura por la zona de Don Benito.
Después fui para Toledo, donde estuve combatiendo para volver de nuevo a Extremadura al ser destinado en la Estafeta de Cabeza del Buey, para volver de nuevo al frente en Toledo, donde estuve hasta el fin de la Guerra, siendo posteriormente represaliado y encarcelado.
Nada más terminar la Guerra, nos quitaron las tierras que el Gobierno de la Republica nos había dado, porque mí pueblo estuvo hasta al final perteneciendo a la zona republicana.
Y la Guerra termino, pero comenzaron las represalias, aunque no por que hubiéremos ocupado las tierras, porque casi todo el mundo era consciente que era una necesidad para que los jornaleros y yunteros pudiéramos comer.
Sino por otros muchos temas, algunos de ellos por disputas personales, ya que mucha gente generalmente adicta al Movimiento, utilizo la derrota republicana, para cobrarse causas pendientes.
Pero aquello ya paso, y a pesar de las penurias que sufrí y después de tantos años, sigo pensando como entonces. Por ello voy a recitar unos versos que escribí en aquel tiempo.
Se borraran las fronteras
y libre ya las naciones,
se acabaran los cañones,
instrumentos de tiranos.
Los pueblos, todos hermanos,
disfrutaran de alegría,
y todo será armonía,
entre los seres humanos.
Eliseo Orozco Palacin,
Nació en Arroyo de la Luz en 1.905, siendo desde muy temprana edad jornalero agrícola.
También siendo muy joven participo en la fundación de los sindicatos en Arroyo, llegando a ser Secretario del Sindicato de Obreros Agrícolas, que estaba adscrito a la Federación de Trabajadores de la Tierra de la UGT.
En 1.932 se afilió al PCE y durante la Guerra Civil lucho en el frente de Extremadura en la “63 Brigada Mixta”, desarrollando a la vez actividades civiles por designación del Partido Comunista de España a través del Comité Regional de Extremadura.
En abril de 1.939 fue hecho prisionero en Alicante y condenado a 20 años y un día de cárcel, aunque salió en libertad en 1.944.
Aunque al año siguiente fue detenido de nuevo en Madrid, siendo condenado a la pena de 10 años de prisión, que cumplió en los penales de Alcalá de Henares y Burgos.
Eliseo Orozco, fue un testigo muy activo de las Elecciones del “16 de Febrero del 36”, que como nos cuenta ganaron en Arroyo de la Luz el “Frente Popular”.
Nosotros los trabajadores, dice Eliseo, habíamos acogido la Republica con entusiasmo, pero la gente se radicalizo rápidamente.
Las elecciones del 33 que en Cáceres ganaron las derechas, en Arroyo las ganamos las izquierdas.
Y es que en Arroyo, había una Federación Sindical muy grande, con más de 1.500 afiliados, por ellos las ocupaciones de fincas y las roturaciones de tierra se realizaron incluso en el “Bienio Negro” que estuvo gobernado por la derecha.
En mi pueblo no había apenas republicanos como tal, éramos socialistas y comunistas y ante que nada afiliados a la “Casa del Pueblo”, donde convivíamos muy amablemente los militantes de los dos partidos.
Era la Ejecutiva de la “Casa del Pueblo” quien llevaba todas las reivindicaciones políticas y sindicales, y también fue la que preparo las “Elecciones de Febrero del 36”, miembros de las mesas, interventores, etc.; ya que el PSOE y el PCE como tal estaban poco organizados.
Hay que recordar que en febrero del 36, Hitler estaba en su pleno apogeo y lo que nosotros pedíamos era que se “frenase el avance del fascismo”, así como que se diese una Amnistía a todos los presos políticos que estaban en las cárceles con motivo de la Revolución de Octubre de 1.934.
Así mismo, dentro del “Programa del Frente Popular” estaba recogido llevar a efecto una verdadera “Reforma Agraria”, ya que la realizada en la primeros años de la Republica nos parecía moderada y con ellas no se habían conseguido los objetivos que se perseguían, que no eran otros que: “dar la tierra que los terratenientes le negaban a los jornaleros y yunteros para que pudieran trabajarlas”.
En la campaña electoral de las “Elecciones del 36”, en Arroyo como había sucedido en todas la elecciones anteriores no hubo enfrentamiento personales, ni tampoco después.
Ya que antes la “Victoria del Frente Popular”, los hombres de la burguesía y la derecha arroyana aunque a regañadientes, admitieron los resultados y no levantaron grito alguno contra la Republica, como sucedió en otros pueblos.
Arroyo fueron a dar un “Mitin Unitario” durante la campaña, los socialistas Felipe Granado y Luis Romero, que eran naturales de Alcántara, y que en las elecciones salieron elegidos diputados a Cortes.
Y por el Partido Comunista, el mitin lo dio, Máximo Calvo, que era el Secretario General del Partido Comunista de la Provincia de Cáceres.
El día de las elecciones todo ocurrió con normalidad, yo estuve de Interventor en la Plaza Mayor y el ambiente en las “Mesas Electorales” era bueno, hasta el punto que comimos todos juntos los de derecha y los de izquierda. A nosotros nos traían la comida de la Casa del Pueblo y a ellos del casino, pero la pusimos toda junta y entre todo no la comimos.
La victoria del “Frente Popular” se vivió en las izquierdas con mucha alegría, porque considerábamos que volvía a ganar la Republica y que dejábamos atrás aquellos años del Bienio Negro.
Nunca pensamos que solo cinco meses después nos viéramos enfrentado los españoles en una “Guerra Civil”, porque unos desarmados que había jurado fidelidad a la Republica, no solo incumplieron su juramento, sino que se levantaron en armas contra ella.
Juan Muñoz Sobrado,
Había nacido en 1.921 y estudiaba quinto de bachillerato en el Instituto de Cáceres, cuando estallo el Movimiento. Su padre era militar y había muerto en África en el llamado “Desastre de Anual” en 1.921. Posteriormente con los años seria miembro del SEU y falangista.
En su testimonio nos cuenta: Yo no tuve noticias del levantamiento hasta el domingo día 19 a las 11 de la mañana, cuando salió el Comandante Linos al frente de una Compañía del Regimiento Argel a proclamar en la Plaza de Santa Maria de Cáceres, el Estado de Guerra, volviendo a repetir su lectura en la Plaza Mayor.
La gente como era costumbre, estaba de paseo matinal de domingo, desde la Plaza de San Juan hasta el final de la Plaza Mayor, cuando se sorprendió al ver desfilar la Compañía desde el Cuartel hasta la Plaza de Santa Maria con la banda militar y la bandera Republicana.
Yo como casi todos los muchachos, les fuimos siguiendo. Al llegar a la Plaza de Santa Maria el Guardia de Asalto que estaba de seguridad delante del Gobierno Civil , no hizo intención ninguna de resistirse, ni de cerrar la puerta de acceso.
La ciudad fue ocupada rápidamente y en varios sitios estratégicos, montaron ametralladora. Se decía que los responsables de la movilización militar eran los capitanes Visedo y Perez Viñeta.
En Cáceres habían detenidos en la Cárcel de la calle Nido, en los bajos de lo que hoy es la Audiencia, a gente de derechas, generalmente falangistas, que nada más proclamarse el Estado de Guerra fueron liberados, entre ellos el Capitán Luna, que era un militar retirado y el Jefe Provincial de Falange.
En algunos puntos de la ciudad, se cruzaron algunos tiros entre falangistas y los ocupantes de una camioneta, en la que dicen que iba el diputado socialista Romero Solano. Posiblemente fueran militantes socialistas, aunque entonces a todos los de izquierda se les llamaba comunista.
La mayoría de las gentes se recluyo en sus casas, aunque hubo otros muchos que fueron a presentarse voluntarios al Regimiento de Infantería que estaba al lado de la Plaza de Toros, o en casa del Capitán Luna que se convirtió en el Cuartel Provisional de la Falange y catalizador de las fuerzas civiles.
La gente que se aproximó a los dos sitios eran personas de prestigio, de la alta burguesía y clase media alta, que se unieron enseguida al Movimiento.
Ya por la tarde hubo personas que salieron por la Ciudad en grupo para mantener el orden, con documentos emitidos por la autoridad correspondiente a la que representaban y con brazaletes distintivos.
El ambiente que se respiraba por la ciudad, es que todo había acabado, que se había “vuelto la tortilla” y que a partir de entonces sería la gente de derecha la que mandaría en España.
Yo tenía solo catorce años, y me estaba vetados muchos temas. En mi casa lo único que hacia mi madre era rezar el rosario y pedir que “no pasara nada”.
Salustiano Alvarez Muñoz,
Nació en Villar del Rey en 1.921 en el seno de una familia de braceros.
Educado desde niño en el socialismo, tenía apenas 16 años cuando ingreso en el Ejército Republicano y empuño las armas para defender a la Republica.
Según dice en su testimonio:
Al poco tiempo de su ingreso, fue detenido, pero se escapó y participó activamente en la guerrilla, hasta que paso a Portugal para hacer de enlace con el Partido Comunista Portugués, siendo detenido por la policía portuguesa, y entregado a las autoridades franquistas.
Pero se volvió a escapar, hasta ser de nuevo detenido y condenado a muerte, aunque le conmutaron la pena capital por treinta años de prisión.
Evadido de nuevo de la cárcel, huye a Francia donde lucha en la Guerrilla al lado del ejército francés contra los nazis.
Años después vuelve a España clandestinamente, donde es detenido de nuevo, siendo puesto en libertad y desterrado a más de 700 kilómetros de su pueblo.
Aunque apenas contaba quince años, cuando estallo la Sublevación Franquita.
Salustiano, es un testigo de excepción de la reacción de su pueblo antes la mencionada sublevación.
El día 19 al volver del trabajo en el campo y al entrar en el pueblo, se notaba a la gente como angustiada y con ansiedad.
En mi casa nada más atravesar el umbral, mi madre me dijo: “Hijo tienes una citación para esta noche a las nueve y media en la Casa del Pueblo. Ya que al parecer ha habido una sublevación militar contra la República”.
Al llegar a la Casa del Pueblo, el salón rebosaba de gente. En todos los asistentes se reflejaba inquietud y de ansiedad en sus rostros.
La tribuna la ocupaban los miembros de las organizaciones existentes en la localidad, y al frente de todas ellas el Alcalde al que acompaña el Brigada de Carabineros, fiel republicano como representante de las fuerzas armadas.
Nada más comenzar la asamblea, tomo la palabra el Alcalde quien manifiesto:
“Como ayer, hoy también he hablado con el Gobernador. Es cierto que han existido intentos de sublevación en varias plazas militares. Pero me ha dicho que el Gobierno domina la situación. No me ha concretado más.
También me ha dicho que a tenor de las leyes actuales, soy la única autoridad ejecutoria local, y que detenga a todos los que a mi criterio tengan una significación de derechas, que puedan atentar contra el poder establecido, rogándome, eso sí, que se les trate a todos con corrección y con arreglo lo que estipulan las leyes para los casos de insurgencias”.
Y continuo diciendo: “No es mi intención, no asumir la responsabilidad que emana de mi cargo, pero creo que en este momento histórico que vivimos, todos los partidos aquí representados debíamos constituir un “órgano” que asumiera colectivamente todas las responsabilidades y las medidas adoptar en el ámbito local con el objetivo de parar la insurgencia”.
Terminada la intervención del Alcalde y tras un pequeño debate, todos los responsables de las organizaciones locales, acordaron crear el “Comité Local de Guerra”.
Una de las primeras medidas que tomo el mencionado Comité, es realizar un listado con todos los miembros de derechas, que el mencionado Comité considero que podían alterar el orden establecido en el pueblo.
Hecha la lista, en la que se inscribió a unos 150 vecinos, el Alcalde llamo al Sargento de la Guardia Civil para que detuviera a todos los de la lista y los llevara a los lugares establecidos para su control.
Al decirle el Alcalde lo que debía hacer, el Sargento le contesto: “Yo no detengo a nadie”. Contestación que irrito al Alcalde quien le pregunto al Sargento ¿si se insubordinaba? Exponiéndole, las consecuencias que podía tener ante tal insubordinación, ya que según la legislación en estos casos, él es la máxima autoridad local.
Ante el cariz a que estaba tomando la situación, el Sargento cogió la lista y aquella misma noche detuvo a todos los que figuraban en ella.
Lo que seguramente evito, que algunos exaltados aprovecharan el momento de desconcierto y la exaltación para dar el paseo alguno de los detenidos.
En la mañana del día 20, salimos para Badajoz capital unos veinticincos jóvenes para pedir armas a los militares de la plaza.
Hecho este que también debieron pensar otros muchos jóvenes de varios pueblos, porque nos juntamos en Badajoz miles de toda la provincia.
Pero el Gobernador Civil, se negó a entregarnos las armas que pedíamos, por lo que al día siguiente nos volvimos al pueblo, con el pensamiento de que la situación en la Provincia de Badajoz se deterioraba día tras día.
El día 25 de julio, sobre la diez de la mañana aparecieron en el pueblo un grupo de anarquista en una camioneta pintada con letras rojas. que decían: CNT, FAI y AIT.
Al llegar a la plaza en la que me encontraba, el que parecía el Jefe me pregunto: “¿Muchacho, donde tenéis detenidos a los fascistas del pueblos? Que vamos a darle el paseo”.
Antes tal pregunta, me dirigí a casa del Alcalde y le conté lo que había pasado, saliendo enseguida para la plaza con un grupo de jornaleros que había en la Casa del Pueblo.
Cuando los anarquistas le dicen al Alcalde a lo que vienen, le contestan que “eso nunca jamás”, que solo están detenidos como mediadas de seguridad, pero que no han hecho nada malo, y que ser de derecha no es motivo alguno para pasearlos.
Viendo que la situación iba tomando mal cariz, los anarquistas reconsideraron su postura y se marcharon.
Pero ya subido en la camioneta uno de ellos se dirigió al Alcalde y le dijo: “Alcalde, salvador de esos perjuros. Pronto entraran los fascistas, amigos de los que habéis salvados. Y el primero que caerás será tu y después todos los demás. Pues no sabéis con la clase de gente que os jugáis las habichuelas”.
Desgraciadamente, la profecía del aquel anarquista se cumplió, pues un total de 67 hombres y 27 mujeres fueron asesinadas en un pueblo que entonces tenía algo más de 4.000 habitantes. Y ello cuando los más significados políticamente habíamos abandonado el pueblo y por lo tanto los vecinos que se habían quedado poco tenían que ver con la política.
Matías Lozano Tejeda,
Nació en Villanueva de la Serena, en el seno de una familia de clase media rural. Siendo estudiante en el año 1.934 se afilió a la Falange, y posteriormente participo activamente en la sublevación contra el Gobierno de la Republica, en la Zona de la Serena junto a otros muchos militantes y simpatizantes de falange y unos noventas Guardias Civiles del puesto de Villanueva y de otros pueblos como: Campanario, Magazela, la Coronada, La haba, etc., todos bajo el mando de un Capitán de la Guardia Civil.
Su testimonio es muy interesante, porque desmonta entre otras cosas, el mantra que la derecha española dijo y sigue diciendo que la Sublevación Militar tuvo como espoleta el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio de 1.936.
Matías, manifiesta que un mes ante del 18 de julio, llego a Villanueva un médico llamado Matéu, que envió la Falange de Madrid para ponerse al frente de los falangistas del pueblo para prepararlos para la sublevación.
El Centro de Reclutamiento que había en Villanueva contaba con un Teniente Coronel, mutilado de la Guerra de África y unos 10 o 12 soldados.
Pero no intervinieron en la Sublevación, no porque no estuvieran de acuerdo, sino por un enfrentamiento del Tte. Coronel con el Capitán de la Guardia Civil del Puesto, ya que aunque tenía menor graduación consideraba que era el quien tenía que mandar las tropas, al tener mayor número de efectivos.
Villanueva y Castuera fueron dos de los pueblos que se rebelaron contra la Republica el día 19 de julio, aunque Castuera solo resistió cuatro días, ya que enseguida la recuperaron los republicanos, pero los sublevados escaparon del pueblo y se fueron a Villanueva donde se unieron a nosotros.
Unos día antes de la Sublevación, el Capitán de la Guardia Civil ordeno a las autoridades republicanas, que requisaran todas las armas que tuvieran en sus domicilios las personas de derecha y las llevaran al Ayuntamiento.
Hecho este, que era un engaño a las autoridades, ya que creyeron que era para parar un posible golpe, cuando la realidad era para tener todas la armas juntas el día de la sublevación y repartirlas entren los adeptos al Movimiento.
Los falangistas recibimos la orden de que la mañana del 19 permaneciéramos en los alrededores del Ayuntamiento, hasta que fuéramos llamados para recoger las armas que se habían recogido unos días antes, y así lo hicimos.
Estando a la espera, vimos entra a el Capitán de la Guardia Civil y a varios guardias en el Ayuntamiento, deteniendo al Alcalde, concejales y responsables de las fuerzas políticas y sindicales allí congregadas.
Todos ellos fueron enviados detenidos a Cáceres, donde el Movimiento Nacional había triunfado, permaneciendo allí presos hasta el mes de julio de 1.937, que fueron devueltos a Villanueva, juzgados por un Tribunal Militar en un Consejo de Guerra, condenados a muertes y ejecutados, aunque yo por esas fechas ya no me encontraba en Villanueva.
Sobre finales de julio una noche, el medico Matéu jefe nuestro de Falange, dos guardia civiles, un taxista y yo marchamos a la Estación de Ferrocarril de Don Benito y cortamos los cables del telégrafo, quedando incomunicado por unas horas Badajoz con Madrid.
El día 29 de julio, en un enfrentamiento con el enemigo en el Castillo de Villanueva, en la margen derecha del Guadiana, murieron un Teniente de la Guardia Civil y un falangista, resultando heridos graves varios guardias y falangistas.
Hecho este, que anticipo la evacuación de Villanueva, ya que el mismo día por la tarde salieron unas doscientas personas del pueblo para Miajadas, bajo la custodia de varios guardias civiles.
Al día siguiente al amanecer, vinos que nos atacaban por varios frentes las tropas republicanas, en mayor número que otras veces.
Viendo que nos superaban en cantidad, un grupo fue avisar a la Guardia Civil que guardaba el Puente del Guadiana, para rechazar cualquier ataque del enemigo que pudiera venir de la “Siberia Extremeña”. Pero los veinte guardias civiles habían marchado también por la noche a Miajadas.
Durante el asedio a Villanueva, además de varios números de la guardia civil, murieron siete falangista y otros tantos fueron heridos de gravedad.
Por el espíritu combativo y los hechos acaecidos en aquel Julio del 36 en Villanueva, se le concedió posteriormente a la Falange Local, la “Palma de Plata Colectiva”. Una de las condecoraciones más importante de Falange Española.
Celestino Camacho Castaño,
Nació en la Cordosera en 1.917, por lo que al estallar la Sublevación tenía solo 17 años.
No había pasado un mes cuando huyo de su pueblo y se unió a la recién creada guerrilla que se estableció por la “Sierra de Alpotreque”, donde estuvo más de un año como guerrillero, hasta que en año 1.938 junto a otros compañeros marcho al Frente de Aragón, donde ingreso en el Partido Comunista.
El testimonio de Celestino, nos introduce en un tema, “La Guerrilla” que tuvo mucha importancia en Extremadura desde los primeros días, ya que muchos extremeños optaron por esta forma de lucha para defender a la Republica.
Celestino nos dice en su exposición:
La sublevación franquista me cogió en mi pueblo, en la Coordosera y allí estuve hasta que decidí unirme con otros paisanos para formar la guerrilla antifranquista que posteriormente actuaría en la “Sierra de Alpotreque”.
Lo que colmó el vaso, fue la detención de un tío mío y de un jornalero conocido como “El liebre” a finales del mes de agosto por parte de la Guardia Civil.
Aquel día llego la Guardia Civil al pueblo y fueron a buscar a mi tío a su casa, deteniéndolo y montándolo en una camioneta, junto a “El Liebre”.
Al dejarlos solos los Guardias, para irse a tomar una copa a un bar cercano, me acerque y le dije a mi tío que huyera, contestándome: “Que él no había hecho nada malo y no tenía nada que temer”.
Pero nada más terminar de decirme eso, me entrego su reloj y unas monedas que llevaba en el bolsillo, para que yo se las diera a mi tía, pues según me dijo: “donde iba no las iba a necesitar”.
Y donde lo llevaron, nunca se supo, lo que sí sabemos es que no lo volvimos a ver, pues desapareció para siempre.
Ese hecho fue lo que me impulso días después a echarme al monte junto a otros compañeros para formar la primera “Guerrilla Antifranquista” de Extremadura, e incluso creo que la primera de España.
Escondidos en la Sierra estuvimos unos 300 guerrilleros hasta mediados de 1.937, viviendo en campamentos que nosotros mismos construíamos o en chozos de majadas recorriendo toda la Sierra.
Como no todos estábamos armados, unos de nuestros objetivos era atacar los cortijos para quedarnos con las armas de los guardas y de los señoritos.
La partida la mandaba un carabinero raso, que se había mantenido fiel a la Republica, ya que era el único que tenía algo de idea de organización militar, pero a los dos o tres meses todos éramos unos expertos guerrilleros.
Yo era el más joven de todos, pero había varios que no superábamos los 18 años. Pero el caso más dramático era el de las 19 mujeres, algunas de la cuales hasta con niños que se habían unido a la guerrilla por diferentes motivos, como fue el caso de una miliciana de Roca de la Sierra, que llevaba tres días casadas cuando mataron a su marido y a ella le dieron aceite de ricino para purgarla, además de córtale el pelo y pasearla por el pueblo. Así que enseguida que pudo se hecho al monte con su madres y su abuela.
Las mujeres por el horror que habían sufrido muchas de ellas en sus propias carnes por los facciosos eran muy valientes, combatían igual que los hombres como una guerrillera más.
A veces nos infiltrábamos en los pueblos de la zona, bien para ver a nuestros familiares o para recoger información sobre la Guardia Civil o las tropas que por allí andaban. La verdad es que teníamos muy buena información, tanto es así que no tuvimos ninguna baja.
Una vez nos informaron que falangistas y terratenientes de la zona habían contratado un avión en Portugal para que encontrara y bombardeara el campamento.
Lo que hicimos fue abandonarlo unos días antes y con latas de tomate y dinamita hicimos una especie de bombas, ocultándolas para que no la vieran.
Cuando llegaron después del bombardeo aéreo, al no salir nadie pensaron que nos habían matado a todos, pero enseguida se dieron cuenta que no era así, ya que no había cadáveres, con lo cual cabreados prendieron fuego al campamento explotando las bombas manuales que habíamos fabricados e hiriendo algunos de ellos.
Era una vida muy penosa, además de las productos del campo nos alimentábamos de carne de novillo o cerdos que robábamos en la grande dehesas de la comarca, y en cuanto al pan no lo traían a escondida familiares y amigos que no lo dejaban en sitios convenidos alejados del campamento y nosotros íbamos a recogerlo.
Lo peor era la época del invierno, ya que para calentarnos y quitarnos el frio teníamos que hacer fuego, y claro enseguida nos detectaban por el humo, con lo cual teníamos que salir huyendo y cambiar el asentamiento.
Cuando nos enterábamos que en algún pueblo podía haber paseos, nos pasábamos por allí, para hacernos notar y para que supieran que si fusilaban a gente de izquierda, nosotros teníamos capacidad de hacer lo mismo con ellos.
Esa forma de actual, según nos dijeron, conllevo que alguna que otra vez no hubiera fusilamientos.
A partir del mes febrero de 1.937 que incorporaron al Ejercito a la limpieza de la Guerrilla, la situación se hizo más difícil, por lo cual un grupo de más de 100, decidimos salid de allí e ir a combatir a otros lugares.
A pesar de que las tropas nacionales y la guardia civil apoyadas por falangistas, nos habían cercados, fuimos capaz de salid sin tener ninguna baja y eso que en el grupo también iban mujeres y niños.
Sin embargo, pasado unos días tuvimos que abandonar más de veinte caballos que llevábamos, ya que nos hicieron una emboscada y tuvimos que salid corriendo, lo cual supuso que tuviéramos que hacer todo el camino, incluyendo a mujeres y niños a pie hasta que llegamos a Medellín que seguía en zona republicana.
Una vez en Medellín, nos llegaron noticias de que a los guerrilleros que se habían quedado los tenían totalmente cercados, por lo que un grupo de 20 decidimos volver de nuevo a la Sierra para ayudarlos, y cual fue nuestra sorpresa, cuando vimos que se habían unido al grupo como guerrilleros dos alemanes miembros de las brigadas internacionales.
Las idas y venidas desde Medellín a la Sierra y desde la Sierra a Medellín, fueron una constante durante largo tiempo, hasta que llegamos a la conclusión que con la guerrilla hacíamos poco daño a las tropas franquista, por lo cual muchos de nosotros optamos por marchar e incorporarnos al Ejército de Republicano.
Fernando Fernández Albarrán,
Nació en Badajoz en 1.908 y en Julio de 1.936 se encontraba en Sevilla, ya que se había casado con una sevillana y era en esa ciudad donde ejercía su profesión de abogado.
El día 18 de julio ya militaba en la Falange, y no dudo posteriormente en unirse como civil en la “Columna Madrid”, siendo testigo ocular del avance de las tropas franquista desde Sevilla por Extremadura hasta la toma de Badajoz por el Tte. Coronel Yagüe, hombre al que estuvo muy unido desde el mismo día de la salida de Sevilla.
El 18 de julio, el Alzamiento me sorprendió en Sevilla montado en un tranvía comenta Fernando.
Empezaron los tiros y al detenerse el tranvía, me baje y me fui corriendo para mi casa ya que estaba totalmente desorientado sobre lo que pasaba.
Una vez en casa, y pensando lo que en realidad podía suceder, decidí marcha a casa del Jefe de Falange de Sevilla, que era mi amigo y como nos imaginamos que en los tiroteos estarían los nuestros y teníamos la obligación de unirnos a ellos, nos fuimos para Capitanía General y allí nos dieron a cada uno una pistola y un brazalete de Falange.
En los días siguientes, mi misión consistió en conducir un coche que me asignaron y acompañar al “Jefe de Falange” junto a dos soldados que nos acompañaban como escolta, a llevar partes de información sobre la situación a nuestra gente a los puntos donde se estaba luchando, para que entre otras cosas su moral no decayera.
Como yo tenía toda mi familia en Badajoz, todo mi afán era enrolarme en los contingentes nacionales que formarían la Columna que iba avanzar por Extremadura, para de esa forma poder llegar a la capital y ver que había sido de los míos.
El día 2 de agosto por la tarde, salió de Sevilla el primer contingente de la llamada “Columna Madrid” al mando del Tte. Coronel Asensio.
Yo me apunte a la columna que mandaba el Comandante Castejón, con dos falangistas más que también se unieron.
Al llegar a la entrada de Extremadura, la columna de Castejón nos apartamos y nos fuimos a tomar Llerena, encontrando en ella una pequeña resistencia de milicianos antes de llegar al pueblo, y luego otra de milicianos y civiles que se habían encerrado en la Iglesia de la Granada.
Una vez ocupada Llerena nos volvimos y nos unimos de nuevo a la “Columna Madrid”, no encontrando resistencia ni en Monesterio ni en Fuente de Cantos, siendo la primera resistencia un poco fuerte la de la “Sierra de los Santos de Maimona”, donde se encontraban esperándonos fuerzas del “Regimiento Badajoz” apoyada por una unidad de carabineros y milicianos.
Una vez ocupados Los Santos, marchamos hacia Zafra, donde hubo un pequeño conato de resistencia, pero si más; ya que enseguida se nos unió el Jefe de Línea de la Guardia Civil con numerosos guardias.
Mientras nosotros habíamos tomado las dos poblaciones anteriores, la columna de Asensio había avanzado por la Tierra de Barros ocupando Villafranca y Almendralejo, ya que en las dos poblaciones solo hubo una pequeña resistencia de gente que disparaba desde las torres de las iglesias.
A la mañana siguiente salimos hacia Mérida, toda la columna completa al mando del Tte. Coronel Asensio, donde llegamos al anochecer.
Y aunque aquel día nuestra aviación había bombardeado la ciudad varias veces, al día siguiente encontramos mucha resistencia y un intenso fuego enemigo.
Mérida se tomó finalmente el 11 de agosto y hay que decir que hubo muchas bajas en los dos bandos. Aunque nosotros tuvimos más suelte que ellos, ya que tuvimos muchas menos bajas y heridos.
El día 12 mientras la tropa descansaba en Mérida, el Tte. Coronel Yagüe, que había sido el día anterior nombrado por el Mando Militar, Jefe de la “Columna Madrid”, envió a través de tres prisioneros al Coronel Pugdengola que mandaba las tropas de Badajoz un mensaje en el que le decía: “Dispongo de potente columna. Rendíos y entregaos, seré benévolo”.
Al día siguiente, por la mañana Yagüe salió con toda las fuerzas de la “Columna de Madrid” hacia Badajoz. A mí me quedo de enlace en la central telefónica de Mérida, con la misión de enviar sus mensajes al Cuartel General que Franco tenía en Sevilla y viceversa.
Al llegar a Mérida el Tte. Coronel Tella y hacerse cargo de la Central Telefónica, me marche para Badajoz junto a los otros dos legionarios que me acompañaban, alcanzando en Talavera la Real a la Columna y esperando allí para dar el último asalto a la capital que fue bombardeada varias veces ese día por nuestra aviación.
El día 14 por la mañana nuestra artillería abrió la primera brecha por la Puerta Trinidad, por la que comenzaron a entrar nuestras tropas. Una vez dentro, comenzaron un duro combate con las fuerzas y milicianos que defendían la plaza.
Sobre la siete de la tarde, Yagüe me mando para que en el coche y acompañado de un capitán y un alférez de la Guardia Civil entraramos en Badajoz para ver si podía entrar él hasta el Ayuntamiento donde montaría su cuartel general.
Visto que si no subíamos por las calles principales hasta San Juan, no resultaba muy peligroso el viaje, así lo hicimos quedando de esa forma instalado en el Ayuntamiento el Cuartel de General del Mando.
Yo una vez que había dejado a Yagüe, me fui en busca de mi familia, encontrándolos a todos bien.
Unos habían estado escondido en los sótanos y otros volvían de la cárcel donde los habías recluido los republicanos y de donde los habían sacados nuestros soldados.
El portugués, Mario Neves,
Nació en Lisboa en 1.912 y en el año 1.936 además de ser Abogado, escribía como corresponsal en el “Diario de Lisboa”, del que llego a ser su director.
Mario, fue el primer corresponsal de un periódico extranjero que llego a Badajoz la misma tarde-noche del 14 de agosto, inmediatamente después de la ocupación de la ciudad por la “Columna de Madrid” acompañándoles otros dos periodista de nacionalidad francesa, uno de ellos de la Agencia “Havas” y otro del diario “Le Temps".
Sin embargo fue solamente Neves, quien dejo escrito posteriormente en un libro titulado “la Matanza de Badajoz” los horrores que vio por las calles de la ciudad aquel mismo día 14 y los siguientes, hasta que el día 17 su periódico dejo de publicar las crónicas que mandaba presionado por el Gobierno y el decidió abandonar Badajoz como ciudad maldita, prometiéndose a él mismo que nunca más volvería a pisar la ciudad.
En el mencionado libro, Mario Neves escribe:
De madrugada y procedente de la Frontera de Caya, soy el primer periodista portugués que ha entrado en Badajoz, tras la caída de la ciudad en poder de los rebeldes: “Acabo de presenciar tal espectáculo de desolación y pavor que tardara de borrarse de mis ojos. Las calles de Badajoz se encuentran llenas de cadáveres”.
El día ha sido largo, hemos estado desde la mañana en la Frontera esperando que nos dieran un salvoconducto, pero hasta la tarde-noche no lo hemos conseguido, y luego hemos tenido que esperar que alguien nos llevara hasta Badajoz, aunque si no hubiera sido por el peligro que corríamos hubiéramos ido andando.
Todo el día hemos estado observando desde la torre de la aduana, lo que estaba ocurriendo en la Ciudad, y como la aviación y la artillería sublevada la bombardeaban.
A medio día los bombardeos han parado, especulamos si habrá sido porque la Ciudad ya ha sido tomada por los rebeldes, o es que las tropas se han dado un respiro para comer, pues sabemos que los españoles son capaces de todo.
Pero la tregua, si ha sido una tregua ha sido corta, pues antes de las cuatro de la tarde comienzan de nuevo los bombardeos y en este caso con mayor intensidad.
Desde la torre con unos anteojos, y como Badajoz está relativamente cerca podemos ver los daños causados por las bombas en los puntos más altos de la ciudad como la catedral y el castillo.
Finalmente, a las nueve y media de la noche, logramos tomar asiento en un automóvil de falangistas que se dirigían a Badajoz.
A la mañana siguientes, conseguimos hablar con el Jefe Local de Falange, Agustin Carande, que nos da un salvoconducto para poder circular por toda la ciudad. Tenemos la sensación que quieren que la prensa extranjera de a conocer a todo el Mundo, la toma de Badajoz, para por un lado dar animo a la tropa sublevada y a las fuerzas falangistas, y por otro que los republicanos pierdan la moral al contemplar lo fácil que ha sido la toma de la ciudad.
Nos damos una vuelta rápidamente por la ciudad y comprobamos los estragos causados principalmente por los bombardeos, presentando las calles un aspecto desolador, ya que además de los nacionales, solo se ven a mujeres vestida de luto negro con la mirada perdida y con banderas blancas pidiendo clemencia.
Entre los edificios destruidos, se encuentran el “Teatro Lopez de Ayala”, una parte del hospital y sobre todos las pequeñas casa del “Barrio de San Andres”, que ha sido uno de los barrios que más ataque aéreos ha sufrido. Las paredes de muchas de las casas se mantienen en pie, pero el interior está todo destruido.
Hiela el corazón oír a la gente humilde que en ellas habitaban llorar desconsoladamente ante la tragedia que acaban de vivir.
Posteriormente nos dirigimos a la Plaza de Toros, para comprobar “in situ” lo que allí ha sucedido.
Lo primero que vemos es un gran número de carros blindados del Frente Popular completamente destruidos, lo que nos da una imagen de la feroz lucha que se ha debido establecer allí.
Hecho que además lo certifican los numerosos cadáveres de milicianos que aun yacen sobre la arena del ruedo, lo que le da a la plaza un aspecto macabro.
Volvemos a la Comandancia Militar, donde se ha instalado el Mando Militar y nos recibe muy amablemente un “Capitán del Tercio”, quien nos explica con todo lujo de detalle la entrada en la ciudad por parte de las dos columnas de Asensio y Castejón que son las han intervenido en la toma de la ciudad.
Pedimos ver al militar de mayor graduación que está al frente de las tropas, y somos recibidos en su despacho oficial por el Tte. Coronel Yagüe, quien nos dice que la “Acción” ha sido la más importante desde que comenzó la cruzada.
Le preguntamos que confirme la cifra que se comenta entre los mandos militares de 2.000 fusilados hasta la fecha, contestándonos con una frialdad tremenda: “no deben ser tantos”.
En mi crónica de esa jornada, intento escribir con minucia todo lo que han podido ver mis ojos durante el día, deteniéndome en el incendio del Teatro López de Ayala, la destrucción parcial del hospital, y la gran cantidad de cadáveres todavía esparcidos por la Plaza de Toros.
Así mismo cuento para que lo sepa el Mundo entero, un detalle de una enorme crueldad “los detenidos que presentan la señal de la culata del fusil en su hombro son fusilados inmediatamente”.
El día 16, vuelvo a Badajoz, pero no porque tenga nostalgia del espectáculo dantesco que contemple ayer, sino porque tengo la obligación de observa lo que sucede en la ciudad una vez ocupada por los rebelde, y seguir contándolo para que lo conozcan los ciudadanos.
Ese día escribo, sobre el espectáculo inhumano que he podido contemplar en el Cementerio.
Por la mañana camino de Badajoz desde Caya, hemos visto una espesa nube de humo que salía del Cementerio que está en la carretera de Olivenza.
Nada más llegar, me acerque para ver lo que sucedía, contemplando una de las visiones más dantesca de mi profesión periodística, ya que pude ver con mis propios ojos, como los militares franquistas mandaba a los propios prisioneros que hicieran diferentes montones con los centenares de cadáveres que allí había y que después de rociarlos con gasolina les prendieran fuego para destruirlos.
Llevándome además de esas terribles imágenes en mi retina, el olor a carne humana chamuscada.
La impresión que me da, es que no queman los cuerpos para esconder la barbaridad que han cometido, pues creo que se sienten orgullosos.
El día 17, mi crónica fue censurada por el Gobierno Portugués y mi periódico el “Diario de Lisboa” no la publico, pero para entonces el Mundo entero sabia a través de mis crónicas y la de otros compañeros, de la Matanza realizada en Badajoz por el ejército sublevado, llenándose con tal motivo la Capital de corresponsales de los periódicos más importantes del Planeta.
Yo, he intentado desde que llegue a Badajoz contar lo sucedido con la mayor seriedad posible y atenerme a los hechos que he podido comprobar yo mismo, y no por lo que me contaban.
Y como mi periódico ha sido presionado por el Gobierno Portugués para que no publique mis crónicas, quiero dejar Badajoz, cueste lo que cueste lo más rápido posible y prometerme a mí mismo que no volveré nunca más.
Porque por muchos años que me mantenga en la vida periodística, jamás se me presentara, un acontecimiento tan impresionante como el que me ha traído a estas ardientes tierras de mi querida España.
No se trata de extravagancia ridícula de un sentimentalismo excesivo. Basta con tener una mediana formación moral y estar al margen de las pasiones enfrentadas para que no se puedan presenciar fríamente las escenas horribles de esta tremenda Guerra Civil que amenaza con devorar a España, destruyendo para siempre el amor y sembrando odios bien profundos entre la población.
Sin embargo, antes de abandonar la ciudad, donde ciertamente la Paz tardara en reinar “Digo Paz y no calma” deseo abordar todavía otro hecho que considero inhumano.
Los cadáveres que estoy viendo hoy día 18 por diferentes sitios de la ciudad, no están en los mismos lugares que estaban ayer, ni tampoco es igual el número de ellos, hay muchos más.
Lo que me da pensar que son las propias Autoridades Militares Sublevadas las que ordenan que se queden tirados los cadáveres, con el objeto de que la población vea con sus propios ojos que las ejecuciones son muy numerosas y que la justicia es inflexible con aquellos que no se unen al Movimiento.
Uno de los periodistas que llegaron al calor de las crónicas de Mario Neves, fue el estadounidense Jay Allen del “Chicago Tribune”, que según comento conocía anteriormente Extremadura porque se había interesado y escrito sobre la Revolución Campesina y la Reforma Agraria de la Republica en la Región.
El día 25 de agosto, el mencionado periodista escribía en su diario: “Esta es la historia más horrorosa sobre la que he tenido que escribir, nada más llegar a la pensión, subí a la azotea, vi fuego, están quemando los cuerpos, 4.000 hombres y mujeres que han muerto en Badajoz desde que los morros y legionarios rebeldes del General Franco tomaron la ciudad. Dicen que la primera noche la sangre alcanzo un palmo de profundidad, no lo dudo, se asesinó a 1.800 hombres y mujeres en un plazo de 12 horas, y en 1.800 cuerpos hay más sangre de lo que uno se puede imaginar”.
Días más tardes, la “Columna de Madrid” abandonaba Badajoz para seguir su marcha camino de Madrid, pero a partir de entonces los corresponsales de los diferentes medios, ya no se la llamaran con ese nombre, sino como “La Columna de la Muerte”.
Durante la marcha, el enviado especial del New York Heralde Tribuna le pregunto al Tte. Coronel Yagüe que le confirmara la cifra de 4.000 fusilamientos de la que se hablaba en diferentes periódicos y entre sus mandos militares.
Contestándole Yagüe: “Por supuesto que los hemos matados” ¿Qué esperaba? ¿Iba yo a cargar 4.000 rojos conmigo mientras mi columna tiene que avanzar a marchas forzadas? ¿Iba yo a dejarlos libres en mi retaguardia para que Badajoz volviera a ser rojo?
Antonio Elviro Berdeguez,
Nació en el año de 1.892 en el pueblo de Salorino, en el seno de una familia de clase media rural.
Al acabar la educación básica, sus padres le llevaron a Madrid para hacer bachillerato y terminado el mismo, marcho a Salamanca para estudiar en su Universidad la Carrera de Medicina, siguiendo la estela de su padre que era el medico del pueblo.
Terminada la carrera, volvió a Salorino donde comenzó a ejercer la medicina, comprobando y viendo con sus propios ojos la situación en la que mal-vivían los jornaleros y los yunteros que había en el pueblo debido a que la gran mayoría de las tierras del termino estaba en mano de dos familias de terratenientes, que además eran absentistas, viviendo una de ella en Madrid y la otra en Cáceres capital.
Ello, creo en él una conciencia crítica hacia la situación de retraso y hambre en que vivían los ciudadanos de Extremadura en general y en particular los trabajadores del campo, que tenían que mendigar todos los días un jornal a los caciques para poder dar de comer a sus hijos.
Y todo ello, porque la tierra, principal recurso económico de la Región estaba en manos de solo unos pocos de terratenientes absentistas que no sentían el clamor y la necesidad del pueblo extremeño que pedía tierras para cultivar, ya que ellos tenían sus grandes dehesas no como unidad productiva en beneficio de Extremadura y su gente; sino como cotos de cazas para su ocio.
Por todo lo cual, en 1.922 escribió un Manifiesto que título “Extremadura, para los extremeños”, que como su título indica, en el manifestaba que Extremadura no saldría de la postración en que se encontraba hasta que sus recursos económicos, principalmente la tierra no estuviera en manos de los extremeños que la cultivaban.
También a partir de ese momento, comenzó a colaborar con la Federación de Trabajadores de la Tierra de la UGT, hecho este que le supuso el enfrentamiento con muchas gente de su clase, que no comprendían como podía tener esas ideas y defender los postulados socialistas, comenzándole a llamar entre ellos “El Desclasado”.
Aunque a él como lo tenía tan claro, no le afecto lo más mínimo el descalificativo, contestándole un día a un periodista que le pregunto: “Que en Extremadura, había que ser socialista, más que por convencimiento, por humanidad”.
Según fueron pasando los años, su compromiso con el socialismo era más fuerte cada día, así en 1.928 comenzó a escribir en “El Socialista” órgano de expresión del Partido Socialista Obrero Español y en el periódico “Unión y Trabajo” del sindicato UGT de la provincia de Cáceres, llegando también a ser Presidente de la Casa del Pueblo de Salorino en representación de las sociedades agrarias, pero nunca llego a militar en el Partido Socialista como tal.
Elviro, como así era conocido en Extremadura y principalmente por los pueblos de las comarcas de Valencia y Alcántara, desgraciadamente nunca pudo contar sus vivencias sobre la Guerra Civil, ya que fue fusilado cuando tan solo habían pasado cinco meses de la Sublevación.
Por ello, me vais a permitir de que sea yo quien le ponga voz y actué como si fuera el cronista de los últimos días de su vida. Seguro que él me perdonaría el atrevimiento.
Llegado el 19 de Julio de 1.936, nos enteramos que en Cáceres capital había triunfado el Golpe de Estado, ya que los mandos y la tropa del “Regimiento de Artillería Argel” se habían levantado en armas contra la Republica, al igual que los responsables y un gran número de la Comandancia de la Guardia Civil, destituyendo al Alcalde de Cáceres, al Presidente de la Diputación y al Gobernador Civil.
Algunos militantes de los partidos de izquierda PSOE y PCE, y de las sociedades agrarias vinculadas a la UGT de Salorino, optaron por atravesar la “Sierra de San Pedro” y marchar a San Vicente de Alcántara y Albuquerque, ya que la provincia de Badajoz seguía fiel a la Republica, pues ni el Ejercito, ni la Guardia Civil, ni la Guardia de Asalto de la Capital, se habían unido a los golpistas.
Yo como otros muchos, por diferentes motivos nos quedamos en el pueblo, todos bajo el mismo pensamiento de: “No hemos hecho nada malo, y por lo tanto de nada tenemos que huir”.
Pensamiento equivocado, como pudimos comprobar a los pocos días, cuando llegaron varios miembros del ejército y de la Guardia Civil para reforzar la línea de la “Sierra de San Pedro” que se había convertido en frontera natural entre la Zona Nacional y la Republicana.
El día 7 de agosto, por la mañana sobre las 11 horas, dicen que fui detenido junto a tres vecinos más: Máximo Cabezali, secretario del Ayuntamiento; Virgilio Duran, estudiante de veintiún años y Fernando Calzo, maestro.
En el parte de detención firmado por el Alférez que mandaba las fuerzas (incluidas las de Falange) se dice:
“Que los dos primeros (Máximo y Yo) fueron detenidos por servir de agentes de enlace entre elementos avanzados de esta localidad y las milicias rojas de Alburquerque y San Vicente; y a los dos últimos, como así mismo a los dos anteriores, por ser los instigadores de cuanto desmanes se han cometido en el pueblo por elementos marxistas, ser declarados enemigos del Movimiento Salvador de España y ser animadores obreros a los que le han inculcados para que marchasen a los pueblos referidos a alistarse a las milicias rojas contra el Movimiento, lo que han verificado unos 40 vecinos que se encuentran en los indicados pueblos”.
Una vez detenidos, fuimos puestos a disposición del Coronel Comandante Militar de la provincia e ingresado en la Prisión Provincial de Cáceres, era el día nueve del mismo mes, a la vez que comenzaba a funcionar toda la parafernalia (nombramiento de juez instructor, secretario, etc.) para la celebración del Juicio, que de antemano ya tenía firmada la sentencia.
El día 19, le tomaron declaración a dos guardias civiles, que habían participado en la detención, dándose las circunstancias que no eran del puesto de Salorino, sino de el del de Torremocha a más de 70 Km.
Aunque lógicamente poco podían conóceme, no tuvieron empacho en decir el primero y ratificar el segundo, que era el máximo dirigente marxista no solo de la localidad, sino de los pueblos limítrofes de la comarca, y que recibía órdenes directamente de Cáceres, así como que en el momento de mi detención tenía una carta comprometedora recibida de un telegrafista de Cáceres, y que la misma no la podían entregar al Tribunal, ya que se la habían enviado al Capitán Luna, Jefe de Falange de la Provincial de Cáceres.
Ese mismo día el Juez Militar dictaba Auto de Procesamiento contra los cuatro detenidos por: “Considerarnos como agentes de enlace entre los extremistas de Salorino y las milicias rojas de la provincia de Badajoz, así como instigadores de cuantos desmanes se habían cometido en el pueblo por los elementos marxistas, y por ser declarados enemigos del Movimiento Nacional.
Por todo lo cual terminaba el Auto: “Nos consideraba como autores de un delito de excitación a la rebelión, castigado en el párrafo segundo del art.40 del código de Justicia Militar”.
Una vez dictado el Procesamiento, dos días después se nos tomaba declaración a los detenidos.
Yo manifieste, que no fui detenido el día 7 de agosto sino el día 5 por la tarde estando sentado al fresco a la puerta de mi casa, según me dijeron por pertenecer a la Sociedad Obrera, siendo ingresado en la cárcel, desde donde fui trasladado a la Presión Provincial, habiendo llevado hasta el día de mí detención una vida normar.
Igualmente, manifieste que no era enlace entre vecindarios del pueblo y de las fuerzas republicanas de Badajoz, ya que desde el día de la Sublevación era consciente de lo que la misma representaba, llegando incluso a entregar en el Cuartel de la Guardia Civil la pistola q tenia autorizada por mí condición de médico del pueblo, y por consiguiente de autoridad sanitaria.
Por último, al ser preguntado de los motivo que habían tenido varios vecinos para ausentarse del pueblo, manifieste que no lo sabía, aunque era de suponer que fuera por el temor a ser detenido como me había sucedido a mí.
El 26 de agosto, el nuevo alcalde de Salorino contesto al requerimiento del Juez sobre nuestra conducta manifestando entre otras cosas: “Que todos éramos comunista, habiendo sido Cabezali y yo quienes habíamos inducido sin reparo algunos a los individuos de acción para conseguir que triunfara el Frente Popular y emprender acciones contra las personas de orden de la localidad”.
El día 12 de septiembre, el Juez Militar y el Fiscal de mutuo acuerdo cambiaban el Auto de Procesamiento del 19 de agosto por el de: “autores de un delito de adhesión a la rebelión militar, previsto y penado en el art. 238 del Código de Justicia Militar”.
El 18 de septiembre, el Jefe de la Fiscalía de la 2ª División formulaba las conclusiones provisionales sobre la Causa, exponiendo en entre otras cosas: “Que éramos responsable de dos delitos, uno de rebelión y otro de adhesión a la rebelión, por lo que a los efectos del art. 173 del Código de Justicia Militar y con el agravante de la transcendencia de los hechos y los momentos que ocurrieron, procedía imponer a cada uno de los acusados, la pena de reclusión perpetua a muerte”.
Al día siguiente, el responsable de la cárcel enviaba al Juez Militar, para los efectos oportunos, un certificado del actual Alcalde de Salorino, que según él había sido intervenido en mí correspondencia.
Llama la atención que dicho certificado, me lo hubiera enviado a mí el Alcalde, ya que el mismo no solo no era positivo para mí defensa, sino todo lo contrario, pues en el mismo el Alcalde entre otras cosas manifestaba:
“Desde hace tiempo actuó en política con exceso, por lo que puso en duda su conducta, actuando sin reparos en sentido de izquierda, y aunque no se le considera hombre de acción, llego al convencimiento de todo el público, que no solo se descartaba públicamente en este pueblo; sino que le consideraban dirigente de los elementos de izquierda de los pueblos de la comarca, ya que tenía ayuda y se escribía hasta con diputados socialistas, llegando a tener que ser amonestado por la Guardia Civil varias veces por sus actuaciones”.
El día 21 de octubre, el Juez Militar, leía los Cargos que resultaban del sumario, que en definitiva era el de: Responsable de dos delitos, uno de rebelión y otro de adhesión a la rebelión, a los efectos de lo regulado en el art. 173 del Código de Justicia Militar”.
Preguntado si tenía algo más que decir, propuse como testigos a: D. Julian Carrasco, industrial; D. Pedro Guisado de la gestora actual del ayuntamiento; D. Antonio Casco, secretario del juzgado, D. Juan Martin, secretario del ayuntamiento, y D. Arturo Carrasco, farmacéutico.
Pero no sé porque motivos, aunque me lo puedo imaginar, ninguno de ellos fue llamado a declarar. O quizás fue llamado y debido a su declaración a mí favor la misma no fue tenida en cuenta, porque nunca aparecieron dichas declaraciones en el sumario.
Ese mismo día, el Coronel Gobernador Militar de la Plaza, nombraba a los miembros del Tribunal que formarían el Consejo de Guerra Sumarísimo, que tendría lugar al día siguiente a las 13 horas en la Caja de Reclutas de la Capital. Y en que actuaría como Presidente del mismo el Teniente Coronel, D. Jose Alba Abad.
Celebrado el Consejo de Guerra el día y a la hora señalada, ese mismo día Dicto Sentencia el Tribunal, en la cual además de los cargos que se me imputaban, se manifestaba: “Que yo, Antonio Elviro, además de comunista era un activo propagandista de estas doctrinas destructoras por los pueblos de la comarca”.
Por lo cual se me condenaba, junto a mis vecinos de Salorino que habían sido detenidos conmigo a la “PENA DE MUERTE”.
El día 6 de diciembre, el Gobernado Militar distaba una Orden, en la que exponía: “Que aprobadas por la Autoridad Judicial de la División y también por el Excmo. Sr. General Presidente del Gobierno del Estado Español la sentencia distada por el Consejo de Guerra, celebrado en esta Plaza recientemente contra: Máximo Cabezali, Virgilio Duran, Fernando Calzo y Antonio Elviro en la causa 508 por el delito de rebelión militar, a los que se condena a la última pena, y ordenando inmediatamente su cumplimiento se observaran a tal fin las prescripciones siguientes:
Primero. Los reos serán ejecutados a la siete hora de mañana siete, en el campo de tiros de pistola inmediato al Cuartel del Regimiento Infantería Argel número 27.
Segundo. El piquete de custodia y ejecución de sentencia estará compuesto por un Sargento, dos cabos, un corneta y veintiocho guardia civiles, todos de la Comandancia de la Guardia Civil de Cáceres. Este piquete así formado deberá encontrase a las tres horas en la Prisión Provincial de Cáceres, para hacerse cargo de los reos.
El día de autos y a la hora prevista se llevó acabo mi ejecución y las de mis vecinos: Máximo Cabezali, Fernando Calzo y Virgilio Duran, este último con tan solo 21 años, y solo por sus ideas.
Y cabría preguntarse: ¿Quién con un poco de corazón, dignidad y de sentido de clase en aquella Extremadura de caciques y terratenientes a los 21 años no era socialista?
Después de la ejecución y como era preceptivo, el Juez levanto la Diligencia de “haberse ejecutado la sentencia”, manifestando: “En Cáceres a siete de diciembre de mil novecientos treinta y seis, el Sr. Juez hace constar por la presente diligencia, que a la siete hora del día de hoy, se ha llevado a efecto la sentencia de pena de muerte impuesta a los reos: Máximo Cabezali, Virgilio Duran, Fernando Calzo y Antonio Elviro, los cuales fueron conducidos al sitio designado por el Sr. Coronel Gobernador Militar de esta Plaza y pasado por las armas con las formalidades debidas, habiendo quedados muertos a la primera descarga que se hizo y siendo conducidos sus cadáveres al cementerio de esta Capital con la correspondiente orden de enterramiento”.
Y en dicho cementerio, en una fosa común ha permanecido todos estos años mí cuerpo junto a los de otros paisanos de nuestra querida Extremadura, que por compartir los mismos ideales de: justicia, igualdad, libertad y fraternidad que yo, también fueron “pasados por las armas” con el argumento de “Rebelión y Adhesión a la Rebelión” cuando los que se habían rebelado contra el Gobierno Legítimo de la Republica al que habían jurado defender, habían sido ellos.
Y aunque eso duele, así como que acabaran conmigo cuando estaba en la flor de mi vida.
Casi más duele, que aquellos que tienen las mismas ideas por la que me la segaron, años más tarde y ya en plena Democracia, ni siquiera hayan defendido el atropello de que fuera “Fusilado” por defenderlas, ya que como dice el Catedrático de la Universidad de Extremadura, Fernando Sanchez Marroyo, que es el historiador que mejor ha estudiado mi vida.
“Antonio Elviro era un hombre de izquierda, sobre el que tras su asesinato recayó el olvido más sistemático, hasta el punto que se convirtió durante décadas en un desconocido, un proscrito cuyo nombre incluso no convenía recordad”.
El placentino, Luis Romero,
Nació en 1.903 y desde muy joven entro a trabajar en una panadería, aunque cuando comenzó la Guerra Civil, trabajaba en la construcción y según comentaría ya llegada la democracia, no tenía actividad política alguna, lo único es que como otros muchos trabajadores de la construcción estaba afiliado a “La Sociedad”, así como conocer al Alcalde de Plasencia., quien le propuso nombrarle Jefe de los Municipales, pero que rechazo el cargo.
Por aquellas años, Luis Romero ya estaba casado y tenía tres hijos, por lo cual y temiendo que lo mataran estuvo mucho tiempo “Escondido como un Topo”.
Siendo este su interesante testimonio:
Cuando la Sublevación del 18 de julio, algunos nos asustamos, por lo que el 21 o 22 de julio nos fuimos varios compañeros a la “Estación de la Mancona” que estaba en la línea de Madrid a unos 25 kilómetros de Plasencia.
Fuimos andando hasta el lugar lo más deprisa que pudimos, pues teníamos mucho miedo, hasta que cerca de la estación encontramos unos chozos donde nos escondimos.
Un campesino de ideas socialista de Malpartida de Plasencia nos traía: queso, morcilla, pan y tocino.
Recuerdo que era muy mayor y nos contaba lo que decía la radio, aunque muchas cosas no entendíamos los que nos quería decir, pues por ejemplo a Queipo de Llano, le llamaba “Campo Llano” y hasta que pudimos averiguarlo, no sabíamos de quien hablaba.
Temiendo que al final nos pudieran encontrar y que además así no podíamos vivir mucho tiempo, un día decidí irme a un olivar que había cerca de Plasencia, que sabía que tenía una pequeña casa, y después de estar allí algunos días decidí regresar a mi domicilio en la calle Quesos de Plasencia.
Mis hijos en aquel momento tenían: 7, 5 y la niña pequeña 3 años. Los niños mayores eran más conscientes de lo que sucedía, y asumieron totalmente que no podían comentar nada sobre que vivía con ellos.
Sin embargo a la pequeña la tuvimos que convencer que no dijera nada de que yo vivía con ellos, prometiéndole que no lo decía, cuando fuera a otro pueblo le traería una muñeca.
Con lo cual, la niña cada vez que le preguntaban algo sobre mí, decía: “mi padre está en un pueblo trabajando, y cuando venga me va a traer una muñeca”.
Un día oí mucho ruido por la calle, y al asomarme con mucho cuidado para no ser visto comprobé que era un grupo de falangista que se dirigía hacia mí casa, por lo que me escape por una ventana y me fui en casa de un vecino maestro sin título, llamado Clemente Chapa.
Al llegar a mi casa los falangistas le preguntaron a mi mujer “donde estaba”, a lo que contesto que no lo sabía, pero no debieron de quedar muy convencido o algo sabían porque entraron y registraron toda la casa.
A los pocos meses de aquel registro, declararon nuestra casa en ruina, yo creo que con la única intención de que de ese modo no tendría más remedio que salid de mí escondite.
Nos fuimos a vivir a una casa destartalada de solo dos habitaciones en la carretera del Valle. Para distraerme solía asomarme entre las cortinas de las ventanas, y un día por un despiste una de las vecinas me vio, y como era muy normal entre algunos extracto de la población me denuncio.
La detención fue por la noche, estaba detrás de la puerta fumándome un cigarro cuando vi pasar a un legionario que yo conocía, comprendiendo de ese modo, que venían a por mí y así fue.
Intente escapar, pero como tenían toda la casa rodeada con pistola en mano, me adelante a ellos y me presente a uno que yo conocía, con la intención de que por lo menos no me pegarían el tiro delante de mi mujer y mis hijos.
Una vez detenido me llevaron por la plaza mayor al Cuartel, donde estuve detenido hasta el día siguiente que me llevaron a la cárcel provisional de la calle el Rey y de allí a la cárcel que habían instalado en el “Palacio de Márquez de Mirabel”.
De allí nos sacaban todos los días y nos llevaban a realizar trabajo de desmonte a la finca Valcorchero.
Estando un día allí, detuvieron a Raimundo Lorenzo que estaba fugitivo y había bajado en busca de comida.
Los dos fuimos juzgados en el último Consejo de Guerra que se celebró en Plasencia el 23 de diciembre de 1.937. Él fue condenado a muerte y ejecutado, y a mí me condenaron a 12 años de prisión.
Ha mediado de 1.938, me llevaron con otros 86 detenidos a la Prisión de Astorga. Durante el viaje íbamos sin ataduras, pero ninguno hicimos intención de escapar, ya que antes de montar el sargento de la Guardia Civil nos había dicho: “Tener claro que toda España es una cárcel para vosotros los rojos, por lo tanto no tratéis de escapar”.
Cumplida la sentencia y de vuelta a Plasencia, la Guardia Civil quiso utilizarme de chivato para denunciar a republicanos y socialista.
Yo, lógicamente me negué y al principio me presionaron bastante, pero al ver que ni con esa podían conmigo, pasado un tiempo no volvieron a molestarme.
Basilio Miguel Gonzalez Bueno,
Nació en Villar del Rey, perteneciendo al PSOE desde su fundación y así mismo a la Ejecutiva de la UGT.
Ante el avance de los sublevados por Extremadura, participo como miliciano en los combates contra la “Columna Madrid”, siendo hecho prisionero y fusilado, pero sobrevivió al mismo.
Posteriormente estuvo exiliado en Portugal, donde embarco para Venezuela permaneciendo en ese país durante 40 años, hasta que con la llegada de la democracia volvió a España y se instaló en su pueblo.
Cincuenta años después de los hechos acaecidos, este es su relato:
Después de la toma de Badajoz, los falangistas engrandecidos por la victoria, empezaron por todos los pueblos a encerrarnos a los que habíamos apoyado la Republica. Y tras duros interrogatorios, nos fusilaban por grupos amarados unos con otros.
En Villar del Rey los fusilamientos comenzaros por los cargos municipales: el alcalde y los concejales del Frente Popular. Y con ellos en el primer grupo además incluyeron a otro vecino a una mujer y a mí.
El día 12 de septiembre, a las 12 de la noche se presentaron falangistas y guardias civiles en el local que estábamos, y a golpes nos montaron en diferentes vehículos que esperaban en la calle.
A unos 5 kilómetros del pueblo pararon los vehículos y también a golpes nos bajaron de ellos, poniéndonos en la cuneta en fila todos atados con una cuerda, comenzado a disparar, y cayendo uno tras otro en la cuneta, donde nos taparon con paja para que no fuéramos vistos desde la carretera al pasar.
Yo recibí dos disparos, pero ninguno de ellos de muerte. Después de pasar un rato, me incorporé sigiloso y al ver que no había nadie, comencé a desatarme la cuerda con los dientes, hasta que quede libre.
Llorando como un chiquillo, me retire del lugar, donde quedaban tendidos siete cadáveres, uno de ellos de una mujer, que como a todos conocía.
Caminando hacia la Sierra, alcance un sitio seguro donde además de curar las heridas estuve descansando, aunque sin olvidad lo que acababa de ver y vivir.
Después de cinco meses por la Sierra en unión de otros guerrilleros, nos pasamos a la Zona Republicana, donde ingrese en el “Regimiento de Caballería nº 5”, en el que estuve hasta que acabo la Guerra.
Al terminar la Guerra, pensando que “no tenía nada que temer porque no había hecho nada malo”, me dirigí al pueblo, pero no me dejaron ni siquiera entrar, ya que me estaban esperando tres guardias civiles y me llevaron a la Cárcel de Badajoz y de allí al Campo de Concentración de Castuera.
Un día en el Campo de Castuera, llego a mis oídos, que me iban a encerrar en el calabozo, y todos los prisioneros sabíamos que del calabozo no salía nadie vivo, ya que lo sacaba por la noche y los fusilaban.
Como pensé que mi única salvación era escaparme, lo intente y lo conseguí, estando durante dos años comiendo lo que cogía de la tierra y andando por los campos con mucho cuidado, camino de Portugal, donde estuve viviendo durante cuatro años, hasta que también empecé a ser perseguido por la policía política portuguesa con la intención de detenerme y entregarme a los Sublevados.
Ante la crítica situación en que vivía, me puse en contacto con el “Comité de Ayuda al Refugiado” de Lisboa, que me preparo todos los papeles para mi traslado a Venezuela, donde he estado viviendo hasta la llegada de la democracia a España, en que he vuelto para vivir los muchos o pocos día que me queden, aunque no lo he podido hacer en mí casa, ya que estaba en poder de un adicto del Régimen Franquista. Lo había perdido todo, incluso mi humilde casa.
Jose Hernández Mulero,
Nació en Barcarrota en 1.914, en el seno de una familia campesina.
Al estallar la sublevación estaba afiliado a las Juventudes Comunista de España. Siendo miliciano en el Ejecito Republicano y terminada la guerra uno de los muchos prisioneros que estuvo preso en el Campo de Concentración de Castuera.
Yo tenía 22 años cuando estalló la Guerra, nos dice Jose.
En mi pueblo había Ayuntamiento Socialista y al enterarnos de la sublevación salimos más de 30 jóvenes en un camión hacia Badajoz para incorporarnos a las milicias y defender la Republica frente a los sublevados.
Casi ya finalizada la Guerra con la victoria del Ejército Franquista, junto a otros tres milicianos atravesamos a pie los Montes de Toledo para volver a Extremadura.
Al pasar por un pueblo, nos enteramos de que una máquina de tren iba a ir hasta Benalcázar para remolcar a un tren de prisioneros para llevarlos a Mérida.
Nos montamos en el estribo de la máquina, pero con tan mala suelte que al llegar a Benalcázar fuimos detenidos y encerrados en unos de los vagones que iba lleno de prisioneros. Llegando a Mérida el 1 de abril, día que oficialmente terminó la Guerra.
De la estación nos llevaron a la Plaza de Toros, donde estuvimos varios meses hasta que de nuevo encerrados en un tren de ganados y tratándonos peor que si fuéramos animales, nos llevaron al “Campo de Concentración de Castuera”.
El campo estaba situado a unos tres kilómetros del pueblo, entre la vía de ferrocarril y la sierra. Era cuadrado con una doble alambrada y en cada una de las esquinas había montada una ametralladora.
En total había instalados unos 70 barracones de madera, donde mal vivíamos grupos de 70 presos, con lo cual el número de prisioneros rondaba los 5.000.
En los barracones no había muebles ni nada, el suelo era de tierra y dormíamos directamente en el suelo, apretados unos con otros. Pues no había espacio suficiente, con lo cual cuando hacía frio tampoco necesitábamos mantas, ya que nos dábamos calor los unos a los otros.
Por la noche estaba prohibido salid del barracón, con lo cual nuestras necesidades las hacíamos dentro, quedando allí la mierda hasta que por la mañana la limpiábamos.
De los más de dos meses que estuve allí, no comí más de 6 días calientes.
Nos daban cada día un bollito pequeño de pan y una lata de conserva de pescado y con eso teníamos que tener para todo el día.
Ante tanta necesidad, los soldados hacían su agosto a base del estraperlo vendiéndonos algunas cosas a precios desorbitados.
Un día teníamos tanta hambre que invadimos la zona de las cocinas que estaban al aire libre. En unas grandes cacerolas había puestos a remojar garbanzos que llevaba dos días en agua.
Tanta era la necesidad de comer que teníamos que con las ansias tiramos las cacerolas y del suelo y llenos de tierras cogíamos a puñado los garbanzos y así no los comimos.
En cuanto al agua era también escasísima, llevaban poca y de tarde en tarde, con lo cual muchas veces no teníamos ni para beber. Tal era la necesidad de agua que teníamos que nosotros mismos hicimos una especie de embalse dentro de campo para aprovecha el agua de la lluvia, y allí lavábamos la poquina ropa que teníamos.
Los militares que estaban al frente de la “Seguridad del Campo”, sobre todos los sargentos nos trataban inhumanamente, sobre todo cuando se emborrachaban, pues la prendían con nosotros, pegándonos y tirándonos al suelo o al embalse del agua, con lo cual tenías que estar con toda la ropa mojada hiciera el frio que fuera.
Por las noches, en el silencio se oían los lloros de muchos compañeros, tanto de jóvenes como de viejos curtidos en la lucha.
Hecho este que sucedía con más asiduidad en las noches que iban los falangistas de Castuera a buscar conocidos para darles el paseo, habiendo noches que llegaron a sacar hasta cinco de un solo barracón.
Cerca del Campo había una bocamina abandonada y muchas noches sentíamos vibrar el terreno como si hubiera explosiones en la mina.
Al principio y en nuestras ansias de libertad, pensamos que eran los maquis que venían a volar el Campo, pero luego nos enteramos que en ella hacían la “cuerda india”.
A los prisioneros que sacaban de campo los ataban todos con una cuerda y los tiraban a la mina atados unos con otros, ya que ellos mismos se arrastraban, y cuando todos habían caído tiraban una bomba de mano matándolos a todos y dejando los cadáveres en el fondo de la mina.
El día 6 de diciembre, junto a unos 1.800 prisioneros me sacaron del Campo y nos montaron en un tren para trasladarnos a Orduña (Bilbao), ya que según decían el Campo de Castuera iba a ser desmantelado.
El viaje duro tres día, tiempo que estuvimos sin comer ni beber y haciéndonos nuestra necesidades unos sobre otros.
Los que quedamos vivos del viaje, sacando fuerzas de flaquezas, comenzábamos de nuevo otro cautiverio, que no sería mejor que el de Castuera.
Joaquin Aguirreche,
Fue un represaliado vasco, que estuvo en la Cárcel de Badajoz al terminar la Guerra en 1.940.
En su testimonio cuenta como era el ambiente de la Cárcel y sobre todo el destino de los condenados a muertes que pasaban sus últimos días en la misma.
Ingrese en la Cárcel de Badajoz nos dice Joaquin, en enero de 1.940 procedente de la Prisión de Orduña junto con otros 45 compañeros que habían sido condenados a muertes.
Al llegar nos llevaron al patio, para el registro de nuestros miserables enseres y allí empezó mi calvario, pues un funcionario me cogió por el brazo y me pregunto porque no estaba yo junto a los otros y al decirle, que yo no estaba condenado a muerte, me dijo: “Pues ten cuidado no te vaya a condenar yo y a ejecutar en el momento”.
Camino de los calabozos, me encontré a un joven, casi un niño, quien me pregunto si era vasco.
Al decirle que sí, me cogió de la mano y me contesto que él era portugués y que se llamaba Agripino. Que había venido a España a defender la Republica y que solo por eso estaba condenado a muerte.
Que anteriormente, había estado preso en la Cárcel de Ondarreta y que estaba muy agradecido a los vascos, por lo bien que lo habían acogido, por eso en cualquier lugar dónde hubiera un vasco, él sería su amigo.
A través de Agripino, me hice amigo de Andres Grijota un joven extremeño de tan solo 24 años, naciendo entres nosotros una sincera y estrecha amistad que tuvo que terminar inevitablemente con su ejecución.
Andres, era sencillo, afable, cariñosos, simpático y con una gran dosis de inteligencia, que le hacía inmune a cualquier vanidad. Era tan humano, que a pesar de estar condenado a muertes, con él se podía uno reír, jugar y divertirse.
El día 2 de mayo, le comunicaron Agripino que le anulaban su consejo de guerra, pero que iba a ser trasladado a Madrid, para responder a otras acusaciones más grave aún.
Cuando le dijeron que sería trasladado a Madrid, lloraba como un niño, gritando: “Prefiero que me maten aquí, no quiero separarme de mis amigos”.
Andres, que era el que siempre estaba más entero, le daba ánimos diciéndole, que lo mismo era para bien y que tendría un final feliz.
La separación fue brutal, pues en nuestra situación perder a un amigo era dar un paso más hacia nuestro destino final.
Pero aun no habíamos pasado lo peor, yo por el momento no corría mucho peligro relativamente, pues mi Consejo de Guerra se había retrasado gracias a las hermanas Alba, que en un hecho sin precedente y en aquellos, se hicieron cargo de mi defensa.
Pero a los pocos días Andres, le comunicaron que su ejecución seria el 24 de mayo.
La noche antes, junto a los otros condenados lo metieron en capilla. Yo no pegue ojo en toda la noche, sobre las 3 de la madrugada vino uno de los carceleros a decirme que tenía que presentarme en la “Cancela” que así se llamaba el lugar donde estaban los presos la noche antes que su ejecución.
El miedo me hizo pensar lo peor, pero yo no había pasado Consejo de Guerra, con lo cual en teoría no podía ser fusilado. Tenía que haber una confusión.
Cuando llegue a la “Cancela”, donde tenían amontonados a los condenados, la sensación que sentí fue brutal.
Todos cabizbajos, pensativos, con la mirada perdida y sin decir ningún lamento. Las únicas palabras que salían de su boca eran para sus padres, mujer e hijos.
De pronto vi Andres frente a mí, con su mirada perdida, pero con su sonrisa de siempre me dijo: “Amigo Joaquin, ha llegado mí hora”.
Pidió al guardián que abriese la verja para poder despedirse de mí. Y abrazándonos fuertemente le dije: “Andres se valiente. Otro día me tocara a mí”. Y a mis palabras entrecortadas, contesto: “No te preocupes, tengo la buena sensación que a ti no te mataran”.
Andres estaba un poco nervioso, pero quien en su lugar no lo estaría.
Dirigiéndose al guardián le comento en una especie de arrebato: “No entienden ustedes al pueblo, y no lo entenderán nunca”. “No saben ustedes de sus dolores y sacrificios”.
Y a mí me dijo, que le gustaría que conociese a su familia y que le contara sus últimos momentos.
Nos fumamos el último cigarrillo juntos y cuando aún no lo habíamos terminado del todo, se llevaron a mi gran amigo Andres.
Andres Grijota Lozano, era natural de Villanueva de la Serena, de 24 años de edad, pelo negro, estatura regular, ojos vivos y sobre todo una inteligencia poco común. Cuyo único delito que había cometido en su corta vida, era ser corresponsal de prensa del Diario “Claridad” del Partido Socialista.
Mientras el hacia su ultimo paseo, yo me fui para mi calabozo y tumbado en el suelo, me puse a llorar como un chiquillo por la pérdida de un verdadero amigo, pues si hay algún lugar en el Mundo donde se hacen verdaderos amigos, ese sitio es el lugar de reclusión de los presos políticos.
Luis Romero Solano,
Nació en Alcántara en el año 1.908 en el seno de una familia obrera.
Antes la dificultad de encontrar trabajo en su pueblo, la familia marcho a Cáceres, donde Luis comenzó a trabajar en la albañilería.
Se dice, que en la construcción del “Gran Teatro” que se estaba levantando entonces.
A partir de ese momento, su profesión será la de albañil, profesión que no solo no ocultara en ningún momento; sino que la llevara con orgullo, definiéndose el mismo como “Albañil” cuando tomo posesión como diputado.
A la vez, que comenzó su andadura profesional, debió comenzar a crearse en su persona una conciencia de clase, ya que desde muy joven se afilio a la Sociedad de Oficiales Albañiles de Cáceres, asociación que se incluiría posteriormente en la UGT y en la cual llegaría a ser su Presidente.
Ello a la vez que comenzó a militar en la Federación de las Juventudes Socialistas Provincial de Cáceres, donde llego a ser su Secretario General.
Años más tarde, esa actividad política y sindical le llevaría a ocupar un escaño en el Congreso de los Diputados, ya que en las dos últimas elecciones de la II República, salió elegido Diputado por la provincia de Cáceres por el Partido Socialista Obrero Español, integrándose en el grupo de seguidores de Largo Caballero.
El 18 de Julio, cuando estallo la Sublevación Militar, se encontraba en Madrid tratando asuntos de la provincia, saliendo enseguida para Cáceres por mandato del partido, con el objetivo de ponerse al frente de la contra-sublevación si fuera necesario.
Su testimonio, lo dejo escrito en un libro que publico en 1.947 y que título “En Víspera de la Guerra de España”, con el objetivo según manifiesta en su introducción: “dar a conocer desde mi visión uno de los hecho más triste de la historia de España, para que lo conozcan el mayor número de personas, y de ese modo se evite que vuelva a suceder”.
Las instrucciones dada a los Gobernadores Civiles por parte del Gobierno, dice Luis que son: “de que no se consienta la Huelga General, ni se arme al pueblo en tanto los militares de la provincia no declaren el Estado de Guerra”.
En Cáceres, la policía por orden del Gobernador, sigue cacheando a los trabajadores que rondan las casas de los falangistas más destacados, para evitar posibles altercados, mientras que consiente que los fascistas tengan los aparatos de radio a todo volumen, para que al pasar por las calles todo el mundo se entere de los movimientos y el avance de los sublevados.
Después de una noche de terrible insomnio, durante la cual el Gobernador, Sr. Canales ha llegado a llamar exaltados, hasta los más tibios republicanos, que junto con nosotros los socialistas le solicitábamos se procediese a las detenciones de los falangistas más destacados de la capital y provincia.
Así como que retuviera en el Gobierno Civil al Coronel del Regimiento Argel y al Comandante Jefe de la Guardia Civil, para que fuera desde allí y delante de nosotros, desde donde dieran las órdenes oportunas al personal a su mando para que acataran la legalidad del Gobierno de la República.
Amanece el domingo, día 19 de julio de 1.936.
Sobre las 11 de la mañana, tropas del Regimiento Infantería Argel, salen a la calle con banda de música incluida y la Bandera al frente.
La gente cree que es un paseo militar, ya que para esconder su villanía, la bandera que llevan es la de la República, la que como militares han jurado defender.
Son los mismos Jefes del Regimiento y de la Comandancia, que horas antes habían prometido al Gobernador que eran leales a la Republica.
Sin ninguna resistencia, ya que el Gobernador no ha querido armar al pueblo, se apoderan del Gobierno Civil, la Diputación, el Ayuntamiento y la central telefónica, emplazando además ametralladoras automáticas en sitio estratégicos de la ciudad.
Ante la realidad de la situación, me uno en las afuera de la ciudad con compañeros del partido dispuestos a recorrer los pueblos de la provincia para avisar a las organizaciones obreras de lo sucedido en la capital, así como cortar las líneas de telégrafo y telefónicas con el objetivo de que los facciosos no puedan intimidad a los ayuntamientos de los pueblos.
Por la noche volvemos a la capital, y me escondo en casa de un compañero socialista, que está situada en el extrarradio de la ciudad cerca de mí domicilio.
Allí escondido me entero en los siguientes días por la prensa de la caída de Huelva y del avance de los facciosos por la provincia de Badajoz.
Algunos de mis amigo se han escondido en la Sierra de la “Virgen de la Montaña”, y otro han marchado andando para atravesar la “Sierra de San Pedro” y pasar a la provincia de Badajoz que sigue siendo Zona Republicana.
¡Qué días y que noches pasados en mi escondite!. Viendo entrar y salid a la policía y a los falangistas de mi casa.
Mis ancianos padres eran partidarios de que me entregase a los facciosos, pues conocedores de como soy, sabían que nunca le había hecho mal a nadie a sabiendas, y por lo tanto nada tenía que temer.
Ellos, con la carga de los años y de su sentido humanitario, ignoraban cual grande era la brecha, que la sublevación había abierto entre los españoles republicanos y los fascistas.
El Jefe Provincial de Falange, un Capitán del Ejército retirado por la Ley Azaña, apedillado Luna, me buscaba como un perro sabueso, que ventea la presa, para regar con mi sangre las calles de Cáceres y pasear mí cabeza como un glorioso trofeo de guerra.
Un día me traen la noticia de que acaban de detener a mí padre. Se lo han llevado al Cuartel de la Guardia Civil.
Estoy seguro que por su salud, edad y por las amenazas que recibirá, dirá el lugar en el que me encuentro escondido.
Es el día 2 de agosto, y me preparo para escapar.
Me traen de mi casa una vieja chaqueta, en la que mi madre entre el foro de la costura me ha escondido mi carnet de diputado y mi salva-conducto del Gobierno de la Republica.
Mi pensamiento por desgracia se cumple, no ha trascurrido mucho tiempo, cuando desde un ventanuco veo que una camioneta llena de guardias se para en la puerta de la casa de mis padres.
Mientras mí pobre madre baja y abre la puerta, a mí me da tiempo a saltar a otra casa a través del tejado y del patio, y así a otra sucesivamente hasta que salto definitivamente a la calle y corriendo llego a la carretera del Casar.
A ser un barrio obrero pequeño, y aunque voy medio disfrazado, todo los vecinos me reconocen y observan la escena en silencio, al igual que las mozas que llenaban sus cantaros de la “Fuente de Agua Viva”.
Mi idea preconcebida era cruzar a Portugal por la frontera de Alcántara, ya que en mí pueblo tengo muy buenos compañeros y amigos e incluso Guardias de Asalto que me ayudaran a pasar a campo a través. Nada más salid de Cáceres, me encuentro con unos conocidos socialistas que estaban en la saca del corcho y al conocerme me dan un cayado y un zurrón lleno de comida para el viaje.
Después de caminar todo el día, la primera noche la paso en una majada cerca de la estación de Arroyo.
Intento engañar al pastor de la majada diciéndole que soy “recovero” que voy por el campo para ver el precio de los huevos y las aves de corral, ya que en la capital no hay mercancías.
Pero el pastor no se cree lo que le digo, ya que aunque algo de pinta de “recovero” tengo por lo desaliñada de la ropa que llevo, después de un rato me dice que mí cara le suena de un Mitin al que asistió en Arroyo cuando las elecciones de febrero, que fui uno de los que hablo.
Tengo suelte, es simpatizante de izquierda, y no solo me rellena el zurrón de comida, sino que me indica el mejor camino que tengo que seguir para no encontrarme a los muchos jornaleros que por esas fechas están en el campo en la siega.
Ante de apuntar el alba, ya voy de camino de Navas del Madroño. Cruzo los viñedos y encinares de Arroyo, la Dehesa de la Virgen de la Luz y llego a la Cuesta de Araya, teniéndome que esconde ya que pasa el coche de línea que va para Alcántara, y tengo que tener precaución no vaya a ir alguien que me conozca.
No sé cómo me las arreglo, pero otra vez me encuentro con otra majada, pero tengo la suerte que también es gente que me conoce, lo que me lleva a pensar: “la cantidad de personas que tenían puesta su confianza en los socialistas”.
La Sra. Costanza, que así se llama la pastora, manda a un zagal que vaya a buscar a sus hijos que están segando y que les diga que vengan enseguida.
Y así es, al rato se presentan sus hijos y algunos otros campesinos, que al verme producen exclamaciones de asombro y alegría.
Pero enseguida les apagó el entusiasmo cuando le comento que me tengo que ir enseguida, porque la Guardia Civil y los falangistas me están buscando, y que estoy seguro que enseguida harán una visita al lugar.
Ellos están dispuestos a enfrentarse si es necesario con los guardia, pero les digo que lo único que necesito es a dos compañeros que me guíen a través del campo a través para llegar a la “Sierra de San Pedro”, ya que según me han informado, allí hay compañeros que luego me ayudaran a llegar a Badajoz, que es donde pretendo ir.
En todos los rostros se expresa el deseo de luchar contra los sublevados, cuyos primeros apoyos que han recibió en los pueblos de la zona ha sido de los caciques, el cura y la Guardia Civil.
¡España entera está atrapada por las garras sangrientas de todos esos traidores!
La conversación mantenida con este puñado de recios campesinos extremeños, me hacen reflexionar sobre la intensidad y el dramatismo que ha alcanzado la sublevación en tan solo quince días.
Dos compañeros se presentan voluntarios, para acompañarme y tras llenar los zurrones de comida y agua, abandonamos “Cabeza de Araya”.
Dos días después y tras pasar cerca de “Puebla de Ovando”, de entre unos riscos salen unos milicianos que acompañan al líder del Partido Comunista, Máximo Calvo.
Ellos no me conocen, pero cuando me llevan delante de Máximo, claro que me conoce, ya que en las elecciones de febrero dimos muchos mítines juntos del Frente Popular, él en representación del PCE y yo por el PSOE.
Ceno con ellos, y después de descansar un poco, salgo para Badajoz, donde llego al amanecer. Allí pude abrazar a viejos amigos socialistas, entre ellos a Narciso Vázquez, Presidente de la Diputación.
Antes las noticias que llegan a la capital, de que la aviación sublevada está bombardeando fuertemente Mérida, junto con otros compañeros del partido montó en un camión y marchamos hacia allí.
En la ciudad, hay una confusión tremenda por la fuerza del bombardeo aéreo por un lado, y de la artillería de la columna de Yagüe por otro.
El espectáculo que presentan las galerías del teatro romano es de puro dramatismo, ya que están llenas de mujeres y niños que buscan refugios ante dichos bombardeos.
Con esa escena, por primera vez han visto mis ojos, la cara maldita de la guerra.
Guerra entre españoles a los que no se les rompen las manos al descargar las bomba en las ciudades contra las personas, sobre todos contra los niños, que debían ser, según el juramento que hicieron sagrados para ellos.
Los milicianos mientras tanto escondiendo sus cuerpos a las balas de los moros, tras las columnas del puente romano, van viendo según pasa el tiempo como las aguas del Guadiana se van cubriendo de rojo de la sangre española derramada.
Ver todo aquello, fue la primera sensación de derrota que sufrí, pues los milicianos ni estaban suficientemente armados, ni sabían combatir.
Derrota que se hizo realidad al día siguiente, cuando la Ciudad cayó definitivamente en mano del Ejército sublevado.
De Mérida, como si fuéramos de peregrinación por los pueblos, un grupo llegamos a Don Benito.
La plaza era un hormiguero, pues aquella misma mañana la aviación facciosa la había bombardeado y un grupo de milicianos de otros pueblos, en vez de salid al campo a parar el avance de los facciosos, querían sacar de la cárcel a los prisioneros de derecha y darle el paseíllo para que pagaran con sus vidas el bombardeo de la mañana.
Al presenciar la escena de aquellos exaltados montando en los camiones los presos, sin pensar que me podían herir, cruce corriendo la plaza y después de presentarle al “Jefecillo del Grupo” mis credenciales de “Diputado Socialista” hice bajar a los presos de los camiones, todos los cuales tenían en sus rostros el horror de la muerte.
Un grupo de compañeros socialista, se pusieron enseguida a mis órdenes, a los que les mande que cogieran los fusiles y se pusieran en la puerta de la cárcel para custodiar que nadie les pusiera la mano encima a los presos allí recluidos.
Para lo cual le di un pequeño mitin, en el que entre otras cosas le dije: “Yo acabo de llegar del campo faccioso y sé que allí se asesina tanto de día como de noche sin control y sin ley. Pero aquí no puede ser igual, porque hay unas autoridades legítimas y son ellas las que conocen bien a las personas desafectas a la Republica, y además deben ser los tribunales los que se encarguen de juzgarla sin es necesario y dictar sentencia”.
Dicho lo anterior, me fui al Ayuntamiento para hablar con la autoridad local y quejarme de su falta de entereza para oponerse a que no se sacara a nadie de la cárcel.
Contestándome que eran gente forastera, y que la gente del pueblo no era capaz de hacer esas cosas.
Al rato vuelvo a la cárcel y me dirijo a los presos que aún siguen temblando. Les comento que aunque no me conocen, tampoco importa mucho saber quién soy.
Les digo, que somos adversarios políticos, pero que ni ellos, ni nosotros debemos manchar nuestro honor de españoles con el asesinato. Ellos parecen que esperan que les diga quién soy, pero no lo hago, solo les digo: “Que le basta saber que soy español, y que guarden en su memoria lo ocurrido, por si un día tienen ustedes la ocasión de corresponderme de la misma forma”.
Después de un periplo por Villanueva y Miajada, realizo un viaje a Madrid, entre otras cosas con el objetivo de que el Partido me informe donde puedo ser más útil, así como para tranquilizar a mis amigos, ya que se había comentado que me habían fusilado los facciosos.
Después de hablar directamente con mí jefe político y amigo Largo Caballero, me transmite que debo marchar al frente de Extremadura para infórmale directamente a él de lo que día a día en el sucede.
Por lo cual, me traslado a la Zona de Oropesa y Navalmoral, ya que un grupo de soldados de aviación y milicianos donde hay muchos extremeños que me conocen, intentan retomar de nuevo Navalmoral de la Mata.
Mientras estamos instalados en Oropesa, viendo el grupo que se ha formado, estudiamos la posibilidad de crear una Milicia Extremeña.
Milicia a las que con el tiempo se le conocerá como la “36 Brigada Mixta” y que sería una de las principales fuerza de choque de la Republica contra los facciosos en la defensa de Madrid, principalmente en el barrio de Usera.
Mientras intervengo en la defensa de Oropesa, adelantando líneas para parar a los facciosos en Calzada y la Lagartera, comprendo amargamente como me sucedió en Mérida, que todas estas líneas irán cayendo una a una y los facciosos llegaran hasta Oropesa, y que si no hacemos un mayor esfuerzo también caerá, como al final así sucede.
En el asalto de los facciosos a Oropesa, resulto herido, mis pulmones echan sangre por lo que me llevan a Talavera y de allí a Madrid, donde el doctor Jiménez Díaz me corta la hemorragia que brotaba de ellos.
Desde un apartamento de un amigo situado en la calle Abascal, observo las “Auroras Boreales”, pero en ese caso de sangre y fuego en la Ciudad Universitaria, donde se destruye por ambas partes toda una juventud de un pueblo llamado España.
Esa destrucción de España que estoy viviendo en mis propias carnes, es la que me hace no volver a escribir más sobre la “Guerra de España”.
Mi exilio, como creo que son todos los exilios, además de triste fue bastante convulso. Empezó como el de miles de españoles camino de la frontera francesa, para seguir como el de otros muchos compatriotas en la ciudad de Simoges.
Allí intente como Diputado de la Republica, ayudar a otros exiliados españoles, pero enseguida pude comprobar que ello no era posible, porque las autoridades francesas, no nos dejaban a los españoles montar nuestras propias estructura de protección, por lo que decidí embarcarme en el vapor Flandes camino de la Republica Dominicana.
Pues además los que habíamos sido diputados, estábamos expuesto a que fuerzas extra-gubernamentales francesas, nos detuvieran y nos devolvieran a España entregándonos a los franquistas.
En la Republica Dominicana, me afinque cerca de la ciudad de Trujillo, en unas colonias que habían instalado específicamente para los exiliados españoles con el dinero llevado por Juan Negrín, Presidente del Gobierno de la Republica.
Después, marche a Chile y por ultimo recale en México, donde para sobrevivir tuve que realizar varios trabajos, desde colaborador de prensa, venta ambulante, albañil y sastre, llegando abrir mí propia sastrería “yo que nunca había cosido un botón”.
Llegada la democracia por el año 1.978, Luis Romero volvió a España y estuvo visitando su pueblo, Alcántara donde pudo encontrarse con algunos viejos amigos que aun vivían.
Así como visitar la tumba de sus padres, a quien les dedico el libro antes mencionado: “A la memoria de mis padres, muertos en un pueblo de España, con el frio y la pena de mi ausencia”.
Porque unas de las cosas que peor llevo en el exilio según comento a sus hijas fue la separación de ellos y sobre todo saber que ya no les volvería a ver nunca más.
El día, 1 de febrero de 1.982, el periódico “El Socialista” donde el escribió muchas veces, le recordaba en una pequeña necrológica: “Ha fallecido en México, nuestro entrañable compañero Luis Romero Solano”.
Como el diputado Luis Romero, muchos miles de españoles, entre los que se encontraban cientos de extremeños republicanos cruzaron la frontera francesa camino del exilio.
Exilio que no resulto para ellos un camino de rosas, ya que recibieron un trato penoso por parte del Gobierno Francés.
Familias enteras de esos miles de exiliados españoles fueron separadas. Los hombre por un lado y las mujeres generalmente con los niños por otros e instalados en diferentes “Centros de Internamientos”, algunos de ellos sin un lugar techado donde refugiarse, sin atención sanitaria, sin medios para combatir el frio, e incluso a veces sin agua.
Eran los vencidos y como tal así fueron tratados.
Pero como las desgracias nunca vienen sola, esa situación se agravo aún más hacia mediados de 1.940 cuando el ejército alemán rompió la líneas defensivas francesas y miles de españoles cayeron prisionero de la Wermacht Alemana, llevándolos detenidos en ingresados en los “Campos de Exterminios Nazis”, donde entre 1.940 y 1.945 más de 7.000 españoles encontraron la muerte, entre ellos contabilizados cerca de doscientos extremeños.
Extremeños, que habían abandonado sus pueblos para luchar en defensa de la Republica, y tuvieron que huir a Francia cuando vieron que finalmente el ejército en el que habían combatido, era vencido por el Franquista.
Para terminar en los Campos de Exterminio de Mauthausen y Güsen, donde muchos de ellos entregaron su vida, algunos aniquilados nada más llegar, para solucionar el problema de las plazas.
Y otros, la mayoría, destinados a trabajos forzados hasta la extenuación, hacinados en barracones, desatendidos, mal alimentados, vejados y torturados una y otra vez por el simple hecho de ser republicanos españoles y haber luchado frente a Franco el amigo de Hitler.
Varios de aquellos extremeños, figuran en el listado oficial de los asesinados y muertos habidos en los mencionados Campos de Exterminio.
Siendo ese el caso de Juan Nuevo Vázquez, nacido en Casatejada, el 22 de octubre de 1.896, casado y padres de cincos hijos, cuatro niñas y el ultimo un varón, al que no llego a conocer.
Cuentan las crónicas, que era un hombre sencillo, jornalero, hombre del campo aunque no rechazaba otros trabajos con tal de poder dar de comer a sus hijos.
Políticamente era un hombre de izquierda muy activo, aunque no tenía ningún cargo ni en las organizaciones políticas ni sindicales del pueblo.
Tras el Levantamiento Militar y encontrándose las tropas sublevadas cerca de Casatejada, huyo del pueblo ante el temor de represalias, para terminar ingresado en el “Campo de Exterminio de Güsen” con el número 10.531, donde encontró la muerte.
Como Juan, también murieron Teodoro Laguna, natural de Alía con el número de preso, 12.016 y Andres Toribio, natural de Valdelacasa del Tajo, soldado Republicano que lucho en la Batalla del Ebro y que paso a Francia en enero de 1.939, para terminar en el Campo de Güsen, donde falleció el 26 de septiembre de 1.941.
Junto a Juan, Andres y Teodoro, otros 183 extremeños más, perecieron en los Campos de Exterminio Nazis de Austria.
Los nombres extremeños de Azuaga, Don Benito, Fuente de Cantos, Guareña, Olivenza o la Comarca del Campo Arañuelo, debieron de ser muy populares en el Campo de Güsen, por el gran número de ciudadanos de estas localidades y comarca extremeña que estuvieron prisionero entre sus alambradas.
Jóvenes veinteañeros y hombres hechos y derechos que salieron un día de Extremadura en defensa de unos ideales, dejando en la tierra muchas veces a su mujer e hijos, los cuales nunca llegaron a conocer la historia de sus padres.
Porque nadie les informo, ni recibieron ningún dato sobre la forma y las condiciones en que fallecieron.
Quizás, porque eran Republicanos o quizás por la amistad que le unía a Franco y a Hitler. El caso es que la dictadura franquista decidió intencionadamente olvidar a las víctimas españolas de nazismo.
Mientras que por el contario, cada año homenajeaba como a héroes a los excombatientes de la División Azul que en el ejército alemán lucharon contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Pero la llegada de la democracia, tampoco supuso un alivio para las familias de los fallecidos y represaliados republicanos. Pues aunque debe ser muy triste, no haber conocido durante muchos años, como y en que Campo de Exterminio Alemán falleció nuestro ser querido.
Más lo debe ser aun saber donde murió e incluso medio saber en qué lugar está mal enterrado su cuerpo y quienes lo mataron.
Por ello, es necesario que la Ley de la Memoria Histórica sea desarrollada en toda su plenitud, y no como dicen algunos para abrir de nuevos las heridas, porque las heridas nunca cicatrizaran mientras quede un cuerpo enterrado en una cuneta o en una fosa común y no en una digna sepultura donde sus familiares, como es tan tradicional por los Santos y Difuntos en Extremadura puedan llevarles un Ramo de Flores.
ANTONIO ELVIRO ARROYO
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